XII VIVIR LA ENSEÑANZA - LA ACCIÓN CREADORA






XII
VIVIR LA ENSEÑANZA



Lo milagroso es la entrada en acción de una fuerza consciente
que sabe porque y como es realizada dicha acción.

Para crear hay que ser liberado por la muerte voluntaria,
la muerte del ego.

La visión creadora pertenece al que se atreve a mirar en sí
mismo hasta el vacío.

La comprensión no viene por un esfuerzo de adquirir o de
llegar a ser, sino solo cuando la mente esta inmóvil.

La meditación es la forma más alta de la inteligencia,
una intensa vigilancia que libera la mente de sus reacciones.

Uno no puede estar sin relación,
uno obedece siempre a una relación.
Uno está relacionado con algo más alto o bien uno esta tomado.
Es una lucha de fuerzas.

Es en mi esencia que reencuentro al que ve.

No hay antes ni después. Hay la vida misma.





LA ACCIÓN CREADORA




~ 129. ESTOY EN MOVIMIENTO

¿De dónde vienen nuestras acciones, nuestros movimientos? En el estado de separación de los centros no puede haber sino reacción. Los centros no tienen las mismas asociaciones, ni el mismo propósito, ni la misma visión. La acción verdadera pertenece a un estado que esta mas allá de nuestro funcionamiento ordinario.

Hay un perpetuo movimiento de energía que no se detiene jamás. El da nacimiento a toda suerte de movimientos; es decir, un desplazamiento de la energía que parte de una disposición interior, de una actitud, para llegar a otra. Nunca vemos la actitud y el desplazamiento al mismo tiempo. o bien la actitud esta fija y el movimiento va allí de cualquier manera, o bien la fuerza del movimiento no se interesa por la actitud. Podemos pensar un movimiento e iniciarlo, pero no podemos seguirlo.

Seguir el movimiento exige una cierta visión interior. Usualmente, la energía de mi mirada es pasiva, mi atención no está libre. Miro con o a través de una imagen, una idea, y, en consecuencia, realmente no veo. Tengo la sensación del cuerpo, pero no siento el movimiento de energía que está contenido en el cuerpo. Para sentir el movimiento, el estado del cuerpo debe cambiar y el estado del pensamiento y del sentimiento también deben cambiar, EI cuerpo debe adquirir una gran sensibilidad y un poder de acción que le es totalmente desconocido. Debe reconocer que debe servir, que él es la materia a través de la cual actúan las fuerzas. Hay que demostrar al cuerpo que el necesita obedecer y que es absolutamente necesario un acuerdo entre él y el pensamiento. Entonces puede aparecer un movimiento de un nuevo tipo, un movimiento libre. Ese movimiento no se hará sin mí, sin mí atención, y cuanto más total sea mí atención, más libre será el movimiento.

Para mantener una relación entre los centros, debe realizarse una acción en un cierto tempo, a una cierta velocidad. Sin embargo, siempre trabajamos en nuestro tempo habitual, que es un tempo de inercia, un tempo sin atracción vivificante. 0 el cuerpo no interviene en ella y la cabeza no mantiene su libertad de pensamiento, o la cabeza no es suficientemente activa y es el cuerpo el que sigue sus hábitos. En consecuencia, nuestra acción no crea nada nuevo, nada viviente, no produce sonido.

Los movimientos aportados por Gurdjieff muestran una nueva calidad de acción donde el ritmo está dado y nosotros estamos obligados a someternos a él. En nuestro propio trabajo, necesitamos encontrar por nosotros mismos el tempo justo e igualmente someternos a él. De otro modo, ese trabajo no nos transformara. Necesito sentir que mi cuerpo y mi cabeza deben tener una relación pareja, la misma fuerza, la misma intensidad. Así, la sensación de la energía que está contenida en el cuerpo puede ser más fuerte que la sensación del cuerpo. Entonces, puedo seguir el movimiento. Estoy en movimiento.

~ 130. LO MILAGROSO EN ACCIÓN

Cuando nos reunimos para trabajar juntos, somos atraídos por un anhelo irresistible de lo milagroso, aunque nos encontramos trabajando en tareas mundanas como construcción, limpieza, cocina o cerámica. ¿Cómo relacionar estas dos cosas: ¿lo milagroso y la vida? A través de la acción. Sin la acción no hay ni milagro ni vida.

Cuando pensamos en una acción, nunca pensamos que las acciones pueden ser radicalmente diferentes en sí mismas, en su calidad. Vemos claramente la diferencia entre madera y metal, y no nos equivocamos. Pero no vemos que, en su calidad, las acciones pueden ser tan diferentes unas de otras como lo son esos diferentes materiales. Estamos ciegos a las fuerzas que intervienen en nuestras acciones. Por supuesto, sabemos que nuestra acción se propone alcanzar un objetivo, y esperamos un resultado de ella. Siempre pensamos en el objetivo en el resultado, pero nunca en la acción misma. Sin embargo, el objetivo no determina la acción. Es la calidad de la fuerza que interviene en una acción la que la condiciona, la que la hace automática o creativa. Lo milagroso es la entrada en acción de una fuerza consciente que sabe por qué y cómo es realizada dicha acción.

Todo lo que hacemos --trabajar la madera o la piedra, preparar una comida, un trabajo artístico o intelectual-, todo, puede ser o un acto automático o un acto de creación. Todo lo que hago en mi estado habitual es solo repetición. Cuando tengo que hacer algo, lo primero que hago es reunir todos mis recuerdos al respecto. Luego reúno toda mi experiencia y todo mí saber. Mi cabeza se aplica, mi cuerpo la sigue, y a veces estoy interesado. Pero sólo realizo una labor automática y algo en mi lo sabe. No hay una necesidad de que sea así o de la otra manera, y puedo hacerla en un tempo y a una velocidad que me agradan. Puedo incluso alcanzar algo bueno, pero eso no puede cambiarme. No tiene el poder de acción, de creación.

Es completamente diferente cuando mi acción no es una repetición, sino algo nuevo, una acción que sólo tendrá lugar En el momento presente para responder a la necesidad que reconozco ahora. Entonces solo hay una velocidad posible y ninguna otra podría reemplazarla. En una acción creadora, esto viene de una fuerza de vida irresistible, reconocida como una verdad a la que yo obedezco. Y es esa fuerza la que ve lo que hay que hacer y dirige mi brazo, mi pensamiento, mis sentidos. Ella crea un acto y un objeto que tienen un dinamismo irresistible y una inteligencia. La palabra debe ser dicha; el sonido, emitido.

Para actuar de esa manera necesito estar libre, sin imágenes o ideas, sin un pensamiento sojuzgado por una respuesta de la memoria. La libertad no es libertad de algo. La libertad está en el momento presente, un momento que nunca ha existido antes. La acción es inmediata, sin intervención del pensamiento. Nunca sé, sino que aprendo. Esto es siempre nuevo. Para aprender hay que tener la libertad de mirar. El pensamiento es silencioso, enteramente silencioso, libre. Él ve. En ese estado se puede comprender y tener una acción no fragmentada. Podemos incluso actuar juntos, unos con los otros, si tenemos la misma seriedad, la misma intensidad en el instante.

Una acción depende de la manera en que es empleada mi energía en el momento mismo en que actuó, Para saberlo es necesario que yo sea consciente de ella en el momento mismo y que sienta en ella el movimiento que va hacía su meta. Una vez que el movimiento se ha iniciado, es demasiado tarde para intervenir. Una vez iniciado, ya no me pertenece. Nada puede impedirle dar los resultados consecuentes, buenos o malos, fuertes o débiles, puros o torcidos. Todo está, pues, en las disposiciones que preceden a la acción, al movimiento. Cada acto exige, pues, una cierta libertad de mí cuerpo, una cierta concentración de mi pensamiento, y un interés, un calor por lo que se está haciendo. Esto me llevara a una nueva manera de vivir.

~ 131. EFECTIVO A TRAVÉS DE MI SER

Tratemos de comprender juntos lo que sería un estado de creación, es decir, un estado en el cual podríamos conocer lo que es. No lo que podría ser, no lo que debería ser ni algo a lo cual podríamos poner un nombre..., sino, simplemente, lo que es.
¿Podemos conocer un estado que no refuerce nuestro ego, el «yo»? Porque todo lo que lo refuerza nos lleva a la división, al aislamiento. Incluso las experiencias por las que pasamos. Registramos impresiones reaccionamos. La respuesta a algo que percibo es para mí la experiencia. Nombro esa reacción. Sino la nombro, no es una experiencia. ¿Le es posible al yo recibir la impresión y no experimentar la experiencia? ¿Le es posible estar completamente inmóvil en un estado de «no experiencia» donde la creación pueda tener lugar, es decir, en ausencia del ego?

Al tratar de hacer bien mi trabajo, de una manera eficaz, distingo dos clases de sensaciones: una sensación con tensión y una sensación sin tensión. En una la energía es detenida y en la otra la energía es liberada. Cuando trabajo, me puedo ejercitar como de costumbre, hacerlo más o mejor, o bien puedo intentar de una manera diferente y volverme efectivo a través de mi ser. Cuando no tengo experiencia, o conocimiento, hay una tensión entre el yo que desea algo y el objeto deseado, pues no me siento capaz de alcanzarlo. En la tensión me separo y a toda costa quiero hacer reconocer mi identidad, pero mi ego se opone. Esa tensión me impide ejecutar de manera justa lo que tengo que hacer. Es eso lo que necesito ver. Según el grado de tensión en el que se realiza mi actividad puedo o no tomar conciencia de mí ser y del objeto de mi acción.

Al entregarme a una acción lo que busco es la efectividad de mi ser y no la perfección del desempeño. La verdadera relación entre mi ser y el objeto depende de una actividad realizada sin la participación de mi ego. Ese es un descubrimiento que tiene una gran importancia. Una tranquilidad absoluta permite sentir una unidad, y si uno persevera, eso no es destruido ni siquiera por la agitación de mi ego cuando se esfuerza por obtener algo. Debo llegar al punto donde ya no hay tensión, donde ya no hay el yo y el objeto. Es necesario que mi ego deje de querer hacer reconocer su identidad.

No puedo conocer la inmovilidad total, un estado sin ego, por imposición..., por miedo o por obtener una recompensa. Llego a esa inmovilidad total por el conocimiento del proceso de funcionamiento del yo en todos los niveles, desde sus movimientos automáticos hasta su inteligencia profunda. Uno ve que la mente no tiene el poder de crear cuando da vueltas dentro de la jaula que se fabrica ni tampoco cuando está totalmente inmóvil, Cuando no trata de crear, hay creación. Pero eso no es algo que podamos proyectar de antemano. Ninguna creencia, ningún conocimiento, ninguna experiencia puede servir. Todo eso debe desaparecer, ser abandonado. Es importante ser pobre, pobre de conocimiento, pobre de creencias. Pobre de todo lo que pertenece al campo del ego. Pero yo lo dejaré sólo si lo conozco verdaderamente, si veo el proceso de su funcionamiento en su totalidad...; es decir, si me sostengo allí donde mis pensamientos, mis emociones y mis acciones se revelan ante mí. Si estoy constantemente sobre el «quién vive» de instante en instante, pasivo, lucido... inmóvil.

~ 132. ALGO COMPLETAMENTE NUEVO

La creación es la aparición de algo completamente nuevo. No es la proyección que surge de mi memoria, de hechos que ya han existido y que se repiten, la proyección de algo conocido. La creación solo aparece ante lo desconocido. Pero es difícil no saber, aceptar la idea de lo desconocido. Porque si acepto el hecho de no saber, de tener que tranquilizarme para recibir la impresión, me parece que estoy privado de la capacidad de «hacer», es decir, de probar que mi yo es algo importante, superior a los demás.

Trato de distraerme de ese sentimiento de no saber. Busco en mi memoria algo que me lo haga comprender. Pero cuando ya no puedo escaparme, cuando enfrento el hecho tal cual es y cuando ya no trato de darle un sentido que me convenga, ya no estoy separado de él y algo nuevo se crea. Ese hecho es la verdad, y la verdad no puede ser traducida. Se establece una relación, y esa relación es un acto de creación. Ante lo que es desconocido, lo que no comprendo, mi mente se vuelve silenciosa y en ese silencio descubro lo que es verdadero. En el acto de ver hay un acto de creación. Ver sin pensamiento es descubrir la realidad.

Hay dos movimientos en el mundo: el movimiento de interiorización que precede al de exteriorización. Para que una acción obedezca a las leyes, es preciso que ella sea aportada por los dos polos. Uno de los polos será para ella el vacío y el otro, la libertad de su movimiento. En un movimiento hacia lo interior, es necesario que haya un lugar libre sentido como «vacío», vacío de mi ego. Penetro entonces en el mundo de las vibraciones más finas. La sensación es la percepción de esas vibraciones. Siento lo fino de la sensación de inmovilidad real del cuerpo, que alcanza un estado donde ya no hay ninguna tensión, y siento lo fino de los elementos psíquicos cuando el pensamiento se ha vuelto pasivo, sólo un testigo que registra todo lo que pasa. En ese momento, se manifiesta una cierta sensación de existir, aparece una vida en potencia, sin movimiento. Aun si esa sensación de existir fuera percibida sólo durante una fracción de segundo, ella sería suficiente para conocer lo que ha pasado en el momento en que «lo inmóvil» se ha vuelto «móvil»; es decir, el momento de la primera vibración espontánea entre los dos. Es una sensación que me invade y es un sabor. Una certidumbre que borra toda pregunta. Es el imperioso regreso del no ser hacia el Ser. Es: lo inconcebible que está vivo... hasta el momento en que me doy cuenta de ella y, por miedo a perderlo, le doy un nombre y una forma, y la sensación se desvanece.

Puedo construir en la vida ordinaria, pero para crear tengo que ser liberado por la muerte voluntaria, la muerte del ego. La visión creadora sólo pertenece al que se atreve a mirar en sí mismo hasta el vacío. El movimiento constante de interiorización y de manifestación crea la matriz del vacío donde estoy frente a frente conmigo mismo. Estoy en el centro de un torbellino de vida y la vida interior es el único bien. Entonces, todo lo hago como si no tuviera nada que hacer. Vivo sin apegos, en cualquier sitio donde se me necesite. Las cosas aparecen por sí mismas, como aportadas por la corriente de la vida.

Cuando el pensamiento es verdaderamente libre, uno puede hacer frente a la vida con un acercamiento nuevo, incluidos los desafíos cómo la enfermedad o la pobreza. En vez de mirar los problemas como separados de la totalidad de la existencia, uno puede verlos como aspectos particulares del todo. Si comprendo la totalidad de la existencia en un mundo relacionado, veo que para transformar lo que me rodea primero tengo que transformarme a mí mismo. Al acercarme en mi a la posibilidad de tocar una calidad mejor, deseo participar en algo superior en ese mundo relacionado. Entonces, puedo aceptar como un hecho esa vida en la cual me encuentro, aceptar volver a poner en pregunta y asumir voluntariamente el papel que represento dentro de ella. Comprendo mi parte en la lucha.



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Continúa: Una actitud de vigilancia











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