UNA NUEVA MANERA DE SER






UNA NUEVA MANERA DE SER


~ l37. DEBO VIVIR LA FALTA DE RELACIÓN

En el trabajo sentado podemos tener la sensación de que hay una Presencia real en nosotros, algo que esta allí y que verdaderamente existe. Aunque no estemos en contacto con ella, siempre esta allí. Pero nosotros no tenemos la atención requerida. Para estar en contacto con ella, la atención debe ser de la misma calidad sutil que esa Presencia. Y esa atención debe ser activa, no como en nuestra vida ordinaria, donde es completamente pasiva, tomada por mis funciones cada vez que me manifiesto. Mi energía es tomada de una manera caótica y ciega; y yo no sé con qué propósito. En mí no hay nadie que sepa cómo se manifiesta mi fuerza.

Esa Presencia no puede manifestarse. No tiene nada, ninguna propiedad específica, ningún material por medio del cual manifestarse. No esta educada. Es como un recién nacido que no sabe caminar, ni comer, que no sabe hacer nada solo. Esa Presencia necesita crecer recibiendo impresiones de mí mismo. Ellas serán depositadas en una parte nueva en mí. Sin esas impresiones nunca tendré la necesidad de regresar a la Presencia, y ella no tendrá jamás su vida propia y no será capaz de manifestarse. Experimento verdaderamente esa Presencia en mi sin irme todo el tiempo. Cuando toda mi fuerza está tomada por lo exterior, la relación se interrumpe como si no existiera.

Necesito una capacidad, una atención nueva, sin la cual jamás estaré relacionado

Para sentir la necesidad de esa Presencia, debo ver una y otra vez como estoy tomado por una u otra parte de mí mismo, y ver que entre ellas no hay relación, Debo comprender como pueden estar relacionados los centros y como se hace esa relación, Esto no puede forzarse. Necesito comprender sus vidas diferentes y sus necesidades diferentes. Cada centro tiene una atención diferente cuya fuerza y duración dependen del material recibido. El que ha recibido más material tendrá más atención. Lo más importante de vivir es su falta de relación. Los breves momentos en que cierta relación es posible no deben satisfacerme. Debo vivir lo que falta, la incapacidad y la resistencia.

¿Puedo decir hoy en día que mi cuerpo y mi sentimiento están tan tocados por el trabajo como mi cabeza? Estoy interesado en ideas que mi cuerpo no vive y que no tocan mi sentimiento. Quisiera cambiar mi ser, cambiar mi estado de Presencia. El pensamiento puede cambiar fácilmente, pero el cuerpo y el sentimiento no pueden. Sin embargo, como dijo Gurdjieff, el poder de transformación no está en el pensamiento. Esta en el cuerpo y en el sentimiento. Y estos no tienen exigencias mientras están satisfechos. Viven solo en el momento y su memoria es corta. Hasta ahora, la mayor parte de nuestro querer, de nuestros esfuerzos, ha venido del pensamiento. El pensamiento quiere obtener algo, cambiar algo. Pero lo que debe cambiare es la disposición del sentimiento. El querer debe venir del sentimiento, y el poder de hacer, la capacidad, debe venir del cuerpo.

Con mi pensamiento recuerdo que quiero estar presente. Mi pensamiento ha llegado a la conclusión de que un cambio será bueno, de que debo hacer todo lo posible para convencer a mis centros de que esto sería útil y necesario para ellos. Pero hay que comprender muy bien que el recuerdo de sí no interesa a la mayor parte de nuestro yo. Los otros centros no sospechan siquiera que en el pensamiento está el deseo de trabajar en esa dirección, Es necesario, pues, intentar ponerlos en contacto con ese deseo. Si pueden experimentar el deseo de ir en esa dirección, la mitad del trabajo estará hecha.

~ l38. LA CONCIENCIA MORAL

Me parece que algo falta en nuestro trabajo, algo más exigente de nuestra parte. Necesitamos una exigencia que venga no de una imposición, de una obligación, sino de nuestra propia comprensión. Una exigencia que discipline todas nuestras partes por la sola vía de la comprensión, Desde que entramos al Trabajo, conocimos la idea del recuerdo de sí y hemos tratado de recordarnos a nosotros mismos. Hemos aceptado esa idea, la reconocemos. Tiene cierto lugar en nuestra vida, pero sobre todo en nuestra cabeza. Se ha quedado solamente en una idea. No vive, no se aplica a toda nuestra vida; no vivimos la enseñanza. Nuestras diferentes partes no están profundamente tocadas por esa idea, y permanecen afuera, no comprometidas.

Mi cuerpo, por ejemplo, no está verdaderamente involucrado en el recuerdo de sí. No obstante, él está sobre la tierra, pertenece a la tierra. Nunca debo perder esto de vista. Me extravió fácilmente en especulaciones o en emociones que me quitan toda posibilidad de ser realmente uno, de ser completo. Esto puedo verlo a cada instante. 0 bien mi energía está concentrada en mi cerebro que juzga, aprueba, desaprueba, busca argumentos, o bien estoy tomado en mis reacciones emocionales, oponiéndome, teniendo miedo, comparándome, queriendo dominar. En todo caso, mi cuerpo esta aparte. Trata de salvaguardar sus apetitos pagando duramente por las exigencias de las otras partes. No hay Ser, solamente hay partes del Ser.

Cuando siento en mí una Presencia, mi cuerpo se borra, se vuelve secundario, como si no existiera, porque reconozco una vida que viene de mucho más arriba que mi cuerpo. Percibo esa Presencia como un todo que tiene su existencia propia, y que de una cierta manera no tiene necesidad de mí cuerpo. Al mismo tiempo, esa vida es la vida de ese cuerpo. Esa vida real es activa; mi cuerpo, sometido, es pasivo. Esa Presencia podría hacerlo actuar, hablar, escuchar, si mis funciones se volvieran instrumentos disponibles, si se hubiera establecido una relación entre esa vida y mi cuerpo. Si ahora tengo que levantar un brazo, siento que esa Presencia podría perfectamente levantarlo. Al mismo tiempo que anima ese cuerpo, esa Presencia abarca bajo su mirada todo mi funcionamiento y escoge lo que le es necesario para realizar lo que hay que hacer. Cuando veo esto, comprendo que ese vínculo con esa vida es verdaderamente mi tarea, el sentido de mí vida.

Al mismo tiempo, necesito mi cuerpo para actuar, para responder al sentido de mí Presencia aquí. Sin mi cuerpo, la Presencia no puede definirse, ni crear una cierta vida sobre la tierra. Sin mi Presencia, el cuerpo es solo un animal, obligado a comer, dormir, destruir y reproducirse. Son necesarias una relación estrecha, una cooperación, una especie de comunión entre ellos. De esa relación puede aparecer un movimiento desconocido, creador de una fuerza nueva, de una vida nueva. Entonces, siento la exigencia de mantener la relación, de evitar una ruptura que conduzca ya sea a una avidez bestial o a un sueño desencarnado. Por ejemplo, el cuerpo, que pertenece a la tierra, quiere comer. Tiene ganas de comer de los dulces que están en un plato. Quiere uno, dos, varios. El asunto no es que se niegue el derecho de tomar varios de ellos. La cuestión es cuantos se puede comer sin que se resienta esa relación con la Presencia. Tal vez uno, quizás dos, acaso solamente medio dulce.

Cuando la Presencia y el cuerpo están juntos, hay una unidad, y una visión nueva que ve el todo, un conjunto viviente. En la profundidad debe establecerse un silencio absoluto para que yo pueda experimentar «yo soy». Una parte de mí atención esta vuelta hacia esa capa de mí mismo más allá de mis funciones. Al mismo tiempo funciono y estoy ligado a todo el funcionamiento de la vida a mi alrededor. Sino mantengo la atención en esa profundidad donde la energía es completamente libre, no podré ver, ni comprender. No podré actuar libremente. Seré actuado por fuerzas exteriores. Es aquí donde la conciencia moral necesita aparecer. Entonces, el trabajo consiste en llegar a estar tan atento como sea posible, tan «uno» como sea posible, participando a la vez de la vida; es decir, estar en dos niveles a la vez. La conciencia moral no se despierta según un esquema, un concepto, sino de una manera independiente, individual, sin medida común con lo que uno ha creído hasta ahora que es la conciencia moral. La conciencia moral aparece en el esfuerzo de situarme entre las fuerzas que actúan en mí. Es la aparición de una emoción verdadera: el sentimiento de ser.

~ 139. DOS VIDAS

Uno debería pensar seriamente antes de decidirse a trabajar sobre sí mismo con la meta definida de llegar a ser consciente y de desarrollar una relación con los centros superiores. Ese trabajo no admite ninguna componenda y exige una fuerte disciplina. Es necesario estar dispuesto a obedecer las leyes.

Puedo estudiar el sistema de las ideas, pero sino me doy cuenta de mi mecanicidad y de mi impotencia, esto no me llevara lejos. Las condiciones pueden cambiar y puedo perder toda posibilidad. El pensamiento no debe permanecer perezoso. Hay que comprender la necesidad de introducir los principios del trabajo en mí vida personal. No podemos aceptar que una parte de nosotros mismos piense falsamente y al mismo tiempo esperar que otra parte vaya a pensar correctamente. Uno necesita vivir la enseñanza con todas las partes de sí mismo.

Es absolutamente necesario tener una sensación continua, una relación constante entre el pensamiento y el cuerpo. De otra manera, estoy tomado por el automatismo. La relación de la cabeza y el cuerpo depende de una atención voluntaria, activa. Cuando la relación es fuerte, hay una corriente de energía superior que pasa por la cabeza. La atención debe ser mantenida voluntariamente sobre la relación entre las energías de los centros. Uno ve que es necesario que nuestros centros estén de acuerdo y, para hacer cualquier cosa juntos, deben someterse a un amo común, Pero les es difícil ponerse de acuerdo, porque si hubiera un amo ya no les sería posible hacer lo que quisieran. Sin embargo, cuando no hay amo no hay alma...; ni alma ni voluntad.

Para que la relación no se pierda, necesito mantener todo el tiempo un estado recogido. Debo aprender a contrariar mi subjetividad en la vida cotidiana; por ejemplo, contrariar mis hábitos. Lo que habitualmente tomo con la mano derecha, lo tomo con la izquierda. Al ir a la mesa, me siento de una manera desacostumbrada. Todo el tiempo me contrario. Pienso en esto a menudo durante el día, recordando que quiero mantener mi atención, no perderla. Quiero conservarla en mí, para mí, conscientemente. Lo importante en nuestro trabajo es la lucha interior. Sin esto, el tiempo pasara sin que aparezca ningún cambio. Uno debe aprender a no identificarse interiormente y a representar un papel exteriormente. Uno ayuda a lo otro. Mientras lo hago, no me identifico con nada. Sin ser fuerte en lo exterior es imposible ser fuerte en lo interior. Sin ser fuerte en lo interior, no es posible ser fuerte en lo exterior. La lucha debe ser real. Cuanto más difícil, más vale.

Para representar un papel hay que estar presente a lo que sucede a mi alrededor y al mismo tiempo a lo que pasa en mí. Dos clases de acontecimientos, dos vidas, una en la otra, de orden diferente. La manera de vivir ambas testimonia el poder de ser. Mientras no se pueda representar su papel de esa manera, habrá intentos, impulsos, momentos más intensos, pero no habrá poder. Es como una especie de cruz sobre la que hay que clavarse para poder estar atento sin descanso, un molde rígido que constituye mi límite. Soy consciente de este límite, lo reconozco. Puedo entonces ser lo que soy. Sin el límite de ese papel no es posible ninguna concentración de fuerzas. De esa manera, mi vida exterior se vuelve como un rito, un servicio, para mi vida interior.

El sufrimiento voluntario es el único principio activo en nosotros que puede ser convertido en sentimiento superior. Esto es necesario para la creación del segundo cuerpo. En la lucha entre dos octavas, el cuerpo debe rechazar su automatismo para someterse a la acción de una fuerza más alta. Con el esfuerzo de seguir permaneciendo, la energía crece y llega a tener una fuerza activa que lleva la fuerza pasiva a obedecer. Esa energía debe ser mantenida ante todas las situaciones de la vida. Es necesario llevarse hasta un cierto estado de Presencia una y otra vez, hacer un esfuerzo consciente una y otra vez, hasta que se forme algo que tiene su propia vida. Luego eso será indestructible. Trabajamos para el mañana, para el futuro. Sufrimos conscientemente hoy para conocer mañana la dicha verdadera.

~ 140. CONOCER ES SER

Conocerse no quiere decir mirar desde afuera, sino sorprenderse en un momento de contacto, de plenitud. Entonces, ya no hay más yo y mi, no hay más yo y una Presencia en mí. No hay ninguna separación, ya no hay más dualidad. Conocer quiere decir Ser. No hay lugar para otra cosa.

Cuando llego a la unidad en mí, siento una energía, una fuerza de otra esfera, y entonces puedo nacer a mí mismo, a mi ser, hacer parte de un gran todo. Puedo servir. Sirvo a esa fuerza, primero por una nueva actitud de todas las partes de mí mismo hacia ella, luego por una visión siempre renovada de lo que soy y del sentido de mi vida en la vida del todo. Esa visión contiene una comprensión de la relación de mi ego y de mi ser, y me abre un camino hacia la manifestación libre y en consecuencia hacia una vida más justa. Esto me lleva al deseo de cambiar mi manera de ser, de ser responsable de expresar la verdad con mi actitud, con mi vida.

Cada vez más, recibo la impresión de una fuerza misteriosa en mí y, al mismo tiempo, las impresiones del mundo que me rodea y a las cuales responden mis funciones. ¿hay una vida y otra vida? ¿0 bien la fuerza de vida es única? Para una relación entre esos mundos de diferente materialidad, es necesaria una corriente de una intensidad intermedia, una corriente emocional más pura: un sentimiento puro. El sentimiento se purifica, «el ser divino» es creado por la vigilancia. Es una vigilancia extraordinaria donde ya no hay superior ni inferior, no hay más lucha, más miedo. Hay solamente la conciencia, la dicha. Para ello, en todas las circunstancias, debo ser el testigo de mí mismo, retirarme de las funciones mentales en las que nacen las reacciones, calmar toda ambición, toda avidez. Entonces me veo responder a la vida mientras que algo en mí, inmóvil, no responde. Esa vigilancia aporta un nuevo sentido de los valores. Estoy embargado por un querer que es la esencia misma del sentimiento de mí en toda su pureza. Es un querer ser lo que soy, el despertar a mi naturaleza verdadera: «yo soy» y «Yo Soy». Con esa conciencia, hay amor. Pero ese amor es impersonal; como el sol irradia energía, ilumina, crea, ama. No esta apegado a nada y, sin embargo, atrae todo hacía sí.

Esa expansión no proviene del hacer, del ego, sino del amor. Esto significa ser y llegar a ser, con una atención cada vez más libre. Es la liberación de la que habla Gurdjieff. Es la meta de todas las escuelas, de todas las religiones. Es la visión de «lo que es», En la experiencia a «Yo Soy» me abro a lo divino, a lo infinito, más allá del tiempo y del espacio. Mi ser es el Ser. Ser uno, completo ante la vida, es lo único que cuenta.

Mientras permanezco consciente de ello, hay una paz y una vida interior que nada más puede dar. Estoy aquí, vivo, y a mi alrededor existe el universo entero. La vida que está a mi alrededor está en mí. Siento esa vida universal, la fuerza del universo. Me siento existiendo, me siento una parte del mundo que me rodea. Todo me ayuda a ello. Hasta el cojín sobre el cual estoy sentado me ayuda. Estoy aquí, despierto a lo que soy. Y veo que es esto lo más importante: ser. Lo sé, ahora. Y mientras lo sé permanezco en relación con todo lo que me rodea. No hay antes ni después. Hay la vida misma. Tengo la impresión de salir de un sueño. Todo es real. Me siento libre y tranquilo. En ese estado ya no busco, no deseo, no espero nada. Solo hay lo que «yo soy» en este momento. Sé entonces cómo estoy aquí y por qué estoy aquí.



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NOTAS BIOGRÁFICAS GEORGE IVANOVICH GURDJIEFF







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