jueves

EL CUERPO ASTRAL





Lección 9



El CUERPO ASTRAL

(Cuerpo de Deseos y Emociones)


De acuerdo con la Teosofía, toda criatura existente en el universo manifestado está en proceso evolutivo. Esta evolución consiste en el desarrollo de estados de consciencia cada vez más elevados que culminan en lo que ha sido dado llamar “el ser humano perfecto”, aquel que no necesita continuar encarnando porque ha concluido su aprendizaje en la escuela de la vida planetaria física. Esto no significa que la evolución en sí concluya allí, ya que después de conquistar lo que podría llamarse “la etapa humana”, el Ego espiritual, el verdadero ser que somos, continúa evolucionando ahora en la etapa super humana ya que, según se nos dice, el proceso evolutivo no tiene fin e incluso el Logos Central del universo se encuentra aún en evolución.

Como hemos indicado anteriormente, el Ego es premunido por la Ley natural de un número de vehículos o cuerpos que le permiten expresar consciencia y desarrollarla. Factores esenciales en este proceso de desarrollo son las emociones y los deseos, porque representan el estímulo necesario a la acción, y es a través de ésta y de la correspondiente reacción, que el Ego lleva a cabo su aprendizaje para cosechar posteriormente los frutos de sus experiencias mediante las cuales desarrollará sus enormes posibilidades...

Al vehículo que el ser humano tiene para la expresión de deseos y emociones se le llama en Teosofía “El Cuerpo Astral”, con ello estableciéndose que, contrariamente a lo que la mayoría de las personas suponen, nuestros deseos, con su inevitable secuela de emociones, no se originan en nuestro cuerpo físico sino en nuestro cuerpo astral.

Se nos dice que el cuerpo físico con su doble sistema nervioso es solamente un mecanismo del cual se sirve el cuerpo astral para la expresión de sus emociones y la satisfacción de sus deseos. Como hemos indicado anteriormente, en el hombre corriente tales deseos y emociones varían desde los más elevados a los más bajos, manifestándose alternativamente a través de la personalidad. Cuando el Ego permite a su cuerpo astral imponer deseos inferiores a su cuerpo físico, los efectos en éste último serán de tipo destructivo y pueden amenazar su estado de salud y su energía. La enfermedad y el dolor físico que eventualmente sobrevienen como resultado de tales violaciones son gobernadas por la Ley del Karma, y son el método que la Naturaleza utiliza para enderezar la personalidad y hacerla avanzar por el camino adecuado a objeto de asegurar su desarrollo.

Lo anterior puede dar la impresión de que el cuerpo astral con sus descontrolados deseos y emociones es un obstáculo para nuestro avance evolutivo. Pero basta un poco de reflexión para empezar a verlo no como un obstáculo, sino como una bendición disfrazada de problema, un desafío que es preciso enfrentar con éxito. El esfuerzo realizado por el Ego para subyugar las poderosas tendencias del cuerpo astral le dota de carácter, determinación y fuerza de voluntad, estimulando también al desarrollo de la inteligencia. La idea no es entonces la eliminación de las emociones y los deseos, sino su educación y control. Esto toma, por cierto, gran cantidad de tiempo y, en consecuencia, muchas encarnaciones. Pero es necesario recordar que todo funciona bajo el imperio de la Ley Natural, y ésta trabaja lentamente cuando está en el proceso de alcanzar la perfección; a la Naturaleza no le preocupa el tiempo, sino solo la perfección de los resultados de su trabajo.

En el hombre corriente de nuestra época, el cuerpo astral está compuesto de la materia de las siete sub-divisiones del plano astral. Pero a medida que el individuo progresa en la escuela de la vida planetaria trasmutando sus primitivos deseos y emociones en algo puro y elevado, la materia de su cuerpo astral empieza a refinarse eliminando gradualmente la parte grosera y dejando solo materia de las tres sub-divisiones más elevadas del plano. En la persona que da rienda suelta a emociones y deseos de tipo inferior, el cuerpo astral albergará considerable cantidad de materia de las tres sub-divisiones inferiores del plano astral, es decir, aquellas que contienen materia que vibra en consonancia con el estado vibratorio inferior del sujeto.

Aspecto

El cuerpo astral ofrece un aspecto luminoso y colorido a la observación clarividente, su forma ovoide rodeando e interpenetrando el cuerpo físico y extendiéndose de doce a dieciocho pulgadas de su contorno. La materia astral que le compone aparece en constante movimiento, sus colores cambiando frecuentemente al ir reflejando diferentes estados emocionales de la persona y sus variados deseos. El agua que burbujea y hierve en un recipiente ofrece tal vez la descripción más apropiada del aspecto de la materia del cuerpo astral.

Estados emocionales negativos tales como la ira, por ejemplo, tiñen el ovoide de un color negruzco, oscuro, sembrado de vetas escarlata en forma de dardos y ofreciendo un aspecto desagradable e intranquilizador. Por contraste, cuando un sentimiento de amor puro y desinteresado surge en el individuo, como aquel de una madre acunando a su bebé en los brazos, el ovoide adquiere un hermoso color rosa.

De acuerdo con estas características, el cuerpo astral de una persona evolucionada ofrece un aspecto hermosísimo, lleno de colores de luminosa transparencia y semejando un arcoíris. El cuerpo astral del hombre primitivo en cambio ostenta un estado incipiente en donde se observan colores oscuros e indefinidos prevaleciendo los tonos marrón-verdoso, rojos oscuros y negros.

La información anterior proviene de la observación clarividente, y ha sido apropiadamente ilustrada en el libro de C.W.Leadbeater “El Hombre, Visible e Invisible”, cuya lectura recomendamos al alumno.

El Plano Astral

Al hablar del cuerpo astral resulta inevitable discutir también acerca del plano o mundo en donde este cuerpo encuentra su expresión y del cual obtiene la materia que lo compone.

Como hemos indicado anteriormente, el plano mundo astral es una esfera que rodea e interpenetra la Tierra. De hecho, se nos dice que la Tierra está rodeada e interpenetrada por seis esferas de materia tan sutil, que escapan a la visión corriente, razón por la cual todos tenemos la impresión de que el planeta es solo la esfera física. En el orden concéntrico de las esferas, la astral es la que sigue a la física. De menor densidad que ésta última, es sin embargo un mundo de decisiva importancia en lo que se refiere a nuestro proceso evolutivo.

Se nos dice que la esfera astral se extiende hasta cerca de 225,000 millas de la superficie terrestre aproximadamente hasta la órbita de la luna en perigeo), y que posee siete divisiones agrupadas en dos regiones. La región superior está compuesta de tres divisiones donde se manifiestan el poder, la luz y la vida espirituales, en suma, todos los aspectos que dicen relación con sentimientos y deseos de tipo elevado y positivo.

La cuarta división es una especie de región neutra, en donde sentimientos de interés o indiferencia encuentran expresión. La región inferior agrupa tres sub-divisiones que representan energías opuestas a la superior. En ellas se manifiestan aspectos que representan deseos y actitudes de tipo inferior, tales como vicios, adicciones, deseos vulgares e innobles, etc.

La sub-división más baja entre las inferiores se encuentra interpenetrando la esfera física del planeta, lo cual ha dado origen a la idea cristiana de que el “infierno” o “purgatorio” se encuentran “abajo”, es decir, bajo la superficie de la Tierra.

Este ordenamiento de las sub-divisiones astrales ocurre como consecuencia de la ley de gravedad que también actúa sobre la materia astral atrayendo hacia el centro de la esfera la materia astral más densa, que es la que representa deseos y emociones inferiores.

Se nos dice además que, a diferencia de la Tierra, la vida en la esfera astral ocurre en cuatro dimensiones, lo cual hace de la consciencia humana en la esfera astral algo drásticamente modificado con respecto a la consciencia de la vida física. Como ejemplo de esto pensemos en un cubo que, al ser observado en el mundo físico desde uno de sus lados, va a dar la impresión de que los otros lados son más pequeños, especialmente el lado opuesto. Esta es por cierto una ilusión visual provocada por nuestro ángulo de observación, ya que sabemos que en un cubo todos sus lados son iguales. ¡En el mundo astral, en cambio, tal ilusión no tiene lugar, y no solo percibimos todos los lados del cubo de igual tamaño, sino también el interior del cubo simultáneamente con su exterior!

Lo anterior proviene también del hecho de que en el mundo astral la percepción del individuo no está condicionada por cinco sentidos como ocurre cuando funciona en su cuerpo físico. En su cuerpo astral, el sujeto percibe de manera simultánea y total, y por cierto más aguda, precisa y ampliamente de lo que era capaz de percibir mediante los sentidos físicos.

Habitantes

Así como existe una gran variedad de habitantes en el mundo físico y sus diferentes especies, existe también gran variedad de habitantes en el mundo astral. Uno de los principales habitantes del mundo astral es el hombre mismo, ya esté encarnado o desencarnado. Expliquemos. Tal como se indica en la lección anterior, durante el sueño el Ego abandona el cuerpo físico, funcionando ahora en sus vehículos astral y mental acompañados de los dos éteres superiores, el Luminoso y el Reflector; queda sin embargo unido al cuerpo físico mediante el llamado “cordón de plata”, estructura etérea sutil que continuamente une los dos éteres superiores con los inferiores; éstos últimos quedan con el cuerpo físico realizando su función restauradora. (Si por algún imprevisto se rompiese el cordón plateado, ello conllevaría instantáneamente la muerte del cuerpo físico, ya que con ello este queda cercenado de su fuente vital).

Lo anterior explica la presencia en el mundo astral del hombre aún encarnado, quien, se nos dice, funciona de manera consciente en la esfera astral cuando tiene el desarrollo necesario para ello. En el hombre primitivo la consciencia astral es como una bruma que lo hace escasamente consciente de la vida astral, y sus vehículos sutiles, aún sin desarrollo, permanecen durante el sueño flotando cercanos al cuerpo físico pero sin permitir al Ego percibir o experimentar gran cosa.

La presencia del hombre en el mundo astral después de la muerte de su cuerpo físico es obligatoria, y su duración dependerá de la intensidad y persistencia con que el individuo haya expresado sus emociones y deseos durante la vida física. Tales deseos y emociones se desintegrarán en el mundo astral al no poder hallar satisfacción debido a la ausencia de cuerpo físico, y si se encuentran excesivamente cristalizados demorarán tal desintegración, con ello reteniendo al Ego más tiempo de lo deseable en el mundo astral.

El Elemental Astral

Entre los habitantes del mundo astral encontramos también a los llamados “espíritus de la naturaleza”, que en lenguaje teosófico se conocen como “elementales”. Se trata de seres que se encuentran aún involucionando, es decir, que están en el arco descendente de la evolución. Recordaremos que en nuestra primera lección se estableció que la evolución no procede hacia arriba en línea recta, sino en un círculo cuya primera mitad se titula “arco descendente” (involución) y la segunda “arco ascendente”(evolución); es decir, la vida manifestada en toda criatura, desciende hacia la materia densa donde gana conocimiento y experiencia antes de finalmente liberarse de ella ascendiendo nuevamente a los mundos sutiles. Nuestra humanidad está al presente empezando a recorrer el arco ascendente, pero hay millones de seres representando humanidades del futuro, que aún se encuentran en el arco descendente.

Los cuerpos de estos seres elementales están conformados por el tipo más básico de materia que se conoce en el universo, a la cual se ha dado el nombre de “esencia elemental”. De ahí el nombre “elementales”. (Existen tres tipos de esencia elemental, a saber: la del mundo mental abstracto, la del mundo mental concreto, y la del mundo astral). En la lección 13 de este curso tratamos en detalle el tema de los elementales, pero en la presente debemos hacer mención a cierto elemental conectado directamente con la vida de todo sujeto: el elemental astral. Se trata de una especie de parásito que se adhiere al cuerpo astral de la persona y que va tomando forma y energía a medida que el individuo crece y da curso a sus deseos y emociones en la vida diaria. Cuando se trata de un individuo que cede fácilmente a los deseos y emociones de su cuerpo astral, el elemental se empieza a identificar con éste último, haciéndolo difícil o casi imposible de gobernar. Ignorante acerca de la existencia de este elemental, el individuo vive su vida entregándose a vicios cuya adicción ni siquiera puede explicar.

La vida del elemental astral llega a su fin al fallecer el cuerpo físico. Al ocurrir esto, el elemental percibe el cambio y, a objeto de preservar su existencia, arregla la materia del cuerpo astral en capas concéntricas, colocando la más densa al exterior con el afán de protegerse. Sin embargo, la incapacidad del cuerpo astral de satisfacer sus deseos debido a la ausencia de cuerpo físico terminan por desintegrar, una por una, las capas de materia astral densa que se nutren de la satisfacción de tales deseos, finalmente liberando al Ego de su incómodo visitante.

Otros habitantes

Entre la enorme variedad de habitantes del mundo astral se encuentran otras entidades astrales, algunas bastante elevadas, tales como los Devas astrales (ángeles: ver lección 13), más otras de tipo bajo que responden a la denominación general de “elementarios”. Entre estos, vale mencionar tres tipos: la sombra, el cascarón, y el cascarón vitalizado, éste último poseyendo la consciencia de un elemental artificial, la entidad anteriormente descrita que se origina invariablemente en el hombre. Por ley natural, el Ego de un individuo fallecido que ha ingresado al mundo astral, debe ascender eventualmente al mundo mental, lo cual ocurre al desintegrarse su cuerpo astral.

Pero ocurre a veces que este último se encuentra fuertemente vitalizado por la energía de las pasiones a las cuales el individuo se ha entregado por largo tiempo, y el Ego debe entonces desprenderse forzosamente del cuerpo astral antes de que éste se desintegre. Lo que queda entonces en el mundo astral es una entidad hecha de materia astral e incluso mental, ya que el Ego, en su esfuerzo para liberarse, deja tras sí parte de su cuerpo mental también. Debido a que no tiene conexión alguna con la Mónada, se trata de una entidad con vida propia pero de gran malignidad, representada por las peores características del sujeto e incluso reteniendo su memoria, animada exclusivamente por la energía de sus pasiones y pensamientos malévolos, una “sombra”.

Desgraciadamente son éstas las entidades que a veces se manifiestan en sesiones de espiritismo frecuentadas por personas que desean comunicarse con parientes fallecidos. Lejos están tales personas de imaginar que quien se está manifestando en la sesión no es su ser querido, sino una entidad que puede incluso recoger datos de la memoria de los presentes para impersonar a la persona invocada. La “sombra” se beneficia de tales sesiones al absorber energía vital del médium y de los concurrentes, y nada positivo puede resultar de semejante actividad. El alumno debe invariablemente evitar asistir a sesiones espiritistas, indicando a otros el peligro inútil al que se exponen en tal actividad.

Eventualmente, los “elementarios” se desintegran y desaparecen, la duración de su existencia siendo directamente proporcional a la energía de las pasiones malignas que les animan.

El “cascarón astral” es en realidad el cadáver astral de un ser humano en sus últimos estados de descomposición, toda partícula de materia mental en él habiendo desaparecido. Como tal, no posee consciencia ni inteligencia y flota pasivamente sobre las corrientes astrales. Puede, sin embargo, ser temporalmente animado por un buen médium, e impersonar a una persona fallecida.

El “cascaron vitalizado” posee la consciencia de un elemental artificial, entidad creada mediante lo que en Teosofía se conoce como una “forma de pensamiento” (ver lección 11), y que constituye la clase más abundante entre las entidades astrales. Las formas de pensamiento lógicamente corresponden al tipo de pensamientos que el sujeto emite, y en el caso del cascarón vitalizado éste puede haber sido creado por pensamientos malevolentes proyectados con gran energía y persistencia. Las reprensibles prácticas de magia negra tales como el “vudú” o el “obeah” crean este elementario dotándolo de gran poder destructor y utilizándolo para dañar e incluso asesinar a otras personas. Se nos dice que los efectos del Karma sobre aquellos que se entregan a semejantes prácticas se encuentran entre los más drásticos de esta Ley retributiva, ya que ellas van en oposición directa a la Ley Universal del Amor. Se nos dice además, que los “magos negros” y sus pupilos son capaces de prolongar su existencia astral mediante ciertas prácticas de más horrible naturaleza, pagando por ello un precio más horrible aún.

El Alumno Ocultista

Cuando el ser humano ha logrado un cierto grado de desarrollo y está en condiciones de unirse al esfuerzo de aquellos que trabajan en aras del progreso de la humanidad se le propone, después de desencarnar, que renuncie al período devachánico (el Devachán es lo que algunas religiones llaman “el Cielo”, y comprende las cuatro divisiones inferiores del plano mental) a que tiene derecho, para volver a encarnar rápidamente y continuar con su trabajo oculto. Esto representa un gran sacrificio, pero también un gran honor que con certeza acelerará el proceso evolutivo del individuo. De aceptar éste la sugerencia, todo queda supeditado a la autorización de una Autoridad Superior. De ser obtenida la autorización, el alumno permanecerá por un tiempo en el plano astral, para de allí volver a encarnar en tiempo relativamente breve.

Animales

Se nos dice que después de morir, los animales tienen una existencia de corta duración en el mundo astral, al cual ingresan – en el caso de aquellos animales a los cuales se mata para comer su carne- en un estado de terror y odio indecibles para con el ser humano, todo lo cual añade una vibración baja al plano astral reforzando las sub-divisiones inferiores y todo lo que hay en ellas de tipo grosero, especialmente considerando la enorme cantidad de animales se sacrifican a diario para proveer los mercados mundiales de carne roja. Esta es una de las razones por las cuales el estudiante de ocultismo debe abstenerse de consumir carne, habiendo por cierto muchas otras, tales como rehusar participación en la crueldad inherente en los mataderos y las garantías de mejor salud que la dieta vegetariana conlleva.

Estado del ser humano que ingresa al plano astral al morir

Como es natural suponer, el estado en el cual se encuentran en el mundo astral las personas que desencarnan, varía enormemente, y estará en proporción directa al estado magnético y vibratorio de cada persona. Todos estamos en situación diferente en este sentido; en algunos casos la diferencia es marcada, en otros, hay cierta similitud, pero nadie está, exactamente en la misma situación. Es entonces nuestro propio estado vibratorio –y no un Dios iracundo – lo que determina el nivel del mundo astral al cual ingresaremos después de la muerte, porque nuestra vibración estará en armonía con aquél. Si nuestra vibración es de tipo bajo, nuestra consciencia y lugar astral también lo serán.

Conviene ante nada recordar que, al desencarnar, el individuo continúa siendo exactamente el mismo de antes. Todo lo que ha hecho es despojarse de una vestimenta (el cuerpo físico), lo cual por cierto no cambia su naturaleza ni su estado evolutivo. Continúa siendo generoso sí lo era anteriormente, y egoísta si esa era su manera de ser, y lo mismo aplica a todas sus otras características como persona.

Naturalmente el tipo de “muerte” del individuo determina en gran medida las condiciones de su vida astral, y mencionaremos brevemente lo que ocurre bajo determinadas condiciones. La reacción habitual del individuo al recuperar su consciencia en el plano astral (lo cual puede tomar días e incluso más tiempo) es suponer que aún está físicamente vivo. Se da perfecta cuenta que algo ha cambiado drásticamente y se encuentra en un comprensible estado de confusión del cual irá saliendo gradualmente. Sin embargo, la percepción de quienes ingresan al plano astral corresponde en gran medida a su respectivo grado de consciencia ya que, como hemos expresado anteriormente, el mundo astral y los demás planos sutiles son, además de un lugar, un “estado” de consciencia.

El individuo mayormente desarrollado espiritualmente, percibe el Plano Astral de mejor manera que aquel de inferior desarrollo y, más aún, a medida que su estadía en los niveles inferiores del Plano le va limpiando de la materia astral grosera de su cuerpo, su percepción se hace más aguda, permitiéndole ahora disfrutar de la maravillosa belleza de las divisiones superiores del plano.

Consecuentemente, el hombre primitivo, de alma nueva y poco evolucionada, tiene una vida astral breve y nebulosa, debido a la falta de desarrollo de su cuerpo astral. En cambio el individuo altamente desarrollado, teniendo poco o nada de materia grosera en su vehículo astral, pasa inconsciente y rápidamente por las divisiones inferiores y experimenta las superiores en toda su grandeza y alegría.

Suicidas y Víctimas de Accidentes

Se nos dice que estas dos clases de fallecidos suelen enfrentar una vida astral difícil. Si la víctima de un accidente era una persona de vida limpia y honesta, permanecerá en un estado de inconsciencia hasta que se cumpla el tiempo establecido por su karma para lo que debería haber sido su muerte natural, recuperando la consciencia sólo en las divisiones superiores del plano astral. En cambio, la persona viciosa que desencarna inesperadamente en plena efervescencia de sus pasiones y vicio no aún bajo control, se verá magnéticamente atraída hacia las divisiones astrales inferiores, sufriendo agudamente al no poder dar curso y satisfacción a sus vicio habituales. La conexión entre su doble etérico y su cuerpo astral será aún muy fuerte y difícil de romper, lo cual vivificará el astral haciéndolo agudamente consciente de su sufrimiento. Una comparición adecuada de esto, es la del fruto aún verde al cual se le saca la semilla. Alrededor de ésta, quedará buena parte de la pulpa que aún no estaba lista para separarse. Del mismo modo, una buena cantidad de materia astral grosera quedará adherida al individuo, determinando así su situación astral.

El suicida enfrenta una situación similar, con el añadido de que ha incurrido en una gran deuda kármica al quitarse la vida, acto de enorme gravedad desde el punto de vista oculto. Hay, sin embargo, diferentes grados de responsabilidad entre quienes recurren al suicidio, variando entre aquellos que pierden la razón momentáneamente bajo el impacto de una situación terriblemente dolorosa y aquellos que calmada y deliberadamente se quitan la vida a objeto de evitar enfrentar sus problemas o por aburrimiento. La ley del karma, siempre ecuánime, dará a unos y a otros la exacta medida dictada por la intención y las circunstancias que determinaron el acto suicida.

Los efectos kármicos del suicidio se manifiestan generalmente en una vida futura y a través de un cuerpo físico severamente impedido, limitando así las posibilidades de avance del Ego pero mostrándole también la absoluta necesidad de aprender dos importantes lecciones: la de la reverencia por toda vida, incluso la de su propio cuerpo, y la del valor moral para aceptar las dificultades y dolores inherentes en la existencia humana, entendiendo que es precisamente a través de éstos que el desarrollo de la consciencia espiritual, la sabiduría y la compasión, tienen lugar.

Las Divisiones del Mundo Astral

Se nos dice que el plano astral tiene siete divisiones o subniveles situados de la siguiente manera:

Sub-nivel 1.- Se encuentra interpenetrando la esfera física de la Tierra, lo cual ha dado origen a la idea de que el “purgatorio” se encuentra “abajo”, es decir, bajo la corteza terrestre. Los peores criminales, la gente más ferozmente egoísta y materialista, aquellos que solo persiguen fines egoístas y malvados, constituyen la población de esta división. Esta es materia astral densa y grosera, que vibra a tono con deseos y emociones de tipo inferior.

Sub-nivel 2.- Sobre la superficie terrestre, ofreciendo una existencia astral triste y desorientada. Materia astral aún densa y grosera, pero en menor medida que la anterior. Habitada por gente sin la maldad de la anterior, pero esencialmente centrada en sí misma y en sus propios intereses.

Sub-nivel 3.- Interpenetrando las capas atmosféricas terrestres. Materia astral de menor densidad a las anteriores. Habitada por seres aún conscientes de las cosas terrenas y por elementarios que asisten a las sesiones espiritistas impersonando a personas fallecidas que están siendo invocadas por el médium.

Sub-nivel 4.- Materia astral menos densa aún, ocupando la parte superior de nuestras capas atmosféricas. Se trata de una especie de región neutra cuyos habitantes son aquellas personas que, sin tener vicios o maldad, jamás tuvieron un solo pensamiento o inclinación hacia la vida espiritual o religiosa, estando convencidos de que solo eran su cuerpo físico y que al morir éste, la vida concluía.

Sub-nivel 5.- Materia astral luminosa y sutil, ubicada en el espacio y más allá de las capas atmosféricas superiores. Habitada por aquellos que ya han sido purificados por la experiencia de los sub-niveles inferiores.

Sub-nivel 6.- Materia astral más sutil, colorida y luminosa que la anterior. Sus habitantes ya no pueden expresar emociones o deseos que no sean de tipo elevado.

Sub-nivel 7.- La región astral más elevada, cuya ubicación alcanza hasta la órbita de la Luna en perigeo (máxima aproximación) aproximadamente 225,000 millas de la Tierra. Aquí encuentran expresión todo aquello en relación con las artes, la filantropía y las emociones elevadas. Aquí el Ego se prepara para la “muerte” de sus vehículo (cuerpo) astral y su entrada definitiva al plano mental o Devachán.

Comunicación

La comunicación entre personas vivas en su cuerpo físico y personas desencarnadas que se encuentran en el plano astral es posible, pero no recomendable. La Naturaleza, siempre sabia, ha dispuesto la completa separación de consciencia entre los habitantes de la esfera física y la esfera astral, esencialmente para la protección de ambos. Sesiones de espiritismo y cualquier otro método empleado para contactar a una persona fallecida, representan en sí una violación de esta ley natural, especialmente cuando el deseo de tal contacto se origina en motivos personales.

A personas espiritualmente desarrolladas se les permite tal interacción si el trabajo espiritual que están realizando así lo requiere, pero la ocurrencia es, a más de breve, bastante poco corriente.

Conclusiones

De lo anterior es natural colegir que aquellas personas que tienen un intenso apego a la vida física y a las sensaciones, tendrán considerable dificultad en desprender de su cuerpo astral materia de las regiones inferiores, lo cual demora, a veces por largo tiempo, su ingreso a las regiones superiores.

Eventualmente, sin embargo, y siguiendo la ley universal del movimiento continuo, todo individuo en su cuerpo astral termina purificándose debido a la imposibilidad de satisfacer hábitos o vicios para los cuales se requiere un cuerpo físico, ascendiendo finalmente a los sub-niveles superiores y preparándose, ya purificado, para ingresar el mundo mental.

La excepción a esta regla está dada por el discípulo avanzado que, como indicamos anteriormente, puede renunciar, mediante autorización especial, a su período devachánico para volver a encarnar rápidamente a realizar el trabajo que su Maestro le asigne.

El plano astral es visitado a veces por ciertas entidades muy elevadas, que materializan astralmente un cuerpo para la ocasión. Se les conoce como los Nirmanakayas. Pero existe además una hueste angélica de considerable volumen que habita las regiones superiores del plano astral y que ostenta funciones perfectamente definidas a favor del progreso del Plan divino.

Duración de la vida astral

Como es natural suponer, la duración de la vida astral es proporcional a la intensidad y cantidad de las emociones y deseos del individuo. El yogui de las montañas que vive en el ascetismo y la austeridad, habiendo prácticamente matado todo deseo por las cosas terrenas y de los sentidos, pasará velozmente y de manera inconsciente por los niveles inferiores e intermedios del mundo astral, recuperando la consciencia en los superiores y a veces solo en el mundo mental. El individuo de vida mundana en cambio, lleno de apegos por lo físico, tendrá inevitablemente una larga permanencia en el mundo astral. Se nos dice que la duración de la vida astral del hombre promedio es de 20 a 40 años de tiempo físico. Pero debe entenderse que debido a que el plano astral funciona en cuatro dimensiones, el paso del tiempo se experimente de diferente manera, siendo directamente proporcional al tipo de experiencia astral que se esté viviendo. Incluso en la vida terrestre nos es dado ver que si lo estamos pasando muy bien, el tiempo vuela, y dos horas parecen como si solo media hora hubiera transcurrido; lo opuesto ocurre cuando lo pasamos mal, y el tiempo se nos alarga interminablemente aunque sea relativamente breve.

El sufrimiento de la experiencia astral en las divisiones inferiores del plano, purifica al Ego liberándolo de sus pasiones terrestres para darle acceso al plano mental. Pero debe comprenderse que la tendencia a caer en esas pasiones nuevamente queda en su átomo simiente, y el Ego deberá luchar para eliminarla mientras se encuentra aún en la vida física. Si tal hace, se librará de esas tendencias para siempre.

La vida en el plano astral - y esto debemos entenderlo claramente - es de tipo subjetivo, y en consecuencia drásticamente diferente a la vida terrestre física, objetiva, en donde las cosas y los seres están claramente delineados y relativamente fijos. En el plano astral todo está en movimiento constante y lo que se observa es en gran medida debido a la capacidad del observador. La material astral responde con rapidez al impulso mental, y pensar en algo es materializarlo en el acto. Sin embargo, lo materializado se desmaterializa rápidamente cuando el pensamiento no es suficientemente sostenido poderoso para mantener la forma que se ha creado.

La vida astral del sujeto llega a su término cuando su cuerpo astral finalmente se desintegra al ir eliminando gradualmente todo lo relativo a deseos y emociones terrestres, incluyendo aquellos de tipo elevado. La emoción y el deseo humanos son entonces reemplazados por el segundo principio de su ser, el Principio Búdico (Sabiduría, Amor-Intuición), aún en desarrollo. Liberado de la densidad de la materia astral, el Ego ingresa entonces al plano mental (el “cielo” de las religiones), cuya naturaleza y estructura discutiremos en la siguiente lección.

De los cuatro reinos físicos existentes en el planeta, sólo dos poseen cuerpo astral propio: el humano y el animal. El mineral y el vegetal tienen un doble astral, pero están bajo la influencia del cuerpo astral del planeta, razón por la cual no experimentan deseo o emoción en la forma de los anteriores.



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CURSO INTRODUCTORIO, 14 LECCIONES - RENARD, Enrique

Lección 1 - EL PLAN DIVINO



Lección 4 - REENCARNACIÓN

Lección 5 - KARMA

Lección 6 - LA HERMANDAD BLANCA


Lección 8 - EL DOBLE ETÉREO

Lección 9 - EL CUERPO ASTRAL

Lección 10 - EL PLANO MENTAL



Lección 13 - EL REINO DÉVICO









LA MENTE Y EL PLANO MENTAL



Lección 10


LA MENTE Y EL PLANO MENTAL



De los siete campos de energía vibratoria (materia) que componen el Universo, el Plano Mental o Mundo del Pensamiento representa el más elevado de los tres campos o planos en los cuales el proceso evolutivo del ser humano tiene lugar.

Entre los cuatro Reinos de la Naturaleza, el Mineral, el Vegetal, el Animal y el Humano, que coexisten en el planeta, la facultad de pensar analítica y racionalmente pertenece solamente al Reino Humano. Para ello, éste posee una Mente, o Cuerpo Mental que, en combinación con su cerebro, le permite pensar. Siendo como es, un instrumento maravilloso, cabe notar que en uno de sus textos H.P. Blavatsky califica a la Mente como “el peor enemigo del hombre”. Esta sorprendente afirmación no debe tomarse como absoluta a menos que se entienda claramente lo que HPB quiso decir. Para ello es necesario establecer claramente cuál es la relación existente entre el ser humano y su Mente.

El Ser Humano no es su Mente

Una de las peores equivocaciones que prevalecen en nuestra Humanidad actual es la idea de que nosotros somos nuestra Mente. Más aún, también creemos que somos nuestras emociones y deseos personales, porque identificamos todo eso como el Yo. “Así pienso yo…; así deseo y siento yo…; y este soy yo…” nos decimos al ver nuestra imagen física en una foto o en un espejo. Pero esta no pasa de ser una ilusión de la cual conviene deshacerse cuanto antes, porque es la causa de la mayoría de nuestros sufrimientos.

Confundir al ser humano con los vehículos que la Naturaleza le ha entregado para expresar conciencia a nivel mental, emocional y físico, es como confundir el automóvil con el conductor que lo maneja, o la casa con la persona que en ella vive. El ser humano vive en su cuerpo físico a nivel molecular, pero él no es su cuerpo físico; el ser humano expresa emociones y deseos, pero éstos no provienen de él, sino de su Cuerpo Astral, mecanismo sutil e invisible al ojo físico, diseñado para generar emoción y deseo; el ser humano piensa, pero sus pensamientos provienen de su Cuerpo Mental o Mente y a través de su cerebro, que es el órgano que utiliza la Mente para expresar sus pensamientos a nivel físico. En suma, no se debe confundir al Ser que somos, con los vehículos que usamos para manifestar conciencia a nivel mental, emocional y físico.

Cuando la Mónada Humana ha concluido su peregrinaje evolutivo por los reinos llamados “inferiores” en la Naturaleza - vale decir, el Mineral, el Vegetal y el Animal - y encarna por primera vez como ser humano, lo hace a través de una extensión de sí misma que alcanza al Plano Mental desde el Plano Monádico. A ésta se la llama el Ego Espiritual o Alma Individual, que surge al producirse la primera encarnación humana. Con ello recibe por primera vez la Mente racional que le distinguirá de los animales al permitirle libertad de pensar, decidir y proceder, y pasa por ello a ser moralmente responsable por sus actos. El animal en cambio sigue automáticamente los dictados de la Naturaleza al proceder mediante lo que llamamos “instinto”.
Viniendo a la encarnación en lo que se podría definir como un estado “virginal”, el Alma tiene que desarrollar su potencial pensante y senciente, porque no sabe pensar ni sentir. Ambas cosas son factores de desarrollo que aún no posee. Los vehículos Mental y Astral le permitirán hacerlo pero ahora debe enfrentar un gran dilema: aprender a controlar y a educar a esos cuerpos sutiles, tarea en extremo difícil porque ellos representan focalizaciones individuales de energías cósmicas extremadamente poderosas.

Todos sabemos lo difícil que resulta, por ejemplo, controlar nuestro enojo cuando nos vemos insultados de manera grosera e injustificada; o cuando nuestra Mente, actuando por su cuenta, nos entrega información falsa que inflama nuestras emociones. Nuestro cuerpo físico procede entonces a actuar bajo tal estímulo, y lo que tenemos es una pelea!

Los cuerpos del ser humano son mecanismos; objetivo y visible el físico, sutiles e invisibles al ojo físico el Mental y el Astral o Emocional. Como tales, no son malos ni buenos. Su buena o mala actuación depende cómo se les use. No podemos calificar la electricidad de “buena” o “mala” porque alguien ha iluminado una ciudad o alguien se ha electrocutado tocando un cable de alta tensión respectivamente. Las energías universales son lo que son: energías. Aprender a utilizarlas sabiamente debe ser nuestro objetivo para avanzar. El control de los cuerpos sutiles del ser humano se logra primeramente mediante el control de la Mente. Con ésta bajo dominio, el control sobre las emociones y deseos se hace más viable.
El estudiante debe entender que su Mente es un mecanismo que le permite pensar, pero que no tiene principios morales de ninguna especie. Es el Alma, el Ego Espiritual, el que tiene que inyectar ese elemento de ética y moralidad, porque éste representa la Divinidad en nosotros. Los mecanismos no poseen tales cosas. La Mente no controlada por el Alma, se torna entonces en algo peligroso que incluso demorará significativamente nuestro avance. Aprender a controlarla es en consecuencia absolutamente crucial, y la única forma de hacerlo es mediante la meditación. Y para establecer un proceso meditativo apropiado es necesaria la concentración.

Se nos dice que existe entre el Alma y la Mente, un “espacio”. A ese espacio se entra silenciando la Mente, que en la mayoría de las personas mantiene una cháchara permanente de pensamientos intrascendentes y a veces Inapropiados que aislan a la persona de su Ser Superior. Silenciar la Mente mediante un esfuerzo por concentrarse algunos minutos en un determinado objeto con prescindencia de cualquier otra cosa, no debería ser tarea difícil. Lo es, sin embargo, debido a los muchos años que el individuo ha dado “vía libre” por así decir, a su mente. Pero Silenciarla es algo perfectamente posible, aunque ello puede demorar un tiempo mayor en algunas personas que en otras. Se recomienda en consecuencia, el siguiente ejercicio:
Sentarse quietamente en algún lugar privado con el máximo de certeza de no verse interrumpido. Mantener la columna vertebral recta, perpendicular al suelo. Vaciar el pulmón de aire por completo, e inspirar el aire por la nariz, profundamente hasta llenar el pulmón; sostener el aire dentro cinco segundos, y expulsar lentamente por la boca. Esperar cinco segundos antes de efectuar la nueva inspiración por la nariz, y completar diez respiraciones. Esperar 15 segundos, e iniciar una nueva serie de 10 respiraciones, hasta completar 40 en total, vale decir, cuatro series de 10. Se experimentará entonces una sensación de calma y serenidad. No hay nada de milagroso en ello. Lo que ocurre es que el exceso de oxígeno que entra a los pulmones al respirar de la manera indicada, entrega una mayor carga de oxígeno de la normal a la sangre, que a su vez lleva esa carga extra al sistema nervioso, relajándolo, condición esencial ésta para silenciar la mente y abrir el canal de comunicación entre la personalidad y su Ser Superior. Producido este contacto, que entrega una sensación de alegría y paz difícil describir, los vehículos caen bajo el control del Alma, que es el verdadero individuo, y su avance se acelera considerablemente, porque ahora es él mismo quien controla su vida en lugar de verla dominada por sus vehículos. Estos le han sido proporcionados para que él los use, no para que ellos lo usen a él, que es lo que ocurre con la mayoría de la gente ajena por completo a este conocimiento. Si partimos de la base de que el ser humano no es “un cuerpo con un alma”, como erróneamente se ha enseñado, sino que se trata en realidad de un Alma con cuerpos, vehículos que le permiten pensar, sentir y actuar, nuestro enfoque varía radicalmente con respecto a lo que en realidad somos y la vida que vivimos, y nuestra capacidad para someter los vehículos a nuestra voluntad queda establecida definitivamente.

La acotación de Blavatsky queda entonces en debida perspectiva, aunque en rigor debiera decir: “La mente que no está bajo el control de su dueño se torna en su peor enemigo”, para así representar la totalidad de la idea.

El Plano Mental

El Plano Mental es el plano donde el Ego sintetiza las lecciones aprendidas durante la encarnación recién pasada después de la muerte de su cuerpo físico, transformándolas en lo que se conoce como facultades naturales o talento. Existe, desafortunadamente, en el mundo occidental, la tendencia a suponer que el talento es un don del Creador con el cual ciertas personas son bendecidas al nacer sin razón aparente. Es decir, se presume que Dios, (descrito por muchos como un Padre infinitamente bondadoso y justo) da a ciertas personas capacidades excepcionales a tiempo que las niega a otros por razones inexplicables. Especialmente entre aquellos que niegan la doctrina de la Reencarnación, tal afirmación equivale a aceptar un Dios caprichoso e injusto, una especie de tirano cósmico, un Ser en directa oposición al que proclaman como infinitamente justo.

La Teosofía postula en cambio un universo regido por Ley, y de acuerdo con este principio todo lo que el hombre tiene, especialmente en lo que se refiere a talentos individuales, lo debe lograr por sí mismo mediante esfuerzo y disciplina propios. Esta idea está basada en el hecho de que lo que llamamos “evolución” es en realidad un proceso de desenvolvimiento (la palabra del latín evolvere, de donde viene “evolución”, significa literalmente “desenvolver”) una especie de florecimiento del enorme potencial divino que es parte de nuestro ser; y, debido a que este potencial es interno, su desarrollo debe tener lugar desde dentro de cada ser humano bajo el estímulo representado por la acción e interacción a que nos instan la vida física, emocional y mental. El proceso es similar al de la semilla que, plantada en la tierra, da origen a un árbol; pero el árbol surge desde dentro de la semilla que contiene en latencia la forma, el colorido, el tamaño y, en fin, todo lo que ese árbol debe ser.

Cuando el hombre desencarna e ingresa al Plano Mental después de su paso por el Plano Astral, lleva consigo en su átomo simiente (ver Lección 2) todo el aprendizaje llevado a cabo en su vida física recién concluida. En el plano mental sintetizará este conocimiento para posteriormente incorporarlo a su Cuerpo Causal en términos de posibilidades vibratorias. Tales posibilidades se manifestarán como “talento innato” cuando al individuo encarne nuevamente. Tendrá entonces un nuevo cuerpo físico (y en consecuencia un nuevo cerebro físico que no puede recordar lo aprendido en vidas pasadas por no haberlo grabado), pero su aprendizaje y las facultades logradas durante la encarnación anterior no se perderán gracias al método de la Naturaleza antes descrito para retener y preservar lo adquirido.

Bastará solo un poco de reflexión para darse cuenta de cuán justo y apropiado resulta este sistema, que asegura así que cada cual tenga exactamente lo que merece, la medida precisa de su propio esfuerzo, disciplina y dedicación. Se explica así además la existencia de individuos tales como Mozart, que a los cinco años de edad desplegaba un talento musical tan sorprendente como inexplicable para quienes no conocen esta doctrina, lo mismo siendo aplicable a diferentes individuos que brillan en diversos campos del arte y la ciencia.

Resulta entonces razonable suponer que todo lo que tenemos y somos como individuos, con nuestro talento y con nuestras limitaciones, constituye la suma total de todo lo que hemos hecho o dejado de hacer en nuestras encarnaciones anteriores. A nadie podemos culpar por nuestra carencia de talento musical, por ejemplo, si en vidas anteriores jamás hemos indicado interés alguno en el estudio de la música ni en la disciplina de aprender instrumentos musicales.

Cierto es que al nacer en un cuerpo físico - que precisará gran cantidad de desarrollo antes de llegar a la edad adulta - deberemos abocarnos nuevamente al aprendizaje del campo en cuestión; pero este nuevo esfuerzo será diez veces menor que el realizado en vidas pasadas. Claramente, Mozart, en su última vida, demoró muy breve tiempo en aprender teoría e instrumentos musicales en comparación con otros que estudiaban tales disciplinas por vez primera.

Las dos Regiones

El Plano Mental está dividido, al igual que el resto de los siete planos, en siete divisiones o sub-niveles. Las cuatro inferiores agrupan lo que se conoce como la Región Mental Concreta o Devachán; las tres superiores constituyen la Región Mental Abstracta o Conceptual. La materia sutilísima que compone el único vehículo permanente del Alma a través de todas sus encarnaciones, su Cuerpo Causal, proviene de esta región, y es en ella donde el Alma encuentra el descanso necesario entre una encarnación y otra para proveerse de la energía requerida para enfrentar un nuevo encarne, una nueva vida física.

El Alma ingresa a la Región Abstracta después de haber perdido, uno por uno sus vehículos físico, astral y mental concreto, y después de haber sintetizado en la región concreta todo el conocimiento adquirido durante la encarnación ya concluida. Esta es, se nos dice, la verdadera morada del Alma, el plano en donde encuentra su verdadera expresión, despojada de los aspectos inferiores impuestos por la personalidad, que es la suma de los tres vehículos antes mencionados. Allí experimenta una felicidad y un éxtasis imposibles de describir en palabras. Se trata de una experiencia verdaderamente sublime, que difiere del cielo mencionado por algunas religiones sólo en que se trata de un estado temporal y de ninguna manera eterno. El Ego todavía no se ha ganado su derecho a la felicidad eterna, quedándole aún bastante por aprender, razón por la cual tendrá que volver a encarnar, abandonando así aquella morada feliz para rodearse nuevamente de campos de energía (cuerpos) que le permitirán continuar su aprendizaje a través de la experiencia en los planos inferiores.

Los Arquetipos

La Teosofía nos dice que es en la región del pensamiento abstracto donde las ideas germinan. Por su parte, la región del pensamiento concreto entrega la materia mental concreta para vestirlas y producir las formas de pensamiento correspondientes. Por vía de ejemplo, supongamos que alguien decide encargar a un ingeniero mecánico la fabricación de un automóvil. En tal caso, lo primero que el ingeniero tendrá que hacer es imaginar el automóvil, o mejor dicho, el concepto de un vehículo automotriz. Para ello debe pensar, utilizando materia mental abstracta o conceptual. Una vez que logra tener el concepto claro, diseña en su mesa de trabajo la forma y especificaciones concretas del automóvil, para lo cual utilizará materia mental concreta. Logra de este modo que la idea abstracta original, tome forma concreta, aunque solo sea en la imagen bidimensional del dibujo. Para que la actual realidad física del vehículo tenga lugar, deberá enviar el dibujo a la fábrica que, una vez en posesión de los materiales necesarios, procederá a construirlo bajo las especificaciones dadas. He aquí un ejemplo claro para ilustrar la idea de que todo aquello que está manifestado en el mundo físico tiene que manifestarse primeramente en el mundo mental. Antes de que algo se transforme en realidad física debe ser primeramente pensado, ya sea por la Naturaleza o por el hombre.

De lo anterior puede colegirse que, cuando pensamos, estamos utilizando materia mental, y así como no existe automóvil, casa o ningún otro objeto físico que pueda ser construido sin plan o diseño previo, todas las criaturas y objetos existentes en el mundo físico tienen también cada una su diseño o plan previo que les otorga sus características propias, desde una molécula hasta una montaña, desde la ameba hasta el cuerpo humano, desde el humilde musgo hasta la flor más colorida, perfumada y hermosa, y en fin, toda forma en la infinita variedad existente en la naturaleza. Este postulado nos lleva a la idea de los arquetipos.

Cuando observamos la semilla de una encina, rara vez se nos ocurre pensar que para que ésta se transforme en aquel árbol tiene que contener en sí una idea germinal, un plan en base al cual el árbol ha de tomar su forma. Cuando el árbol crece, lo atribuimos a lo que llamamos “las leyes de la Naturaleza”, pero no nos detenemos a considerar la mecánica del proceso o el maravilloso hecho de que en una semilla tan pequeña exista el plan de un árbol de gran tamaño y hermosura. Aquel pequeño plan contenido en la semilla como idea germinal, es lo que en ocultismo se llama un arquetipo o modelo.

Los autores de estos arquetipos – y en la infinita variedad de la naturaleza nos es dado observar millones de ellos – son ciertas elevadas Inteligencias de tipo angélico. Estos grandes Seres se especializan en cada una de las cuatro divisiones de la región concreta del plano mental, a saber:

4a. División = Fuerzas Arquetípicas y Mente Humana
3ª. División = Arquetipos del Deseo y la Emoción
2ª. División = Arquetipos de la Vitalidad Universal
1ª. División = Arquetipos de la Forma

De esta clasificación puede colegirse que los arquetipos no existen solamente en lo que respecta a las formas sino también en lo que respecta a los procesos mentales (porque hay que imaginar primeramente lo que deseamos crear); las emociones y deseos (porque necesitamos desear para concretar nuestra creación); y la vitalidad (porque diferentes formas requieren diferentes características para que la Vida Una pueda expresarse a través de ellas).

La Región Causal del Plano Mental es, se nos dice, la verdadera morada del Ego espiritual humano, aquella desde donde éste trata de gobernar el desempeño de los cuerpos que componen su personalidad para así procurarse las experiencias necesarias en relación con su evolución. Al producirse la encarnación el Ego trata de concentrar sus energías sobre estos vehículos. El resultado es lo que llamamos “conciencia” manifestándose a través de ellos.

La meta evolutiva del Ego se logra entonces a través de la subyugación de la personalidad mediante el control total de los vehículos que la componen. Como ya dijimos, esta no es una tarea fácil, pero eventualmente el Ego logra triunfar, desarrollando gracias a tal esfuerzo el poder de su voluntad, su inteligencia su intuición y su capacidad de amar impersonalmente, virtudes que distinguen al Adepto, al ser humano ya perfeccionado que no precisa volver a encarnar.

Aspecto del Plano Mental

No existe forma alguna de poner en palabras la inenarrable belleza del plano mental. Todo aquello, y mucho más de lo que observamos en la vida física puede ser observado allí también, solo que aparecerá mil veces más vital y hermoso de cómo se ve el mundo físico. Es un mundo de gran colorido y luz, representando además un estado de bienaventuranza y felicidad imposibles de encontrar en los planos inferiores. Es la puerta que nos abre camino hacia el plano Búdico, más elevado y más hermoso aún, y más cercano a nuestra morada divina definitiva.

Antes de concluir esta lección, es necesario recordar al estudiante que cuando se habla de “planos”, “mundos”, “divisiones” y “regiones”, no debe pensar en éstos como lugares separados en el espacio, sino como esferas que coexisten y se compenetran. Esta compenetración de diferentes tipos de materia es posible debido a la gran diferencia en frecuencia vibratoria de los átomos que las componen. De modo similar a como la arena, el agua y el aire forman el contenido de una vasija sin que ello cambie las características de estos elementos, de igual manera la esfera de materia mental compenetra las esferas de materia astral y física de nuestro planeta, coexistiendo con ellas.

Siguiendo el viejo axioma oculto “como arriba, así es abajo”, al igual que el ser humano, nuestro planeta, que es un ser vivo, tiene un cuerpo físico, un cuerpo astral, y un cuerpo mental, la diferencia con el ser humano está dada es que estos “cuerpos” planetarios son de forma esférica. Las otras cuatro esferas que completan las siete de la Tierra, forman parte de un estudio oculto más avanzado.  Pero, para dar una idea más clara del esquema de la estructura universal diremos que la esfera de la Tierra que llamamos Plano Búdico, su cuarta esfera, es tan grande que contiene en sí a todos los planetas de nuestro sistema solar; la esfera Atmica contiene en sí a todos los sistemas solares, y éstas dos esferas son a su vez parte de un plano o esfera mayor, la Monádica, todas las esferas Monádicas estando contenidas por la esfera o Plano Cósmico Adi, el Mundo Divino.






CURSO INTRODUCTORIO, 14 LECCIONES -  RENARD, Enrique
 
Lección 3 -  VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE

Lección 4 -  REENCARNACIÓN 

Lección 5 -  KARMA 

Lección 6 -  LA HERMANDAD BLANCA 

Lección 7 -  LA DOCTRINA DE LOS CICLOS 

Lección 8 -  EL DOBLE ETÉREO 

Lección 9 -  EL CUERPO ASTRAL 

Lección 10 -  EL PLANO MENTAL 

Lección 11 -  EL PODER DEL PENSAMIENTO 

Lección 12 -  LA CUESTIÓN DEL MAL 

Lección 13 -  EL REINO DÉVICO

Lección14 -  LA HERMANDAD UNIVERSAL 





EL PODER DEL PENSAMIENTO



LECCIÓN 11


El PODER DEL PENSAMIENTO


Se nos dice que el ser humano genera tres grandes fuerzas, a saber, Pensamiento, Deseo y Acción, y que de éstas es el Pensamiento la que tiene efectos de mayor significación e importancia.

Claramente, el pensamiento origina la acción, y puede ser el guía o dictador del deseo. Aún aquellos que no se molestan mucho en pensar podrán llegar fácilmente a la conclusión de que el pensamiento es – considerando la evidencia ofrecida por la telepatía y otras manifestaciones similares – una forma de energía similar a la electricidad. Y, como toda energía, el pensamiento puede ser utilizado con diferentes propósitos, para hacer la vida más grata o más cómoda, o también para destruirla.

Pero como la energía en acción trae inevitablemente la correspondiente reacción, nos resultará útil saber con precisión qué es el pensamiento y cómo podemos guiarlo y controlarlo.

La Teosofía mantiene que no son el cerebro ni la mente los que piensan y almacenan conocimiento. Esta afirmación puede parecer sorprendente para quienes nada saben de ocultismo. Pero en esta ciencia se da por sentado que el verdadero pensador no son ni la mente ni el cerebro, sino el Ego espiritual, nuestro Yo Superior, que es, según se afirma, el verdadero hombre. La mente es solo el instrumento utilizado por éste a través del mecanismo físico que es el cerebro para poder expresar pensamiento a nivel físico. No hay que confundir pues al Pensador con los medios o instrumentos que éste utiliza para pensar. Ello equivaldría a confundir al violinista con el violín.

Es un hecho científico establecido que, al pensar, generamos ondas vibratorias que reproducen las vibraciones del objeto en el cual pensamos. El pensamiento habitual, con el cual estamos familiarizados, trae consigo respuesta inmediata y precisa en nuestro cerebro. Pero si pensamos en algo nuevo no familiar para nosotros, la respuesta será lenta e inadecuada debido a que nuestro cuerpo mental (o mente) no está acostumbrado a las vibraciones de aquello que no le es conocido; en otras palabras, no está familiarizado con aquella frecuencia vibratoria.

Se explican así las dificultades que casi todos experimentamos cuando iniciamos el estudio del ocultismo. El ansia interna de buscar respuesta a los misterios de la vida nos impele a sumergirnos en aguas de conocimiento nunca antes exploradas, pero nuestro cuerpo mental tiende a rechazar las nuevas ideas debido a su carencia de familiaridad con ellas. Para estudiarlas de manera efectiva debemos derribar nuestras ideas preconcebidas, cosa no fácil a veces debido al arraigo que hemos establecido con ellas. No poseemos los “surcos” mentales apropiados, y al tratar de utilizar los que hemos utilizado hasta el momento no nos sentimos cómodos. De ahí la tendencia a rechazar ideas nuevas, actitud típica en el individuo corriente. Para lograr éxito, la mente precisa cavar nuevos surcos, y esto se logra sólo mediante el estudio tenaz y persistente que irá gradualmente familiarizando la mente con las nuevas ideas. Un cierto grado de flexibilidad mental es también absolutamente necesario, ya que quien se aferre a sus ideas por motivos emocionales o simplemente porque “le gustan”, no obtendrá el menor éxito en este esfuerzo.

Los efectos del pensamiento se dividen en dos grupos, a) aquellos que actúan sobre el individuo mismo, y b) aquellos que actúan fuera de él. Los efectos sobre el individuo mismo, sobre el Pensador o Ego serán, en primer término, el establecimiento de hábitos vibratorios mediante la constante repetición de pensamientos en su cuerpo mental, y, en segundo lugar, los efectos producidos sobre sus cuerpos causal y astral.

En su cuerpo astral, estos efectos consisten generalmente de emociones momentáneas. En el cuerpo causal, sin embargo, tales pensamientos tienen una influencia permanente sobre el carácter del individuo vida tras vida.

Con respecto a los efectos que los pensamientos del individuo tienen fuera de él, se nos dice que éstos se imprimen en el plano mental, irradiando vibraciones que construyen formas que flotan en la materia mental y a las cuales la Teosofía llama “formas de pensamiento”. De ahí podemos deducir la importancia del pensar correcto y constructivo, ya que éste no solo construye reacciones físicas y emocionales que se hacen prácticamente automáticas, sino que además imprimen en el cuerpo causal cualidades que en la próxima encarnación del Ego pasarán a ser parte integral de su personalidad.

Un pensamiento suficientemente intenso tiene gran poder, y puede llegar a provocar en la “atmósfera” mental el equivalente de una violenta explosión en la atmósfera terrestre. Más aún, debido a que esos focos de energía que llamamos cuerpo mental y cuerpo astral existen en nosotros compenetrados y en interacción, las vibraciones provocadas por nuestros pensamientos afectarán considerablemente la atmósfera astral (emocional) de manera similar al efecto que el viento tempestuoso tiene sobre las olas del mar. A su vez, las emociones agitadas tienen un gran efecto sobre la materia sutil del plano mental y, naturalmente, tales vibraciones afectarán a todos aquellos que se encuentren suficientemente cerca, de modo similar a como las agitadas olas del mar afectan y sacuden al barco que navega en ellas.

Ejemplo típico de esta interacción es la reacción que conocemos como “pánico colectivo”. Si en el interior de un teatro repleto de gente alguien se asusta por lo que cree ser un principio de incendio y perdiendo control corre hacia la salida gritando “¡Fuego!”, quienes les rodean reaccionarán de manera similarmente emocional porque pensarán que algo en extremo peligroso está ocurriendo. Este impacto emocional será de tal magnitud que oscurecerá momentáneamente la racionalidad, provocando una estampida de público hacia las salidas. En una situación como esta, la poderosa emoción del temor y la mente actúan conjuntamente, la una estimulando la otra, como ocurre continuamente durante nuestra vida diaria, aunque en grado menor.

De acuerdo con la evidencia clarividente, las formas de pensamiento pueden proyectarse extensamente a distancia, siendo en cierta medida comparables a las ondas de radio, pudiendo también ser transmitidas y “sintonizadas”. Estas ondas transportan la característica original del pensamiento emitido, aun cuando no su mensaje detallado. Por ejemplo, un pensamiento de devoción pura emitido por un hindú devoto de Sri Krishna podría tener intensidad suficiente para ser captado por un devoto cristiano quién, de inmediato, lo expresará en términos de su propia inclinación devota, es decir, pensando en Cristo. Similarmente, una persona puede proyectar un pensamiento negativo respecto a otra, pero este pensamiento puede ser captado por otros individuos que nada saben del sentir del primero pero que llevan en sus mentes sus propios sentimientos, reforzando así el pensamiento original y acrecentando con ello su intensidad.

Es necesario recordar, sin embargo, que es sólo cuando estamos “a tono” con la vibración correspondiente, que quedamos sujetos a la influencia de pensamientos ajenos. La mente vacía es también altamente receptiva a la proyección de tales pensamientos.

De manera similar a como seleccionamos las estaciones de radio o los canales de televisión, podemos seleccionar un “canal” de pensamiento y sintonizarnos con él. Comprendemos así cuán importante es mantener nuestros pensamientos sintonizados en los canales elevados, es decir, a tono con la vibración de los mundos superiores, si lo que deseamos es vivir de manera noble y elevada.

Los pensamientos nobles son un escudo natural contra los pensamientos malignos. Debemos recordar que estamos continuamente expuestos a situaciones en las cuales podemos terminar por rebajar nuestros valores éticos al permitir que ciertas vibraciones indeseables nos dominen. La forma de evitar esto es el contrarrestarlas con pensamientos elevados y constructivos proyectados con la necesaria energía mental. Evidentemente, la mejor manera de ventilar un cuarto es abrir ampliamente las ventanas para permitir la entrada de aire fresco.

La observación clarividente indica además que las formas de pensamiento suelen tener colores pálidos o vívidos, opacos o brillantes de acuerdo con las características de los pensamientos que les dan origen. La claridad o vaguedad de un pensamiento se reflejarán también en la precisión de las líneas de la forma a que éste da origen. Si nuestros pensamientos poseen suficiente poder – y conviene recordar que este poder puede ser tanto positivo como negativo en su orientación – ello les permitirá imponerse sobre influencias mentales menos poderosas.

El prejuicio, por ejemplo, puede crear formas de pensamiento rígidas y muy difíciles de disolver. El hombre sabio lleva siempre consigo una reserva de pensamiento constructivo y altruista a objeto de utilizarla cuando sea necesario. Opuestamente, el hombre que ignora esta importante premisa y mantiene su mente en estado ocioso se arriesga a que en cualquier momento pensamientos indeseables puedan penetrarla. Al mantener en reserva pensamientos elevados tales como un trozo de poesía bello, una parte inspiradora de las Escrituras o simplemente una aspiración elevada, tales pensamientos estarán siempre a nuestra disposición cuando la mente se libere de la necesidad de concentrarse para realizar cualquier tarea.

Hay además otros aspectos importantes en lo que se refiere al poder del pensamiento. Primeramente debemos considerar el factor concentración. No creemos necesario enfatizar la importancia del valor de la concentración en nuestras actividades diarias. Cultivar hábitos mentales correctos es liberar la mente para poder concentrarla en asuntos importantes. Llevar a cabo nuestro trabajo diario – incluyendo sus aspectos más triviales – con apropiada concentración, libera la mente permitiéndole concentrarse en “canales” superiores. La práctica diaria de la concentración va formando un hábito que resultará de suma utilidad a la persona en todo sentido, especialmente en lo que se refiere al estudio del ocultismo y sus prácticas.

En segundo lugar, al hablar de pensamiento es inevitable mencionar la meditación. La práctica regular de la meditación diaria fortalece nuestro control mental, ya que éste se hará más y más necesario a medida que vayamos profundizando en nuestros estudios de Teosofía. La meditación es la “vitamina” del cuerpo mental. Para realizarla de manera adecuada, el poder de concentración es absolutamente necesario. Solo la mente entrenada para permanecer fija en un solo objeto puede lograr éxito en la meditación.

Se dice que la meditación es una parte especialmente importante en el trabajo de formación interior que deben llevar a cabo aquellos que aspiran al sendero de la perfección. Cinco minutos dedicados cada mañana a pensar sobre el desarrollo de ciertas características deseables, tendrán efectos muy valiosos para el estudiante. Por ejemplo: usando una frase común, diremos que todos nosotros conocemos nuestros “pecados” – vale decir, nuestros hábitos adquiridos que reflejan actitudes o emociones indeseables en nuestra personalidad.

Damos rienda suelta al mal genio, o a la costumbre de preocuparnos demasiado cuando enfrentamos problemas; solemos ser criticones, sarcásticos, duros con los demás; mentimos con demasiada frecuencia, etc. Cada uno de nosotros puede enumerar sus propios defectos. Pero el pensar continuamente acerca de tales pasiones, castigándonos verbal y mentalmente no es la forma de erradicarlas.

En cambio, cinco minutos cada mañana dedicados a la elevación de nuestra consciencia hacia aquella atmósfera en donde tales cosas no existen para nosotros, puede resultarnos de suma utilidad.

Cerrar los ojos imaginándonos sin el defecto en cuestión será un tónico eficaz para nuestro cuerpo mental y una ayuda considerable para eliminar definitivamente el hábito indeseable.

No debemos olvidar que somos esencialmente seres mentales y que así como todo comienza en la mente, todo puede terminar también en la mente. En este proceso queda claro nuevamente el valor de la concentración, ya que solo se podrá lograr éxito cuando la mente sea capaz de concentrarse efectivamente en una sola cosa con exclusión de todas las demás.

Si observamos en nosotros una marcada tendencia a la irritación, por ejemplo, resultará útil practicar visualizándonos serenos, amables y calmados. Vendrán pruebas, la irritación imponiéndose y dándonos la impresión de que hemos perdido la batalla. Pero, si persistimos, nos daremos cuenta que nuestra irritación, aunque todavía presente, se nos pasa con mayor rapidez que antes.

Gradualmente esto se irá acentuando hasta llegar al punto en que ya no reaccionaremos con irritación, sea cual sea el nivel de provocación. Y así iremos gradualmente trabajando sobre nuestros otros defectos hasta irlos eliminando uno por uno.

Eventualmente sentiremos que cinco minutos de meditación no son suficientes. La serenidad y la alegría interior que traen la meditación nos instará a prolongarla, con ello ayudándonos a enfrentar nuestra actividad diaria con mayor sabiduría e inteligencia.

Aquellos que han logrado experiencia en el arte de la meditación aseguran que la regularidad es otro factor muy importante para su éxito y que, en consecuencia, no debemos perder un solo día una vez que hayamos comenzado. Se nos dice también que no debemos desanimarnos cuando los resultados no se manifiestan con la deseada rapidez. Es necesario recordar que la Naturaleza jamás busca resultados rápidamente. Trabajando lenta y pacientemente obtiene resultados perfectos.

Se dice que uno de los hábitos más perjudiciales y difíciles de desarraigar es la preocupación. La persona que vive “preocupada”se va hundiendo gradualmente en ese mal estado de ánimo debido a la constante repetición de pensamiento involucrada en tal proceso. Con cuánta frecuencia escuchamos frases tales como “ando con el ánimo pésimo”, o “este asunto me tiene preocupadísimo”…

Primeramente debemos comprender que cuando se trata de superar un problema la preocupación excesiva no va a solucionar nada y nos va a hacer la carga más pesada aún al conferirnos un estado depresivo desagradable tanto para nosotros mismos como para quienes nos rodean. En lugar de ello, debemos ofrecer a nuestro cuerpo mental nuevos surcos de pensamiento positivo repitiendo continuamente frases tales como “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy”.

“No dejéis que vuestros corazones trepiden o se llenen de preocupación”. (San Juan, 14:27) “El Ser es Paz: yo soy el Ser. El Ser es Fuerza: yo soy el Ser”. Tales pensamientos dan a la mente nuevos “surcos” con los cuales, una vez familiarizada, estará en posición de liberarse de las ataduras del temor y la depresión.

Es importante recordar también que el universo está gobernado por la justicia absoluta de la Ley Cósmica. Solamente la Ley Cósmica puede afectarnos de manera definitiva, cualquiera sea el medio a través del cual se manifieste. De ello se deduce que nada puede hacernos daño salvo aquello que viene como resultado de nuestras propias acciones. El dolor y la tristeza se reducen considerablemente cuando aprendemos a apoyarnos en la sabiduría de la Ley Cósmica, estableciendo así la costumbre de aceptar aquello que es claramente inevitable y aprendiendo a pensar sólo de manera constructiva y útil.

Evidentemente no ayudaremos a un enfermo con sólo lamentar su enfermedad, sino enviándole pensamientos restauradores y curativos. No constituimos ayuda para el “pecador” comentando incesantemente sobre su “pecado” (que en el fondo no es otra cosa que un reflejo de su inmadurez interna). Al proyectar persistentemente pensamientos de amor, de paz y de progreso, gradualmente lograremos quebrar la resistencia de la “armadura” de aquél a quien estén dirigidos, provocando en él un inevitable cambio de actitud. Conviene recordar que el amor siempre afecta a nuestros semejantes de manera más eficaz que la falta de amor o la indiferencia. Más aún, invariablemente, es precisamente la falta de amor, lo que provoca en nosotros actitudes y manera de ser reprochables.

En lo que respecta a las personas fallecidas, es importante recordar que ¡aún se encuentran al alcance de nuestros pensamientos! Por consiguiente, en vez de lamentar su partida con llantos y desesperación (que no son otra cosa que lamentos por lo que vemos como una pérdida personal), debemos enviarles nuestros más elevados y amorosos pensamientos. Las plegarias por aquellos que han desencarnado, ofrecidas en todas las religiones, resultan de indiscutible eficacia. Es importante también tener presente que nuestros pensamientos en pro de una causa noble jamás se pierden.

Al reflexionar acerca del poder del pensamiento conviene recordar que el pensamiento humano posee un aspecto creativo que ha producido mucha belleza en el campo de las artes. Mediante el poder de su propio pensar, el artista estimula la actividad creativa latente en otros. Evidentemente, el pensamiento capaz de producir una gran pintura o una maravillosa sinfonía es de calidad superior a aquel que utilizamos comúnmente en nuestro diario vivir.

Cierto pintor le dijo una vez a Emerson: “Nadie puede pintar un árbol apropiadamente sin en cierto modo transformarse en árbol por un momento, o dibujar un niño con solo seguir el contorno de su cuerpo; al observar cuidadosamente los juegos y movimientos del niño, el artista se sumerge en su naturaleza identificándose con él, pudiendo entonces dibujarle sin dificultad y retratarle con precisión en cualquier postura o situación”.

Y sólo basta un poco de reflexión para darnos cuenta que lo anterior nos lleva a la idea de Buddhi, nuestra Alma espiritual o Principio Intuicional, indicándonos cuán posible es elevar nuestro pensar hacia su pureza y luminosidad. En los momentos críticos de nuestra vida resulta de gran importancia elevar nuestros pensamientos, abriéndonos así a la muy superior experiencia de la Divinidad que reside en cada uno de nosotros, y además porque es precisamente en momentos de tensión interior que el cuerpo mental se torna más receptivo. En este caso debemos tratar de funcionar como un receptor perfectamente afinado para intensificar nuestra capacidad de escuchar la Voz interna.

El gran poeta alemán Goethe ofreció cinco reglas para vivir apropiadamente, cada una de las cuales involucra la idea del control del pensamiento, y que, observadas continuamente, son conducentes al desarrollo de su poder: “Olvida el pasado; no cedas al enojo; no odies; disfruta el presente; entrega tu futuro a la Providencia”. Y los trabajos de Goethe indican claramente que el gran escritor vivió su propio consejo de manera total.

El poder del pensamiento no puede ser desestimado en nuestro siglo. Los trabajos de Pavlov acerca del “condicionamiento” claramente indican cómo y porqué se producen los hábitos.

Estudios científicos similares establecen conclusiones respecto del control del pensamiento y sus posibilidades latentes. Entre éstas la importancia de aprender a elevar nuestra mente por sobre las influencias externas de incidentes diarios, llegando así a convertirnos en verdaderos forjadores del nuestro destino.

En momentos de tranquilidad podremos, desde el mismo centro de nuestro Ser, obtener la calidad de pensamiento que otorgue madurez a nuestro juicio y que eleve nuestro carácter para llevarnos a etapas superiores en el Sendero. El consejo de San Pablo en sus epístolas a los Filipenses (4:8) es tan racional y científico hoy como lo fue hace 1900 años: “Finalmente, hermanos, todo aquello que es verdadero, todo aquello que es honesto, todo aquello que es puro, todo aquello que es hermoso, todo aquello que es bueno; si queremos que la virtud y el elogio sean realidad, pensad en tales cosas”.



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CURSO INTRODUCTORIO, 14 LECCIONES - RENARD, Enrique

Lección 1 - EL PLAN DIVINO



Lección 4 - REENCARNACIÓN

Lección 5 - KARMA

Lección 6 - LA HERMANDAD BLANCA


Lección 8 - EL DOBLE ETÉREO

Lección 9 - EL CUERPO ASTRAL

Lección 10 - EL PLANO MENTAL



Lección 13 - EL REINO DÉVICO