UNA REALIDAD EN MI






UNA REALIDAD EN MI



~ 121. UNA VIBRACIÓN COMPLETAMENTE DIFERENTE

Soy atravesado por fuerzas que vienen de todos los mundos, desde las más pesadas hasta las más altas, las más puras. Y no lo sé, No las siento, no las sirvo. Para eso debería tomar conciencia de mi ser completo. Siento la necesidad de dejar caer las barreras que me separan de las partes esenciales de mi ser.

Hay un estado de insuficiencia, de insatisfacción, que se instala. Y no es comprendido. Se instala sin que se formule una pregunta real sobre su fuente y sin que el sentimiento de sí sea fuertemente atraído sobre ese punto. En lugar de la visión justa del estado que atrae hacia ese lugar una atención nueva, se desata la reacción y, en vez de una penetración aguda del hecho real, la mente ordinaria se defiende y reivindica lo que ella misma no aporta. Permanece pasiva, perezosa, rutinaria, y critica, juzga y condena lo que ve a través de los límites de su inercia. No aporta nada de constructivo ni de creador. No comprendo ni la naturaleza de esa insatisfacción, de esa insuficiencia, ni la naturaleza de la reacción. EI valor de la reacción no se pone en duda. El sentimiento no cambia. No puede cambiar, porque el ser, mi ser, no se siente concernido en su totalidad. El ego se hace cargo de esa insatisfacción, que es sin embargo la señal de una necesidad de crecimiento, de expansión de la conciencia.

Cuando soy tocado por un acontecimiento que ocurre en una escala mayor, me doy cuenta de que existe una realidad más allá de mi manera de ser habitual, una energía inasible, más allá de las tensiones y distensiones que conozco. Me veo vacilar entre tensiones de toda clase: intelectuales, emocionales, físicas; así como de las distensiones, voluntarias o no, que les siguen. Sin embargo, nunca veo la tensión como tensión, en el momento mismo. Sólo veo el resultado que se produce en ella: la palabra, la imagen, la forma que ella produce, el movimiento a favor o en contra de la emoción con sus ondas, en una escala limitada. Pero la tensión misma, el movimiento de la energía, no lo veo. Soy víctima de él. Y como esas tensiones y distensiones son lo que llamamos nuestra vida, lo que nos da la impresión de vivir, estamos apegados a ellas con avidez. Nos parece que todo se derrumbaría si nos llegaran a faltar. Pero esos movimientos me esconden algo que es más real, que no veo porque mi interés, mi atención, están tomados. ¿Cómo saberlo?

Cuando nuestra atención es puesta sobre nosotros, tomamos conciencia de tensiones en todo nuestro cuerpo. Pero esas tensiones pueden ser experimentadas, no como una materia que se endurece, sino como vibraciones de todas clases, que tienen, cada una, su propia velocidad, su propia densidad y su sonido propio. Así, un movimiento, una tensión, podrían ser experimentados como sonido o luz que produce una corriente más o menos magnética. Nuestras vibraciones son muy caóticas y retienen nuestra atención en la oscuridad. Sin embargo, incluso cuando estoy tomado por esas vibraciones, sin poder zafarme de ellas, presiento, siento sobre mí, como detrás de ellas, la acción de una vibración completamente diferente en su intensidad. Esta es más sutil, y me cuesta ponerme en sintonía con las vibraciones demasiado lentas e incoherentes que me retienen. Hay en mí, sin embargo, algo que responde a esto. Siento una influencia más luminosa, más inteligente y clara que mi conciencia habitual, y siento el deseo de obedecer a esa influencia, de servirla. Para ponerme a tono con ellas me hago más sensible. Mis tensiones son inútiles, hasta molestas; se caen por su propio peso. Me vuelvo permeable, como si todas mis partes se entonaran con la longitud de onda de esa vibración sutil.

El esfuerzo esencial es siempre la percepción de mí, la conciencia de mí. Todo está relacionado con eso: tocar mi esencia. Lo que contiene la energía es temporal. La energía es permanente. Lo reconozco en la inmovilidad cuando, con una atención pura, una especie de sexto sentido, me desprendo de las reacciones, de las asociaciones que falsean mi visión de lo real. Necesito una actitud consciente, un impulso que venga de los tres centros, para tocar mi esencia, la corriente de vida en mí. Si me mantengo allí, recibiendo una impresión, veo mi reacción y no me pierdo del todo. Esa experiencia es lo que pudiera ser estable, un nuevo centro de gravedad en mí. Es allí donde tengo que mantenerme, allí está el único trabajo. Nace entonces una sustancia que es la sustancia de un segundo cuerpo.

~ 122. LA SINCERIDAD

Conocerme no es una idea, una esperanza o un deber. Es un sentimiento irresistible y no sé de antemano hacia donde me lleva. Quiero encontrar algo que sea verdaderamente yo. Mi pensamiento se abre a una interrogación. De pasivo, se vuelve activo. Veo que mi pensamiento está lleno de sí mismo y que solo ve su propia ocupación. Verlo me libera de él, libera la energía. Puedo ver y siento el querer ser.

Necesito una sinceridad sin compromiso para acercarme al umbral de una realidad desconocida. Todo lo que conozco lo conozco a través de mi pensamiento, a través del condicionamiento de mi pensamiento. Para conocer mi verdadera naturaleza, debo ir más allá de la actividad de mi mente ordinaria. Esto no quiere decir negarla o querer cambiarla u oponerme a ella. Esto quiere decir, primero: comprender su funcionamiento y ver cómo me condiciona. Una cierta paz, una cierta claridad, vendrá entonces de esa aceptación, Esta actitud es mi primer contacto con lo desconocido. Mi propia mente se vuelve entonces parte de lo desconocido y su manera de aportar sus recuerdos y sus conocimientos, que constituyen todo su trabajo, se me muestran bajo otra luz. Soy yo quien se perdió en ella. Buscando una seguridad, me entregue a ella. Busco lo que soy y necesito ver ese condicionamiento en el que estoy a cada instante. Me amenaza porque soy engañado por él.

Llego a un momento donde veo que no sé, es decir, que me vacío de todo el contenido de mi memoria. No sé lo que soy más allá de mi conciencia habitual y no hay nada en mí que me permita saberlo. Mientras no haya vivido ese hecho, la experiencia que puedo tener de mí mismo será siempre bastante superficial. Mi sensación pertenece a ese estado en el que lo conocido se interpone y no me deja penetrar en las capas más profundas, desconocidas, de mí mismo.

Una relación entre los tres centros no se establecerá por la fuerza, sino por la comprensión inmediata, en el mismo instante, de esa falta y de la limitación que ella implica. Es posible volverse más consciente de la sensación y, mediante un soltar, tener la impresión, la sensación, de la energía que hay en mí. Pero veo que mi pensamiento no se fusiona realmente con mi sensación. Por el contrario, la sensación se desprende completamente de él. Se produce como una contradicción entre estos dos cerebros y mientras más trato, más aumenta la contradicción. Siento la falta de algo esencial, algo íntimo, que revelaría una nueva comprensión, ¿Cómo evaluar esa condición en la que me encuentro? ¿Cómo evaluarla hasta el límite? El sentido de la sinceridad aparece en la pregunta misma, en el problema mismo. El momento en que la pregunta, el problema, se plantea, es un llamado hacia el sentimiento, que aparece entonces bajo el aspecto de la sinceridad. Lo que aquí se pide es una sinceridad sin concesiones. Sin la sinceridad no sabré. Y mientras más encaro el hecho real, lo que esta frente a mi vista, más se purifica mi emoción. Yo soy sincero. Finalmente, mi emoción se fusiona con el pensamiento y la sensación y me siento diferente, unido. Hay una transformación de mi estado que sobrepasa el estado de mi yo ordinario. Abdico a mi voluntad para corresponder a la voluntad del vacío. En esa pasividad voluntaria, vivo mi transformación, Paso de una densidad a otra.

Es ese deseo de una sinceridad sin concesiones el que me vuelve sensible, el que me hace escucharme y me lleva hasta el umbral donde pasare de mi consciente ordinario a un consciente más amplio. Es en ese momento de prueba para mi sinceridad, para mi sentimiento, que el sentimiento de mi es puesto en pregunta. ¿Alrededor de que gira? Tengo un deseo de dejar la zona de mis pensamientos y de mis emociones para estar más atento a lo que me parece presentir como verdadero, más allá de ellos. Cuando me acerco a ese umbral de una realidad desconocida, observo los impulsos: los pensamientos, los deseos, que me harán actuar. Es una actitud nueva, una manera nueva, que se forma allí. Pero es algo que no está asegurado. Solo lo encuentro en el momento preciso en el que un deseo de sinceridad me quema.

~ 123. LA FE

Hoy me hago la pregunta: ¿tengo fe en algo? ¿Cuándo es que siento fe y cuando aparece la duda? Hay oscilaciones continuas entre la fe y la duda, pero no logro mantener ese movimiento bajo mi mirada ni comprenderlo. ¿Qué me falta?

Mis pensamientos y mis emociones se suceden. Tienen un sentido, una razón de ser, pero no lo puedo descubrir, porque solo son una parte, una pequeña parte, de mí Presencia. Detrás de ellos está la fuerza de vida que su aparición me esconde. Cuando los veo, me someto a ellos como si fuesen lo esencial. Pero no lo son. Aceptarlo teóricamente es una cosa, pero vivirlo, experimentarlo, es otra. A través de una parte, nunca puedo ver el todo, pero, si comprendo el todo, la parte adquiere su valor, su sentido y se por qué ella está allí. Ahora bien, mi mente, mi pensamiento, necesita ver el todo. Mientras sea llevado por los movimientos parciales y sea detenido por ellos, mi visión seguirá siendo falsa. Necesito sentir el todo para conocer lo verdadero, lo real.

Debo experimentarlo, debe reconocer en mí una realidad casi inasible, pero de la cual, sin embargo, no puedo dudar. Debe aparecer más real para mí que todo lo que conozco de mi como esencial. En ese momento la fe es tocada. No es una fe inculcada, una creencia en un ideal, una abstracción, sino un momento de reconocimiento de haber vivido algo que supera la percepción de mis sentidos, que conocí por un sentimiento que supera el sentimiento de mí que es habitual. Al mismo tiempo, la fe no está a mi disposición. Algo en mí pide ser reconocido, no porque lo piense, sino porque siento su acción si quiero escucharlo. Cuando pienso en mí, nunca recibo la impresión de mí mismo de esa manera, porque hace falta más que mi pensar para recibirla. Pero es justamente de esa impresión de la que más necesito, la que me aporta la fe, la certeza vivida de haber superado los límites de mi yo ordinario.

¿Es esto posible para mí? Siento en la experiencia, veo enseguida que algo espero. Pero no hay nada que esperar: todo está ahí. Sin embargo, espero. Espero una sensación, es decir, algo que conozco a través de mi cuerpo. Creo que mi pensamiento y mi cuerpo deben hacer algo. Cuando me doy cuenta de ello, de pronto veo que ese acercamiento es falso y me siento más libre. Hace un rato me parecía que mi cuerpo estaba por un lado y una energía por el otro. Ahora, porque ya no pienso con palabras, no voy con mi pensamiento sobre uno u otro. Tengo una atención capaz de englobarlo todo. Eso me da una impresión de plenitud extraordinaria, una impresión de vida.

Desgraciadamente, los pensamientos y las palabras reaparecen y dudo de nuevo. Ya no comprendo, ya no sé. Busco comprender.

Que estoy sentado, lo sé.
Que tengo un cuerpo, lo sé.
Que tengo una Presencia, lo sé.
Que soy una partícula de vida, lo sé.
Esta fe actúa sobre mí. La escucho.
La fe es intransmisible 
Ni un átomo de ella puede ser dado por un ser a otro. 
La fe es el resultado de la comprensión.

~ 124. Los REMORDIMIENTOS DE CONCIENCIA

En la vida hacia el segundo nacimiento, es el verdadero sentimiento de amor el que hace traspasar el segundo umbral. Pero antes de que el sentimiento puro llegue, tenemos que pasar por la fe y adquirir el discernimiento a partir de una fuerza nutrida por la esperanza. Para eso es necesaria la renovación de la inteligencia y el conocimiento que restablece el orden de los valores y somete la personalidad al yo real.

Creer, esperar, amar, son indispensables para la evolución del ser. Pero solo se puede tener esto si se ha tenido al mismo tiempo el sufrimiento voluntario, el cual permite que aparezca el sentimiento verdadero. Hay que sentir remordimientos de conciencia. Lo que es voluntario es que uno prepara unas condiciones para sufrir voluntariamente y uno permanece frente a su insuficiencia. Sufro mí insuficiencia. Esto desarrolla una voluntad, un querer que no se desarrollará de otra manera. El sentimiento verdadero no es una reacción. Cuando uno ha sido tocado por una fuerza superior, la experiencia del sufrimiento no es la misma.

En los momentos en que no logro sentir «Yo Soy» como una realidad, siento detrás de todas mis manifestaciones un sufrimiento constante, como si sintiera la falta de algo precioso. Es una señal. Hasta ahora, mi conciencia no era la verdadera conciencia. Vivía con mis funciones. Ahora sé que puedo ir más lejos, alcanzar nuevas capas. Y logro en ciertos momentos tocar mi esencia, como un nuevo centro de gravedad. Esta esencia es como un recién nacido que necesito alimentar y fortalecer. Es allí donde debo aprender a mantenerme, allí donde está mi verdadero trabajo.

Cada vez siento más la necesidad de lo espiritual en mí, que el espíritu me penetre y me transforme. Sin embargo, el paso no está libre.

Me quedo en la superficie de mí mismo, condicionado por mi falta interior de relación. Hasta cuando siento con fuerza, siempre estoy en la superficie. Mientras no esté atento a esto, no podré penetrar más profundamente en mí mismo. Pero cuando lo veo y lo siento bien, hay como una especie de sufrimiento, una carencia, una insuficiencia. ¿Acepto o no acepto estar ante esa insuficiencia? EI sufrimiento no es por mi apego a la idea que tengo de mí, mi amor propio, ni por un fracaso en el pasado. Es un sufrimiento por mi propia indiferencia, mi incapacidad, por la manera en que vivo en ese momento. Necesito sentir remordimientos de conciencia para tener una visión de lo que falta, para ver claro.

Profundamente quiero someterme por completo a la voz interior, al sentimiento de lo divino, de lo sagrado en mí. Sé que una energía más alta (lo que las religiones llaman Dios) está en mí. Ella aparece si la cabeza y el cuerpo están relacionados. Hay Dios cuando dos fuerzas se oponen y una tercera fuerza las une. Podemos pedir ayuda para unir esas fuerzas en nosotros. Podemos decir «Señor, ten piedad» para Ser.



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Continúa: El Emerger del "YO"







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