LA SENSACIÓN CONSCIENTE





LA SENSACIÓN CONSCIENTE




~ 99. LA VIDA ESTA EN MI

Empezamos a darnos cuenta de que, efectivamente, no mantenemos nada bajo nuestra mirada, bajo nuestra atención. Yo estoy aquí, atento a mí mismo. No me percibo enteramente como un todo. Me siento llamado a sentir una parte de mi más que otra y no tengo una sensación completa de todo lo que esta aquí, una sensación que sea igual en todas partes. La característica del pensamiento voluntario es fijarse en algo para conocerlo. Pero no puedo aun tener un objeto bajo mi mirada, verlo verdaderamente. El acto de ver es difícil de comprender.

La sensación que recibo a través de mis órganos de los sentidos me permite saber que estoy aquí. Pero esas son sensaciones mecánicas. Las recibo y respondo a ellas sin saber cómo. La conciencia que tengo de las sensaciones es muy pobre, fugaz; el conocimiento que me aportan no llega muy lejos. No sé qué valor darles y puedo engañarme completamente sobre su sentido, porque no las mantengo bajo mi mirada.

Al comienzo, la sensación es casi el único instrumento para el conocimiento de sí. Ella da el poder de controlar muchas cosas y de repetir experiencias que uno puede entonces identificar. Eso crea un mundo interior. Mas tarde, la conciencia deberá interiorizarse más. Pero el impulso de mirar al fondo de sí es una etapa indispensable en la evolución de la conciencia, Nada es cierto, nada es puro, sin esto.

Necesito oír en mi la vibración de una energía aun no degradada. Es necesario que el movimiento de mis centros se armonice con ella, escuche su resonancia. Eso es lo que se hace leyendo textos, repitiendo palabras sagradas, orando, meditando. Pero necesito comprender lo que tengo que hacer sin ir más allá de mi comprensión. Mi comunión con la dificultad me volverá libre por el conocimiento. Entonces, escucho con mi propia sustancia las vibraciones de una energía desconocida en mí.

Veo que jamás permito que una experiencia se realice en mí. Resisto siempre a la experiencia plena. Porque quiero conducirla. No tengo confianza en la experiencia, solo tengo confianza en mí. Por eso la experiencia no me transforma. Cuando comienzo apercibir que hay en mí una Presencia sutil, la siento como una Presencia viviente que pide hacer sentir su acción. Pero la acción no es profundamente experimentada porque una pared me separa de ella. Es el muro de mis tensiones, es decir, de mis reacciones mentales. Lo desconocido de esa Presencia me aporta sugerencias, impresiones, que dan un choque a la mente. La mente reacciona presentando una forma, y con esa reacción brota la noción de egoísmo, de yo. No el yo que está detrás, el único que tiene inteligencia, sino un yo limitado que cree afirmarse en esa reacción, mi ego. Ese muro de tensiones es el muro de mi ego.

Cada vez más experimento la necesidad de ciertas impresiones. Esa necesidad es muy fuerte, me parece que no podría vivir sin esas impresiones. En efecto, no podría participar de una cierta vida sin ellas. Eso es tan fuerte que, por no recibirlas, me pongo a buscar afuera y a esperar de afuera el choque que no me doy a mí mismo. Sin embargo, la vida está en mí, pero sus vibraciones no me alcanzan; son finas, demasiado sutiles para lo que soy ahora. Mi propio deseo de absorberlas, de dejarme penetrar, crea una dualidad. La energía está detenida en la tensión que proviene de esa dualidad. En esa tensión no puedo tomar conciencia de la naturaleza de la energía. Su vibración no me alcanza. Siento mi incapacidad de ser transformado por la energía y siento mi rechazo. En mi tensión, siento mi rechazo. La vida esta allí, muy cerca, pero mi yo está todavía cerrado, replegada sobre sí mismo.

~ 100. UNA INMOVILIDAD INTERIOR

Hasta ahora, no comprendo mi relación con mi cuerpo. Sin él, no llegare a la conciencia; es necesario que el acepte y comprenda su papel, no por coacción sino por interés real. Para que se pueda establecer una unión es preciso que el participe consciente, voluntariamente, que encuentre esa postura en la que pueda mantenerse libre, sin tensión.

En ese acto de presencia de mí mismo, primero hay un momento en el que me mantengo completamente bajo mi mirada; luego, el relajamiento al cual me ha llevado esa mirada, seguida por el choque del momento en el que me veo. Para que pueda realizarse una percepción real, un acto de conocimiento, necesito una atención tan completa, tan pareja como sea posible. Sólo en ese acto de mirada total, todo abarcante, soy imparcial, no tomo partido. Lo más importante entonces es descubrir si soy capaz de una mirada semejante. Cuando mi atención se vuelve verdaderamente activa y mi pensamiento adquiere la limpidez de esa mirada, se produce por sí mismo un soltar, tanto en la cabeza cómo en el resto del cuerpo. Cuando el cuerpo esta inmóvil, liberado de los movimientos de un gasto inútil de energía, uno experimenta la impresión de una Presencia que no tiene ninguna necesidad de proyectarse hacia fuera. Es controlada por su relación con esa mirada activa. Tengo la impresión de que ese soltar se produce de arriba hacia abajo y de que el volumen interior cambia, como si las ataduras que lo confinaban en el cuerpo estallaran. Me acerco aquí al sentido del relajamiento; no un relajamiento artificial, sino el que aparece a medida que comprendo el acto de ver.

El momento en que veo es un choque, un paro. La energía se vuelve libre en ese paro, libre de seguir una dirección que le es propia. No la obligo a cambiar su curso; al ser libre, el curso cambia por sí mismo. Conozco entonces una inmovilidad, un estado sin olas, sin ondulaciones. No se produce ningún movimiento y sin embargo reconozco ese soltar como un acto, un acto que no depende de mí pero que me transforma. Se lo que es esa energía, una energía que no me arrastra. Ella es lo que «yo soy». Si mi atención permanece entera, si la mirada sobre mí me ilumina completamente, se produce como un don más profundo, una apertura y como una expansión en la región abdominal. Ese momento de conocimiento, esa impresión me enseña algo nuevo. Es un estudio que se abre y no lo puedo seguir sino paso a paso. Uno de los aspectos del conocimiento es ser el paso de una densidad de vibración a otra, un movimiento de interiorización a través de la sensación. Para ello es preciso que haya un espacio libre de tensión que sea experimentado como «un vacío», vacío de mi yo habitual, de mi ego. Uno penetra entonces en un mundo de vibraciones más finas que percibo a través de la sensación. La sensación es la percepción de esas vibraciones. Mientras más me siento habitar mi cuerpo, más reconozco que sin él el sentido del Ser no me tocaría. Es a través del cuerpo que lo siento. Pero no soy yo quien lo capta, es la fuerza de vida que se da a conocer. Es un movimiento interior muy diferente que trae consigo un soltar profundo, un soltar que también puedo experimentar a veces ante la naturaleza.

~ 101. UNA POSTURA CONSCIENTE

La sensación es lo más esencial en el camino de la conciencia. Aprendo a tener una sensación consciente.

Cada uno de nosotros quiere saber quién es. Cada uno se consigue con la dificultad. Llego a un poco más de calma y de silencio, y apenas me levanto para responder a la vida, soy el mismo de antes. Nada ha cambiado y quien responde no soy yo. Algo en mí sentimiento de mí mismo no ha sido sacudido. Nunca tengo el sentimiento de estar en la raíz de mí mismo, de tocar mi esencia. Nunca soy enteramente tocado. Siempre hay rincones ocultos que se rehúsan.

Mi cuerpo es el primero en rehusar. No sabe nada de mi deseo y vive su propia vida. Sin embargo, él puede prestarse a un conocimiento. Es el receptáculo, el vehículo de una energía, Si observamos en nosotros mismos, veremos que la energía está muy concentrada en la cabeza o en el plexo. Quizás un poco en la columna vertebral, pero nada en comparación con los otros dos centros. Finalmente, casi nada en la parte baja del cuerpo, como si el cuerpo no tuviera real importancia. Sin embargo, es en él y a través de él que la energía puede actuar.

Siento que esa energía comienza a aparecer. Para que ella pueda verdaderamente actuar a través de mi necesito ver bien mi automatismo y sentir que, si este se vuelve más fuerte que el movimiento consciente, la energía regresa a su nivel inferior y soy tomado de nuevo. La posición del cuerpo es muy importante. Mi postura automática retiene mi energía y condiciona mis movimientos emocionales e intelectuales. Necesito verlo, vivirlo, para que aparezca un sentimiento consciente de sufrimiento que me pida una nueva postura, una postura consciente que como un campo electromagnético permita la acción de esa energía sobre el cuerpo. La posición, pues, debe ser precisa; pide una cooperación estrecha y continua entre mi pensamiento, mi sentimiento y mi cuerpo. Necesito sentir una holgura, un bienestar y una especie de estabilidad. La posición en sí misma permite poner a la mente en un estado de disponibilidad total, vaciándola naturalmente de la agitación de los pensamientos. En una postura justa, todos mis centros se reúnen y se relacionan. Encuentro un equilibrio, un orden en el que mi yo ya no es el amo sino donde el encuentra su lugar. Mi pensamiento es más libre y mi sentimiento también, es más puro, menos egoísta, menos ávido. Él respeta algo.

Cuando me permito abrirme a esa energía, hay una concentración sin juicio, sin conclusión, y mi atención se mantiene allí pacientemente sin esfuerzo y penetra silenciosamente más allá de lo que me es conocido. Es como una dilatación interior, una expansión. Siento una unidad más grande entre mi cuerpo y lo que lo anima. Mi verdadero centro vital se ha establecido por sí mismo, un centro de gravedad. Ya no hay contradicción en mí, ni rechazo. He encontrado en mi ese centro primordial de energía y he superado la dualidad entre mi cuerpo y mi psiquismo. Mientras más realizo la experiencia de ese estado, más tocada es mi esencia. Pero apenas pierdo el contacto con ese centro de gravedad, la energía refluye hacia la cabeza o el plexo, y vuelve la falsa noción de un yo. Creo que ese contacto es fácil de mantener. Pero hasta la idea de mantener es falsa. Ese centro de gravedad debe volverse como una segunda naturaleza. Es mi medida y mi guía. En todo lo que hago debo sentir su peso. De otro modo, no es posible una apertura a los centros superiores.

Cuando realizo la experiencia de ser una Presencia viviente, consciente de sí misma, siento que esa Presencia respira. La libertad de ese centro de gravedad depende de la libertad de la respiración, y si dejo que la respiración se haga sin intervenir, otra realidad aparece. Necesito ver que ese es mi alimento esencial y buscarlo más a menudo posible, ese estado.

~ 102. EN UN CUERPO TRANQUILO, INSPIRO

Tengo una nueva impresión de mí mismo, pero es frágil. No estoy suficientemente impregnado por la sensación de ser esa Presencia viviente y el sentimiento que se manifiesta allí es demasiado débil. Las tensiones vuelven a formarse. Las siento. Pero sé de lo que ellas me separan, y porque lo sé, ellas caen. Es un movimiento de flujo y reflujo en el cual mi sentimiento se fortalece. Él pierde sus elementos de negatividad y agresividad, y se abre cada vez más al sentido de lo sutil, de lo superior, de lo que es la vida misma. Mi inteligencia debe abrirse al sentido de mis tensiones y algo en mí necesita ceder cada vez más el sitio, no por una obligación sino por una necesidad de mi ser. Busco comprender lo que es para mí ese estado sin tensión que me acerca al vacío, a mi esencia.

Penetro en un mundo de vibraciones más finas. Las siento, tengo la sensación de ellas, primero en ciertas partes de mi Presencia, como si esas partes fueran vivificadas, irrigadas, espiritualizadas por ellas. No estoy todavía por completo bajo la influencia de esas vibraciones, pero siento una necesidad cada vez mayor de no oponerles ya resistencia. Mi yo habitual ha perdido su autoridad y otra autoridad se hace sentir. No estoy todavía completamente en sintonía. Pero mi vida sólo tiene sentido en el cumplimiento de ese hecho. Al estar en sintonía con la acción de esas vibraciones, siento que me he ubicado en un circuito cerrado y que, si puedo conservar estas disposiciones el tiempo necesario, el milagro de mi transformación se realizará.

Para llegar a sentir esas finas vibraciones, es necesaria una inmovilidad real del cuerpo, es decir, un estado donde ya no haya ninguna tensión, y en lo que concierne al pensamiento, ser un testigo que registra todo lo que pasa sin ningún comentario. Aprendo a comprender lo que es una sensación pura-una sensación donde la imagen no interviene- donde mi cuerpo está bajo esta visión, sin tensión alguna en ninguna parte. El relajamiento se hace por sí mismo a medida que aumenta la claridad de mi visión y siento que hay islotes de energía que tienen la necesidad de vincularse más profundamente. Esa sensación fina es una señal de la encarnación, el momento de penetración en que el espíritu se materializa y adquiere una densidad definida.

En ese estado más objetivo en el que se establece un orden, mi respiración puede tomar un sentido nuevo. Solo en ese estado soy capaz de recibir ciertos elementos más finos del aire y absorberlos. La energía circular libremente en mi cuerpo, nada la detiene o la desvía, nada la proyecta hacia fuera ni tampoco la fija adentro. La siento moverse libremente en una especie de movimiento circular que se produce sin mi intervención. Es un movimiento en el cual existo y descubro la respiración: la absorción y eliminación de la energía.








Inspiro... Espiro.
Se que inspiro... Se que espiro.
En un cuerpo tranquilo inspiro... En un cuerpo tranquilo, espiro.
Largamente inspiro... Largamente espiro.

Estoy despierto a esta respiración que se efectúa en mí. Estoy despierto a mi cuerpo. No separo una del otro.

En un cuerpo más liviano inspiro... En un cuerpo más liviano espiro.

Esta liviano, pero no se eleva hacia lo alto. Me permito espirar hasta el final.

Sin avidez, inspiro... Sin avidez, espiro.

Siento la impermanencia de este movimiento. No busco retener nada.

Sintiéndome libre, inspiro... Sintiéndome libre, espiro.

Siento que las palabras y las formas pierden su poder de atracción, Hay una especie de claridad, de luz que ilumina el estado en que esto. 

Me vuelvo profundamente tranquilo para despertarme a lo que soy.


💗




Continúa: La atención voluntaria






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