domingo

El sendero










Busco al espíritu superior que vestido de alma mora dentro de mi, mi parte divina, le pido que se muestre y me inunde con su sabiduría para hollar su sendero.

Y con voz clara dice: Oh, hijo del hombre, que así sea, tu debes conocer el Amor, por que tu lo deseas, tu lo has pedido... por que este es el soberano bálsamo para todas las heridas del hombre, y el remedio de todos sus males, y debes ser dotado tu y todos los hombres de Sabiduría, de Poder y de un Corazón que comprenda.

He aquí el Akasha, las galerías y archivos donde esta escrito todo pensamiento y toda palabra, recorre estos registros impresos en la sustancia primaria de la que están formadas todas las cosas. Su finura es tan sensible que la más imperceptible vibración del éter en cualquier lugar del universo produce una impresión indeleble. Cuando la mente del hombre entra en sincronización o en resonancia con la mente cósmica, el hombre adquiere un reconocimiento consciente de las impresiones de la sustancia primaria y puede reunirlas y transcribirlas en cualquier lengua que le sea familiar. Oye pues mis palabras hijo del hombre, anda estas galerías místicas y léelas, allí encontraras un mensaje para todo aquel que quiera escucharlo.

Y dándome sabiduría, aparece ante mi la encarnación de la verdad como madre de las virtudes y de las armonías de la vida, y me muestra a través de sentimientos, una ilusión transitoria en su reverso, que manifiesta falsedad, donde se esconde y se cobija el odio y la calumnia, y en su larga sombra la lascivia y el robo, y más allá el asesinato y todo aquello que hace daño. Un sendero fácil de encontrar pero pobre en resultados, bendiciones y paz, que en principio ofrece placer rápido, goces y ganancias satisfactorias, pero que da intranquilidad y miseria, orillado de bellos árboles de frutos hermosos a la vista y agradables al olfato, pero repletos de gusanos de amargura. Y en espíritu recorro ese sendero ilusorio y transitorio frente a las cosas que nunca cambian, la morada de un demonio viviente perteneciente a otro mundo, del que el hombre huye buscando la salvación, un mito hecho de aire y vestido con la sombra del pensamiento.

Y comprendo que el único diablo del que el hombre tiene que redimirse es su ego, su yo inferior, si el hombre ha de encontrar al diablo, tiene que buscarlo dentro de si mismo, su nombre es ego.

Y comprendo que si el hombre ha de encontrar a su salvador, tiene que buscarlo dentro de si mismo, y cuando el ego demonio ha sido destronado, el salvador Amor, será alzado al trono del poder.

Y con voz clara dice: Oh, hijo del hombre, el David de luz es pureza, que mata al fuerte Goliat de oscuridad, y que sienta al verdadero rey, al Amor, en lo más elevado del ser, en el sitio que le corresponde, en su trono.

En el uno infinito manifestado, comprende la omnipotencia del espíritu superior y del hombre. Siente la Santa Respiración sobre ti y bebe de la sabiduría de la inteligencia suprema, llega al conocimiento y conciencia del cristo o amor cósmico.

Porque el hombre no es su cuerpo ni su alma, es espíritu parte del espíritu cósmico. Por que el hombre espíritu, fue dotado de un alma para poder actuar en el plano intelectual y consciente, y de un cuerpo para actuar en el plano físico de manifestaciones corpóreas. Pero el hombre como todo otro pensamiento de Dios, no fue sino semilla, una semilla dentro de la cual se contienen las potencias de Dios, exactamente como toda semilla de planta de la tierra contiene en lo más profundo de si misma, los atributos de cada una de las partes de esa planta especial.

Escúchame hijo del hombre, así pues, el hombre espíritu como semilla de Dios, contiene en lo más profundo de si mismo, los atributos de cada una de las partes de Dios. Ahora bien las semillas son perfectas, tan perfectas como sea perfecto quien les dio origen, pero no están desarrolladas en el plano de las formas manifestadas.

Y dándome sabiduría la Santa Respiración me invade y comprendo que la sequía para la semilla manifestada en planta, es para el hombre la sequía en su espiritualidad, y el viento que la zarandea intentándola quebrar y hacerla crecer torcida, es para el hombre el viento de tentaciones que acompañan su vida, y sus ramas quebradas cerradas con nudos, son para el hombre sus experiencias y el recuerdo a través de ellas, de quien es realmente.

Pero en espíritu me lleva al bosque, donde las gigantes secuoyas que alzan su copa buscando la luz, muestran el camino, a las pequeñas plantas recién brotadas de sus semillas.

Y con voz clara dice, oh, hijo del hombre, tú que deseas beber del pozo de la sabiduría, tú que lo has pedido… que así sea. El Sembrador de todo lo que es, arrojó esta semilla humana en el suelo del alma, y el hombre llegó a ser un alma viviente. La semilla humana que procede del corazón de Dios mismo, debe ser plantada hondamente en un suelo que la permita crecer y desarrollarse, exactamente como se desarrolla la joven secuoya. El hombre espíritu es perfecto, debe recordarlo en todos los caminos de la vida, y manifestarlo en su naturaleza carnal, llegando a conocer y ser la fortaleza de Dios en manifestación.

El hombre alcanzará su herencia, su verdadero estado, comprendiendo penas y pruebas múltiples, pero los espíritus del Dios omnipotente serán sus protectores y sus guías y le conducirán al éxito. El hombre conquistará el plano físico, y cuando haya vencido todos los enemigos del alma, la semilla habrá germinado plenamente y se transformará en la Santa Respiración. El alma habrá llenado su misión y el hombre no la necesitará más, habrá alcanzado la bendición de la perfección y será uno con Dios.


Ves en paz, hijo del hombre.

💗





Fuente: Evangelio acuariano (Levi H. Dowling)
Extraído https://jcpbaeg.blogspot.com/2013/08/hollando-el-sendero-adaptacion-del.html







sábado

LOS CUATRO ELEMENTOS por OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV










¿Habéis notado que, de entre los cuatro elementos, la tierra es la única que tiene como característica la inmovilidad? Los otros elementos, el agua, el aire, el fuego, se mueven, se desplazan. Sólo la tierra permanece inmóvil, e incluso puede decirse que es la materia sobre la cual se encarnizan los otros tres con el fin de darle forma, de modelarla. Especialmente el fuego.

Pero este fuego del que hablo, y que actúa sobre la tierra. No es evidentemente el fuego que solemos encender. Es el fuego del sol, y él es el origen de todos los otros movimientos. Sí, todos los cambios que ocurren sobre la tierra son producidos por el sol. Sin el sol, el aire no se desplazaría. El agua permanecería estancada y la tierra informe. Es el elemento fuego el que desencadena el movimiento.

Por analogía, puede decirse que es el espíritu quien origina los movimientos que se producen en la materia. La materia es inerte, informe, recibe la vida y el movimiento del espíritu. Esto es lo que expresa Moisés en el comienzo del Génesis: “y la tierra estaba informe y vacía, y el Espíritu de Dios se movía por encima de las aguas.” Una vez que se ha comprendido esta verdad, se comprende que son siempre las ideas las que dirigen y moldean el mundo, la sociedad, los individuos.

Por consiguiente, el que quiere tener poderes sobre sí mismo, debe dar a su espíritu más libertad para expresarse y actuar sobre su propia materia. Lo que está arriba debe dirigir y dominar lo que está abajo. Todo viene de arriba y se refleja abajo. La imagen de la acción del sol sobre la tierra es la que mejor expresa esta idea. La vida y la muerte sobre la tierra son producidas por el simple efecto de los rayos del sol y de su calor. De igual forma, nuestra vida física, nuestro cuerpo físico, “están determinados por el movimiento de nuestro espíritu.”

Pero -y este es también un punto esencial- habréis sin duda observado que el sol no actúa directamente sobre la tierra. Actúa por medio del aire y del agua. Del mismo modo, el espíritu necesita intermediarios para alcanzar el cuerpo físico. Según el esquema que se elija para explicar la estructura del hombre, si se adopta el esquema de los tres planos, se dirá que la acción del espíritu sobre el cuerpo físico se hace a través del alma, es decir el intelecto y el corazón; o bien, si se adopta el esquema de los seis cuerpos, se dirá que la acción del cuerpo átmico (el espíritu) sobre el cuerpo físico, tiene como intermediarios los cuerpos búdico, causal, mental, astral.

Pero también hay la posibilidad de considerar que existe otro intermediario entre el espíritu y el cuerpo físico: es el sistema simpático, y en particular el plexo solar. En la medida en que el cerebro está unido al sistema simpático, si por medio del plexo solar el hombre llega a hacer el vínculo entre su conciencia y su subconsciencia, puede llegar a actuar sobre el cuerpo físico. Pero, preguntaréis, ¿Cómo actuar sobre el plexo solar?. A través del cuerpo astral, con el sentimiento. El pensamiento (el aire) actúa sobre el sentimiento (el agua) y es el sentimiento el que actúa sobre el plexo solar, ese gran depósito de todas las energías vitales.

Hay que comprender bien esta realidad de la jerarquía entre los elementos, del fuego a la tierra. Quien no respete esta jerarquización, nunca llegará a dominarse ni a poner orden en sí mismo. Están siempre a merced de los acontecimientos, de las condiciones materiales. Al ignorar que existen otros factores mucho más poderosos que los del plano físico, y con los cuales debe trabajar, permanecerá adherido a la tierra, no podrá elevarse para actuar con esos factores y dominar la situación. Sólo el que ha comprendido el sentido de los cuatro elementos y de su jerarquía camina hacia el triunfo, hacia la realización de su ideal sublime: se vuelve dueño de sí mismo y de sus pasiones.

Diréis: “¡Pero esto lo he comprendido hace mucho tiempo!” No, si lo hubieseis comprendido, seríais un verdadero escultor, un pintor, un mago. Sabríais que, puesto que el sol es la causa primera, debéis ocuparos del sol, es decir de vuestro espíritu. Él es el que orientará los vientos, las corrientes aéreas: vuestros pensamientos. Esas corrientes se dirigirán hacia las regiones donde haya agua: lagos, estanques, ríos, mares, es decir hacia el mundo del sentimiento, de las emociones. Y los pondrá en movimiento. Y vuestros sentimientos esculpirán vuestro cuerpo, vuestro rostro. Pues así como el agua posee grandes poderes sobre la tierra, el sentimiento tiene el poder de modelar el cuerpo físico, de darle forma.

Abordamos aquí la cuestión de la escultura psíquica. El que quiera esculpirse a sí mismo y dar a su cuerpo la forma o la salud necesarias, la estabilidad necesaria, la resistencia o la expresividad necesarias, debe conocer esta ley de la preeminencia del espíritu. No es posible darse forma o modelarse de otra manera: sólo se consigue deformarse, destruirse. Y desgraciadamente, esto se ve todos los días: seres que se destruyen, que se deforman cada vez más porque no han estado en una Escuela divina para aprender la verdadera ciencia del espíritu.

La paz y la guerra, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad tienen por causa ideas, pensamientos. A pesar de las explicaciones científicas tan profundas que da en su libro “El Capital”, Karl Marx se equivoca cuando dice que es la economía la que condiciona la vida de las sociedades. Detrás de la economía están las ideas. Son las ideas, buenas o malas... o mejor dicho: las opiniones, las que dirigen el mundo, las que desplazan los recursos y los capitales. Pero como las ideas no se ven, se obtienen conclusiones erróneas que demuestran que nunca se ha comprendido el mecanismo secreto de la naturaleza.

¿Cómo aplicar esta ciencia de los cuatro elementos en la vida cotidiana, en los pensamientos, en los sentimientos? Sólo una Enseñanza iniciática puede enseñároslo. Desde hace años que os explico sin cesar cómo realizar en la vida cotidiana las operaciones cabalísticas, alquímicas, astrológicas, por la forma de alimentarse, de comportarse, de hablar, de amar ...

Si por ejemplo debéis encontraros con alguien para resolver un problema delicado, concentraos primero en el espíritu a fin de que venga a manifestarse, es decir a controlar vuestros pensamientos; los pensamientos a su vez controlarán las emociones, los sentimientos, y entonces los gestos, la voz, las palabras llegarán a ser, también, obedientes, y tomaréis así buenas decisiones. Sí, ante todo el espíritu. Es como una conexión que debéis hacer: situáis a vuestro ser bajo el control del espíritu y, poco a poco, todo se organiza, todo se ordena, y actuáis de una forma tan armoniosa, tan equilibrada, que obtenéis el éxito. Si no se actúa de esta forma, sucede todo lo contrario ya que al no controlar el espíritu, los pensamientos y los sentimientos, entonces el cuerpo se apodera de la situación, gesticula, pronuncia palabras poco afortunadas: lo estropeáis todo.

Veis que os doy una aplicación para la vida cotidiana de la ciencia que concierne a los cuatro elementos. Para cada cosa, ya sea que comáis, que habléis, antes de comenzar, preocupaos primero de invocar al espíritu, el resto vendrá después.

Cuántas personas vienen a mí para quejarse de la actitud de los demás respecto a ellos: la mujer, los niños, los hermanos, las hermanas, los padres, los suegros, los vecinos, los colegas, el jefe... Según ellos, todos están en contra suyo: no los aman, no los obedecen, no los respetan. Y para explicar esta situación, invocan argumentos realmente muy curiosos. ¿Cuál es la verdadera explicación?.. ¡Hela aquí! Cuando un gran personaje, un rey, debe visitar una ciudad, ¿Qué es lo que se ve? Oh, todo un barullo: se anuncia su llegada por todas partes, se organizan preparativos, se limpia, se decora y se eligen a las personas más cualificadas, las más representativas, las más inteligentes para recibirlo. Y cuando el rey llega, la ciudad ha quedado tan transformada que casi no se la reconoce.

Pues bien, si trabajáis sobre vosotros mismos para llegar a ser más grandes, más nobles, más dueños de vosotros mismos, por donde vayáis, por dondequiera que paséis, las personas, las cosas, cambiarán para recibiros. Mientras que si sois hombres ordinarios, nada mejorará para vosotros, al contrario, siempre estaréis expuestos a sufrir disgustos por parte de los demás. Así pues, depende de vosotros. Si desarrolláis cada vez más en vosotros el amor y la luz, vuestro entorno, vuestra mujer, vuestros hijos, vuestros vecinos cambiarán. Diréis: “Pero cómo, ¿van a cambiar?” Evidentemente, hablo del aspecto interior: en vuestra morada y en todos los seres que os rodean, vendrán a instalarse entidades selectas, benéficas para vosotros. Diréis: “Pero es mi mujer. Son mis hijos, ¡no van a cambiar!” Es evidente que su apariencia seguirá siendo la misma, pero en ellos se introducirán entidades nuevas que os ayudarán, os amarán. Y las otras entidades, las que os eran hostiles, pues bien, partirán, serán reemplazadas.

Cuando conseguís dar el primer lugar al espíritu, a la luz, al amor, a la sabiduría, por donde quiera que vayáis, producís efectos benéficos sobre vuestro entorno que comienza entonces a cambiar de actitud hacia vosotros. Naturalmente, ese cambio no se produce en un día, pero ninguno de vuestros esfuerzos será inútil, todos darán siempre resultados. Porqué ningún aspecto de la actividad humana escapa a esta ley de los intermediarios, ni siquiera la vida interior, espiritual, mística.

Tomemos ahora el ejemplo de los adeptos a una religión. Cuando se dice a algunos que su plegaria debe pasar por intermediarios, a través de toda una jerarquía Angélica, no lo aceptan. Quieren relacionarse directamente con Dios. Y además afirman que ellos se dirigen a Dios y Dios les responde. O a veces es a la inversa: ¡Dios les habla y ellos le responden! Son cristianos pero se diría que nunca oyeron hablar de la escalera de Jacob. Esa escalera representa precisamente la jerarquía de las criaturas, desde los grandes Maestros hasta los Serafines. Sobre esa escalera las criaturas suben y bajan, y fuera de esta escalera es imposible subir hasta el Señor. La vida entera está ahí para demostrar la necesidad de una escalera... ¡aunque sea para subir a un techo! Diréis que existen otros medios. Sí, pero los otros medios son siempre equivalentes a una escalera.

Tomemos otro ejemplo: escribís una carta y queréis que llegue directamente hasta el rey. Pues bien, aunque no la enviéis por correo, deberá pasar sin embargo por algunos intermediarios antes de llegarle, por un ministro o un secretario... Esto es la jerarquía. Y en todas partes, sobre la tierra y en el Cielo, existe una jerarquía. Las piedras, las plantas, el organismo humano, las estrellas, los mundos presentan una jerarquía. Y sin embargo, cualquier cristiano que sea cuestionado a este respecto, no os aceptará esta jerarquía pues se imagina que irá directamente a estrechar la mano del Señor: «¿How do you do? 

Es como esa buena mujer que, hace años, venía siempre a contarme sus conversaciones con Jesús: ella era médium por así decirlo, y cada vez que la encontraba, tenía nuevas historias para relatarme. Un día me dijo: “Esta mañana hablé con Dios Padre. - ¿Ah sí, con Dios Padre? - Sí, Jesús estaba ocupado y en su lugar vino el Padre. - ¿Y qué le dijo? - Pues bien, le pregunté qué es lo que debía comprar en el mercado y me dio algunos consejos.” Estas son las ocupaciones del Señor: responder a las buenas mujeres respecto a las legumbres, jabones o escobas. Parece que el Señor es muy gentil, os da respuestas sobre todo lo que le preguntéis...

De cualquier forma, es obligado volver sobre la noción de la jerarquía entre los elementos: fuego, aire, agua y tierra. Observad solamente vuestro globo: los océanos y los mares (el agua) ocupan más espacio que los continentes; la atmosfera (el aire) que lo rodea, ocupa más espacio que el agua y, más allá el éter (el fuego) es aún mucho más vasto. Y mirad el árbol: está hecho con un poco de tierra, algo más de agua, mayor cantidad de aire, pero esencialmente está hecho de luz y de fuego. La prueba, quemad un árbol y veréis: produce llamas en gran cantidad, un poco menos de gas, algo menos aún de vapor de agua, y quedan apenas un puñado de cenizas.

No acabaríamos nunca de estudiar las aplicaciones de esta ley de jerarquización de los elementos, así como de las relaciones que existen entre la tierra, el agua, el aire y el fuego.

El agua sostiene la tierra y la alimenta. El aire sostiene el fuego y lo alimenta. El agua está por encima de la tierra, pero ella es la que es su servidora, su nodriza. Mientras que el aire está por debajo del fuego y él es quien lo alimenta. El aire y el fuego son masculinos. La tierra y el agua son femeninas. Cuando el fuego actúa sobre el aire, aparece una quintaesencia que es el azufre. Cuando el aire actúa sobre el agua aparece otro elemento: el mercurio. Y cuando el agua actúa sobre la tierra, es la sal la que aparece. Cuando el alquimista sabe cómo trabajar con el mercurio, el azufre y la sal, logra descubrir la piedra filosofal.


💗



Extraído


http://www.libroesoterico.com/biblioteca/Angeles%20Invocacion/Los%20Angeles%204%20Elementos%20y%20Angeles%20Guardianes.pdf




viernes

LA RECETA DE LA FELICIDAD LAS SIETE CLAVES DE LA FELICIDAD Y LA ILUMINACIÓN DEEPAK CHOPRA







PRIMERA CLAVE


TOMA CONCIENCIA DE TU CUERPO


Tu cuerpo y el universo constituyen un mismo campo de energía, información y conciencia. El cuerpo es tu conexión con la computadora cósmica, que organiza simultáneamente una infinidad de sucesos. Al escuchar tu cuerpo y responderle de manera consciente accedes al campo de las posibilidades infinitas, un lugar donde de manera natural se experimentan paz, armonía y alegría.
No más que un templo en el universo [ … ] y es el cuerpo humano.
THOMAS CARLYLE


Tu guía más confiable hacia la felicidad es tu cuerpo. El cuerpo está diseñado para sustentar el alma, y al trabajar juntos generan un estado conocido como felicidad. Si estás indeciso sobre hacer o no algo, pregunta lo siguiente a tu cuerpo: “¿Qué sientes al respecto?” Si responde con una señal de perturbación física o emocional, reconsidera. Si envía una señal de bienestar y entusiasmo, actúa.

Mente y cuerpo conforman un mismo campo, y la separación que normalmente hacemos de ambos es artificial. Toda experiencia tiene un componente físico. Si tenemos hambre, la mente y el estómago tienen hambre a la vez. Si vivimos una experiencia espiritual inusitada, nuestras células cardiacas y hepáticas la comparten. Es imposible tener pensamientos, sensaciones o sentimientos sin una respuesta del cuerpo.

La primera clave de la felicidad nos dice que al tomar conciencia del cuerpo nos conectamos con el campo subyacente de las posibilidades infinitas. ¿Por qué nos parece que mente, cuerpo y espíritu están separados, cuando no es así? Por nuestra falta de conciencia.

La conciencia tiene enorme poder. Se sintoniza con cada una de nuestras células. Regula las innumerables interacciones del cuerpo. La conciencia es el agente invisible y silencioso que comunica al cuerpo lo que la mente piensa, y al mismo tiempo envía la respuesta del cuerpo para que la mente se sienta apoyada y comprendida. Por ejemplo, al tener la experiencia de ser amado, tu mente comprenderá que eres amado, tus células se nutrirán de ese amor, y tu alma se alegrará de que hayas alcanzado la fuente del amor. Todas las cosas buenas empapan la totalidad de tu ser. Cuando mente, cuerpo y espíritu están en armonía, la consecuencia natural es la felicidad.

Por otro lado, la ausencia de armonía se manifiesta en malestar, dolor, depresión, ansiedad y enfermedad en general. La infelicidad es una reacción: indica discordancia en alguna parte del campo, ya sea la mente, el cuerpo o el espíritu. La conciencia se ha desconectado. Es sólo con esta mirada holística que podemos vincular la salud, la totalidad y lo sagrado, pues los tres comparten la misma raíz etimológica (en inglés) así como el mismo estado de armonía o discordancia. Hay un refrán que dice: “Los conflictos están en los tejidos”, y se refiere a que problemas psicológicos como ira, depresión, neurosis, hostilidad y ansiedad generalizada no son exclusivamente emocionales sino que tienen una contraparte cerebral, y mediante el sistema nervioso central, el cerebro comunica a cada célula y tejido del cuerpo que hay un conflicto. La totalidad del campo se estremece ante la más leve punzada de dolor o placer. En otras palabras, el campo es consciente.

Cuando intencionalmente prestamos atención a lo que dice nuestro cuerpo, esta conciencia aumenta de manera drástica. Conciencia no es lo mismo que pensamiento. Una madre es consciente de lo que siente su hijo sin necesidad de pensar “X está molestándolo” o “Z salió mal”. La conciencia es intuitiva. Todo lo que debemos hacer es prestar atención para que la conciencia nos dé acceso a cada rincón del campo infinito. Es como conectarnos a la computadora cósmica, pues cuando el campo organiza la parte más pequeña de la creación, organiza también la totalidad. También ocurre lo contrario. Cuando dejamos de prestar atención, se presentan trastornos en muchos niveles y de manera simultánea. Las vías de información entre la mente y el cuerpo dejan de funcionar adecuadamente. El flujo de energía y nutrimentos necesarios para las células disminuye. Cuando no prestamos atención al cuerpo lo ponemos en un predicamento similar al de un niño desatendido: ¿Cómo podríamos esperar un desarrollo normal en un pequeño cuyos padres no le prestan atención, ignoran sus reclamos y les da igual si es feliz o desdichado? Podemos plantear la misma pregunta respecto al cuerpo, y la respuesta será la misma.

El cuerpo no detiene su desarrollo hacia los 20 años de edad, etapa que arbitrariamente llamamos madurez. Los cambios continúan, incluso a nivel genético. El cambio nunca es neutral: conduce al crecimiento, al desarrollo y a la evolución, o bien en dirección contraria, hacia la decadencia, el deterioro y el desorden. La diferencia radica en cómo prestamos atención, pues ésta es nuestra conexión con el campo de las posibilidades infinitas.

El campo posee ciertas características o atributos que dan sustento a la mente, al cuerpo y al espíritu. Existen tres que contribuyen de manera especial a la felicidad.

La primera es la inteligencia. Cuando escuchamos a nuestro cuerpo vislumbramos la mente del universo. Esto supone muchas actividades simultáneas. El cuerpo humano puede pensar, tocar el piano, secretar hormonas, regular la temperatura dérmica, matar gérmenes, desechar toxinas y gestar un bebé, todo al mismo tiempo. Es un alarde milagroso de inteligencia. Esta inteligencia también nos permite tomar tomar decisiones en favor de nuestra realización. La realización es un concepto misterioso para muchas personas, pero podemos descomponerlo en sus partes más simples. La realización es el resultado de pensamientos correctos, sentimientos correctos y acciones correctas. Cada uno de éstos se encuentra vinculado al cuerpo. No podemos concebir límites artificiales entre la célula hepática que toma una decisión correcta y la mente que toma una decisión correcta. La inteligencia abarca ambas. Si comete un error en el ámbito químico o genético, la célula muere o se vuelve maligna. La mente distingue el bien y el mal en un nivel distinto: el de la ética y la moral. Las emociones tienen un nivel propio y distinguen los sentimientos que nutren y aquellos que son tóxicos, las relaciones amorosas así como las dañinas. Cuando tenemos conciencia del cuerpo y de lo que nos dice, la calidad de la inteligencia se magnifica. Su alcance es infinito. Al tiempo que lleva a cabo incontables procesos físicos, el cuerpo humano sigue el movimiento de estrellas y planetas, pues los ritmos biológicos no son sino la sinfonía del universo entero. Por eso lo llamamos universo: “un verso”, “una canción”.

El segundo atributo del campo es la creatividad. Hace que el flujo de la vida sea siempre fresco y nuevo, combate la inercia, disipa el hábito. Casi siempre, el cuerpo parece estancado en la rutina: las respiraciones se suceden siempre iguales; cada latido del corazón es igual al anterior. Para procesar los alimentos y el aire, el cuerpo debe repetir incesantemente y con gran exactitud los mismos procesos químicos. No hay lugar para la improvisación. Sin embargo, tiene también una milagrosa flexibilidad que le permite adaptarse a situaciones inéditas.

Cuando decidimos hacer algo nuevo —tener un bebé, correr un maratón o escalar una montaña—, miles de millones de células se adaptan a esa intención. Esta flexibilidad no es mecánica; no es como cuando pisas el acelerador y tu auto avanza más rápido. El cuerpo se adapta de manera creativa. Esto puede observarse en la creatividad con que pensamos y hablamos. No hace falta que dos pensamientos sean idénticos; dos oraciones no necesitan tener exactamente las mismas palabras. El cerebro despliega una pauta de actividad neurológica para ajustarse a cualquier pensamiento u oración, incluso si dicho pensamiento u oración no había aparecido nunca en la historia del universo.

La antigua tradición védica de la India equiparaba la creatividad con Ananda, dicha. Comúnmente entendemos esta palabra como alegría intensa, pero las células tienen una forma particular de dicha que se manifiesta como vitalidad, flujo y dinamismo infinitos. Somos dichosos cuando estamos más vivos. En ese estado nos parece que todo es posible. El cuerpo deja de ser una carga y nos sentimos ligeros como el aire. No hay nada viejo ni corrompido. Nuestro potencial creativo se pone en marcha. La creatividad depende de la capacidad de la vida de renovarse constantemente, y dicha capacidad se cimienta en la dicha. No necesitamos forzarnos a ser dichosos —sería en vano— sino a ser conscientes. La dicha es innata en la conciencia, la cual es vivaz, efervescente y alegre por naturaleza. La ausencia de estas cualidades puede corregirse simplemente accediendo a un nivel más profundo de conciencia.

El tercer atributo del campo es el poder. Aunque las células operan en el nivel microscópico, tienen el poder para sobrevivir, desarrollarse y evolucionar en entornos que erosionan cordilleras enteras y secan vastos y milenarios océanos. Poder no significa agresión. El mayor poder es el que no se ve ni se siente, el que organiza un billón de células para formar un organismo que funciona sin traba; el que defiende al cuerpo de cualquier virus y germen que pudiera dañarlo, e identifica la aparición del cáncer. También sería artificial establecer fronteras alrededor de esta característica del campo. Mente, cuerpo y espíritu manifiestan el poder de maneras peculiares. La mente lo hace como atención e intención, convirtiendo los pensamientos intangibles en logros manifiestos. El cuerpo manifiesta el poder mediante la fuerza física y la resistencia, pero también al organizar incontables procesos en un todo coherente. El espíritu manifiesta el poder al convertir el potencial puro en realidad.

Según la antigua tradición de la India, el poder espiritual llamado Shakti es el más elemental. Si posees el Shakti puedes volver visible lo invisible. Todo lo que imaginas se convierte en realidad. No existen obstáculos entre tu deseo y su realización. Shakti no es un concepto místico. Es un rasgo innato de la conciencia sin el cual las moléculas invisibles de oxígeno vagarían de manera casual por la atmósfera. Si añadimos la conciencia, esas mismas moléculas llevarán vida a cada una de las células del cuerpo. En un plano más profundo, Shakti nos permite co-crear el universo. Los seres humanos no somos observadores pasivos del cosmos. El universo entero está manifestándose en ti en este preciso instante. Se conoce a través de ti cuando la conciencia se vuelve sobre sí misma. Así como un transformador reduce el tremendo voltaje que corre por los cables de alta tensión, nuestro cuerpo reduce la energía del universo a la escala humana. El poder es el mismo. La carga eléctrica infinitesimal emitida por una sola neurona es idéntica a la tormenta electromagnética de una galaxia entera. Este poder fluye a través de la conciencia, por lo que cada vez que tomas conciencia de algo, interno o externo, aumentas tu poder en el universo. Quiero que comprendas que este sencillo acto —tomar conciencia de tu cuerpo — libera inteligencia, creatividad y poder. Tener conciencia no es trivial y tampoco es opcional. Cuando dejas de prestar atención por estar distraído o sentirte deprimido, inquieto, desdichado o ansioso, se interrumpe el flujo de inteligencia, creatividad y poder.

La decadencia y la enfermedad “normales” de la vejez son en realidad el resultado anormal de la disminución de la conciencia, que todas las células resienten y padecen. Una manera básica para tomar conciencia es asentarte en tu cuerpo. Esto no tiene mayor misterio: sólo sintonízate con lo que siente. Por ejemplo, imagina que vas manejando y un auto se te cierra. Tu reacción normal es sentirte perturbado o molesto; cuando te sientes así pierdes el vínculo calmo y relajado que te conecta con el campo. Entonces intenta lo siguiente: en vez de sentirte perturbado por la irrupción, simplemente vuélcate a tu interior y percibe las sensaciones de tu cuerpo. Respira hondo: es una manera fácil de retomar la conciencia del cuerpo. Mantén tu atención en esas sensaciones molestas hasta que desaparezcan. Lo que acabas de hacer es romper la cadena estímulo-respuesta con un vacío, un intervalo sin reacción. Esto evita que la reacción se siga alimentando de sí misma. También recuerda al cuerpo su estado normal de autorregulación armoniosa y coordinada. Y te asienta.

La autorregulación armoniosa es el estado fundamental del cuerpo. El estrés nos arrastra a un estado distinto de respuestas biológicas intensificadas, que desatan un torrente de hormonas, incrementan la frecuencia cardiaca, hipersensibilizan los sentidos y acarrean muchas otras reacciones secundarias. Pero todas éstas son temporales; son sólo medidas de emergencia. Si permitimos que la reacción del estrés se convierta en hábito, perturbamos la armonía del campo.

El estado fundamental de conciencia relajada intenta coexistir con el estado agitado de la respuesta al estrés, pero no pueden mezclarse; no están hechas para existir al mismo tiempo. Cuando nos sentimos distraídos, abrumados, estresados o eclipsados, tendemos a escapar. La negación es una forma de escape. Distraernos mediante el trabajo excesivo es un escape. Alterar la mente con drogas y alcohol es un escape. Lo que tienen en común es la falta de conciencia. Nos insensibilizamos o distraemos creyendo erróneamente que la conciencia solamente intensificaría el dolor. Todo lo contrario. La conciencia sana porque es verdaderamente plena, y la sanación es básicamente el regreso a la plenitud.

La ciencia apenas empieza a comprender el fenómeno de la sanación. Nuestro cuerpo evolucionó durante millones de años para regular simultáneamente miles de procesos microscópicos. La enfermedad se presenta cuando el cuerpo olvida cómo autorregularse; la sanación se presenta cuando el cuerpo recuerda cómo autorregularse. Por ejemplo, podemos estar expuestos a la bacteria del neumococo, pero la exposición no basta para provocar una infección. Si el cuerpo sabe generar el anticuerpo adecuado no contraeremos neumonía, y esa capacidad se reduce en última instancia a la conciencia. El sistema inmune reconoce un invasor, lo identifica, y solicita la intervención adecuada. Todas estas acciones son conscientes. La sanación sólo puede entenderse si la mente es tan consciente como el cuerpo. En la ciencia médica hemos aislado el sistema nervioso, el sistema endocrino, el sistema cardiovascular, pero pasamos por alto el sistema de la sanación. Es invisible, comprende todas las partes del cuerpo, y responde al susurro inmaterial de pensamiento y sentimiento. Y sin embargo no hay nada más inteligente, creativo y poderoso que el sistema de la sanación, justo el que seguimos ignorando. La sanación debe ser tan continua como la respiración, no un proceso aislado para rechazar una enfermedad: debe significar comunicación constante con el campo. Ya analizamos el paso más importante: tomar conciencia de las sensaciones del cuerpo. Otra cosa que puedes hacer es empezar a tomar conciencia del campo que unifica todo de manera invisible. ¿Cómo? Normalmente pensamos en cosas, personas y acontecimientos, toda clase de estímulos externos; ahora, intenta observar el espacio entre las cosas. Si estás mirando a una persona, dirige tu atención al espacio que te separa de ella. El campo está donde pensamos que no hay nada: en el espacio entre pensamientos, entre objetos, entre una respiración y otra, entre movimientos. Se trata del mismo espacio, pero lo que llamamos “nada” es falta de conciencia. Si eres consciente, el espació está lleno, es rico, dinámico. Es el campo del potencial puro, la región ignota de donde surgirá el instante siguiente y todo lo que éste conlleve. El espacio siempre está en calma, por lo que al dirigirle tu atención calmas la mente. Al mismo tiempo, tu cuerpo puede empezar a desechar la frustración, la tensión y los residuos acumulados del estrés pasado. En este estado de profunda relajación, la sanación está más activa.

El cuerpo necesita desechar la energía atascada en emociones, recuerdos y experiencias traumáticas del pasado. Lo deseable sería no identificarnos con estas influencias negativas, no aferrarnos a ellas ni transmitirles más energía, pero todos lo hacemos. Cargamos al cuerpo con exigencias excesivas, consciente e inconscientemente, y con ello le impedimos relajarse. Si no estás seguro de que tu cuerpo está operando bajo el peso de estas exigencias, puedes comprobarlo fácilmente. Sólo relájate, quédate tranquilo y dile a tu cuerpo que puede hacer todo lo que quiera. Pueden presentarse cualquiera de las siguientes manifestaciones: suspiros profundos, somnolencia, surgimiento de recuerdos, sensaciones físicas inesperadas (por lo general malestar o rigidez), emotividad espontánea, probablemente lágrimas, y sensación de alivio. Todas son señales del cuerpo, de que necesita espacio para sanar y renovarse. Si actualmente tu cuerpo está en un estado de autosanación sin resistencia, el experimento producirá el efecto contrario. Si permaneces tranquilo y le dices a tu cuerpo que haga lo que quiera, se presentará alguna de las siguientes manifestaciones: una sensación de profunda quietud y paz; leve efervescencia; ligereza; alegría desbordante, si bien sutil, y admiración ante lo desconocido que se asoma a través de la máscara de la existencia material. En otras palabras, cuando tu cuerpo se encuentra en su estado natural, experimentas felicidad. Cuando eres feliz en este nivel de normalidad, recuerdas quién eres en realidad. Tu conciencia alcanza la realización porque en cada célula hay un estado de conocimiento, alegría y la certeza de la inmortalidad. En la India lo llamamos Sat Chit Ananda, o conciencia de la dicha eterna. En este estado del ser, el cuerpo se sana mediante el conocimiento de sí mismo. ¿Qué es lo que conoce? Que los mayores atributos de lo divino —omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia— son en realidad los factores básicos de la vida.





💗






LIBRO LA RECETA DE LA FELICIDAD LAS SIETE CLAVES DE LA FELICIDAD Y LA ILUMINACIÓN DE DEEPAK CHOPRA. LEER





miércoles

Baja el precio del petróleo








Comentario: Hace cinco años dijo que llegaría un momento en el que el precio del petróleo se reduciría a 30 dólares el barril. Está sucediendo ahora: el precio del petróleo se ha reducido a menos de 30 dólares. Irán se está uniendo al mercado del petróleo, Arabia Saudita está matando a Rusia con petróleo barato y Estados Unidos también es parte de este juego. En general, parece que el precio del petróleo continuará cayendo.

Respuesta: Este no es el problema. La energía no es dificultad y podemos producirla de todo. Por supuesto el petróleo será muy barato y en este sentido, un futuro sombrío espera a Rusia, ya que no podrán confiar en el petróleo. En realidad, es Rusia, la que es suave con Irán y no puedo imaginar por qué.

Además, la revolución del gas shale está llegando, la tecnología avanza y lo más importante, no hay industria pesada ni producción de acero. Pronto los barcos se imprimirán de esos materiales que no necesita ni fundición ni forja.

En la caída del precio del petróleo junto a la transición gradual de la humanidad, veo avances a un nivel totalmente diferente de existencia, a un nivel en el que todo va a ser virtual. La tierra y sus recursos no afectarán nuestro nivel de vida. La vida será diferente, más aireada, más virtual. No estará conectada a un trabajo duro con objetos pesados. Las casas se construirán con facilidad, como si estuvieran hecho de bloques de construcción de niños.

Esto es necesario para que la gente entienda que lo importante no es satisfacer, sin restricciones, las necesidades, porque si queremos, vamos a ser capaces de tener fácilmente todo lo que necesitamos.

Por lo tanto, la humanidad tiene que crecer y ascender por encima de la era actual de consumo, que es sólo tener-tener-tener y, llegar a comprender que todo eso no es necesario.

De hecho esto ya está sucediendo. Vemos gente que rechaza compras costosas. El hombre puede superar su ego su mezquino. Hoy en día la gente sólo necesita un teléfono móvil inteligente para comunicarse con los demás, pero esto también pasará.

La gente ya no quiere manjares ni viajar por el mundo ni lograr algo. Todo pasa, se desvanece y desaparece. Y al final la gente queda vacía.

Estamos llegando a un estado en el que la persona comienza a pensar en, para qué vive y cuál el sentido de su vida.

Todo se mueve en dirección a la realidad virtual en la que todo desaparece y la persona se queda mirando al infinito como un bebé al borde del abismo.

Deseos, atributos, preguntas y sentimientos diferentes empiezan a despertar, eso revelará el significado de lo que nos enseña la sabiduría de la Cábala. Está empieza a acercarnos y a atraernos; llegaremos y veremos un sistema de fuerzas de las que somos parte, las manejamos y somos manejados pro ellas.

Y todo está ocurriendo en una armonía cada vez mayor, que es revelada poco a poco; empieza a jugar dentro de la persona como una vigorosa y conmovedora melodía, que la llena continuamente sin dejar huecos ni siquiera los más ocultos. Esto lo atrae a las siguientes dimensiones. ¡Envidio a aquellos que aún no la han descubierto!


💗




WEB   http://laitman.es/2016/01/baja-el-precio-del-petroleo/





lunes

Capítulo Diez Cuerdas y hebras de LA RECONEXIÓN por ERIC PEARL














Desde el punto de vista multisensorial, las percepciones, las intuiciones, las corazonadas, y las inspiraciones son mensajes del alma, o de inteligencias avanzadas que asisten al alma en su viaje evolutivo.
El lugar del alma10- Gary Zukav




Lo que hay más allá

Los seres humanos somos seres inquisitivos. Queremos saber siempre el «cómo» y el «por qué», incluso cuando las respuestas no nos hacen ningún bien. Y a menudo no lo hacen. A menudo «cómo» y «por qué» pueden ser dos preguntas sin importancia. Aunque desde el comienzo, ahí estaba yo, preguntando justamente eso: «¿Cómo?», «¿por qué?», «¿cómo funciona?», «¿por qué está aquí?», «¿qué está ocurriendo?»

Realmente nunca recibí una respuesta que me dejara satisfecho.

Sé que no todo el mundo es tan insistente en conseguir respuestas. Algunas personas simplemente no hacen muchas preguntas. Leen acerca de algo, y se lo creen. Sus amigos les hablan sobre otra cosa, y creen en eso. La alta credulidad combinada con lo que yo llamo «El factor de Lemming» hace funcionar en masa a la gente y saltan de un acantilado de Nueva Era a otro, buscando las respuestas, ahogándose en un mar de indecisiones.

Fue sólo después de que me diera cuenta de que no iba a recibir más respuestas -de fuentes externas, en cualquier caso- cuando llegué a la conclusión de que tal vez no era importante conocerlas. Quizá incluso fuera contraproducente. Pero había pistas, encantadoras indirectas que voy a compartir contigo.

«Lo que estás haciendo es reconectar las hebras.»

«Lo que estás haciendo es reconectar las cuerdas.»

Como ya dije, éstas fueron la tercera y cuarta declaraciones canalizadas por unos cuantos pacientes míos. Por mi propia experiencia, sabía a qué se referían las «hebras». Cuando usamos esta energía de sanación, estamos haciendo más que arreglar un problema especial; estamos literalmente reconectando las hebras, hebras de ácido desoxirribonucleico: ADN. El ADN es una molécula compleja que consta de dos hebras conectadas en una forma de espiral de doble hélice, como una escalera de mano enroscada. La ciencia enseña que cada ser humano tiene estas dos hebras en cada molécula de ADN de su cuerpo, y esta configuración es la base de nuestro código o impronta genética. De tales partes diminutas de materia se forma la estructura de nuestros cuerpos, nuestros cerebros, incluso gran parte de nuestra personalidad.

10 N. de la T.: Publicado en español por América Ibérica, Madrid, 1994

Lo que la ciencia no enseña -por lo menos no aún- es que en cierto momento, ¡podríamos haber tenido 12 hebras de ADN codificando tanta información! (Sí, enciérrame, lo dije aunque juré que no lo haría.) «Reconectar hebras» implica que más que continuar el desarrollo de forma un tanto lineal, la raza humana se beneficiará al rescatar en el tiempo y traer al presente ciertos aspectos de cuando éramos gente más completa.

Esto es parte de lo que está ocurriendo ahora con la Reconexión: nos estamos reconectando con quienes fuimos.

«Lo que estás haciendo es reconectar las hebras.» «Lo que estás haciendo es reconectar las cuerdas.» Al principio, pensé que las dos frases querían decir casi lo mismo, ya que algunas personas usaban el término hebras y otras usaban cuerdas, eso es todo. Semántica. Entonces me enteré de un concepto de física cuántica, y me di cuenta de que estaba completamente equivocado sobre lo que las entidades llamaban «cuerdas».

Esa frase no era sobre el ADN en absoluto. Se refería a lo que ocurre simultáneamente (en paralelo) en diferentes planos de existencia: se trataba de física subnuclear. Se trataba de describir la estructura fundamental del propio universo. Se refería a la teoría de la cuerda.

Básicamente, «La teoría de la cuerda» es una manera de mirar los componentes básicos de la materia y la energía de tal forma que podría perfectamente aclarar un dilema que ha estado atormentando a los científicos durante décadas: ¡el argumento de que las dos ramas principales de la física no pueden ser ambas verdaderas!

Ésta no es la física que nos hizo sufrir a todos en la escuela. Ésta es la física que da apoyo y percepción en la vida, en la espiritualidad y en los planos paralelos de la existencia. Echa un vistazo. Después de todo, la física es lo que define el universo físico en el que vivimos. La física trata de los objetos dentro de ese universo, las fuerzas que los mantienen juntos, y los secretos que los hacen hacer tictac.

La física trata también de los extremos. En un extremo de la escala, los principios extraños de la «mecánica cuántica» describen y pronostican el comportamiento de lo sumamente pequeño: los átomos y las partes que los conforman. En el otro extremo, las dos teorías de la relatividad de Einstein se las arreglan con la inmensidad del propio universo, la velocidad de la luz y la deformación del espacio-tiempo por cuerpos grandes como estrellas, galaxias, y agujeros negros.

Aparte de su belleza abstracta, ambas teorías han demostrado ser herramientas muy poderosas. La mecánica cuántica llevó al desarrollo del chip de ordenador. La relatividad dio a los cosmólogos las herramientas para explicar toda clase de actividad extraña (ahí fuera) en la inmensidad del universo.

El problema es, dijeron, que si la física cuántica es cierta, entonces la relatividad tiene que ser falsa, y viceversa. Cuando tratas de aplicar las reglas que gobiernan un campo a las reglas que gobiernan al otro, dejan de funcionar. La mecánica cuántica indica que en el nivel subatómico donde la materia y la energía dejan de ser entidades separadas, el universo es tan caótico e imprevisible que se conoce como «espuma cuántica». Por otro lado, la relatividad solamente trabaja en un universo perfectamente en calma y muy predecible.

Durante décadas, los físicos han estado buscando alguna manera de unificar estas dos potentes teorías en una única Teoría de Todo. Ahora parece que podrían haberlo encontrado, con la teoría de la cuerda.

Según este concepto, las «cosas» más diminutas del universo no son las partículas subatómicas de las que todos hemos oído hablar -protones, neutrones, y electrones- ni tampoco las partículas más misteriosas que los físicos nucleares manejan habitualmente: quarks, leptones, neutrinos (que, si me lo permites, suenan a cereales de desayuno) y demás. Parece que las partículas más fundamentales del universo no son realmente partículas. Se describen más bien como bucles de «cuerda» que vibran a frecuencias específicas. Estas frecuencias vibratorias determinan la «identidad» de la cuerda, y por lo tanto de qué clase de partículas estará formada: un quark que es parte de un átomo que es parte de una molécula de materia, o una partícula que en última instancia se hará un fotón de energía electromagnética. Todo depende de la frecuencia de la vibración.

Cuando se ve en ese nivel, la «espuma cuántica» deja de parecer tan irremediablemente caótica.

Bien, eso podría satisfacer a los físicos, ¿pero qué pasa con el resto de nosotros? ¿Qué significa para nosotros la teoría de la cuerda? Probablemente ya hayas caído en la cuenta: la teoría de la cuerda propone que la forma y el contenido del universo entero están determinados por las frecuencias vibratorias del núcleo de cada átomo, cada partícula. Este concepto corrobora la proposición de que, en última instancia, no hay ninguna diferencia entre la materia y la energía. Todo es uno, y todo es un tipo de música. ¿Suena familiar? Este concepto ha sido comprendido por los místicos y otros individuos espirituales durante siglos.

Pero hay más. En el diminuto nivel de la teoría de la cuerda, un campo tan pequeño que sólo puede ser descrito a través de matemática sumamente compleja, el universo no es la construcción de cuatro dimensiones que nosotros los humanos estamos acostumbrados a percibir y habitar. Los seres humanos funcionan en un mundo de altura, fondo, anchura, y tiempo. Eso es todo lo que conocemos. Pero no es todo lo que hay, ni mucho menos. Hasta ahora, físicos que trabajan con la teoría de la cuerda están postulando que las cuerdas existen en algún lugar de 7 a 11 dimensiones diferentes simultáneamente. Finalmente encontrarán 12, algunos ya dicen que hay más. En el otro extremo de la escala cósmica, los científicos ya tienen pruebas de que algunas partículas no sólo desobedecen el «límite de velocidad cósmico» de Einstein -la velocidad de la luz- sino que lo exceden enormemente.

Así que, ¿Qué significan estas cosas para nosotros a escala humana? En primer lugar, muestra cuánto tienen que aprender los científicos todavía. Por otro, ahora sabemos que hay otras dimensiones ahí fuera. Combina eso con la inestable e imprevisible naturaleza de este universo de acuerdo con la mecánica cuántica, y no sólo tendrás apoyo científico para el concepto de las múltiples dimensiones, sino también universos múltiples (en este caso, universos paralelos, que es la interpretación de lo conocido como Muchos Mundos). Quizá existe un número infinito de tales universos, todos tocando al nuestro a nivel de las cuerdas.

Llevado a su conclusión lógica, lo que esto nos dice es que el lugar en el que estás ahora mismo, mientras lees este libro, existe en un número infinito de variaciones, sucediendo todas al mismo tiempo. En uno de estos universos, estás sentado a solas. En otro, la habitación está totalmente vacía. En otro más, está sucediendo una fiesta. En otras palabras, todas las cosas no son sólo posibles, son también probables en algún universo alternativo.

Hasta ahora, la mayoría de nosotros solamente ha sido consciente del universo que habitamos. A través de las nuevas frecuencias reconectivas, ahora podemos interactuar con otros niveles o dimensiones... conscientemente. Éste es nuestro cambio como seres humanos con cinco sentidos a lo que Gary Zukav llama seres humanos multisensoriales, o lo que yo denomino como seres humanos trans-sensoriales, trascendentes sensoriales o «transcendensoriales». Con esto, podemos ir más allá, o trascender, nuestros cinco sentidos básicos.

Cuando me fueron canalizadas las seis frases, ¿Quién estaba enviando estos mensajes? Obviamente no fueron creadas por la persona que estaba hablando y evidentemente nadie más era visible en la habitación. Así que era quizá alguien de uno de esos planos de existencia que ocurren simultáneamente; alguien que comprendía cómo cruzar de un plano a otro y presentarse a sí mismo en una habitación en nuestro mundo.

Prestar atención

Los problemas significativos que tenemos no se pueden resolver en el mismo nivel de pensamiento en el que los creamos. Albert Einstein

Solía pensar que las personas se dividían en uno de estos tres grupos: aquellos que no confían en nada más allá de sus cinco sentidos básicos, aquellos que están abiertos a la posibilidad de que podría haber algo más allá de esos sentidos, y aquellos que definitivamente creen que hay algo más. Sin embargo yo me veo a mí mismo en un cuarto grupo más pequeño: aquellos que saben que hay algo más.

¿Qué quiere decir que las diferentes personas que entran en mi consultorio vean una y otra vez las mismas entidades, las cuales no están descritas en ningún libro o fábula? Ven a los mismos ángeles, los mismos seres, los mismos guías, los mismos... como quieras llamarlos.

¿Qué significa que personas -desconocidos entre sí- huelan las mismas fragancias, vean los mismos colores y formas, y sientan las mismas sensaciones? No hay manera de que estas manifestaciones puedan repetirse con tal exactitud a menos que existan en realidad en algún lugar, y las diferentes personas estén percibiéndolas, trascendiendo sus cinco sentidos básicos.

En otras palabras, parece claro que estos individuos están en contacto con al menos un universo alternativo, diferente del nuestro pero unido a él en la espuma cuántica. Dos universos, tres universos, más universos relacionados entre sí y a todos los demás universos posibles... por las cuerdas vibratorias que están en el núcleo de todo.

Trans-sensoriales o transcendensoriales

Trans significa «al otro lado de, en el otro lado, más allá». También significa «a través de» y «cambio». Trascender significa «pasar más allá» (un límite humano); «existir sobre e independiente de (la experiencia material o el universo); y «sobreponer o sobrepasar, superar». Y sensorial significa «de o relativo a los sentidos».

Trans-sensorial, trascendente sensorial, o lo que muchos apodan transcendensorial, es el proceso o habilidad de ir más allá de nuestros cinco sentidos básicos. Aunque nuestra interpretación y descripción de estas experiencias a menudo dependen de palabras familiares que representan nuestros sentidos básicos, la experiencia en sí no es lo mismo.

Como sanador, tus pacientes (o clientes) pueden decirte: «Escuché una voz, aunque exactamente no era una voz... Exactamente no lo escuché». O, como mi paciente Gary dijo: «Sentí como si unas manos invisibles estuvieran girando mi pie, aunque no las sentía como manos en absoluto».

«Los vi, pero no los vi en realidad con mis ojos» es un comentario común, igual que «fue la fragancia más asombrosa. Es gracioso, ya que no tengo el sentido del olfato así que no sé cómo lo estaba oliendo». Relatamos nuestras experiencias con nuestros sentidos limitados aquí sobre la Tierra, porque es todo lo que conocemos... hasta ahora. De repente, cuando nosotros, como sanadores, trabajamos con alguien, no sólo sentimos el viento en nuestras manos cuando la habitación está tranquila -o burbujas o destellos o un tira y afloja magnético- traemos a otros a un lugar en el que ellos, también, están interactuando con otra dimensión. No sólo somos nosotros los que hacemos la transición, sino que ayudamos a otros en su transición a seres humanos transsensoriales, o transcendensoriales. Los estamos llevando al otro lado de o más allá de sus sentidos básicos. Los estamos guiando a través de y dentro del cambio. Pero más aún, les estamos ayudando para que se desarrollen más allá de su límite humano, para existir por encima de e independientemente de la experiencia material.

«Lo que estás haciendo es reconectar las cuerdas.» Cuerdas. ¡Qué pequeña palabra graciosa para algo que está modificando tan dramáticamente nuestra perspectiva sobre la realidad!


💗






domingo

Sanación Glándulas Endocrinas y el Padre Nuestro, por Edgar Cayce









Son, dice Cayce, el punto de contacto entre los tres cuerpos, el lugar donde se encarnan el espíritu y el alma, y por el cual estos últimos actúan en el cuerpo físico. Por lo tanto si uno quiere curarse, toda curación ha de pasar por el sistema glandular.


Señor Cayce, denos una enseñanza sobre las glándulas endocrinas y su funcionamiento en el cuerpo humano, su relación con el cuerpo físico y con las energías mentales y espirituales.


Una enseñanza para ser útil, requeriría quince o veinte series de conferencias; puesto que el sistema glandular es la fuente de todas las actividades humanas, de todas las disposiciones, de todos los temperamentos, y de la diversidad de las naturalezas y las razas. Se conocen aún muy pocas cosas sobre las actividades de estas glándulas (escrito en 1937).


Puesto que estamos aún por descubrirlas, o más bien por redescubrirlas. … el miedo, la cólera, la alegría, cualquiera de estas energías emocionales, está relacionada con una actividad en las glándulas endocrinas, y producen secreciones (hormonales) que van a expandirse dentro del conjunto del organismo…. Y cuales son las funciones de estas glándulas endocrinas? (….) El ojo, la nariz, el mismo cerebro, la tráquea, los bronquios, los pulmones, el corazón, el hígado, el bazo, el páncreas, no pueden tener su propio papel más que gracias al sistema que les permite renovarse, es decir, el conjunto de funciones glandulares (…). De ahí el hecho de que este sistema endocrino esté influido por las actividades del alma.


Y es aquí donde está el don del Creador del Hombre. Se puede ver claramente como las glándulas endocrinas están relacionadas con la renovación de las células, con la degeneración o con el rejuvenecimiento. Y esto se hace no solamente a través de las energías físicas, sino a través de las energías del cuerpo mental y del cuerpo espiritual, puesto que las energías glandulares son, podría decirse, las fuentes a partir de las cuales el alma puede habitar el interior de un cuerpo.


Es pues, a través de estas mini centrales de energía como nuestro cuerpo mental y nuestro cuerpo espiritual pueden actuar sobre nuestro cuerpo físico. Es a partir de estas glándulas que se crea la enfermedad o la curación. Acuérdense que las actitudes mentales no son ajenas al hecho de tener una uña del pie que crece, o los ojos bien alineados, o la facultad de tener voz a pesar de las emociones, puesto que todas estas manifestaciones físicas funcionan con el trabajo de las glándulas endocrinas (que actúan) sobre el sistema sensorial.


Dicho de otro modo, son estas glándulas las que orquestan todas las actividades del cuerpo físico, su forma, sus manifestaciones, sus percepciones, etc. Cuando Cayce habla de ‘centros glandulares mayores’, designa con esto las principales glándulas endocrinas (es decir, aquellas que secretan hormonas): la pineal, la pituitaria, el timo, la tiroides, las suprarrenales, las células de Leyden (poco conocidas pero importantes) , las gónadas masculinas y femeninas. Hay otras glándulas en el organismo, pero corresponden a lo que la tradición hindú llama ‘los chakras’, que son, las claves de la personalidad humana.




Cada una de estas glándulas corresponde no solamente a una función precisa, sino a una vibración coloreada y tonal, a un elemento de la Tierra , a un signo astrológico y a la influencia de un planeta


La Pituitaria es, dice Cayce, la glándula más alta del cuerpo, está relacionada con la luz y se desarrolla en el silencio. La glándula Pineal es el punto de arranque de la construcción del embrión en el seno de la madre. La Tiroides entra en acción cuando se debe tomar una decisión y actuar. El Timo corresponde al corazón. Las Suprarrenales son nuestro centro emocional y actúan sobre el Plexo Solar. Las células de Leydin son el centro del equilibrio masculino-femenino y en fin, las gónadas son el motor del cuerpo físico.


Señor Cayce, es verdad que la cólera provoca la secreción de venenos a través de las glándulas? Que la alegría tendría el efecto opuesto? Que en ambos casos, son las suprarrenales las que estarían implicadas? Que ellas provocarían reacciones en el plexo solar, reacciones que se propagarían al cuerpo etéreo?


Si, en efecto, las suprarrenales están principalmente implicadas, pero todas las demás glándulas también están implicadas en el proceso. Por ejemplo, una persona que está criando encontrará que la cólera afecta sus glándulas mamarias, y que el bebé se encontrará perturbado en sus glándulas digestivas. Hígado, riñones y todas las otras glándulas (endocrinas o no), estarán afectadas. No obstante, es verdad que la reacción se produce principalmente en las suprarrenales.


Es que los planetas situados en nuestro tema astrológico tienen una relación y una influencia en las glándulas, de la forma siguiente: la pituitaria estaría relacionada con Jupiter, la tiroides con Urano, el timo con Venus, el plexo solar con Marte, las células de Leydyn con Neptuno, las gónadas con Saturno, es esto correcto?


Si… pero estas relaciones entre planetas y glándulas varían en cada persona siguiendo sus experiencias de vida. Se trata de energías variables en la naturaleza del hombre del hombre en sí mismo, puesto que está ligado a todas las energías que existen y reacciona ante ello. Pero, acuérdese que no son los planetas los que gobiernan al hombre, sino más bien que es el hombre, en tanto que Hombre de Dios, el que ha gobernado los planetas, puesto que él es una parte de este universo planetario. De este modo, esta correspondencia entre planetas y glándulas endocrinas es solamente relativa, relativamente exacta. Y es aquí, en estas glándulas, donde actúa la aplicación concreta de estas fuerzas planetarias en la vida de los individuos, mejor que verlas como una especie de cobertura que cubriría la cabeza de cada uno.


En esta serie de conferencias (281) Cayce da una sorprendente explicación del Libro del Apocalipsis , que sería – dice él – una descripción simbólica del cuerpo humano (y particularmente del funcionamiento de las glándulas endocrinas en el organismo).


En 1930 dio una lectura para una joven que sufría de problemas nerviosos. A lo largo de esta lectura, Cayce hizo la siguiente alusión:


Estaría bien que el médico que trata a esta enferma lea el Apocalipsis y lo estudie en relación con este caso. De ahí el trabajo de grupo de estudios constituido en Norfolk por Cayce, para estudiar esta cuestión de la interpretación médica del Apocalipsis. El trabajo de este grupo se ha publicado y da una luz sorprendente sobre el funcionamiento de estas famosas glándulas endocrinas (estas lecturas fueron extraídas de ahí).


Cayce estima, que la enfermedad llega al cuerpo a través de los venenos segregados en los centros glandulares por las actitudes negativas. Inversamente se podría provocar la curación trabajando en un sentido positivo sobre estos centros glandulares. Se debe actuar sobre ellos, reanimarlos, reparar sus energías en movimiento, despertarlos. Cayce aconseja para ello una herramienta de base: la meditación… Él explica que cada verso del Padrenuestro corresponde a uno de estos centros glandulares y que la recitación meditativa de esta plegaria puede tener un efecto dinamizante sobre las glándulas endocrinas enfermas. El ‘padrenuestro’ es en principio mucho más antiguo que el judaísmo puesto que se le encuentra ya en las plegarias de Akenaton en Tell el-Amarna


Señor Cayce, es verdad que el ‘padrenuestro’ provoca la apertura de estos centros glandulares?


Si, lo es. Esta no es la única vía posible, pero es una vía que responderá al deseo de los que buscan un camino para poder comprender como actúa la Fuerza Creadora de Dios (sobre el cuerpo) (Conferencia 281-29)









¿Entonces, la PITUITARIA corresponde a la palabra ‘CIELOS’?


* Correcto, puesto que en todas sus actividades, ella juega un papel desencadenante.


La PINEAL corresponde a la palabra ‘NOMBRE’


* Relativamente, sí..


La TIROIDES a la palabra ‘VOLUNTAD’?


* Correcto.


El TIMO a ‘MAL’?


* Correcto


El PLEXO SOLAR a la palabra ‘OFENSAS’? (Nos acordamos de que el plexo solar está relacionado con las suprarrenales, centro de las emociones?)


* Si


Y las CÉLULAS DE LEYDEN a la palabra ‘TENTACIÓN’?


* Correcto


Y las GÓNADAS a la palabra ‘PAN’?


* Desde luego (conferencia 281-29)




Entonces, cómo utilizar prácticamente el ‘padrenuestro’ habida cuenta de esta conexión de la que usted nos ha hablado con las glándulas endocrinas?


Tratando de sentir la oleada de las significaciones de cada versículo correr a través de vuestro cuerpo físico, puesto que se produce en él una respuesta a las representaciones del cuerpo mental, y hay una reacción física que se construye (misma lectura).


Esto nos lleva a otra posibilidad de curación, la curación a través de la oración y la plegaria, de la que diversas formas se están desarrollando actualmente.




CORRESPONDENCIA ENTRE LOS VERSOS DEL PADRE NUESTRO
Y LAS PRINCIPALES GLÁNDULAS ENDOCRINAS,
DADAS POR EDGAR CAYCE




1.- PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO – abre la pituitaria (glándula maestra del cuerpo)


2.- SANTIFICADO SEA TU NOMBRE – abre la glándula pineal


3.- VENGA A NOSOTROS TU REINO – abre la tiroides


4.- HÁGASE TU VOLUNTAD ASÍ EN LA TIERRA – abre el timo


5.- COMO EN EL CIELO – abre la tiroides


6.- EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA DÁNOSLO HOY – abre las gónadas (glándulas sexuales masculinas y femeninas)


7.- Y PERDÓNANOS NUESTRAS DEUDAS (OFENSAS), ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES (A QUIENES NOS HAN OFENDIDO) – abre las suprarrenales, también llamadas adrenales


8.- Y NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN – abre las células de Leyden (o glándulas de Leydig, que no son verdaderamente una glándula sino un conjunto de células secretoras de hormonas, localizadas bajo el ombligo y por encima de las gónadas)


9.- MÁS LÍBRANOS DEL MAL. – abre el Timo


10.- PUESTO QUE TUYO ES EL REINO – abre la Tiroides


11.- EL PODER – abre la glándula Pineal


12.- Y LA GLORIA – abre la pituitaria


Por los siglos de los siglos.
Amén


💗



WEB





viernes

LA BELLA Y LA BESTIA - Jeanne-Marie Le Prince de Beaumont






Había una vez un mercader muy rico que tenía seis hijos, tres varones y tres mujeres; y como era hombre de muchos bienes y de vasta cultura, no reparaba en gastos para educarlos y los rodeó de toda suerte de maestros. Las tres hijas eran muy hermosas; pero la más joven despertaba tanta admiración, que de pequeña todos la apodaban “la bella niña”, de modo que por fin se le quedó este nombre para envidia de sus hermanas.

No sólo era la menor mucho más bonita que las otras, sino también más bondadosa. Las dos hermanas mayores ostentaban con desprecio sus riquezas antes quienes tenían menos que ellas; se hacían las grandes damas y se negaban a que las visitasen las hijas de los demás mercaderes: únicamente las personas de mucho rango eran dignas de hacerles compañía. Se lo pasaban en todos los bailes, reuniones, comedias y paseos, y despreciaban a la menor porque empleaba gran parte de su tiempo en la lectura de buenos libros.

Las tres jóvenes, agraciadas y poseedoras de muchas riquezas, eran solicitadas en matrimonio por muchos mercaderes de la región, pero las dos mayores los despreciaban y rechazaban diciendo que sólo se casarían con un noble: por lo menos un duque o conde

La Bella -pues así era como la conocían y llamaban todos a la menor- agradecía muy cortésmente el interés de cuantos querían tomarla por esposa, y los atendía con suma amabilidad y delicadeza; pero les alegaba que aún era muy joven y que deseaba pasar algunos años más en compañía de su padre.

De un solo golpe perdió el mercader todos sus bienes, y no le quedó más que una pequeña casa de campo a buena distancia de la ciudad.

Totalmente destrozado, lleno de pena su corazón, llorando hizo saber a sus hijos que era forzoso trasladarse a esta casa, donde para ganarse la vida tendrían que trabajar como campesinos.

Sus dos hijas mayores respondieron con la altivez que siempre demostraban en toda ocasión, que de ningún modo abandonarían la ciudad, pues no les faltaban enamorados que se sentirían felices de casarse con ellas, no obstante su fortuna perdida. En esto se engañaban las buenas señoritas: sus enamorados perdieron totalmente el interés en ellas en cuanto fueron pobres.

Puesto que debido a su soberbia nadie simpatizaba con ellas, las muchachas de los otros mercaderes y sus familias comentaban:

-No merecen que les tengamos compasión. Al contrario, nos alegramos de verles abatido el orgullo. ¡Qué se hagan las grandes damas con las ovejas!

Pero, al mismo tiempo, todo el mundo decía:

-¡Qué pena, qué dolor nos da la desgracia de la Bella! ¡Esta sí que es una buena hija! ¡Con qué cortesía le habla a los pobres! ¡Es tan dulce, tan honesta!…

No faltaron caballeros dispuestos a casarse con ella, aunque no tuviese un centavo; mas la joven agradecía pero respondía que le era imposible abandonar a su padre en desgracia, y que lo seguiría a la campiña para consolarlo y ayudarlo en sus trabajos. La pobre Bella no dejaba de afligirse por la pérdida de su fortuna, pero se decía a sí misma:

-Nada obtendré por mucho que llore. Es preciso tratar de ser feliz en la pobreza.

No bien llegaron y se establecieron en la casa de campo, el mercader y sus tres hijos con ropajes de labriegos se dedicaron a preparar y labrar la tierra. La Bella se levantaba a las cuatro de la mañana y se ocupaba en limpiar la casa y preparar la comida de la familia. Al principio aquello le era un sacrificio agotador, porque no tenía costumbre de trabajar tan duramente; mas unos meses más adelante se fue sintiendo acostumbrada a este ritmo y comenzó a sentirse mejor y a disfrutar por sus afanes de una salud perfecta. Cuando terminaba sus quehaceres se ponía a leer, a tocar el clavicordio, o bien a cantar mientras hilaba o realizaba alguna otra labor. Sus dos hermanas, en cambio, se aburrían mortalmente; se levantaban a las diez de la mañana, paseaban el día entero y su única diversión era lamentarse de sus perdidas galas y visitas.

-Mira a nuestra hermana menor -se decían entre sí-, tiene un alma tan vulgar, y es tan estúpida, que se contenta con su miseria.

El buen labrador, el padre, en cambio, sabía que la Bella era trabajadora, constante, paciente y tesonera, y muy capaz de brillar en los salones, en cambio sus hermanas... Admiraba las virtudes de su hija menor, y sobre todo su paciencia, ya que las otras no se contentaban con que hiciese todo el trabajo de la casa, sino que además se burlaban de ella.

Hacía ya un año que la familia vivía en aquellas soledades cuando el mercader recibió una carta en la cual le anunciaban que cierto navío acababa de arribar, felizmente, con una carga de mercancías para él. Esta noticia trastornó por completo a sus dos hijas mayores, pues imaginaron que por fin podrían abandonar aquellos campos donde tanto se aburrían y además lo único que se les cruzaba por la cabeza era volver a la ociosa y fatua vida en las fiestas y teatros, mostrando riquezas; por lo que, no bien vieron a su padre ya dispuesto para salir, le pidieron que les trajera vestidos, chalinas, peinetas y toda suerte de bagatelas. La Bella no dijo una palabra, pensando para sí que todo el oro de las mercancías no iba a bastar para los encargos de sus hermanas.

-¿No vas tú a pedirme algo? -le preguntó su padre.

-Ya que tienes la bondad de pensar en mí -respondió ella-, te ruego que me traigas una rosa, pues por aquí no las he visto.

No era que la desease realmente, sino que no quería afear con su ejemplo la conducta de sus hermanas, las cuales habían dicho que si no pedía nada era sólo por darse importancia.

Partió, pues, el buen mercader; pero cuando llegó a la ciudad supo que había un pleito andando en torno a sus mercaderías, y luego de muchos trabajos y penas se halló tan pobre como antes. Y así emprendió nuevamente el camino hacia su vivienda. No tenía que recorrer más de treinta millas para llegar a su casa, y ya se regocijaba con el gusto de ver otra vez a sus hijas; pero erró el camino al atravesar un gran bosque, y se perdió dentro de él, en medio de una tormenta de viento y nieve que comenzó a desatarse.

Nevaba fuertemente; el viento era tan impetuoso que por dos veces lo derribó del caballo; y cuando cerró la noche llegó a temer que moriría de hambre o de frío; o que lo devorarían los lobos, a los que oía aullar muy cerca de sí. De repente, tendió la vista por entre dos largas hileras de árboles y vio una brillante luz a gran distancia.

Se encaminó hacia aquel sitio y al acercarse observó que la luz salía de un gran palacio todo iluminado. Se apresuró a refugiarse allí; pero su sorpresa fue considerable cuando no encontró a persona alguna en los patios. Su caballo, que lo seguía, entró en una vasta caballeriza que estaba abierta, y habiendo hallado heno y avena, el pobre animal, que se moría de hambre, se puso a comer ávidamente. Después de dejarlo atado, el mercader pasó al castillo, donde tampoco vio a nadie; y por fin llegó a una gran sala en que había un buen fuego y una mesa cargada de viandas con un solo cubierto. Quizás pecaría de atrevido, pero se dirigió hacia allí. La tentación fue muy grande, pues la lluvia y la nieve lo habían calado hasta los huesos; se arrimó al fuego para secarse, diciéndose a sí mismo: “El dueño de esta casa y sus sirvientes, que no tardarán en dejarse ver, sin duda me perdonarán la libertad que me he tomado.”

Se quedó aún esperando un rato largo, observaba hacia los otros recintos para tratar de ubicar a algún habitante en la mansión, pero cuando sonaron once campanadas sin que se apareciese nadie, no pudo ya resistir el hambre, y apoderándose de un pollo se lo comió con dos bocados a pesar de sus temblores. Bebió también algunas copas de vino, y ya con nueva audacia abandonó la sala y recorrió varios espaciosos aposentos, magníficamente amueblados. En uno de ellos encontró una cama dispuesta, y como era pasada la medianoche, y se sentía rendido de cansancio, entumecido y aturdido de la aventura pasada hasta encontrar este cobijo, decidió cerrar la puerta y acostarse a dormir.

Eran las diez de la mañana cuando se levantó al día siguiente, y no fue pequeña su sorpresa al encontrarse un traje como hecho a su medida en vez de sus viejas y gastadas ropas. “Sin duda”, se dijo, “o no he despertado, o este palacio pertenece a un hada buena que se ha apiadado de mí.”

Miró por la ventana y no vio el menor rastro de nieve, sino de un jardín cuyos floridos canteros encantaban la vista. Entró luego en la estancia donde cenara la víspera, y halló que sobre una mesita lo aguardaba una taza de chocolate.

-Le doy las gracias, señora hada -dijo en alta voz-, por haber tenido la bondad de albergarme en noche tan inhóspita y de pensar en mi desayuno.

El buen hombre, después de tomar el chocolate, salió en busca de su caballo, y al pasar por un sector lleno de rosas blancas recordó la petición de la Bella y cortó una para llevársela. En el mismo momento se escuchó un gran estruendo y vio que se dirigía hacia él una bestia tan horrenda, que le faltó poco para caer desmayado.

-¡Ah, ingrato! -le dijo la Bestia con voz terrible-. Yo te salvé la vida al recibirte y darte cobijo en mi palacio, y ahora, para mi pesadumbre, tú me arrebatas mis rosas, ¡a las que amo sobre todo cuanto hay en el mundo! Será preciso que mueras, a fin de reparar esta falta.

El mercader se arrojó a sus pies, juntó las manos y rogó a la Bestia:

-Monseñor, perdóname, pues no creía ofenderte al tomar una rosa; es para una de mis hijas, que me la había pedido.

-Yo no me llamo Monseñor -respondió el monstruo- sino la Bestia. No me gustan los halagos, y sí que los hombres digan lo que sienten; no esperes conmoverme con tus lisonjas. Mas tú me has dicho que tienes hijas; estoy dispuesto a perdonarte con la condición de que una de ellas venga a morir en lugar tuyo. No me repliques: parte de inmediato; y si tus hijas rehúsan morir por ti, júrame que regresarás dentro de tres meses.

No pensaba el buen hombre sacrificar una de sus hijas a tan horrendo monstruo, pero se dijo: “Al menos me queda el consuelo de darles un último abrazo.” Juró, pues, que regresaría, y la Bestia le dijo que podía partir cuando quisiera.

-Pero no quiero que te marches con las manos vacías -añadió-. Vuelve a la estancia donde pasaste la noche: allí encontrarás un gran cofre en el que pondrás cuanto te plazca, y yo lo haré conducir a tu casa.

Dicho esto se retiró la Bestia, y el hombre se dijo:

“Si es preciso que muera, tendré al menos el consuelo de que mis hijas no pasen hambre.”

Volvió, pues, a la estancia donde había dormido, y halló una gran cantidad de monedas de oro con las que llenó el cofre de que le hablara la Bestia, lo cerró, fue a las caballerizas en busca de su caballo y abandonó aquel palacio con una gran tristeza, pareja a la alegría con que entrara en él la noche antes en busca de albergue. Su caballo tomó por sí mismo una de las veredas que había en el bosque, y en unas pocas horas se halló de regreso en su pequeña granja.

Se juntaron sus hijas en torno suyo y, lejos de alegrarse con sus caricias, el pobre mercader se echó a llorar angustiado mirándolas. Traía en la mano el ramo de rosas que había cortado para la Bella, y al entregárselo le dijo:

-Bella, toma estas rosas, que bien caro costaron a tu desventurado padre.

Y enseguida contó a su familia la funesta aventura que acababa de sucederle. Al oírlo, sus dos hijas mayores dieron grandes alaridos y llenaron de injurias a la Bella, que no había derramado una lágrima.

-Miren a lo que conduce el orgullo de esta pequeña criatura -gritaban-. ¿Por qué no pidió adornos como nosotras? ¡Ah, no, la señorita tenía que ser distinta! Ella va a causar la muerte de nuestro padre, y sin embargo ni siquiera llora.

-Mi llanto sería inútil -respondió la Bella-. ¿Por qué voy a llorar a nuestro padre si no es necesario que muera? Puesto que el monstruo tiene a bien aceptar a una de sus hijas, yo me entregaré a su furia y me consideraré muy dichosa, pues habré tenido la oportunidad de salvar a mi padre y demostrarle a ustedes y a él mi ternura.

-No, hermana -dijeron sus tres hermanos-, tampoco es necesario que tú mueras; nosotros buscaremos a ese monstruo y lo mataremos o pereceremos bajo sus golpes.

-No hay que soñar, hijos míos -dijo el mercader-. El poderío de esa Bestia es tal que no tengo ninguna esperanza de matarla. Me conmueve el buen corazón de Bella, pero jamás la expondré a la muerte. Soy viejo, me queda poco tiempo de vida; sólo perderé unos cuantos años, de los que únicamente por ustedes siento desprenderme, mis hijos queridos.

-Te aseguro, padre mío -le dijo la Bella-, que no irás sin mí a ese palacio; tú no puedes impedirme que te siga. En parte fui responsable de tu desventura. Como soy joven, no le tengo gran apego a la vida, y prefiero que ese monstruo me devore a morirme de la pena y el remordimiento que me daría tu pérdida.

Por más que razonaron con ella no hubo forma de convencerla, y sus hermanas estaban encantadas, porque las virtudes de la joven les había inspirado siempre unos celos irresistibles. Al mercader lo abrumaba tanto el dolor de perder a su hija, que olvidó el cofre repleto de oro; pero al retirarse a su habitación para dormir su sorpresa fue enorme al encontrarlo junto a la cama. Decidió no decir una palabra a sus hijos de aquellas nuevas y grandes riquezas, ya que habrían querido retornar a la ciudad y él estaba resuelto a morir en el campo; pero reveló el secreto a la Bella, quien a su vez le confió que en su ausencia habían venido de visita algunos caballeros, y que dos de ellos amaban a sus hermanas. Le rogó que les permitiera casarse, pues era tan buena que las seguía queriendo y las perdonaba de todo corazón, a pesar del mal que le habían hecho.

El día en que partieron la Bella y su padre, las dos perversas muchachas se frotaron los ojos con cebolla para tener lágrimas con que llorarlos; sus hermanos, en cambio, lloraron de veras, como también el mercader, y en toda la casa la única que no lloró fue la Bella, pues no quería aumentar el dolor de los otros.

Echó a andar el caballo hacia el palacio, y al caer la tarde apareció éste todo iluminado como la primera vez. El caballo se fue por sí solo a la caballeriza, y el buen hombre y su hija pasaron al gran salón, donde encontraron una mesa magníficamente servida en la que había dos cubiertos. El mercader no tenía ánimo para probar bocado, pero la Bella, esforzándose por parecer tranquila, se sentó a la mesa y le sirvió, aunque pensaba para sí:

“La Bestia quiere que engorde antes de comerme, puesto que me recibe de modo tan espléndido.”

En cuanto terminaron de cenar se escuchó un gran estruendo y el mercader, llorando, dijo a su pobre hija que se acercaba la Bestia. No pudo la Bella evitar un estremecimiento cuando vio su horrible figura, aunque procuró disimular su miedo, y al interrogarla el monstruo sobre si la habían obligado o si venía por su propia voluntad, ella le respondió que sí, temblando, que era decisión propia.

-Eres muy buena -dijo la Bestia-, y te lo agradezco mucho. Tú, buen hombre, partirás por la mañana y no sueñes jamás con regresar aquí. Nunca. Adiós, Bella.

-Adiós, señor -respondió la muchacha.

Y enseguida se retiró la Bestia.

-¡Ah, hija mía -dijo el mercader, abrazando a la Bella- yo estoy casi muerto de espanto! Hazme caso y deja que me quede en tu sitio.

-No, padre mío -le respondió la Bella con firmeza-, tú partirás por la mañana.

Fueron después a acostarse, creyendo que no dormirían en toda la noche; mas sus ojos se cerraron apenas pusieron la cabeza en la almohada. Mientras dormía vio la Bella a una dama que le dijo:

-Tu buen corazón me hace muy feliz, Bella. No ha de quedar sin recompensa esta buena acción de arriesgar tu vida por salvar la de tu padre.

Le contó el sueño al buen hombre la Bella al despertarse; y aunque le sirvió un tanto de consuelo, no alcanzó a evitar que se lamentara con grandes sollozos al momento de separarse de su querida hija.

En cuanto se hubo marchado se dirigió la Bella a la gran sala y se echó a llorar; pero, como tenía sobrado coraje, resolvió no apesadumbrarse durante el poco tiempo que le quedase de vida, pues tenía el convencimiento de que el monstruo la devoraría aquella misma tarde. Mientras esperaba decidió recorrer el espléndido castillo, ya que a pesar de todo no podía evitar que su belleza la conmoviese. Su asombro fue aún mayor cuando halló escrito sobre una puerta:

Aposento de la Bella

La abrió precipitadamente y quedó deslumbrada por la magnificencia que allí reinaba; pero lo que más llamó su atención fue una bien provista biblioteca, un clavicordio y numerosos libros de música, lo que reunía todo lo que a ella le hacía la vida placentera.

-No quiere que esté triste -se dijo en voz baja, y añadió de inmediato-: para un solo día no me habría reunido tantas cosas.

Este pensamiento reanimó su valor, y poco después, revisando la biblioteca, encontró un libro en que aparecía la siguiente inscripción en letras de oro:

Disponga, ordene, aquí es usted la reina y señora.

-¡Ay de mí -suspiró ella-, nada deseo sino ver a mi pobre padre y saber qué está haciendo ahora!

Había dicho estas palabras para sí misma: ¡cuál no sería su asombro al volver los ojos a un gran espejo y ver allí su casa, adonde llegaba entonces su padre con el semblante lleno de tristeza! Las dos hermanas mayores acudieron a recibirlo, y a pesar de los aspavientos que hacían para aparecer afligidas, se les reflejaba en el rostro la satisfacción que sentían por la pérdida de su hermana, por haberse desprendido de la hermana que les hacía sombra con su belleza y bondad. Desapareció todo en un momento, y la Bella no pudo dejar de decirse que la Bestia era muy complaciente, y que nada tenía que temer de su parte.

Al mediodía halló la mesa servida, y mientras comía escuchó un exquisito concierto, aunque no vio a persona alguna. Esa tarde, cuando iba a sentarse a la mesa, oyó el estruendo que hacía la Bestia al acercarse, y no pudo evitar un estremecimiento.

-Bella -le dijo el monstruo-, ¿permitirías que te mirase mientras comes?

-Tú eres el dueño de esta casa -respondió la Bella, temblando.

-No -dijo la Bestia-, no hay aquí otra dueña que tú. Si te molestara no tendrías más que pedirme que me fuese, y me marcharía enseguida. Pero dime: ¿no es cierto que me encuentras muy feo?

-Así es -dijo la Bella-, pues no sé mentir; pero en cambio creo que eres muy bueno.

-Tienes razón -dijo el monstruo-, aun cuando yo no pueda juzgar mi fealdad, pues no soy más que una bestia.

-No se es una bestia -respondió la Bella- cuando uno admite que es incapaz de juzgar sobre algo. Los necios no lo admitirían.

-Come, pues -le dijo el monstruo-, y trata de pasarlo bien en tu casa, que todo cuanto hay aquí te pertenece, y me apenaría mucho que no estuvieses contenta.

-Eres muy bondadoso -respondió la Bella-. Te aseguro que tu buen corazón me hace feliz. Cuando pienso en ello no me pareces tan feo.

-¡Oh, señora -dijo la Bestia- , tengo un buen corazón, pero no soy más que una bestia!

-Hay muchos hombres más bestiales que tú -dijo la Bella-, y mejor te quiero con tu figura, que a otros que tienen figura de hombre y un corazón corrupto, ingrato, burlón y falso.

La Bella, que ya apenas le tenía miedo, comió con buen apetito; pero creyó morirse de pavor cuando el monstruo le dijo:

-Bella, ¿querrías ser mi esposa?

Largo rato permaneció la muchacha sin responderle, ya que temía despertar su cólera si rehusaba, y por último le dijo, estremeciéndose:

-No, Bestia.

Quiso suspirar al oírla el pobre monstruo, pero de su pecho no salió más que un silbido tan espantoso, que hizo retemblar el palacio entero; sin embargo, la Bella se tranquilizó enseguida, pues la Bestia le dijo tristemente:

-Adiós, entonces, Bella -y salió de la sala volviéndose varias veces a mirarla por última vez.

Al quedarse sola, la Bella sintió una gran compasión por esta pobre Bestia.

“¡Ah, qué pena”, se dijo, “que siendo tan bueno, sea tan feo!”

Tres apacibles meses pasó la Bella en el castillo. Todas las tardes la Bestia la visitaba, y la entretenía y observaba mientras comía, con su conversación llena de buen sentido, pero jamás de aquello que en el mundo llaman ingenio. Cada día la Bella encontraba en el monstruo nuevas bondades, y la costumbre de verlo la había habituado tanto a su fealdad, que lejos de temer el momento de su visita, miraba con frecuencia el reloj para ver si eran las nueve, ya que la Bestia jamás dejaba de presentarse a esa hora, Sólo había una cosa que la apenaba, y era que la Bestia, cotidianamente antes de retirarse, le preguntaba cada noche si quería ser su esposa, y cuando ella rehusaba parecía traspasado de dolor. Un día le dijo:

-Mucha pena me das, Bestia. Bien querría complacerte, pero soy demasiado sincera para permitirte creer que pudiese hacerlo nunca. Siempre he de ser tu amiga: trata de contentarte con esto.

-Forzoso me será -dijo la Bestia-. Sé que en justicia soy horrible, pero mi amor es grande. Entretanto, me siento feliz de que quieras permanecer aquí. Prométeme que no me abandonarás nunca.

La Bella enrojeció al escuchar estas palabras. Había visto en el espejo que su padre estaba enfermo de pesar por haberla perdido, y deseaba volverlo a ver.

-Yo podría prometerte -dijo a la Bestia- que no te abandonaré nunca, si no fuese porque tengo tantas ansias de ver a mi padre, que me moriré de dolor si me niegas ese gusto.

-Antes prefiero yo morirme -dijo el monstruo- que causarte el pesar más pequeño. Te enviaré a casa de tu padre, y mientras estés allí morirá tu Bestia de pena.

-¡Oh, no -respondió la Bella, llorando-, te quiero demasiado para tolerarlo! Prometo regresar dentro de ocho días. Me has hecho ver que mis hermanas están casadas y mis hermanos en el ejército. Mi padre se ha quedado solo. Permíteme que pase una semana en su compañía.

-Mañana estarás con él -dijo la Bestia-, pero acuérdate de tu promesa. Cuando quieras regresar no tienes más que poner tu sortija sobre la mesa a la hora del sueño. Adiós, Bella.

La Bestia suspiró, según su costumbre, al decir estas palabras, y la Bella se acostó con la tristeza de verlo tan apesadumbrado. Cuando despertó a la mañana siguiente se hallaba en casa de su padre. Sonó a poco una campanilla que estaba junto a la cama y apareció la sirvienta, quien dio un gran grito al verla. Acudió rápidamente a sus voces el buen padre, y creyó morir de alegría porque recobraba a su querida hija, con la cual estuvo abrazado más de un cuarto de hora.

Luego de estas primeras efusiones, la Bella recordó que no tenía ropas con que vestirse, pero la sirvienta le dijo que en la vecina habitación había encontrado un cofre lleno de magníficos vestidos con adornos de oro y diamantes. Agradecida a las atenciones de la Bestia, pidió la Bella que le trajesen el más modesto de aquellos vestidos y que guardasen los otros para regalárselos a sus hermanas; pero apenas había dado esta orden desapareció el cofre. Su padre comentó que sin duda la Bestia quería que conservase para sí los regalos, y al instante reapareció el cofre donde estuviera antes.

Se vistió la Bella, y entretanto avisaron a las hermanas, que acudieron en compañía de sus esposos. Las dos eran muy desdichadas en sus matrimonios, pues la primera se había casado con un gentilhombre tan hermoso como Cupido, pero que no pensaba sino en su propia figura, a la que dedicaba todos sus desvelos de la mañana a la noche, menospreciando la belleza de su esposa. La segunda, en cambio, tenía por marido a un hombre cuyo gran talento no servía más que para mortificar a todo el mundo, empezando por su esposa.

Cuando vieron a la Bella ataviada como una princesa, y más hermosa que la luz del día, las dos creyeron morir de dolor. Aunque la Bella les hizo mil caricias no les pudo aplacar los celos, que se recrudecieron cuando les contó lo feliz que se sentía. Bajaron las dos al jardín para llorar allí a sus anchas.

-¿Por qué es tan dichosa esa pequeña criatura? ¿No somos nosotras más dignas de la felicidad que ella?

-Hermana -dijo la mayor-, se me ocurre una idea. Tratemos de retenerla aquí más de ocho días: esa estúpida Bestia pensará entonces que ha roto su palabra, y quizás la devore.

-Tienes razón, hermana mía -respondió la otra-. Y para conseguirlo la llenaremos de halagos.

Y tomada esta resolución, volvieron a subir y dieron a su hermana tantas pruebas de cariño, que la Bella lloraba de felicidad. Al concluirse el plazo comenzaron a arrancarse los cabellos y a dar tales muestras de aflicción por su partida, que les prometió quedarse otros ocho días.

Sin embargo, la Bella se reprochaba el pesar que así causaba a su pobre monstruo, a quien amaba de todo corazón, y se entristecía de no verlo. La décima noche que estuvo en casa de su padre, soñó que se hallaba en el jardín del castillo, y que veía cómo la Bestia, inerte sobre la hierba, a punto de morir, la reconvenía por sus ingratitudes. Despertó sobresaltada, con los ojos llenos de lágrimas.

“¿No soy yo bien perversa”, se dijo, “pues le causo tanto pesar cuando de tal modo me quiere? ¿Tiene acaso la culpa de su fealdad y su falta de inteligencia? Su buen corazón importa más que todo lo otro. ¿Por qué no he de casarme con él? Seré mucho más feliz que mis hermanas con sus maridos. Ni la belleza ni la inteligencia hacen que una mujer viva contenta con su esposo, sino la bondad de carácter, la virtud y el deseo de agradar; y la Bestia posee todas estas cualidades. Aunque no amor, sí le tengo estimación y amistad. ¿Por qué he de ser la causa de su desdicha, si luego me reprocharía mi ingratitud toda la vida?”

Con estas palabras la Bella se levantó, puso su sortija sobre la mesa y volvió a acostarse. Apenas se tendió sobre la cama se quedó dormida, y al despertarse a la mañana siguiente vio con alegría que se hallaba en el castillo de la Bestia. Se vistió con todo esplendor por darle gusto, y creyó morir de impaciencia en espera de que fuesen las nueve de la noche; pero el monstruo no apareció al dar el reloj la hora. Creyó entonces que le habría causado la muerte, y exhalando profundos suspiros, a punto de desesperarse, recorrió la Bella el castillo entero, buscando inútilmente por todas partes. Recordó entonces su sueño y corrió por el jardín hacia el estanque junto al cual lo viera en sueños. Allí encontró a la pobre Bestia sobre la hierba, perdido el conocimiento, y pensó que había muerto. Sin el menor asomo de horror se dejó caer a su lado, y al sentir que aún le latía el corazón, tomó un poco de agua del estanque y le roció la cabeza. Abrió la Bestia los ojos y dijo a la Bella:

-Olvidaste tu promesa, y el dolor de haberte perdido me llevó a dejarme morir de hambre. Pero ahora moriré contento, pues tuve la dicha de verte una vez más.

-No, mi Bestia querida, no vas a morirte -le dijo la Bella-, sino que vivirás para ser mi esposo. Desde este momento te prometo mi mano, y juro que no perteneceré a nadie sino a ti. ¡Ah, yo creía que sólo te tenía amistad, pero el dolor que he sentido me ha hecho ver que no podría vivir sin verte!

Apenas había pronunciado estas palabras la Bella vio que todo el palacio se iluminaba con luces resplandecientes: los fuegos artificiales, la música, todo era anuncio de una gran fiesta; pero ninguna de estas bellezas logró distraerla, y se volvió hacia su querido monstruo, cuyo peligro la hacía estremecerse. ¡Cuál no sería su sorpresa! La Bestia había desaparecido y en su lugar había un príncipe más hermoso que el Amor, que le daba las gracias por haber puesto fin a su encantamiento. Aunque este príncipe mereciese toda su atención, no pudo dejar de preguntarle dónde estaba la Bestia.

-Aquí, a tus pies -le dijo el príncipe-. Cierta maligna hada me ordenó permanecer bajo esa figura, privándome a la vez del uso de mi inteligencia, hasta que alguna bella joven consintiera en casarse conmigo. En todo el mundo tú sola has sido capaz de conmoverte con la bondad de mi corazón; ni aun ofreciéndote mi corona podría demostrarte la gratitud que te guardo y nunca podré pagar la deuda que he contraído contigo.

La Bella, agradablemente sorprendida, tendió su mano al hermoso príncipe para que se levantase. Se encaminaron después al castillo, y la joven creyó morir de dicha cuando encontró en el gran salón a su padre y a toda la familia, a quienes la hermosa dama que viera en sueños había traído hasta allí.

-Bella -le dijo esta dama, que era un hada poderosa-, ven a recibir el premio de tu buena elección: has preferido la virtud a la belleza y a la inteligencia, y por tanto mereces hallar todas estas cualidades reunidas en una sola persona. Vas a ser una gran reina: yo espero que tus virtudes no se desvanecerán en el trono. Y en cuanto a ustedes, señoras -agregó el hada, dirigiéndose a sus hermanas-, conozco sus corazones y toda la malicia que encierran. Conviértanse en estatuas, pero conserven la razón adentro de la piedra que va a envolverlas. Estarán a la puerta del palacio de la Bella, y no les pongo otra pena que la de ser testigos de su felicidad. No podrán volver a su primer estado hasta que reconozcan sus faltas; pero me temo mucho que no dejarán jamás de ser estatuas. Pues uno puede recobrarse del orgullo, la cólera, la gula y la pereza; pero es una especie de milagro que se corrija un corazón maligno y envidioso.

En este punto dio el hada un golpe en el suelo con una varita y transportó a cuantos estaban en la sala al reino del príncipe. Sus súbditos lo recibieron con júbilo, y a poco se celebraron sus bodas con la Bella, quien vivió junto a él muy largos años en una felicidad perfecta, pues estaba fundada en la virtud.


💗


FIN