LA RESPIRACIÓN de La Realidad del Ser de Gurdjieff por Jeanne Salzman




LA RESPIRACIÓN



~ 68. UNA CORRIENTE IMPERCEPTIBLE

Aprendo a distinguir dos corrientes de vibraciones. La primera proviene de los pensamientos y de las emociones y me retiene en un nivel inferior; la segunda es una corriente de vibraciones sutiles que puede despertar y animar otras zonas de mi pensamiento y de mi sentimiento. No puedo alcanzar una nueva comprensión mientras no experimente, por un periodo largo, la diferencia entre estas dos corrientes y su influencia sobre mi ser. Me he situado bajo la influencia de una u otra de esas corrientes por la adhesión pasiva que doy a la primera o, por el contrario, por la vigilancia consciente que pongo sobre la segunda. A través de la respiración, a través de la apertura voluntaria a una fuerza misteriosa, tomo conciencia de esa corriente que me abre a posibilidades latentes en mí.

Participo en la vida a través de la respiración. Me siento ser en ella; es mi manera de existir. Pero no confío en ella. No me permito respirar naturalmente. Inspiro, pero nunca espiro del todo. Quiero intervenir sin aceptar ese movimiento de vida tal como es.

Necesito observar si respiro con la parte alta, con el pecho, o con la parte baja, desde el diafragma, y ver que es lo que hay de falso cuando respiro. Miro y me doy cuenta de que no dejo que mi respiración se haga libremente. La resisto o la fuerzo a ser más completa. En ambos casos, intervengo. E incluso si se lo que es necesario y lo trato, nunca logro del todo dejar que se haga. Incluso, si creo simplemente asistir a la experiencia, intervengo. Es mi manera de asistir la que es falsa. No puedo evitar que mi yo se crea más inteligente que la fuerza de vida contenida en mi respiración.

No sé lo que soy cuando respiro. No veo que el acto de respirar es siempre modificado por las imágenes, las ideas, las emociones que provienen de mí ego. Debo aprender a dejar que mi respiración se haga, aprender a que su ritmo no se modifique. Participo de algo más grande. Me hago cuerpo con esa experiencia que me transforma. Alcanzo un estado donde mi yo habitual no interviene. Nunca llegare allí sin sentir más profundamente el centro de gravedad en mi abdomen.

La respiración que percibo no es el soplo vital. La corriente que trae el aire adentro y que lo lleva afuera es el soplo vital. Percibimos el aire, pero no la corriente, que es imperceptible. Es una especie de magnetismo que pone el aire en acción y que toca las partes más importantes de nuestro ser. La inspiración y la espiración no se realizan en línea recta. Es como un círculo cuyos rayos tocan todas las partes del cuerpo. Nosotros no vemos la acción, la irradiación del soplo vital sobre el cuerpo. En realidad, esa corriente pone al cuerpo en contacto con todos los planos del ser. Al llegar a sentir una unidad, experimentaré la necesidad de respirar más conscientemente.

~ 69. LAS ETAPAS DE LA RESPIRACIÓN

Al llegar a ser más conscientes del acto de la respiración, comprendemos mejor lo que son las leyes de la vida, la importancia que ellas tienen y como, al servirlas, nos dan un sentido para nuestra existencia. Una verdadera comprensión de la respiración llegara a través de la experiencia de sus varias etapas. La primera etapa es tomar conciencia de la respiración física, dejar que se haga. La respiración se hace por sí misma. Si ella es estrecha, demasiado alta, en el pecho, sin movimiento del diafragma, esto muestra que estoy tenso y encerrado en lo que creo que soy. No permito que la respiración vaya y venga libremente. Tomo el aire, pero no permito que la exhalación sea completa, como si tuviera miedo de que me falte el aire. Lo primero que debo aprender es a dejar que la respiración se haga sin intervención de la voluntad. Tengo que permitir que el centro de la respiración se desplace hacia abajo y dejar salir el aire por completo.

La segunda etapa es aprender, a través de la respiración, a ejercitarse a sí mismo y no solamente al cuerpo. No solamente enfatizo la espiración, sino que la acompaño; no solo relajo mis hombros y mi pecho. Me suelto completamente. Vemos que una respiración que no es libre denota una falsa actitud de mi yo. No es mi cuerpo, soy yo quien respira de manera falsa. Cuando trabajo, descubro hasta qué punto todas mis manifestaciones y mis actitudes mentales bloquean el flujo y el reflujo de la respiración. Es como una resistencia al ritmo fundamental de la vida, una falta de confianza en la vida.

En la tercera etapa, «eso» respira y uno ve que respirar es un movimiento fundamental de un todo viviente. Uno aprende a hacerse gradualmente consciente de la vida y del Ser encarnado en nosotros, consciente de un orden rítmico en el cual estamos incluidos. Esto no es un observar desde afuera, manteniéndonos aparte, sino encarnar la experiencia y ser transformados por ella. Habitualmente, en nuestro yo estamos separados de la realidad y ella no puede transformarnos. La verdadera conciencia esta soterrada y solo juega un papel secundario. Tenemos que dejar que se disuelvan todos los modelos y nuestras ideas preconcebidas. Tenemos que permitir que la conciencia emerja para otorgarle el papel principal, llegar a ser conscientes de su fuente. Entonces, uno puede vivir de acuerdo con el Ser de uno. Ese reconocimiento activo de la vida interior se caracteriza por la obligación de escuchar la «conciencia» que obliga a cambiar y a vivir según lo que uno comprende y realiza ahora.

Finalmente, está la confianza en la vida y la sumisión al Ser. Hay una entrega al movimiento cósmico de flujo y reflujo, comprendiendo con todo su ser que todas las formas se crean desde el vacío, en silencio, y son reabsorbidas una vez que han cumplido su papel. EI hombre comprende que él se encuentra así mismo al perderse. Se libera de ciertas barreras, pero comprende que su Ser constituye una participación responsable en la gran vida del universo. EI participa de un Todo.

~ 70. VIVO EN MI RESPlRACIÓN

Cuando estoy muy en la superficie de mí mismo, no tengo ya libertad de acción sobre el soltar, sobre el relajar. Cuando estoy muy profundamente en mí mismo, llega un momento en el que tampoco tengo libertad de acción sobre la tensión. Sin embargo, hay un nivel en mi en el cual puedo ver las tensiones cuando se forman y responden una a la otra sin que esto me ciegue completamente, manteniendo la conciencia de lo que en mí interior no se deja tomar. Esa experiencia está directamente relacionada con el centro de gravedad al cual debo retornar siempre. Esas tensiones y distensiones son mis movimientos de respuesta a la vida y afectan mi respiración, Cuando veo que ella nunca está libre, se plantea la pregunta de su significado y de su relación con mi pensamiento, mi sentimiento y mis deseos orgánicos.

Cuando trabajo sentado, mi vida interior se me revela como si emergiera de una nube. Me siento entonces retenido por una cantidad de pequeñas tensiones muy tenues que me atrapan en una red. En el momento mismo en que la siento, la red se sueIta, las tensiones se relajan y tengo la impresión de tener un poco más de libertad. Veo claramente que la posición de mi cuerpo permite o no permite que esa libertad aparezca. Primero, la posición de mi pelvis o de mis piernas, que permiten que mi cuerpo este derecho, que mi columna vertebral esté derecha. Las rodillas no deben estar más altas que las caderas. Eso mantiene todo: el tronco, el abdomen y la cabeza. Veo que ese sentimiento de Presencia interior depende de mis tensiones. Si el plexo está demasiado estirado o demasiado comprimido, esa vida no aparecerá. Como si la energía necesitara de un canal libre; y en ese canal, el menor obstáculo puede impedir que la corriente se establezca. Cuando la energía aparece, me siento libre. Siento que existo, con una existencia nueva, que antes no había conocido. Y de repente, mi respiración se revela. Sé que respiro. Es el movimiento de la vida lo que siento en mí.

No me concentro en la respiración, no trato de relacionar el pensamiento con la respiración. Tengo que volverme uno con el sentimiento de la respiración, tratando de sentir el soplo vital: aspirar y exhalar natural y espontáneamente, aceptándolo todo de manera que no haya ninguna lucha. No retengo nada, me permito exhalar hasta el final. Cuando logro dejar que la respiración se cumpla de manera más libre y más completa, siento que la energía llena mi abdomen y que ya no tiene la misma tendencia a subir continuamente. Al respirar, veo que mis pensamientos aparecen y se dispersan. Y veo que tras ellos hay una energía, la energía del pensar. Los pensamientos no son el pensar.

En un relajamiento profundo, siento que la respiración es el proceso de vida de esa energía. Esos elementos pueden nutrir esa presencia interior. Siento que los recorridos son importantes, que ellos pueden relacionar la vida de un cerebro con otro. Necesito primero establecer un contacto a través de la sensación para habituarme a sentir los trayectos sin esperar nada.

Cuando se manifiesta una sensación de existir, en ese momento, siento que mi respiración tiene una gran importancia, como si fuera ella el acto mismo de vivir. Siento su movimiento como un movimiento vivo, un movimiento de la vida única en la cual estoy incluido. Existo en ese movimiento. No lo observo desde afuera. No me mantengo aparte de él y tampoco trato de fijarlo o de apropiármelo. Sólo puedo sentir que soy parte de él. Sin él no soy nada, y él nada puede sin mí. Me relajo, no dirijo, no intervengo. Al perderme, me encuentro. Me someto a ese movimiento en el cual la forma se crea y es barrida tan pronto como es creada. Vivo en mi respiración.

~ 71. SIN MIEDO DE PERDERME

Hay una impresión que me mantiene en la verdad del momento y que despierta mi atención: el hecho de que respiro. Toda mí atención está comprometida en el acto de respirar. Necesito poner en ella todo mi cuidado. No conozco nada más. Soy uno con ese sentimiento de respirar. No se trata de hacer un esfuerzo en particular para respirar, pero trato de sentir el soplo vital: inspirar, espirar, inspirar, espirar. Algunos pensamientos aparecerán, Los observo como pensamientos, simplemente como pensamientos que pasan. No trato de desembarazarme de ellos; tampoco me pierdo en ellos. Los veo como si no tuvieran realidad y regreso a la atención sobre la respiración. En ese estado no busco ni deseo ni espero nada.

Respiro, soy esa respiración. Para saberlo, tengo que poner mí mirada, mi pensamiento sobre ella. Juntas cobran sentido. Una sin la otra carece de control, de conocimiento. Entonces, la respiración se hace sin esfuerzo, sin presión, sintiendo bien el movimiento del aliento. Esto depende de una inteligencia del pensar, que aporta una mirada que se coloca conscientemente sin palabras, una visión. Veo que esto necesita el soltar más completo que yo conozca, un estado que debe parecerme desprovisto de mi yo ordinario, que está siempre listo para inmiscuirse en la respiración. Trato de no dirigir mi respiración, La dejo ser tal cual es.

Comienzo por relajar los diferentes centros. Primero, la cabeza. Siento la diferencia entre una energía más inmóvil y las ondas desordenadas de mis pensamientos. Al relajarme, esas ondas se apaciguan. Me quedo un cierto tiempo en la cabeza y luego, cuando siento que la energía está más libre en ella, paso a la cara y la nuca; después, a la columna vertebral. Me sostengo equilibrado, con una profundidad de sensación a la que no suelo acceder ordinariamente. Mi sensación es una obediencia, una obediencia a la vibración libre, la acción libre de la fuerza de vida en mí. Entonces, paso al plexo solar. También aquí las tensiones se sueltan. Obedezco. La energía no es dirigida; ella no me pertenece; es libre. Pero solo la conozco en verdad cuando la suelto muy naturalmente en el abdomen. Si verdaderamente no hay tensión alguna en mí, nada que retenga la energía en ninguna parte, ella va libremente hacia su fuente y la siento como una fuerza de otra dimensión. No tengo miedo de cederle el lugar; no me siento amenazado.

Ahora que me siento más libre, puedo comenzar a respirar, suavemente, sin retenerme, sin miedo de perderme. Como si entrara en un acto que es más que un acto del cuerpo. Confío en ese movimiento. Y dejo que se disuelvan todas las ideas, todas las nociones. No tengo miedo de exhalar completamente. Y descubro un significado nuevo, como el significado de lo sagrado en mi yo humano.

De nuevo me doy cuenta de que solo confío en mí mismo. Y, sin embargo, es solo en la fuerza activa del aire en la que yo debería confiar. Cuando me siento más equilibrado, respiro como si lo hiciera a través de los centros y diciendo silenciosamente «Yo Soy». Cuando digo «Yo”, siento en los tres centros como si algo se irguiera. Cuando digo «Soy», siento también en los tres centros, pero como si algo se sentara. Cuando inspiro, digo «Yo» y visualizo que los elementos activos del aire entran, y cuando expiro, digo «Soy» y los siento depositarse y llenar mi cuerpo. No trato de hacer nada mas con este «Yo» y este «Soy»; simplemente, me digo las palabras a mí mismo con cada respiración. Sigo ese orden para llenarlo. En mi sensación, sigo el siguiente orden: la pierna derecha, la pierna izquierda, el brazo derecho, el brazo izquierdo, el abdomen, el pecho, la cabeza y después todo el cuerpo.




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Continúa: ¿Quién soy yo?





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