Lección 13
EL REINO DÉVICO
La mayoría de las tradiciones religiosas del mundo incluye
la existencia de los ángeles. Se presume que se trata de seres espirituales, y
en consecuencia invisibles a los ojos humanos. Y es sin duda por ello que los
ángeles – qué según la teosofía son seres perfectamente reales – han sido
relegados por la gente en general al terreno de la fantasía o mitología.
Por otro lado, aquellas personas de tipo religioso o devoto
aceptan la existencia del Reino de los Ángeles como dogma de fe. Sin embargo,
ni éstos últimos ni los anteriores poseen una idea clara de la naturaleza de
estos seres ni de la infinita variedad que caracteriza su reino; tampoco poseen
información en lo relativo a su origen, su razón de ser, ni del papel que
juegan en el Plan Divino. Los postulados ofrecidos en esta lección exploran los
conceptos teosóficos en relación con el llamado Reino Dévico o Angélico.
La palabra “dévico” proviene de “Deva”, término sánscrito
que significa literalmente “ser que brilla”, pero cuyo significado general
abarca lo que en la tradición cristiana se conoce como Ángeles, Arcángeles,
Tronos, Dominaciones, Principados , Querubines, Serafines, etc.…
Dada la inhabilidad del ser humano corriente para comprobar
por sí mismo la existencia de los ángeles, la Teosofía se apoya en el
testimonio de clarividentes quienes, invariablemente, describen a los ángeles
como seres etéreos y tan intensamente radiantes que parecen estar hechos de
materia ígnea. Entre los clarividentes más notables que han tenido oportunidad
de observar Devas, se encuentran Geoffrey Hodson (autor del “El Reino de Los
Dioses” y otras obras que describen el resultados de sus observaciones) y H.P.
Blavatsky, cuya descripción de los ángeles coincide en afirmar que se trata de “seres que irradian una luz desconocida en tierra
y mar”.
En “La Doctrina Secreta”, H.P. Blavatsky resume el reino
dévico de la siguiente manera: “El Cosmos entero está controlado, animado y
guiado por una Jerarquía de seres espirituales de infinita variedad, cada una
de ellos cumpliendo una misión determinada, y cuyos integrantes, llamémosles
como les llamemos –Dhyan Chohans o Arcángeles, Devas o Ángeles- no son otra
cosa que “mensajeros” en el sentido
de que son agentes de las leyes kármicas y cósmicas. Estos seres varían
infinitamente en lo que se refiere a sus grados de consciencia e inteligencia,
y llamarles puramente “espíritus” sin conexión alguna con la materia terrestre
es caer en indulgencia poética, ya que cada uno de ellos fue o se apresta a ser
un ser humano en un ciclo pasado o futuro respectivamente. En consecuencia, la
variedad incluye dos tipos fundamentales: aquellos que podrían definirse como
seres humanos incipientes y aquellos que son seres humanos perfeccionados
porque han ya trascendido el reino humano. Estos últimos, en su presente
existencia en esferas menos materiales, difieren moralmente de los seres
humanos corrientes en el hecho de que no están sujetos a los sentimientos
propios de la personalidad y naturaleza emocional humanas, características
éstas puramente terrestres”.
Madame Blavatsky agrega que esta diferencia es debido a que
los perfeccionados, es decir, aquellos que han ya completado su proceso
evolutivo humano, han logrado, en virtud de ello, liberarse de las limitaciones
impuestas por la personalidad y las emociones humanas. Los incipientes, en
cambio, no tienen aún cuerpo físico, careciendo así del sentido de la
personalidad o EGO-ísmo. Este postulado teosófico, basado en la observación
clarividente directa, está en oposición a la idea tradicional cristiana que
sostiene que los ángeles son seres humanos fallecidos.
La observación clarividente, utilizada también para
determinar lo que ocurre cuando la gente fallece, indica claramente que las
personas siguen siendo exactamente como eran cuando aún estaban vivos en cuerpo
físico, tanto en temperamento como en virtudes y defectos. Y es evidente que no
podría ser de otra manera, ya que no es sensato suponer que la pérdida de un
vehículo (el físico) tenga el efecto de modificar drásticamente la manera de
ser de la persona que lo ocupara durante un tiempo. Un chofer no deja de serlo
porque abandona su automóvil y adquiere otro. La etapa evolutiva que llamamos
humana requiere gran cantidad de tiempo y esfuerzo para alcanzar su meta de
perfección, y resulta infantil pretender que defectos que no han podido ser
erradicados durante una vida de 60 o 70 años de duración van a desaparecer como
por arte de magia al morir el cuerpo de la persona.
Recapitulando lecciones anteriores recordaremos que la
teosofía postula el universo como compuesto de siete tipos básicos de materia,
vale decir, siete campos de energía vibratoria manifestados en forma de esferas
que se compenetran e interactúan. Más aún, teniendo en cuenta aquel axioma
oculto que establece que todo lo manifestado obedece a un propósito claramente
predeterminado en el Plan de la evolución cósmica, es razonable suponer que los
seis campos de energía que coexisten con el físico compenetrándolo, tienen un
importantísimo papel que desempeñar en este Plan.
Estos campos, dispuestos como esferas, constituyen lugares
de manifestación de numerosas entidades cuyos cuerpos están hechos de la
materia del campo al cual pertenecen. Hay, en consecuencia, ángeles astrales,
mentales y otros más elevados y más sutiles aún, tan sutiles de hecho, que sus
“cuerpos”, sin forma, aparecen a la observación clarividente sólo como
complejas y hermosas radiaciones de luz.
No existe la “magia” en los trabajos de la Naturaleza, y
aquello que conocemos como Ley Natural no es en forma alguna una fuerza ciega
siguiendo dictados automáticamente sino más bien el trabajo de Altas Inteligencias cuya real naturaleza permanece fuera
del entendimiento humano y a través de las cuales fluye la vida del Logos,
nuestro Padre Celestial. Estas Altas Inteligencias realizan su labor secundadas
por innumerables huestes de seres angélicos de menor grado que pueblan los
campos vibratorios antes mencionados formando una gigantesca estructura
compuesta de Jerarquías, Órdenes, Grados, etc.….
Hemos dicho también que el proceso evolutivo no procede en
línea recta sino en un círculo cuya primera mitad llamamos “arco descendente” y
su segunda “arco ascendente”, es decir, involución y evolución respectivamente.
Se nos dice que estos seres, en su inmensa variedad, pueblan ambos arcos. Hay,
en consecuencia, Devas que están aún involucionando, es decir, descendiendo
hacia la materia física, hacia la etapa humana, como también aquellos que están
emergiendo de ella a través del arco ascendente, entrando a la etapa super
humana y exhibiendo, como es lógico, un grado de consciencia superior al de los
anteriores y por cierto también al de los seres humanos. Estos dos grupos
dévicos se clasifican separadamente: a los que se encuentran en el arco
descendente se les llama “espíritus de la naturaleza”; y a los que se
encuentran en el ascendente, ángeles, arcángeles, etc.….
Al describir la gran variedad de seres que pueblan el reino
dévico, trataremos de clasificarlos en términos de su naturaleza, sus campos de
actividad y el papel que desempeñan en el desarrollo del Plan Cósmico. Comenzaremos
por los espíritus de la naturaleza, a quienes se da también el nombre de
“elementales”. En un texto básico como éste resulta prácticamente imposible
mencionar todas las variedades existentes, pero mencionaremos a aquellos
considerados como los más representativos de su medio y que constituyen la
especie más familiar para el ser humano en lo que respecta a Devas.
En su libro “El Lado Oculto de las Cosas”, C.W. Leadbeater
nos dice: “En el estudio de los espíritus de la naturaleza nos encontramos con
un reino radicalmente diferente (al reino humano), sin sexo, libre de miedo y
que nada sabe acerca de aquello que llamamos “la lucha por la vida”: y sin
embargo el resultado eventual de su desarrollo es, en todo respecto, el mismo
que se obtiene siguiente nuestra propia línea…”
En “La Antigua Sabiduría de la Vida”, Clara Codd dice lo
siguiente: “Puede decirse que no existe
actividad alguna que no exprese algún tipo de consciencia aunque ésta no
implique inteligencia humana. No podemos ver la vida y la inteligencia tras el
viento soplando o las flores creciendo, pero el hecho de que no la veamos no
significa que no esté presente”. Más directamente expresado, si no lo
estuviera, ¡el viento no soplaría y las flores no crecerían!
La teosofía postula que los elementales son fundamentalmente
seres sub humanos, y representan para los ángeles más o menos lo que los
animales representan para el ser humano. El hecho de que se encuentren en el
plano astral no implica que sean seres evolucionados, ya que se encuentran aún
involucionando en el arco descendente.
En general, los elementales pueden ser divididos en cuatro
grupos principales que animan los cuatro elementos básicos del mundo físico, a
saber:
1.
Elementales de Tierra
2. Elementales del Agua
3.
Elementales del Aire
4.
Elementales del Fuego
Esta clasificación, se nos dice, fue realizada por los
antiguos alquimistas de la Edad Media, y la tradición popular les ha dado los
nombres de Gnomos, Ondinas, Silfos y
Salamandras, respectivamente. Esta es otra de las razones por las cuales se
les ha dado el nombre de “elementales”. Y al utilizar el término “animan”, lo que se quiere decir es que
las plantas no crecerían si no fuese por los elementales de tierra; el agua no
tendría vitalidad ni frescura si no fuese por las ondinas; la ausencia de
silfos provocaría la ausencia de vientos y formaciones de nubes necesarias para
la lluvia; y la combustión del fuego no sería posible sin las salamandras.
La variedad terrestre conocida generalmente como “gnomos”
trabaja sobre la superficie terrestre y es el agente principal en el
crecimiento y mantenimiento del reino vegetal, de cuya estabilidad depende
nuestro equilibrio atmosférico. Trabajan como operarios bajo la dirección de
Devas mayores que diseñan los diversos tipos de plantas, árboles y flores, y
les comunican vitalidad a través de la energía solar de la cual son agentes.
La tradición popular ha dado a los elementales diferentes
nombres. Debido a que sus cuerpos están hecho de la materia astral más próxima
a la materia física, son a veces vistos por personas cuya percepción visual
puede caer momentáneamente más allá de la vibración física, es decir, un estado
temporal de clarividencia relativamente frecuente en gentes de los campos no
contaminada con las densas vibraciones de la vida urbana de las ciudades, gente
de vida simple y sana que se encuentran vibratoriamente más cercanos a los
reinos sutiles de la Naturaleza. Debido a esto, la tradición campesina habla
con frecuencia de encuentros entre gnomos y seres humanos y habiendo también un
sinnúmero de leyendas que hablan de hadas, duendes, sátiros, faunos, etc.,
nombres que suelen ser aplicados a las múltiples variedades existentes o a
todas las variedades en conjunto dependiendo del lugar y país donde sean
observados.
Dado el hecho que su estado de consciencia es limitado, los
elementales realizan su trabajo de manera instintiva, similarmente a las abejas
o las hormigas en sus muy bien organizadas actividades. Trabajan arduamente,
pero sin evidenciar cansancio alguno al no estar sometidos a limitaciones
impuestas por el cuerpo físico tales como la necesidad de dormir, comer y beber
para sustentar su vida. Mantienen su energía mediante la constante absorción de
vitalidad o Prana yacente en la atmósfera que les rodea. Las partículas de
materia etérica cargadas de Prana, (que no es otra cosa que energía solar
procesada por la atmósfera del planeta), son absorbidas por sus cuerpos que
simultáneamente expelen las partículas agotadas.
Se nos dice que los elementales no envejecen, y sus cuerpos
no están sujetos al crecimiento identificado con el cuerpo físico, que va de
niño a adulto. Su nacimiento tiene lugar cuando su cuerpo se materializa del
éter circundante, y mantiene el mismo aspecto a lo largo de toda su existencia.
Esta puede ser bastante más prolongada, en algunas de sus especies, que la vida
del cuerpo físico del hombre, pero los hay tan pequeños y efímeros como para
existir sólo unos días.
La muerte de un elemental ocurre como resultado del
agotamiento de la energía etérica que les sustenta y de cierta resistencia de
su parte a continuar renovándola. Al ocurrir esto, se reintegran al alma grupal
del reino elemental (algo similar al alma grupal de los animales), en la cual
pueden lograr cierto grado de consciencia siempre que estén suficientemente
evolucionados. Posteriormente, la Ley Cíclica, que actúa sobre esta alma
grupal, activa nuevamente el deseo de separación, ejerciendo presión sobre la
plasticidad de la materia astral y etérica materializando así cuerpos similares
y en armonía con el grado evolutivo que esos elementales hayan alcanzado en la
vida anterior.
En las palabras C.W. Leadbeater, la vida de los elementales de tierra o gnomos
“parece estar enmarcada en un tipo de existencia alegre y despreocupada, algo
parecido a la consciencia infantil cuando el niño se encuentra entregado a
juegos que le reportan gran diversión. Los elementales no tienen sexo, no
sufren enfermedades y no tienen necesidad de abocarse a la “lucha por la
existencia”, estando en consecuencia liberados de las causas más fértiles del
sufrimiento humano. Pueden ser bastante afectuosos y capaces de formar
amistades de las cuales derivan enorme alegría. Pueden también experimentar
celos o fastidio, pero tales reacciones tienden a desaparecer rápidamente ante
el intenso placer que experimentan en sus actividades concernientes a las
operaciones de la Naturaleza, siendo ésta su característica más prominente”.
El aspecto que los elementales ofrecen a la vista
clarividente varía considerablemente no sólo en términos de especies y tamaños,
sino también en colorido. Generalmente son de tamaño relativamente pequeño,
especialmente en lo que se refiere a elementales de tierra cuyo tamaño va desde
unos centímetros y medio metro. Salamandras y silfos ostentan gran variedad de
tamaño. En el incendio de un bosque, por ejemplo, se encontrará salamandras
bastante grandes, pero también las hay en la llama de una vela, pequeñitas.
Las hadas son invariablemente pequeñas, algunas siendo
observadas como diminutas mientras trabajan en el colorido y el aroma de las
flores, de los cuales, se nos dice, son responsables. En lo que respecta a
colorido, similarmente a como ocurre con la flora del planeta, los elementales
de las áreas ecuatoriales o tropicales ostentan colores vivos y variados,
mientras que aquellos que habitan las zonas templadas y más cercanas a los
polos son de colores pálidos. Comparaciones efectuadas entre el aspecto de gnomos
de Escocia (verde azulado suave), Bélgica (azul grisáceo), y aquellos
observados en la zona mediterránea al sur de Italia, por ejemplo (rojos
brillantes, amarillo dorado, verde esmeralda, lavanda, azul turquesa, etc.),
claramente demuestran esta característica.
En lo que respecta a su relación con el reino humano, C.W.
Leadbeater en su libro “El Lado Oculto de las Cosas” dice lo siguiente: “La
mayoría de los Espíritus de la Naturaleza desconfían del ser humano y tratan de
evitar su contacto. Esto no debe sorprendernos. Ven al hombre como una especie
de demonio furibundo, destruyendo y arruinando todo doquiera llega. Lo ven
matando por deporte a los hermosos animales a quienes disfrutan observando en
paz. Lo ven cortando los árboles, pisoteando los prados, arrancando las flores
para después botarlas descuidadamente. Lo ven reemplazando la encantadora vida
agreste de la Naturaleza con horribles estructuras de ladrillo y cemento, y
arruinando la fragancia de las flores con las fétidas y venenosas emanaciones
de las fábricas. ¿Tenemos realmente derecho a sentirnos sorprendidos de que las hadas nos miren
con horror y se asusten de nosotros tal como nosotros nos asustamos ante la
presencia de un reptil venenoso? No solo traemos devastación a todo aquello que
les es querido y respetado, sino que además nuestros malos hábitos y
emanaciones les resultan desagradables. Envenenamos el aire puro con nuestros
cigarrillos y nuestras bebidas alcohólicas. Nuestros descontrolados deseos y
pasiones desatan un verdadero huracán de corrientes astrales que les molesta y
altera, provocándoles la misma indignación que sentiríamos si alguien nos
bañase con un balde de agua inmunda”. En
otro de sus libros, “El Plano Astral”, el mismo autor añade: “Por otra parte,
en muchas ocasiones ciertos elementales han entablado amistad con seres humanos
ofreciéndoles ayuda dentro de sus medios…”. Esta aseveración demuestra otra
interesante característica de estas entidades: así como se les encuentra en
varios planos de la Naturaleza, los elementales también difieren
individualmente en grados de consciencia, inteligencia y poder. Es en
consecuencia erróneo suponer que todos los elementales tienen una disposición
amable y amistosa. Tal como ocurre entre seres humanos, los hay malignos y los
hay bondadosos.
El papel que cumplen los elementales en el Plan Divino
consiste fundamentalmente en la construcción de las formas existentes en los
diferentes reinos que pueblan el planeta, especialmente el reino vegetal. No
existe árbol, planta o flor cuya forma no haya sido construida por elementales
bajo la dirección y creatividad de ciertos Devas; de ahí que se les conozca a
unos y otros como “los constructores del sistema”. La inmensa variedad floral
del planeta deja de manifiesto no solo la gran cantidad de elementales que
realizan este trabajo, sino además el número de Devas que intervienen, ya que
cada tipo de flor, por ejemplo, tiene su propio Deva como creador y diseñador
de su forma, perfume y color. Puesto en otras palabras, los Devas son los
artistas creadores; los elementales son los artesanos constructores.
Ángeles Mayores y Menores
En el arco evolutivo ascendente encontramos a estos Devas
quienes, similarmente a los elementales, se distinguen por su gran variedad.
Los hay aquellos que revelando un elevado estado de consciencia y una gran
inteligencia creativa guían, como indicamos anteriormente, a los elementales en
la construcción de las formas existentes en el planeta. Estos Devas forman
parte de una gigantesca estructura jerárquica que incluye desde el modesto Deva
que anima la vida de un rosal al colosal arcángel que representa nuestro Logos
Solar cuya presencia anima la vida de nuestro sistema solar.
Los hay aquellos que ostentan el grado de Logos Planetario y
que rigen los tres planos, mental,
astral y físico, en los cuales tiene lugar la evolución humana, trabajando
en perfecta coordinación con los adeptos de la Jerarquía Planetaria conocida
como la Hermandad Blanca para asegurar el desarrollo del plan evolutivo y el
progreso continuado de la humanidad.
El radio de sus actividades es, sin embargo, infinitamente
más vasto de lo que es dable imaginar a primera vista, incluyendo innumerables
huestes de devas menores quienes diseñan la gran variedad de formas existentes
en el reino vegetal de acuerdo con las necesidades evolutivas de la vida
vegetal.
Los devas existentes en la Región Abstracta del plano mental
son conocidos en teosofía como “arupa”, término sánscrito que significa “sin
forma”, porque la materia que constituye sus cuerpos no se precipita en formas
definidas sino más bien en una radiante y compleja vibración de luz. En la
Región Concreta del plano mental los devas tienen, en cambio, forma definida y
se les conoce como devas “rupa”, es decir, con forma definida.
Se nos dice que en los planos superiores al plano mental hay
por cierto innumerables entidades dévicas aún más elevadas que las de la Región
Abstracta, seres elevadísimos conocidos en las antiguas escrituras orientales
como Adityas, Dhyani Budas, etc., y en la tradición cristiana como Arcángeles,
Querubines, Serafines, etc.
La existencia y el trabajo de estas Grandes Inteligencias
como portadoras de la Voluntad Divina en la administración de la Naturaleza son
reconocidas en todas las grandes religiones. Los diferentes nombres con que
estas religiones distinguen a tales Seres dejan de manifiesto su conocimiento
de la estructura jerárquica a la cual pertenecen.
Al igual que los elementales, los ángeles son andróginos. Su
aspecto a la vista clarividente es radiante, lleno de luz, cuerpo y rostro
manteniendo una vaga semblanza a la del ser humano y, contrariamente a lo
retratado en la pintura tradicional de occidente, sin alas. (Claramente, cuando
se tiene un cuerpo estructurado de materia sutil, no tan sujeta a las leyes de
gravedad como la materia física, la necesidad de alas es inexistente). Las alas
de aquellos ángeles pintados en iglesias y cuadros de la época renacentista
principalmente, parecen tener origen en la compleja radiación de luz que suele
emanar de la parte superior de sus cuerpos, observada por clarividentes de la
época.
Campos de Actividad –
Los Siete Rayos
1º.
Rayo = Liderazgo (Característica =
Fuerza)
2º. “=
Enseñanza (““= Sabiduría)
3º. “=
Cultura (““= Tacto)
4º. “= Arte (““= Armonía)
5º “=
Ciencia (““= Conocimiento)
6º. “=
Religión (““= Devoción)
7º. “=
Ritual (““= Servicio)
Los devas del primer Rayo supervisan el trabajo de los
ángeles menores en lo que respecta a la construcción de formas. Los del segundo
dedican sus esfuerzos al campo de la enseñanza. Los del tercero trabajan con
las corrientes de pensamiento que estimulan el desarrollo de valores culturales
en los diversos países. Los del cuarto rayo son los generadores del esfuerzo
creativo y la inspiración manifestada a través de músicos, pintores y artistas
en general. Los del quinto utilizan también corrientes mentales para estimular
los descubrimientos científicos del hombre. Los del sexto estimulan en la
humanidad las tendencias devotas, colaborando con el desarrollo de las
religiones. Finalmente, los del séptimo Rayo ayudan a orientar las fuerzas y
corrientes ocultas activadas por rituales místicos o religiosos para beneficio
de las fieles y para su desarrollo espiritual a través del campo de la
devoción.
No puede dejar de mencionarse la existencia de ciertos devas
de indescriptible esplendor, capaces de traer a la existencia sistemas solares
completos solo mediante el poder de su mente, canales perfectos de la Voluntad,
Creatividad y Energía del Ser Supremo. En este nivel se encuentran cuatro
elevadísimos Seres a quienes la tradición oriental llama “Lipikas” (sánscrito;
literalmente, escribas), conocidos en ciencia oculta como los Señores del
Karma, regentes de una de las leyes cósmicas más importantes en la evolución
humana: La Ley del Karma o Ley de Consecuencia. A su disposición se encuentran
millones de devas encargados de ejecutar los dictados de esta Ley que rige el
comportamiento de la humanidad tanto a nivel individual como colectivo.
Se dice que al ocurrir el nacimiento del Ego humano – evento
que tiene lugar cuando la Mónada hace su ingreso al reino humano después de
completar su evolución a nivel del reino animal –se le asigna un deva para que
le acompañe a través de su peregrinaje evolutivo en la nueva etapa. A este
deva, que la tradición cristiana ha dado en llamar “el Ángel Guardián”, se le conoce en la tradición oculta como el Ángel Solar. Su misión es la de
proteger al Ego - hasta donde sea posible y permitido - de influencias
exteriores peligrosas, y de asegurar su avance.
Se nos dice además, que estos devas solares fueron traídos
desde otras regiones cósmicas para acelerar el avance evolutivo de nuestra
humanidad que aparentemente procedía con excesiva lentitud. La presencia de un
deva solar en cada ser humano se llevó a cabo para devolver a los Egos humanos
su ritmo evolutivo apropiado, estimulando así su desarrollo.
Existen numerosos casos que confirman la evidencia de la
protección que nos da nuestro Ángel Solar, incluso a nivel físico. Entre otros,
puede citarse el caso de cierto niño pequeño quien, durante un terremoto que
afectó Taormina, en Sicilia, quedó sepultado vivo bajo los escombros. Cuando
las cuadrillas de rescate lo encontraron días después en perfecto estado de
salud y sin deshidratación, manifestó que había estado recibiendo diariamente
comida y bebida a través de “una señora de vestiduras blancas y brillantes”.
(El aspecto andrógino y delicado de los devas puede inducir a considerárseles
como seres de sexo femenino por la persona inexperta). Pero la protección
dévica es también particularmente eficaz a nivel astral.
Otras actividades
El trabajo de los devas en general es específico y
perfectamente organizado. Dividen el planeta en sectores de los cuales son
responsables y a los cuales atienden en orden jerárquico. Devas mayores y
menores, asistidos por elementales, atienden todas las necesidades de los
diferentes reinos de la vida en evolución, asegurando la supervivencia de las
formas y estimulando su crecimiento y mejoramiento. Son, en el más amplio
sentido, los constructores y mantenedores del sistema, y es a través de esta
noble actividad que tiene lugar su propio proceso evolutivo. Se nos dice que no
existe lago, montaña, aldea, casa, sección del océano, e incluso árbol o
arbusto, que no tenga su propio deva animando la vida en ellos existente.
Los hay cuyo trabajo consiste en la formación de vetas
minerales en la tierra. Se nos dice que los metales nobles hallados en ciertas
regiones del planeta han sido materializados por devas especializados en este
tipo de actividad. Geoffrey Hodson dice haber observado clarividentemente un
grupo de tres devas aparentemente suspendidos en el aire sobre una montaña a
buena altura y proyectando un rayo de luz dorada como fuerza productora de oro,
la formación de una veta del precioso metal empezando distinguirse varios
metros bajo la superficie de la tierra.
La observación clarividente de devas coincide en afirmar que
sus cuerpos tienen un aspecto transparente, dando la impresión de estar hechos
de substancia ígnea. Resulta posible observarles cuando están inmóviles, pero
cuando están en movimiento, su cuerpo pierde definición transformándose en un
borrón luminoso como una neblina en desplazamiento.
La Jerarquía Angélica
De acuerdo a Santo Tomás y la tradición cristiana, existen
nueve órdenes Angélicas reconocidas y estructuradas en tres Jerarquías, a saber:
1. Serafines,
Querubines y Tronos;
2.
Dominaciones, Virtudes y Potestades; y
3.
Principados, Arcángeles y Ángeles.
Los integrantes de estas Jerarquías llevan a cabo las
siguientes funciones en los respectivos campos de actividad:
Tronos:
Representan la función de liderazgo, la Voluntad Universal en acción, siendo
éste evidentemente el grupo angélico más elevado de aquellos que trabajan en
nuestro sistema solar.
Serafines:
Representan el Amor Universal, la cohesión de la fuerza centrípeta en acción.
Querubines:
Representan las funciones del análisis y la multiplicidad, la Mente Universal
en acción, el Espíritu de la
Naturaleza que incluye a los devas de Nuestra Señora (La
Madre Divina) cuyo “departamento” – si se nos permite tal definición – representa
el aspecto femenino de la Naturaleza, la Maternidad de la vida.
Dominaciones:
a estos devas se les conoce como los “Agentes de Oferta y Demanda”, y
representan la economía de la Naturaleza. Son responsables por la exacta
distribución y apropiada utilización de la energía que anima el universo.
Principados:
son los devas que gobiernan áreas, provincias, naciones. En este sentido, se
nos dice que la totalidad de la raza humana se encuentra presidida por un
elevadísimo arcángel cuyo trabajo se realiza a través de los llamados “Ángeles
de las Naciones”. Estos son en realidad poderosos arcángeles que representan y
animan la consciencia de cada nación establecida en la Tierra, guiando su
evolución y desarrollo mediante la supervisión de su karma y su dharma. Son
ellos los que actúan sobre líderes políticos, inspirándolos a tomar decisiones
que aseguren el cumplimiento del destino de cada país, estimulando su proceso
evolutivo hasta donde la Ley cósmica lo permite.
Potestades:
estos devas son los reguladores de la Ley de Causa y Efecto y de la
transmutación del mal en bien. Se les conoce también como los Señores del
Karma. Están encargados de mantener el apropiado equilibrio entre el bien y el
mal en la vida humana y también de la preservación de la armonía planetaria.
Virtudes:
trabajan con los aspectos concretos de las materias astral y mental.
Arcángeles:
son los “oficiales ejecutivos” en la administración cósmica en ciertos
aspectos, especialmente en lo que se refiere al reino animal y sus variadas
especies.
Ángeles:
son esencialmente habitantes del plano astral, y su función principal tiene
relación con las evoluciones de los reinos humano y vegetal. Su propia
evolución ocurre como resultado del servicio que prestan a estos dos reinos.
Aunque los nombres de las entidades en esta clasificación de
nueve tipos provienen de la tradición judeocristiana, la tradición oculta en
general confirma esta estructura jerárquica aunque los nombres difieren en
otras escuelas y religiones de acuerdo con los diferentes idiomas.
Devas especializados
Existe, se nos dice, un buen número de devas cuya labor
puede calificarse de altamente especializada. Y aunque en un texto básico como
éste es imposible mencionarlos a todos, bien vale destacar la labor de cierto
ángel conocido como el deva constructor
de la forma humana. La idea habitual apoyada por la ciencia tradicional es
que el embrión humano se desarrolla por sí mismo dentro de la matriz de la
madre bajo el impulso químico provisto por ésta. En teosofía, en cambio, se nos
dice que nada en el universo ocurre por sí mismo cuando se trata de la
construcción de una forma. En lo que respecta al embrión humano, la observación
clarividente de Geoffrey Hodson y otros, nos dice que en el momento de la
concepción, un deva especializado coloca el átomo permanente del individuo que
se apresta a encarnar en la nueva célula recién formada por el espermatozoide y
el óvulo, conocida como el “zigote”. La presencia de este átomo vivificada por
la corriente egoica que sobre él desciende (es decir, la energía creativa
microscópica de la “palabra-fuerza”) entrega a la célula doble del nuevo
organismo su apropiado ímpetu biológico; puesto en otras palabras, la hace
crecer al impulso de la “Palabra” o sonido creativo. Con esta energía creativa
proyectada a través del átomo permanente y la célula doble o zigote, se
producen cuatro reacciones. No está dentro del contexto de esta lección
comentar sobre tres de éstas, pero Hodson dice lo siguiente respecto a la
cuarta:
“La cuarta reacción en los efectos del proceso de
germinación, es la llamada de los Devas Constructores de la forma humana. El
tipo de deva que acude al llamado depende de las características de la
resonancia del sonido emitido. Elementales constructores también escuchan el
sonido y acuden presurosos porque están entonados con el tipo de vibración
tonal emitida por el individuo que va a reencarnar. Al arribar al lugar de la
escena, penetran su esfera de influencia encontrándose en una atmósfera que les
es congenial porque está regida por el acorde inherente al individuo. Los
elementales proceden entonces instintivamente a absorber y especializar
materia, para subsiguientemente irla añadiendo al embrión en desarrollo”.
Este tipo de observación, confirmada por otros
clarividentes, describe en consecuencia la mecánica de la concepción y
desarrollo fetal del cuerpo humano, proceso ignorado por la ciencia médica y
por la mayoría de los seres humanos. Se nos dice que el deva principal cuenta
no solo con la colaboración de elementales en este trabajo, sino también la de
dos devas adicionales con los cuales se va estructurando el cuerpo del feto
utilizando como guía las característica del molde etéreo determinado por los
Señores del Karma en consonancia con la situación kármica que el individuo se ha
labrado en previas encarnaciones.
Los elementales que colaboran en esta extraordinaria labor,
lo hacen de manera instintiva y bajo la dirección de los devas. Estos, en
cambio, realizan el trabajo desde su elevado estado de consciencia, guiados por
el amor y el deseo de colaborar con el Plan Divino.
Mucho más puede decirse, por cierto, acerca del maravilloso Reino Dévico, también conocido
como El Reino de los Dioses por aquellos que han tenido el singular
privilegio de observarlo de manera clarividente. Información más detallada
podrá encontrarse en la literatura recomendada al final de esta lección.
¿Es sensato creer en la existencia de los ángeles como seres
reales? Para aquellos que creen en la realidad de la evolución evidentemente lo
es. No carece de lógica suponer que así como existen reinos menos evolucionados
que el humano, también debe haberlos más avanzados. El reino dévico es un reino
más avanzado que evoluciona paralelamente al reino humano y que colabora con la
evolución de éste último.
Concluimos citando una vez más a Leadbeater: “Existe entre
la gente común gran confusión respecto a los ángeles. La sola idea de la
realidad de su existencia es algo tan hermoso y poético, que la mayoría de las
personas tiende a considerar tal realidad solo como poesía. Se habla acerca de
estos magníficos Seres con la misma idea con que se habla de cuentos de hadas:
muy hermosos, pero no reales. Nada puede estar, sin embargo, más lejos de la
verdad que semejante conclusión. La
gloria radiante de los Seres Angélicos es mucho más real que todo lo que existe
en el plano físico. Más aún, si hemos de comparar sus cuerpos y los
nuestros, los de ellos son mucho más reales y de mucha mayor duración, ya que
estas nobles entidades viven una vida mucho más larga, mucho más vívida y en un
estado de consciencia mucho más elevado que el que nosotros ostentamos en este
nuestro mundo físico”.
CURSO INTRODUCTORIO, 14 LECCIONES - RENARD, Enrique
Lección 3 - VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE
Lección 4 - REENCARNACIÓN
Lección 5 - KARMA
Lección 6 - LA HERMANDAD BLANCA
Lección 7 - LA DOCTRINA DE LOS CICLOS
Lección 8 - EL DOBLE ETÉREO
Lección 9 - EL CUERPO ASTRAL
Lección 10 - EL PLANO MENTAL
Lección 11 - EL PODER DEL PENSAMIENTO
Lección 12 - LA CUESTIÓN DEL MAL
Lección 13 - EL REINO DÉVICO
Lección14 - LA HERMANDAD UNIVERSAL
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