UN ESTADO DE RECOGIMIENTO





UN ESTADO DE RECOGIMIENTO




~ 87. REPETIR, REPETIR

El primer choque consciente, el despertar, el recuerdo de sí, es llegar a un estado más recogido, un estado que nos permita abrirnos a nuestro ser. Cuando mi energía está contenida no sirve a los mismos propósitos que cuando es devorada por todas las influencias de afuera. Puede servir a otros propósitos, entrar en otras combinaciones porque tiene otra calidad.

Estamos delante de la necesidad absoluta de un cambio de estado interior. Nuestro estado no nos permite permanecer libres porque no hay unidad en nosotros. Así la energía es tomada, llevada. Cuando lo comprendemos, tratamos de conservar un estado más recogido, más relacionado. Pero todavía no estamos transformados y perdemos ese estado fácilmente. ¿Qué es lo que hace que lo perdamos?

La relación entre mi pensamiento y mi cuerpo es insuficiente. El ego está todo el tiempo allí. No estoy animado por una energía de tal intensidad que pueda transformarme completamente. Hoy en día, esto no es posible. Necesito pasar por diferentes etapas hasta que la relación entre mi pensamiento y mi cuerpo llegue a ser cada vez más fuerte o hasta que ya no sienta dos partes, sino una Presencia. Para esto, tengo que conservar en mí una cierta intensidad y que nada me la haga perder.

Cuando me veo disperso, no recogido, no trato de traerme de regreso, porque eso sería forzado. Me veo. Hay entonces un movimiento espontaneo de relajar, de soltar. Tomo conciencia de lo que significa ser. Y allí está el secreto. Esta la realidad y esta mi yo ordinario, que busca una actitud para preservar su continuidad, porque a veces tiene miedo, pero es astuto y nunca es verdaderamente sacudido. Mientras no haya visto esto y mientras no sufra al tener la experiencia de esto, no aparecerá nada nuevo. Tengo que aceptarlo.

El estado de recogimiento es un estado de atención recogida, una atención tan completa como sea posible. Ese estado no aparecerá por una decisión de mi pensamiento de lograr algo mejor. Es el resultado de la visión de mi dispersión, de una carencia. Para verla mejor me recojo. La atención retenida se libera para comprometerse, en un movimiento más activo, más cargado de intención y responder así al deseo más profundo que hay en mí, que es el deseo de ser lo que soy. Se produce un doble movimiento: un movimiento de despertar, de sensibilidad, de visión; y un movimiento de relajación, de receptividad, que necesita profundizarse. Los dos movimientos se complementan. Pero, como esto debe ser percibido en el mismo momento -en el instante- y como todo es continuamente incierto, esto exige una atención siempre más fina, alerta, aguda. Sin embargo, hay un momento en que parece producirse una fusión. Se establece una gran tranquilidad, cómo un silencio.

Para encontrar ese estado recogido, la sensación, el pensamiento y el sentimiento deben interiorizarse y encontrar un tempo común en el cual no se dividan ni se desconecten tan fácilmente. Sin ese acuerdo previo, nada puede hacerse. Ninguna atención consciente puede aparecer. Mientras mejor sea el acuerdo, mejor y más justa será la acción, pues hay una visión de sí mismo y de la respuesta a ser expresada que toma en cuenta todo.

Debemos comprender que el estado no recogido es normal cuando no se tiene aún la concentración necesaria. Hace falta repetir y repetir para llegar a ese estado recogido. Solo la repetición permitirá disminuir el tiempo de la preparación y aumentar el tiempo disponible para la práctica.

Hay un ejercicio especialmente creado para aproximarse a un estado recogido. Comienzo por ver con toda mi atención que estoy rodeado de una atmósfera aproximadamente de un metro. Esa atmósfera se desplaza de acuerdo con los movimientos del pensamiento. Concentro toda mi atención en evitar que la atmósfera se escape fuera de esos límites. Entonces la atraigo conscientemente hacia mi como si la succionara. Siento en todo el cuerpo el eco de «Yo», y me digo «Soy». Tengo la sensación total de ser.

~ 88. MI PENSAMIENTO NO DIVAGA

Necesito regresar todo el tiempo y profundizar en lo que Gurdjieff llamaba «el estado de recogimiento» hasta que se vuelva indispensable para mí. Es un estado en el cual todos mis centros tratan de ponerse de acuerdo para conocer ese ser que «yo soy». Todos los centros se interesan en la misma pregunta; se cuestionan, se acercan y se recogen. Cuando están verdaderamente juntos, yo puedo “ser “y puedo hacer algo conscientemente. Solo cuando ellos están juntos.

Cuando estoy en mi estado ordinario, soy tomado por las asociaciones de lo último que ha tocado mi amor propio: la vanidad o la envidia. Esto constituye mi pensamiento inconsciente. Cuando estoy en estado de recogimiento, tengo otra calidad de pensamiento; mi pensamiento no divaga, no se sale de mí. Con las asociaciones, divaga, pero cuando me recojo, se queda en mí. Tampoco mi sentimiento se proyecta. Estoy ocupado en sentir que «yo soy». Cuando estoy recogido, mi pensamiento está consciente, pero solo cuando estoy recogido.

Quiero aprender a estar en un estado más recogido, pero no puedo, porque mi pensamiento, mi sensación y mi sentimiento no están armonizados en una misma acción. Tengo una sensación de mí cuerpo, pero mi sentimiento es indiferente a ella. Pienso en mí, pero mi cuerpo está ocupado en otra cosa. Y, sin embargo, es eso lo que soy: un cuerpo, un pensamiento, un sentimiento. Lo sé, pero no puedo sentirlos al mismo tiempo. Ellos no tienen la misma intensidad ni están orientados en la misma dirección, Me siento dividido, inseguro.

Al verlo, algunas tensiones caen y me encuentro menos en la superficie. Mi atención es más penetrante, va hacía las profundidades. Yo me relajo, no por el hecho de relajarme, sino porque mientras más suelto, más fuerte se hace el movimiento de recogerme, de reunirme conmigo mismo. Me relajo, me suelto, para sentirme contenido en mí mismo. Me concentro en el punto donde mis pensamientos llegan y desparecen. Miro mas allá, No trato de suprimir los pensamientos. Veo que son sombras, son fantasmas. Los dejo flotar. No tienen sustancia. La sustancia está en la fuente.

La mente es capaz ahora de un verdadero silencio, de una tranquilidad. Sin esa tranquilidad de la mente, que, a partir de su propia actividad, ha visto formarse un centro separado del resto que la limita, ella nunca será capaz de conocer su propio movimiento. Y su movimiento es inmenso, desmesurado. Nuestro instrumento de búsqueda es nuestra mente, tanto así que ella no se deja sugestionar por las respuestas ya hechas. ¿Puede la mente estar en un estado de no saber?, ¿Puede estar en un estado que sea verdad, simplemente un hecho y no una afirmación? Si ella puede permanecer frente a eso, aceptarlo como una verdad, sentirse pobre en conocimiento, la mente puede en realidad estar en un estado de no saber que es la más alta forma de pensamiento. Entonces, la mente se vuelve aguda, profunda, clara, sin límites, y puede recibir algo nuevo.

Estoy aquí, tranquilo, sin saber lo que soy, sin hacer esfuerzos repetidos por saberlo. Veo que el saber no puede ser atrapado. Mi mente se ha vuelto tranquila, sin movimiento, relacionada con una sensación de esa tranquilidad y con un sentimiento de ese estado de ser. Es una tranquilidad, no un vacío. En ese estado de recogimiento, una realidad comienza a obrar en mí. No soy yo quien la conoce, sino ella la que se hace conocer. Para dejar que su acción obre, siento la necesidad de soltar y de relajarme naturalmente. Todos mis centros son más sensibles, más agudos, más penetrantes. Hay capas de mí mismo que nunca he penetrado. Al verlo, me hago libre.

~ 89. EXPERIMENTO, SIENTO Y VIGILO

Hoy en día, nuestro trabajo consiste en llegar a comprender mejor el estado de recogimiento, ese estado en el cual estoy comprometido con un orden nuevo. Cada parte de mi tiene su lugar con el fin de mantener una unidad sin la cual no es posible ningún conocimiento verdadero, ninguna acción consciente.

Para llegar a comprender y tener la experiencia de lo que es ese estado de recogimiento, busco comprender mi presencia en este cuerpo: eso que soy en este cuerpo. Me abro a una sensación, a una impresión que toca las corrientes nerviosas y llega hasta el cerebro. De ordinario, cuando esto sucede, se despierta inmediatamente una sugestión o una asociación con experiencias pasadas. Todo lo que está registrado en mi memoria es puesto en movimiento y se mezcla con la conciencia de una presencia sensible, oscureciendo y haciendo imposible el conocimiento de lo que es real. Todas nuestras sensaciones son deformadas por ese hecho, de manera que puedo ver que la sensación de lo real depende de mi posibilidad de no estar totalmente invadido por esas sugestiones y asociaciones, de estar más libre de ellas. Para lograrlo, su movimiento debe apaciguarse y hacerse más lento. Esto depende mucho del estado de mis músculos y de mi respiración. Sobre todo, debe haber una relación verdadera entre el cuerpo y la mente.

Primero, necesito encontrar una posición del cuerpo en la cual ninguna presión, ninguna tensión, perturbe la sensación pura. Busco una posición justa sin presión en ninguna parte. Las articulaciones, los huesos, los músculos, y hasta la piel: todo está inmóvil, sin tensión, relajado y, sin embargo, vivo. Necesito una gran atención para relajar y tranquilizar la piel. La sensación del cuerpo cambia. Estoy allí, inmóvil. Tengo la sensación de una realidad, pero eso me exige más. De otra forma, eso no será tan verdadero. Experimento mi propia existencia y la siento también. Mi sentimiento se despierta y esto exige inmediatamente la participación de mi mente. Experimento, siento y vigilo. Y veo que, en ese estado, esta relación tiene que seguirse con atención, bajo la amenaza de perderse inmediatamente. Acepto perderlo demasiado fácilmente. ¿Podría haber allí una voluntad que no fuera el endurecimiento de una de mis funciones, sino la expresión de la voluntad de ser? Experimento, siento, vigilo. Si estoy suficientemente despierto, mi energía toda entera reunida, aparece una Presencia viviente que conozco por esa sensación que tengo de ella. Pero la naturaleza, la calidad de esa Presencia, la conozco también por un sentimiento que esta aquí. Sin él, esa calidad no se revelará, y puesto que esta aquí el rayo de un pensamiento que lo aclara todo, yo me despierto al hecho de que «Yo Soy».

Estoy, sin embargo, desconcertado por esa impresión. No me quedo reunido. Mi atención fluctúa, A veces es mí sensación la que esta activada, a veces el sentimiento, a veces el pensamiento. Y en esa activación, ellos se salen del ritmo general, el tempo general del ser. Para reencontrarlo, necesito tranquilizar esa inestabilidad y soltar natural y profundamente. Aprendo el sentido de ese relajamiento. Cedo, renuncio, para el bien de un recogimiento. Cuando estoy relajado de manera suficientemente profunda y estoy suficientemente recogido en mí, veo que el estado de mí cuerpo tiene una gran importancia sobre mi capacidad de atención.

La regulación del tonus global, es decir, del pensamiento, de la sensación y del sentimiento, cambia el tonus del espacio interior en el cual se realizan los movimientos interiores. Una vez que se ha establecido la estabilidad física, la energía desarrollada en el gasto automático se deja captar. El pensamiento se fija entonces sobre un objetivo elegido. Esto influye en el ritmo de emisión de las ideas y asegura una especie de dominio sobre las asociaciones por la posibilidad de verIas, detener conciencia del flujo de pensamientos sin intervenir ni censurar. Hay, entonces, una corriente de pensamiento unificado.

~ 90. ¿CÓMO ES QUE YO ESCUCHO?

Trato de comprender un estado que me permitiría estar suficientemente tranquilo para tomar conciencia de la realidad de la vida, sin expectativas, sin desear nada, sin creer nada y sin miedo. Para ello, necesito estar sentado en la posición correcta, ni demasiado alto ni demasiado bajo, sintiendo que este es mi lugar, aquí y en mí cuerpo. Estoy tranquilo ante la tranquilidad misma.

Me observo. Observo mi estado y lo que él me permite. Observo al mismo tiempo todas mis partes. Veo que ellas no son iguales, que cada una está ocupada de diferente manera. El cuerpo esta pasivo, pesado, dormido. Siento su peso. La cabeza puede estar agitada, o sonar y sugerirme ideas, imágenes. Siento su tensión y siento hasta en que parte de la cabeza estoy tenso. Mi sentimiento esta indiferente. Pero en su manera de mirar hay algo que se pregunta: ¿Soy yo mismo esto que yo soy? Y veo que no puedo responder. Tal como soy, no lo sabría. No soy libre. Escucho. ¿Cómo es que yo escucho?

Mi pensamiento se detiene un momento para ver mejor y mi atención liberada ilumina mi cuerpo. Bajo esa mirada, mi cuerpo se despierta, se hace sensible, muy sensible. Se establece un contacto entre el cuerpo y ese pensamiento. Y si el pensamiento conserva la amplitud de su visión y el cuerpo el calor de su sensibilidad, esto despierta otra parte de mí cuya carencia empezaba asentir. Su intensidad despierta el sentimiento. Él está tocado y siento que se establece una corriente en mí que forma como un circuito cerrado. Estoy atento a mí, al hecho de que yo estoy aquí, y entonces tengo la sensación de una presencia, de una energía que llena este cuerpo. Pero es el sentimiento que tengo por esa existencia, por esa Presencia, lo que permite durar a la conciencia de esta vida. Es inestable, frágil, pero recibo la ayudada por la necesidad profunda que hay en mí. Aprendo que es una sensibilidad que lo toca todo en mí. Nunca estoy tan sensible, ni siento tanto, ni estoy tan tocado. Cuando mí pensamiento, mi sensación y mi sentimiento se vuelven hacia la misma meta, con la misma intensidad, hay un cambio de estado de conciencia que me transforma. Es un estado que no puede ser destruido fácilmente desde afuera, sino sólo por mi debilidad interior, mi pasividad dominante lo destruye en un parpadeo. Necesito repetir mil veces la experiencia de esa posibilidad y, al mismo tiempo, de esa fragilidad, para que aparezca en mi un querer. Para que yo sepa que es lo que quiero, lo que quiero profundamente, lo que es la necesidad de mi ser.



💗










No hay comentarios:

Publicar un comentario