II LA APERTURA A LA PRESENCIA - EN UN ESTADO PASIVO - de LA ESENCIA DEL SER de GURDJIEFF por JEANNE SALZMAN





II


LA
APERTURA
A LA
PRESENCIA



El momento de recibir una impresión es el momento
de volverse consciente.

La conciencia es siempre conciencia de sí mismo.
Necesito sentir que esa Presencia se forma en mí.

Solo trabajando para estar presente se desarrollará mi atención.

En cada evento de la vida se produce un doble movimiento
de involución y de evolución.

El esfuerzo que puedo hacer con mis medios ordinarios,
el único que me incumbe, es un esfuerzo de una pasividad
voluntaria, un esfuerzo consciente.

La actitud que tomamos, nuestra posición interior y exterior, es nuestra meta y a la vez nuestro camino.


EN UN ESTADO PASIVO


~ 13. MIS FUNCIONES SON PASIVAS

Cualquiera que sea el estado en que me encuentre en este momento, cualquiera que sea el significado de la fuerza que manifiesto, las posibilidades más altas están allí, escondidas tras la densa pantalla de mi pasividad, que se cree autosuficiente. Mi destino comienza cuando siento en mí el llamado de otra fuerza y respondo voluntariamente a él, Es mi primer acto voluntario. Me hago disponible a la realidad de una fuerza que cambia mi razón de estar aquí. Estoy allí para escucharla. No para esperar algo de ella, ni para apropiarme de ella, sino para comprender el acto, la acción que creara una posibilidad de vida responsable.

Estoy allí, pero estoy vacío, sin meta real, sin sentido, sin razón de ser. Estoy allí porque fui creado y me dejo vivir como si nada en mi tuviera sentido hacia una dirección. Todo el tiempo estoy bajo una sugestión: lo que espero, lo que aguardo, lo que debo hacer, lo que todo eso quiere decir. Mis funciones son pasivas, bajo la influencia, a la merced, de todo lo que las toque. Mi pensamiento oye palabras que cree conocer y asocia inmediatamente en torno a esas palabras. Mis emociones, al acecho de lo que les gusta o no les gusta, niegan o son curiosas. Y mi cuerpo digiere o se abandona en su pesadez. Me siento pasivo, pasivo. Cuando debo manifestarme, expresarme, reacciono a la impresión recibida, siguiendo la manera en que mis centros fueron educados. solo veo formas -cosas y personas- nunca fuerzas. Nunca respondo a partir de una visión, de una comprensión de la realidad. Lo que es más verdaderamente yo en mi no aparece. Todos los acontecimientos interiores o exteriores parecen ser un sueño porque no me siento verdaderamente alcanzado por ellos. ¿Qué es lo que no alcanzan? ¿Qué en mí no se siente tocado?

Quiero verme. Pero la energía de mi mirada es pasiva. Solo veo lo que observo a través de una imagen, una idea. En consecuencia, no veo realmente, no estoy en contacto directo con lo que veo. Mi atención se mantiene pasiva por la idea. La imagen. No está libre. Reacciono a la idea y las cosas se repiten indefinidamente de la misma manera. Mi pensamiento reacciona automáticamente, compara y obedece al material acumulado a lo largo del tiempo. ¿Puedo tener un pensamiento más activo que no esté continuamente ocupado en extraer algo de su memoria? Tal pensamiento se mantendría delante del hecho, sensible, sin ningún juicio ni sugestión, sin ningún pensamiento. Se mantendría simplemente por la urgencia de conocer lo verdadero. Ese pensamiento seria como una luz, Podría activamente ver.

Mi sensación también es pasiva. Tengo un sentir de mí mismo bajo una forma familiar que se repite, una forma que corresponde a mi manera habitual de pensar.

¿Puedo tener una sensación más activa, despierta por entero a la energía que recibe? Esa sensación sería un instrumento de conocimiento y, como ese pensamiento, no tendría como meta el poseer.
Cuando experimente a la vez ese pensamiento y esa sensación más activos, descubriré una voluntad nueva, un sentimiento de urgencia por ser así. Solo en el momento en que aparece en mi esa intensidad -de querer ver, de querer conocer lo que es- es cuando despierto a lo que soy enteramente. Despierto para conocer lo verdadero, lo real..., no para cambiar. Mi actitud ha cambiado. Es más consciente. Veo que, si ese querer activo no está aquí, recaeré en mi sueño.

Mi deseo de conocer y de comprender prima, sobre todo. No es solo una idea en mi cabeza o una sensación o emoción particular. Me pide todo al mismo tiempo. ¿Puedo aprender a escucharlo?

~ 14. NECESITO IMPRESIONES DE MI MISMO

En mi estado actual no hay estabilidad, no hay «yo». No me conozco. Empiezo a sentir que hay que llegar a un momento de Presencia más completo. Necesito ante todo tener una impresión -lo más profunda posible- de mí mismo. Me daré cuenta de que nunca tengo una impresión profunda, de que mis impresiones son muy superficiales, tan superficiales que solo crean asociaciones superficiales que no dejan ningún recuerdo y no cambian nada, no transforman nada. Gurdjieff hablaba de las impresiones como de un alimento, pero no comprendemos lo que quiere decir alimentarnos, ni lo que eso representa para nuestro ser.

Soy pobre en materia de impresiones de mí mismo. Tengo tan pocas; esto no tiene peso. Si verdaderamente quiero conocer algo, estar segura de ello, primero necesito ser «impresionado» por el conocimiento. Necesito ese conocimiento nuevo. Necesito ser «impresionado» por él tan fuertemente que lo conoceré en ese momento con todo lo que soy; no solamente con mi cabeza, sino con toda mi masa. Si no tengo suficiente de ese conocimiento, suficientes impresiones, no puedo tener ninguna convicción. Sin el conocimiento, sin el material, ¿Cómo voy a evaluar las cosas, como voy a trabajar? No hay nada para dar un impulso en una dirección u otra. No hay posibilidad de actuar conscientemente. Lo primero que necesito para una acción consciente es una impresión de mí mismo, tanto cuando estoy solo, abierto a lo que soy, como cuando estoy en la vida, cuando trato de no olvidar esa impresión completamente y veo como me pierdo. Esas dos clases de impresiones son mi mundo interior. Hasta que no tenga una cierta cantidad de impresiones, no puedo ver más lejos, no puedo comprender más.

Consideramos las impresiones como algo muerto, fijas como una fotografía. Pero con cada impresión recibimos una cierta cantidad de energía, algo viviente que actúa sobre nosotros, que nos anima. Por un momento tengo una impresión de mí mismo que es completamente diferente de la manera en que me experimento en general. De repente conozco algo real en mí, de una forma enteramente nueva, recibo algo, soy animado por eso. Después lo pierdo, no lo conservo. La impresión desaparece como si hubiese sido robada por un ladrón. En el momento en que más necesito de ella para estar presente ante la vida, ya no tengo el apoyo para no perderme. Empiezo a ver que las impresiones son un alimento. Es una energía que se debe recibir y que debe ser contenida. Necesito ver lo que me molesta y comprender por qué es tan difícil recibir una impresión, No es porque no la quiera recibir. Es porque no puedo. Siempre estoy cerrado, cualesquiera sean las circunstancias de la vida. A veces, quizás por un chispazo, estoy abierto a la impresión, Pero casi inmediatamente reacciono. La impresión se asocia automáticamente con otra cosa y se produce una reacción. Uno aprieta un botón y acto seguido viene un pensamiento, una emoción o un gesto. No lo puedo evitar, ni siquiera lo veo. Mi reacción me ha separado de la impresión y de la realidad que ella representa. Allí esta la barrera, el muro. Al reaccionar, me cierro.

Lo que no veo es que pierdo todo contacto con la realidad una vez que mis funciones habituales están al mando. Por ejemplo, siento que mi cuerpo esta aquí. Siento mi brazo izquierdo, tengo la impresión de mi brazo izquierdo. Tan pronto esta impresión me alcanza, eso desata mi pensamiento, que me dice «el brazo …, el brazo izquierdo». Y en el momento en que me lo digo, la pierdo. Al pensar en el brazo, creo conocerlo. Confió más en el pensamiento sobre el brazo que en su existencia real. Pero el pensamiento sobre el brazo no es la realidad. Es lo mismo para mi propia realidad. Tengo la impresión de una vida en mí mismo, pero tan pronto pienso «soy yo», la pierdo. Torno mi pensamiento por el hecho mismo. Creo conocerlo y con esa credulidad, esa creencia en mi pensamiento, ya no tengo preguntas, ni interés para recibir esa impresión.

No puedo recibir las impresiones conscientemente. En consecuencia, no me conozco. Al mismo tiempo, necesito esto por encima de cualquier otra cosa. Si no puedo recibir una impresión de mí mismo, nunca tendré ese recuerdo, esa posibilidad de conocer lo que soy. El momento de recibir una impresión es el momento de volverse consciente. Es el acto de ver.

~ 15. HIPNOTIZADO POR LO MENTAL

Una mente sin atención está llena de pensamientos. En un estado pasivo, crea constantemente imágenes y las aplica a lo que observo. Las imágenes crean placer o dolor que se graban en la memoria. Hay ilusión cuando queremos satisfacción. Al observar desde un punto de vista fijo, esa mente crea una especie de separación, una oposición, un juez que reacciona con una opinión ya hecha de antemano sobre lo que ve. Esa disposición interior es uno de los mayores obstáculos para recibir una impresión: juzgarse a sí mismo, a otro, a otros; juzgar. … cualquier cosa. En verdad nuestra vida entera está teñida, incluso dirigida, por ese impulso que es más fuerte que nosotros. Tan pronto hay un juicio, es la prueba de que el yo ordinario entra en juego. No hay un momento del día en el que dejemos de juzgar. Ni siquiera cuando estamos solos se detiene ese movimiento. Me mantiene en una esclavitud feroz, la esclavitud de lo que creo saber y de lo que creo ser.

Hay en mí una energía esencial, la base de todo lo que existe. No la siento, porque mi atención está ocupada por todo lo que este contenido en mi memoria, ya sean pensamientos, imágenes, deseos, decepciones, impresiones físicas... No sé lo que soy. Me parece que no soy nada. Y, sin embargo, algo me impulsa a buscar, a escuchar seria, verdaderamente. Cuando trato de escuchar, veo que soy detenido por pensamientos y emociones de todas clases. Escucho mal. No estoy lo suficientemente tranquilo para oír, para sentir. Lo que quiero conocer es más sutil. No tengo la atención que hace falta para eso.

Todavía no he visto la diferencia entre la atención fija que viene de una sola parte de mí y la atención libre que no se fija sobre nada, que no es retenida por nada, porque participa a la vez de todas mis partes. Mi atención habitual está encerrada en una parte y permanece tomada por el movimiento, el funcionamiento de esa parte. Pienso en lo que experimento. Mi pensamiento responde por mí. Responde por un saber que no es el verdadero, que no es el conocimiento inmediato. Mis pensamientos aparecen y desaparecen. Es la aparición de todo lo que esta almacenado en mi memoria, pero no la revelación de una percepción inmediata. Mi pensamiento está encerrado en un pequeño espacio de mí mismo. Siempre ocupado por algo, retiene mi atención encerrada en ese espacio, aislada del resto, del cuerpo, del sentimiento. Estoy hipnotizado por lo mental. Mi atención es continuamente proyectada de un pensamiento a otro, de una imagen a otra, en la corriente de la mente. Nada relaciona esos pensamientos. Mis deseos, mis apegos, mis miedos, son los hábitos y los apegos que conectan cada elemento con el siguiente. Mi atención esta presa adentro porque nunca antes me había percatado seriamente de que ella me fue dada para otra cosa.

¿Podría mi mente estar en silencio en su percepción?, ¿Podría no reconocer algo por el hecho de nombrarlo? Es decir, no separarse para ser el que mira, el que juzga, el que sabe. Para ella haría falta una atención que no conozco, una atención que no se separe jamás de lo que observa, una atención que experimenta totalmente, que nada excluye. Solo cuando no excluyo nada soy libre para observarme y comprenderme. Cuando mi cerebro puede estar no dormido, sino activo, sensible, viviente, está en un estado de inmovilidad atenta. Entonces hay un movimiento de una calidad extraordinaria que no pertenece al pensamiento, ni a la sensación, ni a la emoción. Es un movimiento del todo diferente que conduce a la verdad, a lo que no podemos nombrar. La atención es total, sin distracción alguna... En ese estado querría ver si soy capaz de no saber, de no ponerle nombre a lo que no conozco. Tengo la sensación de mí mismo que mi pensamiento ordinario llama cuerpo. Pero yo no sé lo que es el cuerpo, no tengo nombre para lo que esta allí. Estoy consciente de las tensiones, hasta de las más pequeñas, pero no sé qué es una tensión. Entonces viene la respiración que no conozco... en un cuerpo que no conozco, rodeado de gente que no conozco... El cerebro se tranquiliza.

Comienzo a ver que solo hay conocimiento real en el momento en que mi atención es tan plena que es una conciencia que lo llena todo. Entonces, ninguna cosa tiene derecho sobre otra. Hay una existencia pura. El acto creador allí es la visión de lo que pasa. Y aprendo a vigilar.

~ 16. ¿QUE DEPENDE DE MI?

Uno siente un mayor deseo de conocerse, pero no hay exigencia suficiente. Uno no siente la necesidad de un esfuerzo consciente. Uno sabe que hay algo que hacer, un esfuerzo que hacer. Pero ¿Cuál esfuerzo? La pregunta no se experimenta. Apenas aparece, uno la deja o trata de responder con los medios habituales. Uno no ve que necesita prepararse para poder responder. Uno debe reunir todas sus posibilidades, recordarse.

Cuando trato de recordarme, miro de donde parte mi deseo. Parte todavía de un centro de posesividad y de creencia que es el centro de mi personalidad. EI impulso, mientras permanezca ligado a eso, no me aportara la libertad necesaria para afrontar una percepción directa, pura. Al verlo, tengo la impresión de estar un poco más libre y quiero conservar esa libertad. Pero la manera en que lo quiero parte de nuevo de esa posesividad. Apenas encuentro la libertad de esa influencia, vuelvo a caer en su poder, como si hubiera un movimiento más interior hacia lo real y un movimiento de lo más real hacia el exterior. Si puedo observarlo y vivirlo con fuerza, veré que esos dos movimientos no están separados, que es un mismo proceso. Necesito sentirlo como el flujo y reflujo de una marea, con una atención aguda que no se deja llevar y que, por su visión, conserva el equilibrio.

¿Soy capaz de distinguir en mí mismo un estado pasivo de uno activo? En ese momento mis fuerzas están aquí, sin dirección, a merced de lo que se las va a llevar consigo. No están completamente tomadas en una dirección determinada. Escucho y observo en mí, pero no estoy activo. La energía empleada para observar no es intensa. Mi atención no está en contacto conmigo mismo, con “lo que es”. No tiene la calidad de percepción que tiene un poder liberador, capaz de cambiar mi estado. Entonces, estoy pasivo. Observo mi cuerpo, no obedece a nada. En mi mundo emocional hay indiferencia. Mi pensamiento es atravesado por ideas e imágenes y no tiene motivos para liberarse de ellas. En ese estado pasivo, mis centros no están relacionados. No tienen una dirección común, Siento que estoy vacío y que necesito aparecer. Cuando mi pensamiento está vuelto más voluntariamente hacia mí, aparece una sensación: una sensación de mí mismo. La experimento. Entonces dejo mi pensamiento ir a donde quiera y veo que la sensación disminuye y desaparece. Entonces regreso hacia mí, tranquilamente, muy atento, y la sensación reaparece. Y veo que la intensidad de una depende de la intensidad de la otra. Y eso llama un sentimiento por ese estado de relación. Mis tres partes están ocupadas en la misma meta, la de estar presente. Sin embargo, su relación es muy inestable. No se saben escuchar la una a la otra ni saben tampoco lo que sería estar de acuerdo.

Lo más importante hoy es ser sensibles a esa necesidad que crece en nosotros de apertura a ese nuevo estado que no podemos describir, una Presencia a la cual no puedo poner ningún nombre. Cuando estoy tranquilo, siento esa acción sobre mí. Yo mismo no hago nada. Pero mi sentimiento es tocado; un sentimiento que no conozco, que no está ligada a un apego a mi persona; un sentimiento que conoce directamente. Cuando él esta allí, nada en mi está aislado, siento la totalidad de la Presencia. Pero solo aparece cuando mi pensamiento esta libre; un pensamiento capaz de estar allí sin palabras. Cuando el pensamiento cambia, el sentimiento cambia. EI cuerpo también necesita adaptarse, afinarse. No sé cómo se hace la relación. Cuando se establece, siempre me parece milagrosa y la veo como no dependiente de mí. Pero establecerla depende mucho de mí. Debo ver que depende de mí.

Necesito, primero, volver pasiva cada parte, volver pasivo cada cerebro, para recibir una fuerza más activa. Todo es una cuestión de fuerzas. Nuestra existencia, nuestra Presencia aquí abajo es también una cuestión de fuerzas. Nada nos pertenece, nada es nuestro. Estamos aquí para servir de vehículo a las fuerzas o para transformarlas si las comprendemos. Pero primero hay que sentirlas de una manera clara y distinta: sentirlas y sentirlas para crear allí una fuerza que se podrá oponer a las otras, que podrá durar, que podrá ser.



💗











No hay comentarios:

Publicar un comentario