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EL SER HUMANO Y SUS CUERPOS



Lección 2




El SER HUMANO Y SUS CUERPOS
 
La idea prevaleciente en algunas religiones es que el ser humano es un cuerpo con un alma. La Teosofía postula en cambio que el ser humano es un Alma con cuerpos; no solo uno, sino varios. Por otra parte, la idea del ateo que sugiere que el ser humano es solamente un cuerpo físico, es equivalente a confundir la casa con la persona que en ella vive. El ser humano, el verdadero ser humano, es la Mónada, un fragmento de la Divinidad, una chispa que surge de la Divina Llama.

Recordemos la historia bíblica en la cual Jesús, después de haber expulsado a los mercaderes del templo, dijo a quienes cuestionaron su proceder: “Destruid este templo, y lo volveré a levantar en tres días…” Pero Él hablaba del templo de su cuerpo. (Evang. Según San Juan, 2:19, 21). Jesús por cierto hablaba desde el elevado estado de consciencia hacia el cual, de acuerdo con la Teosofía, todos debemos evolucionar; es decir, la Consciencia Crística que ve al cuerpo solo como un vehículo.

La semilla de todo poder y sabiduría está encerrada en el cuerpo aguardando florecer, y el ser humano, en el curso de su evolución, debe abocarse fundamentalmente al desarrollo de ese potencial.

Es indiscutible que solo a través de la limitación se suele desarrollar la percepción. Y es con este objeto que la Mónada se envuelve en diversos grados de materia densa y limitante; puesto en otras palabras, se rodea de campos de energía vibratoria de diferentes velocidades, a los cuales llamamos cuerpos. De éstos, el de vibración más lenta, y por ende el de mayor densidad, es el físico. Conviene nuevamente recordar que la Física contemporánea establece que materia y energía son intercambiables, y que aquello que para nuestros sentidos aparece como algo sólido es en realidad un vórtice de energía vibratoria, por inerte que nos parezca. Puede concluirse entonces que la dureza de una piedra es debida a la intensidad con que se agrupan los átomos que la componen, y esa intensidad está su vez determinada por la velocidad vibratoria con que aquellos se mueven.

En estos campos de energía en los cuales la Mónada se aprisiona voluntariamente para lograr el pleno desarrollo de su potencial y la expansión de consciencia en él implícita, las frecuencias vibratorias altas coexisten con las bajas sin interferir la una con la otra, de forma similar a las ondas de radio. Todos estamos familiarizados con el hecho de que la atmósfera está repleta de una gran variedad de ondas y de la posibilidad de capturar una con exclusión de todas las demás mediante el simple expediente de sintonizar la frecuencia de la onda deseada en un instrumento ideado para ello: el receptor de radio.

De acuerdo con la Teosofía, nuestro sistema solar está compuesto de siete tipos básicos de materia o campos de energía vibratoria dispuestos en esferas concéntricas que se compenetran e intercalan, a los cuales se da el nombre de planos: La evolución humana tiene lugar en tres de estos planos: el físico o gravitacional, el astral o emocional, y el mental o conceptual, -y el ser humano posee simultáneamente tres cuerpos hecho de estos tres tipos de materia para poder expresar respectivamente acción, emoción y pensamiento. Estos tres cuerpos son perecederos, y el individuo los renueva en cada encarnación según veremos más adelante (Lección 4).

Tales cuerpos no deben sin embargo ser considerados como algo fijo y estático, porque no lo están. Sabemos que aunque nuestro cuerpo físico parece el mismo día tras día, de hecho está continuamente cambiando, aunque con mucha más lentitud que los cuerpos astral y mental porque está compuesto de vibraciones mucho más lentas que las de éstos. Los cuerpos sutiles, es decir, el astral y el mental, deben en realidad ser considerados como focos de energía vibratoria que siguen un patrón determinado por las emociones y los pensamientos del individuo, las actitudes que mantiene respecto a la vida y al mundo, y la manera cómo reacciona ante lo que le acontece.

Estos cuerpos pueden ser considerados además como concentraciones individuales de las energías de los planos en los cuales operan. Al morir, el individuo se deshace de ellos uno tras otro, como si estuviera eliminando ropa gastada e inservible, para posteriormente asumir un nuevo conjunto de cuerpos al entrar nuevamente al mundo de la experiencia objetiva o mundo físico para continuar su aprendizaje en la escuela de la vida.



A objeto de hacer esta enseñanza más clara, nos referimos a los cuerpos por separado, dándoles los nombres antes mencionados, pero cabe recordar que ninguno de ellos está ni puede estar separado durante la vida física del individuo. De hecho, son interdependientes y funcionan como una sola unidad. Bien sabemos que es prácticamente imposible sentir emoción sin pensamiento alguno, o pensar con total ausencia de emoción o deseo. Por otro lado, la ciencia médica actual afirma que tanto los pensamientos como las emociones afectan al cuerpo físico y viceversa.

Ante la visión clarividente, el cuerpo astral aparece como un ovoide que compenetra y rodea el cuerpo físico. El cuerpo mental ofrece un aspecto similar, rodeando e compenetrando los dos anteriores. Los cuerpos astral y mental son invisibles a la vista ordinaria, pero negar por ello su existencia es como negar la existencia de los rayos X y docenas de otros tipos de ondas igualmente invisibles pero cuya existencia nadie pone en duda.

En consecuencia, el estudio de estos cuerpos ha sido realizado en base a la percepción de aquellas personas cuyo entrenamiento y disposición psíquica les permite verlos y analizarlos.

El cuerpo causal, mencionado en la primera lección de este curso, está compuesto de la materia más sutil del plano mental o región mental abstracta, de vibración más alta que la región mental concreta. Se nos dice que el cuerpo causal es el único cuerpo relativamente permanente del Ego espiritual que en él reside, y su nombre proviene del hecho de que en él se almacenan las causas que posteriormente se transformarán en efectos en el mundo visible objetivo. Y al hablar aquí de almacenamiento, no debe pensarse en una bolsa dentro de la cual se amontonan cosas, sino más bien de posibilidades vibratorias o focos de energía dentro del cuerpo causal que pueden coexistir sin interferencia mutua. El cuerpo causal es, en consecuencia, un depósito permanente del tesoro de experiencias que va emanando gradualmente del pensamiento, las emociones y las acciones del individuo en los tres planos en donde funcionan sus cuerpos. A esto se refiere San Mateo al hablar del “Cielo”, aquel lugar en donde “los tesoros no se corrompen” (Evang. 6:19 -21). Este tema será discutido en mayor detalle en las lecciones subsiguientes.

La descripción del cuerpo físico compuesto de sólidos, líquidos y gases no es necesaria en el presente contexto. Hay, sin embargo un aspecto muy importante del cuerpo físico que la ciencia ignora porque es invisible a la vista ordinaria. La Teosofía le llama “El Doble Etéreo”, o cuerpo vital. Este doble etéreo cumple importantes funciones en beneficio del cuerpo físico del cual es parte, constituyendo además el molde en base al cual este último es construido. El doble etéreo es entonces una contrapartida del cuerpo físico hecha de materia etérica, lo cual le hace también invisible a la vista ordinaria. (Cabe aquí destacar que en ciencia oculta en general la materia etérica es considerada para del mundo físico, un tipo de gas tan sutil, que escapa a la visión corriente). El doble etéreo no puede sustentar consciencia separadamente del cuerpo físico denso y, en consecuencia, no puede considerársele como un “cuerpo” en todo el sentido de la palabra. De hecho, es el eslabón que conecta el cuerpo físico a los cuerpos sutiles y el conductor de sensaciones entre éstos. Se nos dice que los átomos etéricos, que tienen forma de prismas, penetran los átomos físicos haciéndoles vibrar. De ésta manera tiene lugar una de las funciones más importantes del doble etéreo: la dispensa de energía solar o “Prana” al cuerpo físico. A la visión clarividente, el Prana aparece como pequeños glóbulos de luz rosada cuyo excedente el cuerpo descarga en varias direcciones. Esta descarga ofrece el aspecto de una luz plateado azulada.

Al doble etéreo se le llama también “El Aura de Salud”, ya que a través de sus vibraciones, tamaño y aspecto es posible determinar el estado de salud de la persona y su grado de vitalidad. Puede también ser retirado del cuerpo denso mediante trance mediumnico o por medio de la anestesia utilizada en intervenciones quirúrgicas. En tales circunstancias sin embargo, el doble etéreo queda aún ligado al cuerpo físico por un cordón de materia etérica denominado “El Cordón de Plata” al cual se hace referencia en la Biblia en Eclesiastes 12:6 : “Si se cortase el cordón plateado, el espíritu retornará a Dios, de dónde provino”. Ello confirma el aserto de la Teosofía, que afirma que al romperse el Cordón de Plata, el doble etéreo deja el cuerpo físico definitivamente privándole de vitalidad y provocando el proceso comúnmente llamado “muerte”. Ocurrida ésta, el doble etéreo comienza a desintegrarse lentamente en las proximidades del cadáver, su principal función para la presente encarnación del individuo ya concluida.


El cuerpo astral o emocional compenetra al cuerpo físico y su contrapartida etérea, extendiéndose más allá de ambos. Este cuerpo es el vehículo de las emociones y los deseos, manifestados en toda la gama que va desde las pasiones animales hasta las emociones refinadas y nobles, éstas últimas siendo un reflejo de los principios más elevados en el ser humano. Ante la observación clarividente, el cuerpo astral aparece como un ovoide luminoso, radiante y de gran colorido.

La materia que le compone aparece en continuo movimiento, como un brillante burbujeo, hecho que ha dado origen a su nombre. Cuando el cuerpo físico duerme, la consciencia del individuo se centra en la esfera astral de la Tierra, siéndole a veces posible recordar vagamente sus actividades astrales en forma de sueños que aparecen vívidos y reales. Gran parte de la materia del cuerpo astral se haya contenida dentro de los límites del cuerpo físico y, debido a que las líneas de energía del astral siguen el contorno del físico, el anterior tiende a mantener la misma forma de éste último durante el sueño. Ello permite que la persona sea reconocida por sus amigos y parientes en la esfera astral sin mayor dificultad.

Se nos dice que el cuerpo astral ofrece un aspecto extremadamente hermoso, lleno de vibrantes y luminosos colores cuando la persona posee un grado elevado de espiritualidad. Por contraste, en la persona aún no desarrollada, los colores tienden a verse opacos y oscuros. Cuando tendencias tales como la avaricia, el egoísmo, los celos y la sensualidad predominan, los tonos marrón oscuro, rojos y verdes sucios serán predominantes. Es común escuchar frases tales como “se puso verde de envidia” o “se puso lívido de terror”, expresiones éstas que describen adecuadamente el efecto de las emociones negativas sobre el aspecto del cuerpo astral que, de alguna manera, parecen reflejarse en el físico. Se nos dice que la pureza de actitudes y pensamientos restauran la belleza y la luminosidad de los verdaderos colores del cuerpo astral.

De acuerdo con la Teosofía cada uno de los antes mencionados planos o campos de energía vibratoria se subdivide en siete subplanos. Cada uno de estos subplanos posee una frecuencia vibratoria diferente aun cuando del mismo tipo general, como es lógico suponer siendo tales frecuencias parte del mismo plano.
El cuerpo mental, también conocido como cuerpo mental concreto o intelecto, deriva su nombre de la materia que le compone y que proviene de los cuatro subplanos inferiores del Plano Mental. El cuerpo causal en cambio, está compuesto de materia de los tres subplanos superiores del Plano Mental, siendo por ello el vehículo de consciencia a nivel Causal o Mental abstracto.

El cuerpo mental concreto es el vehículo a través del cual el ser humano expresa su pensamiento concreto, es decir, su intelecto. Este cuerpo compenetra los cuerpos físico y astral del individuo, y está en continua interacción con ellos. A través del estudio, el pensamiento y el ejercicio de emociones y aspiraciones nobles y elevadas, el hombre va refinando su cuerpo mental transformándolo en un instrumento sensitivo y refinado para irlo utilizando de manera más eficaz en su propio progreso. Cuando utilizamos el cuerpo mental (es decir, cuando pensamos), éste aumenta la rapidez de sus vibraciones y su tamaño. La continuidad de pensamiento prolonga este aumento de modo tal que podría decirse que el cuerpo mental está, de hecho, siendo construido paulatinamente, día tras día mediante el continuo y apropiado uso de la facultad de pensar. Así como las características del cuerpo astral están determinadas por el tipo de emociones de la persona, la calidad y luminosidad del cuerpo mental están determinadas por el tipo de pensamientos que le caracterizan. Y como raramente se siente emoción sin cierto grado de pensamiento o pensamiento sin emoción en absoluto – lo cual confirma la continua interacción entre los dos vehículos – en Teosofía en general se suele hacer referencia a tipos característicos de emoción/pensamiento al observar los colores que exhiben los cuerpos bajo diferentes pensamientos y emociones. El orgullo, por ejemplo, es observado por los clarividentes como anaranjado fuerte; el miedo, como gris lívido; la irritación, como escarlata; etc.… por contraste, los pensamientos y emociones de tipo altruista producen un tono rosa suave; el esfuerzo intelectual, amarillo brillante; el azul profundo, devoción; el verde esmeralda, simpatía, y la alta espiritualidad un lila o lavanda muy hermoso. Los colores determinan pues el estado de las emociones y los pensamientos del individuo en el momento en que éstos están siendo expresados, pero en el ser humano evolucionado los colores que expresan emociones y pensamientos elevados se van haciendo permanentes hasta finalmente determinar el aspecto definitivo de sus vehículos astral y mental, transformados ahora en fiel reflejo del estado de avance del individuo.

Y así llegamos a la consideración del cuerpo causal, que es el vehículo a través del cual el Ego o Alma toma contacto con los cuerpos antes mencionados rodeándolos y compenetrándolos, su periferia extendiéndose más allá de la de aquellos. Debido a la elevadísima vibración de la materia que lo compone, el cuerpo causal solo puede asimilar pensamientos puros, veraces y hermosos, desposeídos de todo aquello que pueda corresponder a vibraciones propias de cosas vulgares, groseras o malevolentes. Se nos dice que cuando surge el Ego espiritual - al individualizarse la Mónada en el reino humano - empieza a encarnar a nivel muy primitivo, dando con ello origen a un cuerpo causal sin mayor tamaño ni colorido. Es tan sólo una especial de burbuja transparente y vacía, hecha de una delicada película de materia mental superior. Pero a medida que las encarnaciones se suceden y el individuo evoluciona, los elementos positivos de sus pensamientos, emociones y acciones van siendo gradualmente asimilados por su cuerpo causal que así empieza a crecer y a llenarse de brillantes y hermosísimos colores. Como este vehículo se manifiesta en la región superior o Causal del plano mental, el proceso de su desarrollo es extremadamente lento; eventualmente, sin embargo, el individuo va alcanzando niveles de desarrollo que excluyen el egoísmo y favorecen el amor y la impersonalidad tanto en sus pensamientos como en sus emociones, además de la habilidad para trabajar eficazmente con ideas e ideales. Al llegar a este punto, las frecuencias vibratorias del cuerpo causal se manifiestan en el brillo incomparable de sus hermosísimos colores, tornándose en una esfera de luz vivísima de la cual se observan, surgiendo como en un arco iris multicolor, rayos de amor y servicio a los demás.

Se nos dice que el cuerpo causal, a diferencia de los antes mencionados vehículos a través de los cuales el ser humano expresa consciencia, no se desintegra después de cada encarnación del individuo. Los cuerpos mental, astral y físico deben en cambio ser renovados cada vez que el Ego vuelve a encarnar. Con las experiencias y lecciones de su última encarnación ya transmutadas en facultades e incorporadas a su cuerpo causal de manera permanente – con el consiguiente aumento de poderes y capacidades – cierta ley magnética y la necesidad de nuevas experiencias manifestados a través de la ley de Karma, impelen al Ego a encarnar nuevamente. Para ello atrae hacia sí primeramente materia del plano mental concreto y del plano astral para formar de manera incipiente sus nuevos vehículos mental y astral. Como es razonable suponer, al encarnar el Ego sus cuerpos tendrán características similares a los de su encarnación anterior, aún cuando no necesariamente el mismo sexo la misma raza, y su próxima tarea será la de desarrollar y refinar estos nuevos cuerpos durante la nueva encarnación.

Es por consiguiente razonable suponer que, al volver a reencarnar el Ego, su nuevo cuerpo físico se construirá en base a lo que él mismo ha establecido para sí mediante sus acciones en vidas anteriores, proceso que tiene lugar a través de la Ley del Karma que es la que determina las limitaciones o ventajas que el Ego exhibirá en su nueva vida. Al término de cada encarnación, el Ego se deshace sucesivamente de sus vehículos físico, astral y mental, incorporando a su cuerpo causal la cosecha de las experiencias obtenidas a través de éstos.

Este es, puesto de manera sucinta, el proceso evolutivo de lo que se ha dado en llamar la “etapa humana de desarrollo”. Como vemos, el progreso obtenido en cada encarnación depende únicamente del individuo mismo y de la capacidad que éste exhiba para utilizar y controlar sus vehículos apropiada y eficazmente. El esfuerzo serio y decidido para lograr este fin no tardará en rendir frutos, acordando al Ego la madurez necesaria para finalmente emanciparse de la necesidad de volver a encarnar. Claramente podemos observar entonces que tanto la vida como la muerte físicas son algo necesario e inevitable en la larga jornada hacia la meta, hacia nuestro objetivo fundamental, que es la perfección humana.

Antes de concluir esta lección es necesario comentar sobre el término “campo”, que se ha utilizado en el texto de esta lección conjuntamente con “planos” y “cuerpos”. En la primera lección hicimos referencia a la hipótesis de la Teosofía con respecto a ciertos campos de energía aún no postulados por la ciencia común, algunos de los cuales han sido mencionados en esta lección. El ser humano existe en un marco físico que está sujeto a las leyes de la gravedad, o lo que podríamos llamar “campo gravitacional”, cuya característica principal es la masa y cuyo desarrollo tiene lugar en términos de tiempo lineal. Sabe que su cuerpo físico proviene del protoplasma, misteriosa substancia que bajo el microscopio aparece igual en el ser humano o en el insecto... tiene además esta substancia una característica especial: un sentido de propósito, de la dirección que desea tomar para transformarse en lo que se ha de transformar, sea un ser humano o un insecto. No es, por tanto, en forma alguna una substancia inerte, sino una masa activa de movimiento constante que además parece demostrar inteligencia en la funcionalidad de su proceder. Algunos biólogos han llegado a la conclusión de que lo que aparece como propósito primordial en esta substancia de vida se manifiesta posteriormente a través del psiquis del ser humano como algo dirigido de manera consciente. La inferencia aquí es clara: el hilo de la vida es algo continuo cualquiera sea el nivel en el cual esta se manifieste, concepto éste que va en completa armonía con las ideas de la Teosofía al respecto.

De acuerdo con la Teosofía, el doble etéreo, el cuerpo astral y el cuerpo mental (que constituyen lo que en psicología llaman “el psiquis”), funcionan en el campo psicodinámico, término que ilustra la naturaleza dinámica de las fuerzas que lo componen.

Estas fuerzas están en movimiento continuo, similarmente al incesante fluir de protoplasma del plano físico. Así como la radiación y movimiento constantes constituyen la característica fundamental del campo psicodinámico, la masa es la característica principal del campo gravitacional o físico.
La Mónada se proyecta en el campo psicodinámico enfocando en éste las energías que requiere para sus experiencias a este nivel, aquellas que tienen relación con los pensamientos y las emociones. En esta región se encuentran los dominios del poder personal, de la consciencia y de aquello que Carl Jung ha llamado “el inconsciente personal”. Pero en ella este “inconsciente personal” se une al “inconsciente colectivo” de forma tal que las influencias de este océano de fuerzas psíquicas están continuamente ejerciendo su influencia sobre la personalidad del individuo. Otros campos y tipos de frecuencia más elevados son también postulados como componentes esenciales de esta teoría, pero éstos están por momento fuera de contexto en esta lección.

De lo anteriormente expresado puede deducirse que estos “cuerpos” no son otra cosa que focos de energía localizados. Constituyen excelentes instrumentos, pero también pueden transformarse en peligrosos tiranos si el individuo rehúsa esforzarse para controlarlos. La actitud más apropiada al respecto queda claramente enunciada en aquella pequeña obra maestra de ética y ocultismo de J.Krishnamurti titulada “A Los Pies del Maestro”, de la cual extractamos algunos párrafos:


“El cuerpo es tu animal, el caballo en el cual cabalgas. Debes, en consecuencia, tratarlo bien y cuidarlo como corresponde. No debes exigirlo excesivamente, y debes alimentarlo solamente con comida sana y agua pura; debes también mantenerlo inmaculado y libre de la más mínima suciedad, ya que sin un cuerpo perfectamente limpio y saludable no podrás realizar la ardua labor de preparación a que estás abocado ni soportar con éxito la continua tensión a que se le somete. Pero debes ser tú quien controle este cuerpo en lugar de ser él quien te controle a ti. El Cuerpo Astral tiene sus deseos, por docenas; desea que cedas al enojo, a las palabras ofensivas, a los celos, a la codicia, a la envidia por las posesiones de otros, a la depresión, etc. Todas estas cosas desea tu cuerpo astral no porque quiera hacerte daño, sino porque le agradan las vibraciones violentas y le gusta cambiarlas continuamente. Pero no eres tú realmente quien desea tales cosas, y en consecuencia debes aprender a discriminar entre tus deseos y los de tu cuerpo.”

“Tu Cuerpo Mental cae en el orgullo de sentirse como algo separado de los demás, y de considerarse gran cosa en comparación con aquellos a quienes estima inferiores a él. Incluso aun cuando ha decidido renunciar a las cosas mundanas trata de ser calculador en beneficio propio y te hará pensar en su propio interés en lugar de hacerte pensar en el trabajo de tu Maestro y en la ayuda desinteresada a otros. Cuando trates de meditar, tratará de hacerte pensar en diferentes cosas que le interesan a él en lugar de permitirte la única cosa que tú realmente deseas. Tú no eres esta mente, pero ella ha sido puesta a tu disposición para que la utilices. De manera que también aquí debes aprender a distinguir, debes vigilar incesantemente si no deseas fallar”.

El diagrama incluido en esta lección puede resultar útil para su estudio. Muestra de manera lineal los siete planos o campos de energía que estructuran el universo incluyendo los tres donde evoluciona el ser humano, que son los más densos. Pero hay que recordar que estos planos son en realidad estados de materia dispuestos en esferas que se compenetran. En consecuencia, la Tierra, al igual que otros cuerpos planetarios, no es una esfera solamente, sino siete esferas que se compenetran y coexisten en el mismo espacio. Los diferentes planos son aquí presentados separadamente uno encima del otro, el más denso abajo, solo para facilitar su estudio.


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CURSO INTRODUCTORIO, 14 LECCIONES - RENARD, Enrique

Lección 1 - EL PLAN DIVINO



Lección 4 - REENCARNACIÓN

Lección 5 - KARMA

Lección 6 - LA HERMANDAD BLANCA


Lección 8 - EL DOBLE ETÉREO

Lección 9 - EL CUERPO ASTRAL

Lección 10 - EL PLANO MENTAL



Lección 13 - EL REINO DÉVICO










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