miércoles

UN LLAMADO A LA CONCIENCIA - ESTOY DORMIDO



LIBRO
La realidad del ser


ESTOY DORMIDO

~ LA NOSTALGIADEL SER

El hombre sigue siendo un misterio para sí mismo. Siente nostalgia del Ser, nostalgia de lo duradero, de la permanencia, de lo absoluto. Sin embargo, todo lo que constituye su vida es temporal, efímero, limitado. Aspira a un mundo que lo sobrepasa. Presiente que le podría ser dado participar en él, El hombre busca una idea, una inspiración, que podría ayudarlo a moverse en esa dirección. Esa idea surge en el como una pregunta: «¿Quién soy yo?» … «¿Quién soy yo en este mundo?»
Si esa pregunta llega a ser suficientemente viva, puede dirigir su vida. El no puede responder. No sabe con qué responder. No tiene ningún conocimiento propio que le permita estar frente a esa pregunta. Pero siente que tiene que acogerla. Se pregunta lo que él es. Ese es el primer cambio en el camino. Quiere abrir los ojos. Quiere despertar.

~ 2. LA FUERZA DE LA VIDA

Uno quiere vivir, estar en la vida. Desde mi nacimiento, algo en mi busca afirmarse en el mundo exterior. Quiero devorar el mundo. No quiero ser devorado. Quiero ser siempre el primero, y muy pronto encuentro la resistencia del mundo. A partir de allí, ese impulso fundamental de autoafirmación asume formas muy curiosas; por ejemplo, la autocompasión o la negación a manifestarse. Quiero vivir; estoy de acuerdo con la vida. Hago esfuerzos para vivir y esa misma fuerza mantiene la vida de mi cuerpo. Quiero algo y cuando ese deseo aparece, esa fuerza esta aquí. Me empuja hacia la manifestación. A lo largo de mi vida, en todo lo que hago, busco afirmar esa fuerza. Todos los actos, por pequeños que sean, son una afirmación. Si escribo una carta o le hablo a alguien, afirmo esa fuerza, mi inteligencia. Incluso si solo miro a alguien, se trata de esa fuerza. Si cuelgo mi sombrero, es esa fuerza. Detrás de esa monstruosa afirmación sin duda hay algo verdadero. Esa fuerza en mi es irreprimible. Sin embargo, no se sobre que se apoya la afirmación. Creo que me estoy afirmando a mí mismo y estoy identificado con esa fuerza. Pero ella no es mía, aunque este en mí. Al afirmarla como mía, no veo que me separo de ella y que, al querer atribuirme su poder, interrumpo su acción. De esa manera, creo hechos que me retienen en un mundo privado de la acción de esa fuerza. Y mi yo se hace pesado e inerte. Necesitamos ver el infantilismo en nosotros mismos respecto de la fuerza de vida. Siempre queremos poseer. El niño quiere tener. El adulto quiere ser. Ese deseo constante de tener crea el miedo y la necesidad de ser reconfortado. Algo necesita crecer y ser, algo que relaciona el todo con una fuerza superior. Solo hay una fuente de energía. Desde que mi energía es llamada hacia una dirección u otra, aparece una fuerza. La fuerza es una energía en movimiento. Toma direcciones diferentes, pero la fuente es la misma. La fuerza de vida, la fuerza de la manifestación siempre está en movimiento. Debe fluir. Estoy completamente tomado y soy arrastrado por ella. Comienzo a sospechar que siempre lo estaré sino me vuelvo hacia otra parte de mí.

~ 3. Yo NO ME CONOZCO

¿Quién soy yo? Necesito saberlo. Si no lo sé, qué sentido tiene mi vida? ¿Quién va a responder en mi a la vida? Entonces, debo tratar de responder. Mi cabeza trata de responder. Me aporta sugerencias sobre lo que soy: un ser humano que puede esto, que ha hecho eso, que posee aquello. Ofrece posibilidades de todo lo que conoce. Pero ella no me conoce, no conoce lo que soy en este momento. Y mi sentimiento, ¿puede responder? Entre los centros es el quien podría responder mejor, pero no está libre. Está al servicio del que quiere ser el más fuerte, el más grande, el más poderoso y que sufre todo el tiempo por no ser el primero. Entonces no se atreve, tiene miedo, duda. "Como puede saber? Ciertamente hay una sensación, la sensación de mi cuerpo. ¿Pero mi cuerpo “soy yo? De hecho, no me conozco. No sé lo que soy. No conozco ni mis posibilidades ni mis limitaciones. Existo y, sin embargo, no sé cómo existo. Creo afirmar mi propia existencia y dirigirla en una dirección determinada. Pero respondo a la vida emocional o intelectual o físicamente. Nunca soy yo quien responde. Creo que yo puedo hacer, cuando en realidad «soy accionado», movido por fuerzas de las que nada se, Todo pasa en mí. Todo sucede. Los hilos son halados sin que me dé cuenta. No veo que soy como una marioneta, como una máquina puesta en movimiento por fuerzas exteriores. Al mismo tiempo, veo que mi vida transcurre como si fuera la vida de otro. Y veo que me agito, espero, me lamento, tengo miedo, me aburro, sin que me sienta participar en ello. La mayor parte del tiempo me doy cuenta a posteriori de que soy yo quien ha hecho esto o ha dicho aquello. Actúe antes de darme cuenta de ello. Es como si mi vida se desenvolviese sin que yo participe conscientemente de ello. Se desenvuelve mientras yo estoy dormido. De vez en cuando, los sobresaltos o los choques me despiertan por un instante. En medio de una rabia, o de un dolor o de un peligro, abro los ojos: «Fíjate: soy yo, aquí, en esta situación, ¡viviendo esto!» Pero después del choque me vuelvo a dormir y puede pasar mucho tiempo hasta que un nuevo choque me despierte. Comienzo a sospechar que no soy el que creía ser. Soy un ser dormido. Un ser que no tiene conciencia de sí mismo. En ese estado de sueño, confundo el intelecto, el pensamiento que funciona independientemente de la emoción, con la inteligencia que incluye la capacidad de sentir lo que uno razona. Mis funciones -mi pensamiento, mis emociones y mis movimientos- trabajan sin dirección, a merced de los choques accidentales y las costumbres. Es el estado de ser más bajo en el que pueda encontrarse el hombre. Vivo en mi mundo estrecho, subjetivo, limitado, dirigido por mis asociaciones, que vienen de todas mis impresiones subjetivas. Es mi cárcel, a la que siempre vuelvo. La búsqueda del yo empieza con «¿dónde estoy?» Debo sentir la ausencia habitual del yo. Debo conocerla sensación de vacío, de mentira, que afirma siempre una imagen de mí mismo: el falso yo. Uno tiene la costumbre de decir «yo» sin creer realmente en ello. De hecho, no hay nada más en lo que uno pueda creer. El querer ser me empuja a decir «yo». Esta detrás de todas mis manifestaciones. Pero no es consciente. Habitualmente busco la convicción de mí Presencia en la actitud de los demás hacia mí. Si me niegan, dudo de mí. Si me aceptan, creo en mí. Me pregunto si soy realmente esa imagen que afirmo. ¿No hay un Yo real que pueda estar presente? Necesito una experiencia directa del conocimiento de mí mismo. Primero tengo que ver los obstáculos que se interponen como una pantalla. Necesito ver que creo en mi mente, mi pensamiento. Creo que eso soy yo. Quiero saber, he leído, he escuchado. Todo eso es la expresión de mi yo ordinario, de mi ego. Eso me impide abrirme a la conciencia, ver “lo que es” y lo que “yo soy”. Mi esfuerzo no puede ser impuesto. Uno tiene miedo del vacío, miedo de no ser nada. Entonces, uno se esfuerza por ser diferente. ¿Pero ese esfuerzo ‘quien lo hace? Debo ver que también eso viene del yo ordinario. Toda imposición viene del ego. ¿Podría yo no seguir siendo engañado por la imagen o el ideal impuesto por el pensamiento? Necesito aceptar el vacío, aceptar no ser nada, aceptar «lo que es». Es en ese estado donde aparece la posibilidad de una nueva percepción.

~ 4. ESTOY DORMIDO

El verdadero Yo viene de la esencia. Su desarrollo depende del anhelo de la esencia. Es un querer ser. Y después un querer ser capaz de ser. La esencia está formada por las impresiones asimiladas en la infancia hasta los cinco o seis años, cuando se produce una ruptura entre la esencia y la personalidad. Para continuar su desarrollo, la esencia debe volverse activa a pesar de los obstáculos provenientes de la presión ejercida sobre ella por la personalidad. Necesitamos el recuerdo de sí para que la esencia pueda recibir las impresiones. Solo en un estado consciente se puede apreciar la diferencia entre la esencia y la personalidad. Por lo común las impresiones son recibidas de forma mecánica. La personalidad reacciona con pensamientos y emociones que dependen de su condicionamiento. Esas reacciones son automáticas y las impresiones no son transformadas porque una personalidad como esa está muerta. Para ser transformadas, las impresiones deben ser recibidas por la esencia. Eso requiere un esfuerzo consciente en el momento de su recepción. Eso requiere un sentimiento definido, un sentimiento de amor por el ser, por estar presente. Es el Hidrógeno 12, que de otra forma no está presente en nosotros, en el lugar donde entran las impresiones. Hay que responder a las impresiones, no desde el punto de vista de la personalidad, sino desde el punto de vista del amor por estar presente. Eso transformara nuestra forma de pensar y de sentir. La primera necesidad es tener una impresión de mí mismo. Comienza por un choque cuando surge la pregunta sobre mí mismo. Por un instante hay una pausa que permite que mi atención cambie de dirección, Regresa hacia mí y entonces la pregunta me toma. Esa energía trae una vibración como si en mi resonara una nota, un sonido que hasta ahora no vibraba. Es muy tenue, muy fino, pero, sin embargo, se comunica conmigo. Lo siento. Es una impresión que recibo. Todas nuestras posibilidades están allí. Si voy a abrirme a la experiencia de Presencia, eso depende de la manera en la cual recibo la impresión. Uno no comprende suficientemente el momento de ese choque, de la recepción de la impresión y por qué es tan importante. Uno no ve la necesidad de verse en la vida, porque el choque de la impresión nos arrastra. Si no hay nadie en el momento en que la impresión es recibida, reacciono automática, ciega, pasivamente, y me pierdo. Me niego totalmente a aceptar la impresión que tengo de mí mismo, tal como estoy en ese momento. Al pensar, al reaccionar, al interponerme a la recepción de esa impresión, me cierro. Me imagino lo que soy. No conozco la realidad. Soy prisionero de esa imaginación, de la mentira de ese falso yo. Habitualmente busco despertarme por la fuerza, pero no lo logro. Puedo y debo aprender a despertarme, a abrirme conscientemente a la impresión de mí mismo y a ver lo que soy en el momento mismo. Sera un choque para despertarse, un choque traído por la impresión que recibo. Eso me pide una libertad de estar en movimiento y de no interrumpirlo. Para tener el deseo de estar presente, debo darme cuenta de que no estoy allí, de que estoy dormido. Debo comprender que estoy encerrado en un círculo de pequeños intereses, de avidez, en el cual mi yo está perdido. Y seguirá perdido si no puedo relacionarme con algo superior. La primera condición es conocer en mí una calidad diferente, por encima de lo que soy ordinariamente. Entonces mi vida podrá cobrar un sentido nuevo. Sin esa condición no puede haber trabajo. Debo recordar la existencia de otra vida y al mismo tiempo conocer la vida que llevo. Eso es despertar. Despierto a estas dos realidades. Debo comprender que, por mí mismo, sin una relación con algo más alto, no soy nada, no puedo nada. Por mi mismo solo puedo estar perdido en ese círculo de intereses; no tengo ninguna cualidad que me permita escapar de él. Para eso tendría que sentir mi absoluta nulidad y empezar a sentir la necesidad de ayuda. Debo experimentar la necesidad de relacionarme con algo superior, de abrirme a otra calidad.


💗