EL EMERGER DEL «YO»






EL EMERGER DEL «YO»



~ 125. LA EXTRAORDINARIA IMPRESIÓN DE EXISTIR

Necesito reconocer en mí dos estados de ser. Necesito aprender a reconocer en mi muy realmente la diferencia entre un estado donde es mi ego el que actúa y otro estado donde es el hombre entero el que actúa, donde me siento ser un todo. Me doy cuenta cada vez más de que lo que creo conocer viene de mi pensamiento, que no es más que una proyección de mí pensamiento, hasta mis sensaciones. Pero empiezo a saber que otro «Yo», el principio de la conciencia, existe más allá de mi cuerpo, de los pensamientos y de las emociones. La conciencia sería un principio separado, el pensamiento puro, que ve y observa al yo ordinario.

Si mi yo ordinario, el ego, consintiera en ser el servidor y no el amo, sería el eje de mis esfuerzos hacia la conciencia. Pero eso es imposible, ya que mis diferentes partes actúan separada e independientemente, sin tomar en cuenta el resto de mi persona. Entonces, en lugar de servir, de proteger, de ayudar a mi desarrollo, mi ego, mi yo, se infla y bloquea el camino.

¿Quién soy yo? Imposible responder. No soy mi cuerpo; permito que se vuelva pasivo. No soy mi cerebro formatorio; también permito que se vuelva pasivo. Ante esta interrogante, no soy estas emociones egoístas hacia mí mismo, las cuales también se vuelven pasivas. ¿Quién soy yo? El soltar se hace cada vez más profundo. No me relajo ahora para obtener algo. Me relajo por humildad, porque comienzo a ver que por mí mismo no soy nada y que, en el seno de esta humildad, aparece una confianza, una especie de fe. Estoy tranquilo y estoy bien donde estoy, en paz.

En ese soltar más profundo, me abro al centro vital en el abdomen, el punto de relación con las energías que vienen de todos mis centros, que se relacionan entre sí de una cierta manera. Ese contacto me hace sentir que la totalidad de mi ser ya no está amenazada. Todo está integrado, todo está en su lugar. Me siento en un orden justo que me involucra todo entero. Mi cuerpo está en reposo, no se tensa en ninguna dirección. Hay un movimiento constante de soltar hacia abajo, hacia ese centro de gravedad desde donde parto para atender la vida y donde regreso a mí mismo. En ese movimiento de soltar profundo, tengo la impresión de una energía liberada, liberada sin ningún esfuerzo, sin que yo haya hecho nada para ello. Llega como un resultado. No es asumida ni por mi pensamiento ni por mi emoción. Ella no me pertenece. Es una fuerza sobrenatural que obra mientras la obedezca. Ella me transformaría si yo aceptara la experiencia, si no me le resistiera tratando de dirigirla. Aprendo a vivirla. Le obedezco conscientemente. Ese es el movimiento de mi ser.

Cuando mi cuerpo ha alcanzado un estado en el que ya no hay tensión, siento lo fino de la sensación de inmovilidad cómo el nacimiento del ser. Y siento que lo fino del pensamiento alcanza un grado donde él tiene la experiencia de penetrar y de registrar todo lo que pasa. Siento esa extraordinaria impresión de existir. Cuando estoy así tranquilo, inmóvil, sin tensión, siento que mi respiración tiene una gran importancia, una importancia que nunca le doy. Es por ese acto que participo de la vida; un acto más grande que yo. Existo en ese movimiento, un movimiento viviente en el que estoy incluido. No es mi. … cuerpo, soy yo quien respira.

~ 126. LA MUERTE DE MI YO ORDINARIO

EI recuerdo de sí es el momento en el que ya no soy un objeto para mí mismo, cuando la conciencia ya no deja espacio para una división. Es el momento en que, al sentir la conciencia, siento que soy la conciencia. Siento «YO». El recuerdo sería el choque emocional generado por el momento de contacto entre todas las energías que están en mí. Esto produce una vibración creadora. Apenas es emitida, ella va a estar sometida a la ley de siete, de manera que el recuerdo no puede permanecer estático.

En mi estado habitual todo es vago y nebuloso. Pensamientos, oleadas de emociones y de tensiones lo atraviesan. Pero esos pensamientos no vienen todos juntos. Se levantan uno tras otro. Es lo mismo para las emociones. Cuando un pensamiento pasa, otro se levanta. Pero entre los dos, hay un intervalo, un vacío, un paro que es extremadamente importante. Es el momento en que me doy cuenta de que hay una realidad detrás de los pensamientos escondida por el movimiento de ellos. Puedo tomar conciencia de lo que esta detrás de mis movimientos. Nada dura, lo que aparece debe desaparecer. La desaparición es tan importante como la aparición. Forma parte del mismo hecho. Pero si puedo vivir las dos, aceptar las dos, estoy más allá de la aparición y la desaparición. Las contengo. En ese momento mis centros entran en relación entre sí; la relación se hace por si sola.

La apertura a nuestro ser esencial, a los centros superiores, pide un estado de unidad. Pero, en nuestro estado habitual, nuestro centro de gravedad, siempre volcado hacia el ego, es desplazado hacia la parte de arriba del cuerpo, lo cual nos separa de nuestra verdadera forma. El sufrimiento que resulta de la separación de nuestra naturaleza esencial abre la posibilidad de una unión. Cuando el sufrimiento es fuerte, obliga a una apertura. Hace falta una decisión, una determinación, para seguir el camino, a través de la cual nuestro ser esencial nos llama. Para poder servir a la expresión de esa fuerza que necesita trascendernos, se nos exige un contacto perpetuo con nuestro ser esencial. Debemos morir aun nivel, morir en tanto que ego, para resucitar en otro nivel.

Quiero abrirme. Siento la necesidad de arriesgar mi posición bien establecida. Siento la necesidad de silencio, de un silencio real, de un vacío. Y, al mismo tiempo, querría tomar, tener, para seguir subsistiendo de mí manera habitual. No me someto, no reconozco, no sirvo. Quiero servirme. Y necesito aceptar ese hecho, vivirlo, sufrirlo, más que buscar algún recurso. Ese recurso hoy en día sería una huida, una artimaña, una manera de apartar lo inevitable. Siento ese estar cerrado, mi indiferencia. Siento esa realidad que me llama, pero en la que no confío, en la que no tengo fe. Quiero que ella se me entregue. Tengo miedo, miedo de desaparecer.

Para ir más allá de esa fragmentación, de esa separación de mí ser esencial, la energía en su totalidad necesita fusionarse. Necesita estar completamente liberada. ¿Veo la necesidad de esto? ¿Lo acepto? ¿Lo quiero? Para ello, una tranquilidad absoluta necesita hacerse en mí, en todas mis partes. No para lograr, ni para recibir y apropiarme de algo maravilloso. Al contrario, veo mi nulidad, mi apego, mi temor de perder el significado que me atribuyo. En vez de querer siempre tener la razón, veo mis contradicciones. Veo que estoy bajo la hipnosis de la imaginación. Veo todo tomado en conjunto: el ego y el verdadero yo. Al ver, me libero. Por un momento ya no soy el mismo. Mi atención liberada, mi conciencia, conoce entonces lo que soy esencialmente. Es la muerte del yo ordinario. EI recuerdo de si quiere decir morir, así mismo, a mi mentira, a mi imaginación. Es adquirir el gusto de la comprensión por lo que falta, la conciencia de la falta de comprensión, En el recuerdo hay un soltarse del ego que permite entrar en una conciencia nueva. Veo el yo ordinario como una proyección del yo, un fantasma. La manifestación no es algo separado, sino una proyección de algo esencial. Al volver a la fuente, tomo conciencia de lo que se eleva para no volver a caer, de lo que no nace, de lo que no muere, de lo que es el eterno Sí Mismo.

~ 127. VEO LA REALIDAD

Para que yo pueda recibir y transmitir una energía de un nivel más elevado, hace falta un organismo interior, como otro cuerpo viviente con vida propia, en el que cada mecanismo, como en el cuerpo físico, se engrana para ayudar al mantenimiento del todo, donde nada trabaja para su meta particular, diferente del resto. Es lo que debería suceder en nuestra organización interior, para todos nuestros cerebros. Su funcionamiento debería asegurar la vida de una Presencia, otro organismo relacionado con los centros superiores. Necesito que se establezca un nuevo orden. Debo separar lo sutil de lo grueso, no para juzgar o menospreciar, sino para mantenerlos separados hasta que una naturaleza viva su vida dentro de la otra. Esto crea un circuito nuevo, una corriente emocional más pura que las emociones subjetivas habituales. Con una relajación profunda, la energía más fina puede circular libremente en mí. Entonces, puedo experimentar la Presencia como un campo magnético. Busco una sensación consciente para darle sitio al ser interior.

El momento del conocimiento no es el momento de la imagen o del juicio. Aparece en un momento de suspensión del pensamiento automático y de la emoción subjetiva. Una tranquilidad permite que la atención este libre. Porque necesito conocer, ver, mi atención entra en contacto con lo que es. En ese contacto, tiene lugar una acción, una fusión; hay una Presencia con su vida propia, su propio ritmo. Veo la dualidad constante, la fragmentación, la contradicción que la impide, que impide la fusión, la unidad. Cuando lo veo, la energía se transforma.

Cuando el cuerpo está inmóvil y el pensamiento muy tranquilo, cuando no hay ni pensamiento ni movimiento, esto se convierte en un hecho, lo que es, y el hecho no produce ni placer ni pena. Nunca es mecánico, No podemos aproximarnos a él con opiniones o juicios, porque entonces reemplazan al hecho que se quiere comprender. EI hecho nos enseña y, para seguir su enseñanza, el escuchar, la observación, deben ser intensos. Esa atención intensa desaparece si hay un motivo para escuchar. El sufrimiento viene del pensamiento y el pensamiento que se nutre de sí mismo forma el yo ordinario. Como una máquina, ese yo es nutrido por el pensamiento y las emociones. El hecho destruye esa máquina. Ni los métodos ni los sistemas aportaran comprensión; sólo la conciencia del hecho: la conciencia, sin escoger ningún pensamiento o emoción, comprendiendo su motivo, su mecanismo, dejando a cada uno la libertad de expandirse, y viendo lo que sucede. Si bien es importante constatar el cambio constante de los hechos en uno mismo, más importante aún es tratar de ir mas allá, La conciencia de si tal como uno es, sin teorías, sin conclusiones, es la meditación, Cuando el pensamiento y el sentimiento florecen y mueren, uno entra en otra esfera. Aparece un movimiento libre del tiempo que el pensamiento no puede conocer. Uno ya no busca la experiencia y uno ya no le pide nada.

La transformación que puede ocurrir en mi es la transformación de mi conciencia por otra manera de pensar y otra manera de sentir. Y esto solo ocurrirá por la vía de la visión pura que me cambia enteramente, como por milagro. Ver lo que soy, momento tras momento, es un abandono de todo lo que pretendo ser. Todo está comprometido en esto; mis emociones, mi pensamiento, mi cuerpo. Es con esa condición que se obtiene la visión y que la energía es liberada. Sólo esa energía me da la fuerza de profundizar sin detenerme.

Ver de esa manera, ver sin la reacción de mi memoria, es sumamente importante para mí. Ver el hecho, cualquiera que sea: la ambición, los celos, la negación, me revela un enorme poder. El hecho florece, por así decir, y hay entonces no solo la comprensión del hecho, sino la acción que produce, el cambio en mi conciencia. EI acto mismo de ver trae ese cambio y la verdad de lo que veo modifica completamente mi actitud hacia la vida. La conciencia se abre y uno ve la verdad. Puedo ver la realidad que se vuelve todopoderosa para mí. Es una comprensión emocional de la verdad.

La verdad no tiene continuidad porque está más allá del tiempo. No es ella la que dura. Debe ser vista instantáneamente y olvidada. Olvidada en el sentido de que uno no se la lleva consigo como un recuerdo de una verdad que fue. Y como mi mente no está ocupada, ella reaparece, tal vez al día siguiente o tal vez, incluso, enseguida.

~ 128. LA RADIACIÓN DE UNA PRESENCIA

Mi ser tiene su fuente en alguna parte, una fuente siempre viviente, una fuente de vida. Tengo la costumbre de pensar en el cuerpo de una manera y en la energía de otra. Pero nada existe separadamente. Hay una unidad de vida. Soy, a la vez, el que crea y lo que es creado, sin poder dividirlo. Con mi ayuda, puede crearse en mi como un nuevo cuerpo por el cual la fuerza de vida única que está en mi podría hacer sentir su acción.

Siempre cometo el error de querer forzar un paso hacia el ser, como si pudiese obligar al ser a mostrarse, cuando en realidad sucede lo contrario. El ser se esfuerza constantemente hacia la luz de la conciencia. Necesita de un pasaje que le permita irradiar. Pero en su camino encuentra la dura corteza del ego y es bloqueado por ella. Para que el ser pueda actuar, hace falta que delante de él se haga el vacío. La vibración animadora, su poder de vida, sólo puede ser experimentada en el vacío. El vacío, esto es, la ausencia de tensiones, la ausencia de movimientos desordenados de mi ego, que quiere, cueste lo que cueste, probar su identidad, afirmar su autoridad. Cada tensión es el testimonio de mi ego. En cada tensión está comprometido el todo.

Ahora comprendo mejor que la sensación consciente es la primera señal de obediencia a algo mayor, el primer paso hacia un sentimiento verdadero. Comprendo también que, una vez que mi sensación me ayuda a entrever la posibilidad de una percepción directa, mi pequeño yo tiránico se somete y ya no domina. Siento otra fuerza, no un poder que tengo, sino un poder del cual soy parte. En ese momento aparece en mí una energía irresistible, siempre que sea obedecida, que viene de una corriente emocional superior, una energía a la que todas las tradiciones dan el nombre de amor, una fuerza cósmica que nos atraviesa.

Necesito estar vacío, vacío de toda pretensión de saber; entonces mi sentimiento se depura, ya no oscila y es capaz de sopesar los contrarios, es decir, de conocer. Si siento como una necesidad, como un deseo, el poder del ser sobre mí, me siento en capacidad de comunicar ese sentimiento a todos mis centros, para que se integren en un todo. Es como si se crease una atmósfera, una película sensible, un filtro, capaz de captar lo que, sin ella, permanece incomunicable, y dejar que se transparenten los elementos más sutiles. Esa atmósfera no es una muralla: la muralla de mi ego cae. Es como un filtro consciente de sumisión, Todo depende de lo fino que sea el filtro, cuya calidad y solidez pueden convertirse en el objeto de mi búsqueda.

Esa atmósfera es necesaria para la acción de mi ser. Es como la creación de un circuito nuevo de otra intensidad. En ese circuito puede aparecer a la conciencia una corriente emocional más pura, un sentimiento por lo verdadero, lo real. Puede entonces electrificar el todo, pero no aparecerá sin esa unidad de atención en todos mis centros. Siento la necesidad de esa unidad para conocerme.

Salgo del círculo de mi yo habitual, dejando que se disuelva mi corteza, para que la vida se expanda en mí y para absorber las radiaciones de mí yo profundo. No hay un cuerpo independiente y una Presencia que le es extraña. Hay una sola y misma cosa, la radiación de una Presencia sutil y, para experimentarla, necesito un contacto renovado constantemente con la fuente misma de vida de dónde vengo. Otro Yo aparece, se muestra a través de mi carne: esta Presencia hecha de otra sustancia.



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