MI VERDADERA NATURALEZA de La Realidad del Ser de Gurdjieff por Jeanne Salzman




MI VERDADERA NATURALEZA



~ 79. EL VELO SOBRE MI REALIDAD

La creencia en la idea de que soy mí cuerpo tiende un velo sobre mí realidad. Me aferro a la forma y siempre tomo el objeto por su verdadera naturaleza, hipnotizado por la atracción hacia la materia. Cuando se trabaja en estar en el momento mismo, uno siempre quiere recibir la sensación de una forma, tal vez nueva, pero, sin embargo, una forma. Habitualmente la sensación de mí cuerpo y de todo el funcionamiento relacionado con él, me impide tomar conciencia de lo que soy en mi verdadera naturaleza. Un conocimiento más allá de mi imaginación habitual, un conocimiento nuevo, comienza a partir del momento en que la noción que tengo de mí ya no está arraigada en mí cuerpo.

Debo aceptar sinceramente que «yo» no soy mí cuerpo, mi mente o mis emociones. Mi Yo real no es temporal. Mis pensamientos, mis sensaciones, mis estados son continuamente cambiantes. Pero siempre estoy allí. Algo no cambia. Son cómo fenómenos que aparecen sobre mi ser. Están en continuo movimiento. Sin embargo, algo permanece inmóvil y no es afectado por el movimiento. Mi Yo real se queda en silencio, inmerso en mi cuerpo. Busca conocerse. Y mientras más busca conocerse, menos participa del cuerpo en el que está inmerso y más participa de la conciencia. La pregunta «Yo, ¿Quién Yo?» suena entonces como un eco que viene de otro mundo a través de mis centros superiores, para resonar sobre mis centros inferiores. Ese eco es lo que puedo conocer hoy en día de otra naturaleza en mí.

Me hago esa pregunta y me concentro, pero no para conseguir la conciencia, el verdadero Yo. Me concentro para apartar el obstáculo del velo de mis pensamientos. Estamos bajo el dominio de nuestra mente ordinaria. Es nuestra esclavitud. Mientras mi mente me domine, creeré que soy mi pensamiento, que soy mí cuerpo, y no podré conocer mi verdadera naturaleza. Mientras no haya conciencia estoy obligado a hacerme la pregunta «¿quién soy yo?» En el momento de la conciencia la pregunta no aparece. La conciencia está ahí pura y simple.

Necesito cada vez más tranquilidad, más silencio. Detrás de las formas continuas de mis pensamientos y de mis emociones, existe una energía muy fina, que no está allí para ser proyectada hacia afuera y que me permite conocer lo que soy en mí esencia. Es difícil descubrir lo que es la vacuidad en la que esa energía viviente puede ser experimentada. Porque hasta ese deseo de ser, que se traduce en mi por un deseo de conocer y que es lo que hay de más puro en su origen, es traicionado por la forma que toma. ¿Puedo confiar completamente, totalmente, en lo que está en ese espacio vacío, en la experiencia de ese vacío? ¿o es que me reservo el derecho de juzgar, de calcular, de permanecer como un observador frio ante una energía en la que no me reconozco? ¿Cómo ir hacia una mejor toma de conciencia de esa energía sutil, viendo en cada paso la trampa de hacerla servir a un designio, delimitarla al darle un sentido ya conocido?

Todo mí trabajo se vuelve una necesidad de penetrar más y más profundamente en una zona desconocida de mí mismo. Ahí, todo me es desconocido. Mi experiencia es nueva. Y ese desconocido tiene un sabor de mi más fuerte que todo lo que conozco, más real que todo lo que conozco. Veo que lo que conozco no me puede conducir a lo que soy realmente. Por primera vez, comprendo que es un movimiento hacia la fuente, hacia el origen. Es un movimiento de concentración hacia lo que es. Es mi primer movimiento consciente.

Estoy sentado aquí. ¿Quién? … ¿Yo? Quiero responder. Y veo que no puedo responder, nada en mi puede responder. Sólo puedo escuchar. Para oír mejor, se hace un silencio..., un silencio, una tranquilidad. Y una vez que lo siento es como si todo mi ser quisiera entrar en ese silencio, quisiera permitirle que se establezca. Al mismo tiempo, no soy yo quien puede imponer el silencio. Esta aquí. Ese silencio está en mí, ese silencio soy yo. Es como si una puerta se abriera y me permitiera sentir una vibración que los ruidos habituales me impiden percibir. Ya no es «yo», como me conozco. Siento algo a lo que no sabía que estaba llamado. Descubro en mi otra dimensión que me pide una nueva manera de ser.

~ 80. LO QUE SOY REALMENTE

Conocerme significa conocer mi verdadera naturaleza. Al preguntarme quién soy, quiero conocer mi verdadera naturaleza. Estoy frente a un misterio. Algo que es más yo que todo lo que conozco pide ser reconocido. Es como si fuera a nacer a mí mismo. Quiero ser capaz de percibir lo que soy realmente. Eso depende de mí, depende de la verdad de mi deseo. Necesito mantenerme bajo una mirada que me llama a ser lo que soy. Ninguna de mis percepciones habituales me ayudara a acercarme a esa experiencia. Debo ir más allá de todas ellas para llegar a una percepción imposible de prever de antemano. No puede haber ninguna palabra, las palabras me aprisionan; ninguna memoria, la memoria me aprisiona; ningún deseo formulado, la formula me aprisiona. Reconozco que todos son inútiles y los dejo. Una sola cosa me acerca a lo que soy verdaderamente: lo único que importa es ser verdadero.

He aceptado la idea de que no sé lo que soy. Pero es solo una idea, una teoría; no comprendo lo que eso significa. En mi estado de conciencia habitual, lo que puedo percibir está limitado por las funciones que rigen esas percepciones. Percibo las cosas con mi pensamiento, mis emociones, mi sensación, y con ellos trato de tomar conciencia. Pero esas funciones trabajan en un nivel muy ordinario, muy automatizado. Son las funciones de los centros inferiores en mí. Lo que quiero conocer es mucho más alto, más puro, una fuerza dotada de cualidades que esas funciones no pueden percibir. Quisiera conocer lo que soy realmente, en mi verdadera naturaleza, mi esencia misma en la que todas mis posibilidades están contenidas … Quiero regresar a la fuente de lo que es, de la única realidad del «sí mismo», El sí mismo surge del Absoluto; no puedo existir fuera del Absoluto, fuera del Sí Mismo Absoluto. Y, sin embargo, me veo como fuera de él y me dirijo a él como hacia afuera de mí. Confundo el verdadero sí mismo con el cuerpo y sus funciones. Pero el verdadero sí mismo es como el espacio: sin ataduras, puro, infinito.

Siento cada vez más la necesidad de llegar a un estado de tranquilidad y de paz. Pero que no tiene nada de pasivo, activamente consciente de esa paz; un estado «todos-cerebros-equilibrados», Es así como lo experimento. Y comprendo lo que Gurdjieff quiere decir en Belcebú, cuando dice que antes de ponerse a meditar, Ashyata Sheyimash se esforzó (por toda clase de medios) en llegar a un estado «todos-cerebros-equilibrados», Percibo un estado de vida, de vibraciones de una clase que nada puede igualar: las vibraciones de mi Ser. De esa sustancia viviente, de esa fuente, parten olas de vibraciones de otra clase: mis pensamientos, deseos … Pero es como el mar y las olas que suben y bajan. Es una sola y misma cosa. Lo que es esencial es la vida que anima a un ser; la vida es permanente.

~ 81 ¿QUIÉN SOY YO?

¿Quién soy yo? La pregunta resuena en mi como un llamado de Lo Alto, de un lugar más alto que lo que ordinariamente actúa en mí. Lo oigo mal y quiero escucharlo, pero no solamente con lo que está más o menos disponible en ese momento …: mi cabeza, mis sentidos ordinarios. Quiero oírlo con todo mi ser. Yo lo quiero. Lo quiero porque solo mi querer lo puede hacer. Esto se vuelve serio para mí. Deseo abrirme para hacerle un lugar y reconocer la Presencia de una vida, de una fuerza ante la cual debo inclinarme. Debo sentirme animado por ella hasta que la sensación de mí cuerpo, de su forma, sea menos fuerte que la conciencia de esa fuerza que siento vibrar en todo mí ser.

Habitualmente, limito mi yo al cuerpo. Hay el dentro y el fuera, el sujeto y el objeto. Veo mi cuerpo y las cosas a mi alrededor separadamente. Pero no veo esa fuerza en mí cuerpo, esa fuerza que crea mi cuerpo y las cosas a mi alrededor. Sin embargo, soy esa fuerza, esa forma y esa conciencia a la vez. La conciencia une todo en un solo Ser, la conciencia «Yo Soy». Es el único Ser, el Ser eterno. El que ve no está fuera de la conciencia; él no se ve así mismo. El Es. Ser es realizar «Yo Soy».

Me entrego a esa realización. Sólo existe esa apertura y nada más. Me entrego a ella; ahora y todo el tiempo: «Yo Soy». No hay un solo momento en el que yo no sea. Debo someterme a esa realidad y, sea que ella se me aparezca o no, estoy siempre listo para realizarla. Esto me prepara para penetrar mi verdadera naturaleza. Hace falta una sumisión incondicional a algo cuya grandeza reconozco. No basta querer que el Sí Mismo se me revele porque lo deseo. Eso significaría que yo lo mando, que me siento como más importante que él. Debo aguardar su voluntad. Debo tener fe en él; no una fe ciega, sino consciente. Mi única razón de ser es la de reconocerlo.

¿Quién soy yo? Esa pregunta resuena en mi Presencia como si desde una fuente central un poder extraordinario hiciera sentir su existencia. Es como si se creará una corriente subyacente, que me aporta la experiencia de una vida nueva. Siento que necesito tomar conciencia de ese poder, de armonizarme con esa fuente para relacionarme con ella y obedecerla. Es como la exigencia de una purificación constante. EI deseo de conciencia es el centro de atracción hacia el cual convergen los rayos de mí atención. De todas las partes de mí mismo mi atención se activa para concentrarse en esa vibración central. Cuando mi pensamiento y mi sentimiento se armonizan con ella, un conocimiento diferente de mí mismo me es revelado. Experimento mi pregunta de modo distinto. En la experiencia de conocer lo que ocurre es un movimiento directo, como una corriente eléctrica. Es una experiencia de ser porque en ese momento conozco mi estado de ser.

~ 82. CONOCER ES SER

Mi sufrimiento es el de estar limitado. No acepto las limitaciones impuestas por el tiempo o el cambio, el espacio o la multiplicidad. Hay una única energía en cuyo interior ocurre el cambio, pero ella es siempre la misma. Cada uno de ellos es una forma que toma esa energía. Pero esa energía única tiende a reencontrarse tal como es en esencia: única, infinita. Hay en mi un deseo irresistible de ser yo mismo, libre para desechar todo el peso de lo que me aplasta, todo lo que me hace dependiente. Deseo esa felicidad de ser enteramente yo mismo, sin reserva. Siento que la felicidad esta ahí. No la busco fuera de mi a través de alguien o de algo. La única fuente de felicidad es el hecho de ser, sin esperar beneficios, premios; solo la revelación de lo que es.

Me mantengo aquí buscando ver mis barreras, para que, al verlas, se caigan por sí solas. Mis tensiones, mis pensamientos. Que no juzgo o quiero reemplazar por algo mejor. Sino porque me vuelvo sensible a algo que ellos me esconden y a lo que soy atraído como por un imán. Como si pasara más allá. Y tengo de mi otra impresión, una impresión de una materia viviente, de una vida en la que la densidad de mi cuerpo desaparece. Entonces, llego a un segundo umbral donde siento que ya no soy una masa compacta, sino una infinidad de partículas vivientes en movimiento, en vibración, Me siento así participar de un Ser cuya fuerza me da la vida, la cual irradio entonces a mi alrededor. Hay como una respiración cósmica de la cual soy parte.

Jamás debo olvidar lo que le da vida a la forma. La forma sola no existe. Es lo que «es» en la forma, lo que ha tomado forma; es la esencia de lo que se pregunta en mí. Busco entonces regresar a la fuente. Cuanto más busca el yo conocerse, más participa de la conciencia y menos participa del cuerpo en el que está inmerso. Todos los pensamientos vienen del pensamiento yo. Pero ¿de dónde viene el pensamiento yo? Cuando buscamos en el interior y volvemos a la fuente, el ultimo pensamiento «yo» desaparece. Y cuando desaparece, el «Yo Soy» aparece por sí mismo. Alcanzamos entonces la conciencia, nuestra verdadera naturaleza. Cuando conocemos nuestro verdadero Yo, algo emerge de la profundidad del ser y se hace cargo de nosotros. Esta detrás de lo mental. Es infinito, divino, eterno. Lo llamamos el alma.

No hay muerte. La vida no puede morir. El envoltorio se usa, la forma se desintegra. La muerte es un fin: el fin de todo lo conocido. Es algo que da miedo, porque nos aferramos a lo conocido. Pero la vida es. Esta siempre ahí, aun si para nosotros es lo desconocido. Sólo podemos conocer la vida después de haber conocido la muerte. Debemos morir a lo conocido para entrar en lo desconocido. Necesitamos morir voluntariamente. Debemos liberamos de lo conocido. Liberados, entramos en lo desconocido, el vacío, la tranquilidad total, donde no hay deterioro: el único estado en el que podemos descubrir lo que es la vida y lo que es el amor.

¿Qué es lo que es real: el objeto de la conciencia o la conciencia misma? En el fondo, en mí ser, yo soy ya lo que busco. La fuerza del impulso de toda mi búsqueda no es otra cosa que lo que yo soy, realmente. Cuando la conciencia esta ahí, veo que la conciencia soy yo... Y es la verdad. Yo mismo y todo lo que me rodea son una misma conciencia. Mi verdadera naturaleza es la conciencia.

La búsqueda de mí mismo se vuelve la búsqueda del Sí Mismo, cada vez más profunda. El Creador aparece cómo el «Yo», el «Sí Mismo». El Sí Mismo puede manifestarse o no, pero siempre es inmaterial cuando uno permanece vuelto hacia él. No hay objeto por conocer. El Sí Mismo es siempre el Sí Mismo. Conocer el Sí Mismo es ser el Sí Mismo. Cuando la verdadera naturaleza es conocida hay el Ser sin principio ni fin. Es la conciencia inmortal.


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Continúa: Hacía un Nuevo Ser






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