EL INTERCAMBIO EN UN GRUPO de La Realidad del Ser de Gurdjieff por Jeanne Salzman





EL INTERCAMBIO EN UN GRUPO


~ 53. UNA CONDICIÓN ESPECIAL PARA EL INTERCAMBIO


Nuestros esfuerzos independientes, cada uno por su cuenta, son insuficientes. Un grupo es el comienzo de todo, un grupo de personas que buscan vivir de una manera más consciente. Un grupo puede lograr sostener mejor su esfuerzo. Nos ayudamos unos a otros. Algunos de nosotros somos más vigilantes, más responsables. Pero el surgimiento de esta forma tiene que ser reconocido, no impuesto, pues ella carecería entonces de sentido. Sentimos la necesidad de congregamos, de estar presentes con los otros, para compartir una relación de atención reciproca orientada a una misma meta. Para sentar las bases de una relación consciente, cada miembro debe conocerse y aceptarse a sí mismo. Cada uno debe sentir la necesidad del grupo, de un mundo penetrado por una cierta corriente de pensamientos y sentimientos. Tiene que saber que él lo necesita y no olvidarlo.

Estamos hablando de un grupo que se forma para trabajar sobre sí mismo, que no está en el nivel de la vida ordinaria. Es animado por pensamientos y sentimientos diferentes. Su existencia tiene que ser marcada por eventos que son esencialmente diferentes de los de la vida ordinaria. El primer evento es la búsqueda activa y comprometida de un centro de gravedad de vigilancia sobre uno mismo. Una atención centrada puede ser llevada en diferentes direcciones, pero como esta entrenada, siempre regresa al centro. Ella sabe que cuando se dispersa, no puede aprender nada nuevo. Ese es el hombre viejo, el autómata, que pretende saber, que murmura palabras inútiles sobre ideas que supuestamente ha comprendido. Aquel cuya atención está centrada busca expresar solo lo esencial acerca de su búsqueda y sus observaciones. Él es diferente, es un «hombre nuevo».

Un grupo existe para que podamos encontrar en nosotros mismos un estado en el cual nos sea posible experimentar algo real. Necesito de la fuerza superior que me llega a través del grupo. Cuando estoy solo, con mis medios ordinarios, no puedo acceder a la calidad de trabajo requerida ni alcanzar la intensidad necesaria. El grupo es una condición especial para el intercambio y una especie de canal para las ideas que vienen de otra vida, de las influencias superiores. Pero tenemos que estar enteramente presentes, con toda nuestra masa. Recibimos estas ideas en la exacta medida en la que estemos presentes.

¿Cuál es, entonces, nuestra responsabilidad? Tenemos la obligación de intercambiar, así como de aceptamos y ayudar a cada uno a desempeñar su papel individual en el grupo, de manera que la conciencia, la medida de nuestra conciencia, dirija todos nuestros actos. Al tomar conciencia de nosotros como grupo, experimentamos la verdad de nuestro trabajo. Si yo hago lo que quiero a mi manera, independientemente de los demás, sin sentir la necesidad de ser puesto a prueba, eso no es justo. Eso muestra que soy incapaz de confrontarme a mí mismo y de relacionarme con el trabajo de otros. Quiere decir que nuestro trabajo se ha detenido. Si el grupo no llega a ser consciente de sí mismo como grupo, no puede conocer su lugar y sus obligaciones ni desempeñar su papel en el Trabajo.

El grupo, el hecho de que estemos juntos, crea una posibilidad para la conciencia, en la cual lo que iniciamos, lo que damos en el encuentro, es más importante que lo que deseamos conseguir. Cada vez se renueva la posibilidad que tenemos de servir y de volver nuestra atención hacia esa conciencia. Esa posibilidad es algo grande, que debemos luchar por mantener. Tenemos que considerarla como algo precioso, sagrado.

No estoy solo en mí trabajo. Cuando decido algo para mí mismo, tengo que sentir mi pertenencia al grupo. Su vida es más grande que la mía y esto representa algo más en la escala de un Ser superior.

~ 54. TENGO QUE HABLAR

Siempre comenzamos muy lejos de lo esencial. Incluso si repetimos y repetimos tenemos que pensar en el significado de lo que estamos haciendo, en el significado de nuestro trabajo y de nuestra Presencia. Esto nunca debe ser olvidado, pero nosotros lo olvidamos todo el tiempo. Perdemos el significado y tenemos que volver atrás, No podemos fingir y dar por sentado que el significado es comprendido. Eso no es verdad. Cada vez que nos reunimos, el significado tiene que renovarse para cada uno de nosotros. Cada oportunidad tiene que ser un momento de agudo cuestionamiento. Si no sé por mí mismo ahora lo que estoy haciendo, lo que está en juego, lo que está en pregunta -si no lo sé en cada ocasión-, sucederá algo diferente que ira en la dirección contraria. Mi esfuerzo tiene que ser claro, lo que yo estoy buscando tiene que ser claro. Cada uno, unido a los demás, tiene que hacer surgir su Presencia en sí mismo al mismo tiempo. Esa Presencia debe llegar a ser realidad, nuestra conexión común sobre lo personal, una realidad que servimos y obedecemos.

La vida de un grupo depende de nuestro estado y de nuestras preguntas. Preguntamos cualquier cosa que deseemos acerca de nuestro trabajo. ¿Cuáles son mis dificultades ahora, qué necesito comprender, qué quiero yo saber? ¿Qué me parece importante intercambiar sobre mi trabajo? Cuando nos reunimos, tengo que estar preparado para hablar. Tengo que reflexionar constantemente sobre mi trabajo y no venir en un estado pasivo. Si vengo sin estar preparado, no tiene mucho sentido. Si no tengo una meta definida, una pregunta, entonces no tenemos nada que compartir. ¿Cómo puedo tener un intercambio? Es imposible.

Uno de nuestros grandes obstáculos es nuestro concepto de pregunta y respuesta; es decir, de la transmisión del conocimiento que se ha buscado y que ha pasado de una persona a otra. Pensamos que quien pregunta tiene menos conocimiento y esta, en efecto, solicitando una respuesta que despeje su ignorancia. Y en la vida, donde todo el mundo se apoya sobre lo conocido, es así, pero en un grupo la dirección es hacía lo desconocido. Quien pregunta está abriendo la puerta de lo desconocido y quien escucha es llamado a un intercambio que fluya entre ellos, un movimiento en dos direcciones opuestas. Un verdadero cambio en la comprensión significaría que el nivel de ambos participantes habría cambiado: el que escucha, preguntando, y quien hace la pregunta, escuchando realmente.

En primer lugar, si estoy en la posición de quien escucha, es necesario un cambio en mi estado; si estoy tratando de tener una atención más activa, más libre para escuchar, más libre de asociaciones y reacciones, puede haber una libertad mucho mayor de explorar la pregunta: para explorarla más profundamente, sin ser tomado por su formulación externa. Si mi atención está más activamente comprometida, puede haber una participación que permita que el intercambio fluya en dos direcciones y despierte al «escuchador» tanto en quien pregunta como en quien escucha. Pero si esta atención activa no es buscada, si recibo la pregunta con mi atención ordinaria -es decir, pasivamente-, respondo de manera pasiva y nada se intercambia, no importa cuán brillantes sean mis palabras o cuan fuerte sea mí fuerza emocional. En lugar de una atención y una receptividad de una calidad nueva que permita el flujo de un nuevo conocimiento en ambas direcciones, habrá una relación de dependencia unilateral, mutuamente nociva, que ya existía y ahora es reforzada. Esa actitud de dependencia llegará a ser más y más fija y no permitirá la actividad y la libertad necesarias para un intercambio real.

Una vez que he llegado a tener un estado más concentrado necesito hablar acerca de mí trabajo y de mis preguntas, intercambiar, siempre trabajando para estar presente. Mi pensamiento es necesario, pero sólo sobre aquello que quiero decir en el momento preciso. No es nunca sobre algo que yo haya dicho o algo que diré, sino sobre lo que digo en el momento mismo.

~ 55. EL VERDADERO INTERCAMBIO

La forma habitual de preguntas y respuestas es exterior, exterior a uno mismo. Naturalmente, es necesario que aparezca una pregunta, pero con ella entra también el silencio. La pregunta es la puerta de entrada al silencio, el lumbral a lo desconocido. ¿Cuál es la nueva condición interior que aporta la pregunta si es bien sentida? ¿Cómo hacer que ella nazca?

Una falsa actitud puede desarrollarse en los grupos entre quienes plantean preguntas y quienes las responden. Esto se transforma en un momento de respuestas a preguntas, no un momento de presencia juntos en pos de una nueva comprensión, de una nueva manera de pensar y sentir. Se confía en algún conocimiento y entonces hay algo que no sucede. Todos los elementos están allí pero no es el material justo el que está en primer lugar.

Cuando yo intercambio en un grupo, necesito saber a qué estoy llamando a la otra persona, a que participación. En el mismo momento de hablar, puedo ser torpe o insuficiente con mí esfuerzo, pero necesito conocer la naturaleza del esfuerzo cooperativo en el cual estoy tomando parte. No sé en que confiar y acepto demasiado fácilmente mentir, afirmando una falsa imagen de mí mismo. ¿Cómo puedo estar en frente de lo que está en pregunta? ¿Cómo puedo comprender al otro, comprender su pregunta y relacionarla con la mía propia para tener un momento de cooperación libre? Lo más importante para mí es abrirme yo mismo a mi pregunta. Queremos aprender juntos, abrirnos a lo desconocido.

Hay una actitud que no debemos permitirnos, que arruina nuestro trabajo y el de los demás, En vez de abrirnos a las posibilidades con ellos a través de un esfuerzo desesperado por encontrar de nuevo nuestra medida, pretendemos enseñarles, cuando solamente están allí para hacemos ver nuestra nulidad, que de otra manera es demasiado difícil de percibir.

Nadie puede enseñar. Solo podemos trabajar. Y antes de trabajar tenemos que haber tomado nuestra medida para estar convencidos del esfuerzo que tenemos que hacer. Nadie puede pedirnos ser más de lo que somos, pero no tenemos el derecho en nombre del Trabajo de pretender, frente a los otros, algo que no es verdad. Sobre todo, necesito trabajar yo mismo, medirme. Cuando otros traigan sus preguntas, soy yo quién tengo que ponerme en pregunta en mí mismo. Si soy capaz de responder un poco a la pregunta, es a mí mismo a quien estoy respondiendo.

Necesitamos intercambiar lo que hemos recibido para que ese material permanezca vivo en nosotros. Si no es intercambiado, no estará vivo. Pero un intercambio es en las dos direcciones. En el momento del intercambio, necesito estar yo mismo en pregunta, abrirme a mi búsqueda, vivirla verdaderamente, sensible a todas mis propias reacciones y a aquellas de quienes comparten mi experiencia. En ese momento, con la sed de ser suficientemente libre para obedecer las leyes de la fuerza superior, con la sensación de mis reacciones incesantes, yo sé que yo soy. Conozco mis debilidades. Pero si veo que el sentido de mí vida esta aquí, solo aquí, tengo una dirección constante para mi esfuerzo, el esfuerzo de ser un individuo responsable. Esta es la experiencia de un momento de creación. Todo lo demás -por ejemplo, que yo sepa más que los otros- pertenece al reino de los sueños.

~ 56. ESTA FORMA

Comenzamos a comprender mejor que este trabajo requiere y depende de ciertas condiciones. Una de ellas es que nosotros unamos nuestros esfuerzos. Dependemos de otros seres humanos que sienten el problema de existir más profundamente que nosotros o que pasan por las mismas fases que nosotros.

La necesidad que tiene cada uno de nosotros depende de la verdad de nuestro trabajo. Dependemos tremendamente unos de otros. No podemos hacer nada sin los demás, EI intercambio que podemos tener juntos es más necesario que nuestro pan de cada día. Solos hacemos esfuerzos: luchamos solos, sufrimos solos, respondemos solos. Pero llega un momento en que el intercambio es indispensable, en que necesitamos nutrimos unos a otros con los frutos de nuestros esfuerzos. Y sin ese intercambio, no podemos ir más allá, Mientras más apreciada se vuelve la existencia, más aparecerá el tema de la relación.

Solo al comienzo es necesario crear grupos artificialmente con un responsable que responda preguntas. Por un tiempo definido, un trabajo de profundización solo puede tener lugar reuniéndose de esa manera. Mas adelante, el organismo se forma por sí mismo por necesidad. Mientras más avanzamos, la necesidad de un intercambio consciente se vuelve más urgente. Podemos trabajar separadamente, cada uno haciendo sus propios esfuerzos, y, sin embargo, en ciertos momentos se impone reunirse para verificar e intercambiar, y para que, a través de un cierto esfuerzo común, la verdad surja de una manera más fuerte.

Hay un tiempo para todo. Hablo de la forma que ha tomado nuestro trabajo en el presente, de los grupos y de la posibilidad que ha sido creada. Si esa posibilidad no es realizada suficientemente, esta forma degenerará por sí misma y nunca dará nacimiento a una forma nueva, más interior, con una nueva posibilidad. Las formas no se inventan a sí mismas. Dependen de la necesidad de algunos de los elementos contenidos en el hecho de trabajar juntos para salvaguardar su existencia.

¿Cuánto tiempo puede y debe durar todavía la forma en la que estamos en este momento? Esto depende de la profundidad del trabajo de un cierto número de personas y de la relación que puede establecerse entre ellas, de la calidad de su intercambio. Tengo que colaborar en un esfuerzo común de ascenso. Sino lo hago, sea que lo quiera o no, soy responsable por la piedra que no coloco para el edificio. Por tanto, tenemos que reflexionar profundamente acerca de nuestro trabajo juntos, el cual debe manifestarse poco apoco en nuestras vidas. Tenemos que reflexionar acerca de nuestra relación, acerca de la forma de nuestra vida en común y, sobre todo, acerca de nuestro intercambio.


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