miércoles

LAS SILENTES, SUTILES Y CONSTRUCTORAS FUERZAS DE LA MENTE Y DEL ESPÍRITU




Momentos hay en nuestra vida en que percibimos destellos de otra, de la verdadera e infinitamente superior a la que vivimos de ordinario.

Conocemos que estamos viviendo en menor grado del de nuestras posibilidades y anhelamos conocer la vida que por verdadera presentimos.

Instintivamente nos damos cuenta de que existen en nuestro interior facultades y energías de que hacemos mal uso y otras que apenas utilizamos. Nos confirman en esta conclusión, la metafísica práctica y la sencilla y concreta psicología con sus conocidas leyes de la ciencia mental y espiritual.

Guillermo James, que tan espléndidamente relacionó en grado supremo la psicología, la filosofía y aun la religión con la vida, honró su profesión e hizo un extraordinario servicio a la humanidad, cuando tan claramente expuso la verdad de que tenemos en nuestro interior facultades y energías que apenas utilizamos, es decir, que poseemos copiosas reservas de potencialidad que apenas hemos pulsado.

Los hombres conscientes de estos internos auxiliares, de las facultades y potencias directivas y moldeadoras pertenecientes al reino de la mente y del espíritu, no preguntarán jamás. ¿Vale la pena de vivir? Para ellos la vida se ha duplicado, triplicado y centuplicado.

De ordinario no nos interesamos en estas cosas, aunque instintivamente conocemos su valía, confirmada por nuestras observaciones y experiencias. Los apremiantes cuidados de la vida diaria, para ganarnos el sustento, que es el problema capital de la mayoría de las gentes, nos impiden conceder el debido tiempo y atención a lo que presentimos que lo merece; pero con ello perdemos poderosos auxilios para la vida diaria.

Por medio del cuerpo y los sentidos nos relacionamos con el mundo físico que nos rodea.

Por medio de la conciencia y del espíritu nos relacionamos con el Infinito Poder, con la animadora y sustentadora energía vital de todas las formas materiales objetivas.

Por medio de la mente, somos capaces de relacionarnos con lo físico y lo espiritual.

La mente nos da a conocer las leyes que regulan la actividad del espíritu y nos permite obedecerlas de modo que sean las fuerzas predominantes en nuestra vida.

Hay una divina corriente que con paz y seguridad nos conducirá a su seno si somos lo bastante prudentes y activos para hallarla y seguirla. Siempre es arduo e incierto batallar contra esta corriente; ir con ella es aliviar los trabajos del día. En vez de estar continuamente inseguros y aun agotados por los esfuerzos en contrariarla, tendremos ocasión de regocijarnos durante el camino, así como podremos consolar o tender la mano al prójimo que también lo recorra.

La vida natural y normal está por ley divina bajo la guía del espíritu. Sólo cuando no acertamos a buscar y seguir esta guía, o cuando deliberadamente nos substraemos a su influencia, surgen las incertidumbres, se ven incumplidos nuestros legítimos anhelos y el quebranto de las leyes nos inflige sufrimiento.

Bueno es recordar siempre que toda ley violada entraña su propio castigo. La suprema Inteligencia, Dios, si queréis, no castiga. Actúa por medio de los grandes e inmutables sistemas de la ley. Así debemos indagar estas leyes. Para ello se nos dio la mente. Conociéndolas podremos obedecerlas y cosechar los beneficiosos resultados que siempre allega su cumplimiento; conociéndolas o desconociéndolas, con intención o sin ella, podemos quebrantarlas; pero sufriremos las consecuencias y aun cabe que en el mismo quebranto hallemos la pena. No fuera la vida tan complicada si no persistiéramos tan tercamente en complicarla. La suprema Inteligencia, el Poder creador sólo actúa mediante la ley. La ciencia y la religión no son más que distintos accesos a la comprensión de la ley. Cuando ciencia y religión son genuinas, se complementan y coinciden en sus conclusiones.

Los antiguos profetas hebreos percibieron y enunciaron por medio del espíritu algunas leyes admirables de la vida natural y normal, corroboradas hoy por la ciencia mental y espiritual, que produce idénticos resultados en la conducta de gran número de gentes.

Así dijeron: "Y tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha ni tampoco torzáis a la mano izquierda."

Y también: "El Señor estará con vosotros, en tanto que vosotros estéis con Él; si lo buscáis, lo hallaréis; más si lo abandonáis, Él os abandonará."

"El Señor es poderoso en medio de ti."

"El que habita en el secreto lugar del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente."

"Estarás en alianza con las piedras del campo y las bestias del campo estarán en paz contigo."

"Encomienda tu camino al Señor; confía en Él y te guiará."

Ahora bien; o todas estas expresiones significan algo definido o no significan nada. Si son expresión de hechos positivos estarán regidas por leyes inmutables.

Sin embargo, los profetas no nos dan a conocer las leyes que gobiernan la actuación de las facultades y energías internas; quizás ni ellos mismos las conocieron y sólo tendrían intuitiva percepción de la verdad. El espíritu científico de esta nuestra edad les era totalmente desconocido.El progreso humano, el desenvolvimiento del espíritu científico en sus investigaciones de la verdad, nos hace infinitamente superiores a ellos en algún respecto, mientras que en otros nos aventajan. Pero si las antedichas sentencias eran realidades en la vida de aquellos primitivos hebreos, serán también realidades en nuestra vida actual; y si no lo eran, estarán todavía en la espera de lo potencial aguardando su actualización.

No fueron hombres extraordinarios en el sentido de que el Infinito Poder les hablara. Son tipo y ejemplo de cuánto un hombre puede, mediante su anhelo y voluntad, dejarse conducir por la divina Sabiduría, pues actualizaron en sus vidas un creciente sentimiento del divino Poder. Porque en verdad: "Dios es el mismo ayer, hoy y mañana." Sus leyes son invariables e inmutables.

Ninguno de aquellos profetas enseñó a reconocer la divina Voz interior, ni cómo ser encarnaciones del divino Poder. Sin embargo, nos dieron todo cuanto nos podían dar. Después vino Jesús, el sucesor de esta larga e ilustre serie de profetas hebreos, dotado de gran aptitud para las cosas del espíritu, suprema encarnación de la divina Realidad.

Con mayor conocimiento que ellos, realizó mayores cosas. No sólo las realizó, sino que también mostró cómo las realizaba. No sólo reveló el Camino, sino que exhortó ardientemente y diligentemente a sus oyentes a que lo siguiesen. Reveló el secreto de su intuición y su poder: "Las palabras que os hablo, no las hablo de mí mismo, sino que el Padre que mora en mí hace las obras." Y además: "Por mí mismo nada puedo hacer."

Y al hablar de su propósito y misión, dice: "He venido para que tengáis más copiosa vida."

Y después añade: "Las obras que yo hago también las haréis vosotros."

Ahora bien; o esto significa algo definido y concreto, o no significa nada. Los trabajos realizados, los resultados obtenidos por los inmediatos discípulos y seguidores de Jesús, así como por los cristianos de la primitiva iglesia hasta fines del siglo segundo, todo atestigua la verdad de sus enseñanzas y demuestra inequívocamente sus consecuencias.

En las centurias siguientes, las enseñanzas, vidas y obras de varios videntes, sabios y místicos de dentro y fuera de la iglesia han atestiguado asimismo la verdad de las enseñanzas de Jesús. Sin embargo, desde el siglo tercero, la mayoría del mundo cristiano se ha interesado tanto en teorías y doctrinas respecto de Jesús, que ha perdido casi del todo las enseñanzas reales, vitales y vivificadoras del Maestro.

Cuando niños, no se nos enseñó en primer lugar a obedecer sus mandatos y aplicar las verdades que reveló a los problemas de la vida diaria. Sin embargo, de unos cuarenta años a esta parte o poco más, se nota un señalado retorno a las doctrinas de Jesús y mayor determinación de demostrar su verdad y hacer más claramente efectivas sus promesas.

También se han establecido varias leyes de las ciencias mentales y espirituales que confirman sus básicas enseñanzas.

Ahora se han definido y concretado las leyes relativas a la energía del pensamiento, así como los métodos por los cuales determina dicha energía nuestras condiciones materiales y corporales.

Conocemos definidas leyes de la mente subconsciente y sus incesantes actividades constructivas, cuya dirección está determinada por la mente activa y pensante; y cómo por su medio podemos relacionarnos de una manera inteligente y efectiva con nuestras fuerzas de reserva..

Ahora se entienden bien las leyes de la sugestión mental, que puede convertirse en abundosa fuente de fuerza viva, en eficaz instrumento para despertar las fuerzas motoras de los demás, con objeto de curar las enfermedades, establecer hábitos y reformar el carácter.

Se reconoce el valor y la necesidad absoluta de períodos de meditación y sosiego, a solas con la Fuente de nuestro ser, acallando los sentidos corporales y cumpliendo las condiciones por las cuales la voz del Espíritu puede hablarnos a nosotros y por nosotros, y en nosotros y por nosotros manifestarse el poder del Espíritu.

Una nación sólo es grande y son grandes sus habitantes en el grado en que equilibran las sutiles fuerzas y delicadas emociones de la mente y del espíritu, con la organización y actividad de los negocios materiales. Cuando estos son excesivos y crecen a expensas de lo mental y espiritual, sobreviene inevitablemente la decadencia de la nación que se arruina exactamente y lo mismo y por la misma ley que arruinó a cuantas naciones intentaron trastornar el divino plan de la vida.

La dicha y bienestar del alma humana es el supremo negocio a que todo estadista debe prestar su atención. Reconocer o dejar de reconocer el valor del alma humana en las demás naciones determina su verdadera grandeza o su egoísta y esencial vanidad.

Fácil le es a una nación engañar de tal modo que se doble al peso de su materialismo y exponerse en esta situación a recibir una herida mortal. Llegar demasiado lejos en el camino de la actividad, de los grandes negocios, de la expansión territorial, del dominio y del poderío mundano, a costa de las grandes realidades espirituales, de los fundamentos humanos de la vida nacional, que constituyen la vida real y el bienestar de sus habitantes y que establecen justas relaciones con los demás países, es peligroso y a la postre suicida, pues ha de acabar en desastrosa ruina.

Se va efectuando ahora una silenciosa revolución que en la mentalidad de los pueblos continuará por algunos años. Estamos en un período en que se aquilatan y pesan todos los valores. Nuestra época es decisiva.

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Página 22 a 27 del libro OBRAS MORALES de RALPH WALDO TRINE


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