El Movimiento de Disponibilidad de la Esencia del ser de Gurdjieff por Jeanne Salzman





EL MOVIMIENTO DE
DISPONIBILIDAD



~ 21. UNA NUEVA MANERA DE FUNCIONAR

El estado de mi ser hoy en día está condicionado por mi manera de pensar, de sentir y de experimentar, que toman toda mi atención y me limitan a una parte estrecha de mí mismo. Para salir de esos límites hace falta que aparezca en mí una nueva forma de funcionar. Hace falta que yo descubra la ineficacia, la insuficiencia, de mi pensamiento y de mis emociones como medios para acercarme a mi verdadera naturaleza. El funcionamiento automático de mi pensamiento y de mis emociones se interpone entre el mundo tal cual es, lo que soy realmente, y la percepción que tengo de ello. El estado en que vivo no tiene ni orden, ni visión, ni meta. Estoy aquí sin saber por qué, sin saber a lo que sirvo.

Cada una de mis funciones responde a las impresiones desde su punto de vista, como si estuviera sola, con lo que sabe. Pero ellas no pueden percibir la realidad separadamente, porque esta posee una energía de una calidad muy superior. Su fuerza es demasiado pasiva. Para la comprensión contenida en la luz de la conciencia, las funciones deben armonizarse entre sí y estar unidas en un mismo movimiento de disponibilidad. Si se crea una distancia entre ellas, la meta común se pierde y la función ciega actúa según su costumbre. Lo primero que hay que comprender es, entonces, esa disponibilidad de mi pensamiento, de mi cuerpo y de mi sentimiento para recibir juntos, al mismo tiempo, una impresión que no podrían conocer de antemano. Todo lo que conocen no es la percepción inmediata de lo que esta ahí, ahora, cuando se callan. Y es muy necesario pasar por esa decepción de ver que su intervención, en la que siempre creo, solo aporta imágenes conocidas en lugar de una experiencia directa. Empiezo, tal vez, a vislumbrar porque esta enseñanza le da tal importancia al hecho de que nuestros centros trabajan sin ninguna relación entre sí. Mientras no se haga una relación, no puedo ir mas allá de mi estado de conciencia habitual.

¿Se puede hacer esta relación? ¿Siento como un hecho, de una manera real, que falta una relación? ¿Siento en el momento mismo esa falta de inteligencia para conocer mi verdad y la verdad de lo que está frente a mí? ¿Me veo retenido en palabras, ideas o emociones, lleno de dudas, de creencias y de miedos? Necesito darme cuenta por experiencia de lo que significa esa falta de relación entre mis centros. Tengo, de hecho, una cierta sensación de mí y mi pensamiento esta sobre ella. Pero a veces la sensación es la que resulta más fuerte; a veces es el pensamiento. No me siento uno.

Esa armonización de mis centros de energía y de su funcionamiento no puede ser forzada. Es necesaria una tranquilización, un soltar de su movimiento, para que un equilibrio de energía pueda hacerse entre ellos. Pero falta algo. Me siento siempre demasiado pasivo. Entonces aparece en mi la necesidad de una energía, una atención, que quede libre, que no se fije sobre nada. Una energía que contenga todo y no rechace nada, no pida nada y no tome partido por una cosa en contra de otra. No tendría entonces avidez y seria de una sinceridad cada vez mayor en la necesidad de ser libre para conocer.

~ 22. EL DESPERTAR DE UNA NUEVA FUERZA

Queremos tomar conciencia del estado y del movimiento de la energía en nosotros mismos. Esto solo se puede hacer en el instante mismo. Necesito estar activo interiormente. Me ejército, trato de despertarme, de estar presente. Pero toda actividad que aún no domino provoca tensiones. Lo deseo, pero no soy capaz de realizarla. Me tenso y así pongo obstáculos todo el tiempo. Hasta que me haya convencido totalmente de mi manera falsa de concebir el esfuerzo: el movimiento hacia... algo. Entonces siento un alivio, una liberación, que es la señal evidente de mi propia Presencia.

Ese movimiento de observación no es fácil de comprender. Usualmente quiero ver, quiero conocer un objeto. Estoy separado de él. Trato de conocerlo a través de mis diferentes funciones. Me veo utilizar ya una función, ya otra. Tengo conciencia de sus esfuerzos separados, de su agitación. Y veo que esos esfuerzos son infructuosos. Busco conocerme con una energía pasiva, una calidad de atención que no es más activa que lo observado, que no tiene el poder suficiente para conocer. Busco conocer un centro con otro centro, ambos de la misma calidad, lo que por fuerza trae un conflicto. Entonces, no puedo observar. No veo nada. Tengo la impresión de dispersión y de desorden.

Pero, entonces, ¿de dónde viene el conocimiento? ¿Cómo puedo verme? No lo sé, Y como no sé, me inmovilizo. Hay un movimiento de disponibilidad, el despertar de una nueva fuerza en mí. Una fuerza que solo despierta cuando veo que todos los demás impulsos son inútiles y no me ponen en relación con el hecho real. Quiero tomar conciencia de la realidad de la vida. Hay algo misterioso en mí que nada es capaz de asir, algo que ningún pensamiento o emoción me puede ayudar a conocer. Eso aparece más frecuentemente cuando no estoy atrapado en la red de mis pensamientos o de mis emociones. Es por lo desconocido, por lo inaprensible que conozco.

Para tener la tranquilidad completa en la que seré libre para conocer, debo abandonar al mismo tiempo la pretensión de poder y mi creencia en un saber. Debo verme tomado por esa creencia, tomado por lo que mi pensamiento o mi emoción me dicen. Necesito verme siempre engañado hasta que sienta la inutilidad de todo eso, hasta que me sienta pobre. Entonces aparece una calma y tal vez aprendo algo diferente. En todo caso, es como una puerta que se abre. Todo lo que puedo hacer es dejarla abierta. Lo que seguirá no lo puedo prever.

La calidad de la influencia que me alcanza depende de la calidad de mi Presencia. Y la calidad de mi Presencia depende de la relación de mi pensamiento, de mi sentimiento y de mi sensación, Para armonizarse con una fuerza más sutil, la atención de cada parte necesita recogerse sobre ella misma, cargarse de un sentido nuevo, antes de poderse relacionar voluntariamente. Así, el pensamiento se purifica y también se purifican el sentimiento y la sensación. Cada una de las partes tiene su propio papel y lo conserva mientras funcione en concordancia con las otras: para la misma meta de armonizarse con una Presencia más sutil. Un «yo» más fino necesita traspasar mi cuerpo, mi carne: una Presencia hecha de otra sustancia. Esa Presencia necesita irradiar, animar mi cuerpo. Tiene una inteligencia, una visión, como una luz que aparece en lo oscuro y espeso de mi sueño.

Lo que soy en ese momento, dirigido por mi ego, no me permite conocer la esencia misma de mi Ser. No estoy preparado para ello. Un mayor abandono, una mayor imantación hacia mi yo real, hacia mi naturaleza «divina», deben tener lugar. Siento esa necesidad y me despierto a ese deseo, a esa vida. Siento que se despierta esa inteligencia.

~ 23. LA ACTITUD QUE TOMAMOS, NUESTRA POSICIÓN INTERIOR

La actitud que tomamos, nuestra posición interior y exterior, es nuestra meta y a la vez nuestro camino.

En cualquier momento, tengo posturas particulares, posturas que no puedo evitar. Las del cuerpo son siempre las mismas y provocan las posturas correspondientes en la mente y en el sentimiento. Estoy encerrado en mi mundo subjetivo, prisionero de las posturas habituales. Pero no lo veo; ni siquiera estoy consciente de las partes que están tensas o relajadas. El cuerpo tiene un repertorio de actitudes que me aprisionan. Debo encontrar una posición, interior y exteriormente, que me libere de mis actitudes, me saque de mi sueño y permita la apertura a otra dimensión.


En el trabajo sentado o «en calma», la posición del cuerpo es muy importante. Debe ser precisa para permitir que se instale un campo de energía. Al mismo tiempo, debo sentir una holgura, un bienestar, una especie de estabilidad que permita a la mente entrar en un estado de disponibilidad total, vaciarse de una manera natural, dejar caer la agitación de los pensamientos. En una postura justa; mis centros se reencuentran y pueden relacionarse. Eso pide una estrecha y continua cooperación entre mi pensamiento, mi sentimiento y mi cuerpo. Una vez que se separan, la postura no se mantiene.

Buscamos la estabilidad. Lo que siempre es esencial es la postura de la columna vertebral, que debe ser vertical, libre y recta a la vez. Cuando no esta recta, no puede haber una relación justa entre la sensación y el pensamiento, entre el pensamiento y el sentimiento. Cada parte queda aislada, sin una conexión real con las otras partes. Pero si la columna vertebral esta recta, sentimos que la energía contenida en el cuerpo tiene una acción sobre el cuerpo para que su densidad cambie. Ya no hay una forma y una Presencia, hay una sola y misma cosa.

Mi postura será más estable si me siento en el piso, sobre un cojín, para que las rodillas no estén más altas que las caderas. Un pie se pone, si es posible, sobre el muslo o la pantorrilla de la otra pierna. Cruzar las piernas así contiene el impulso activo y permite obtener el mayor grado de calma. Las manos reposan sobre el regazo, la mano dominante sosteniendo a la otra, con las palmas vueltas hacia arriba y los dos pulgares apoyados uno sobre el otro. Uno se mantiene derecho, orejas y hombros en línea recta. Los ojos están ligeramente abiertos o pueden estar cerrados. Si no me puedo sentar en el piso, puedo utilizar un banquito o una silla, siempre y cuando me mantenga derecho, con las rodillas más bajas que las caderas. Mantener la columna vertebral siempre derecha libera presiones, de manera que encima de la cintura el cuerpo no tenga peso. Sentado, busco encontrar el lugar exacto sobre el cual se apoya mi columna vertebral, que no hale mi cuerpo ni hacia delante ni hacia atrás. Si mi columna vertebral esta vertical, como un eje, eso mantiene mi cabeza también en una posición recta. Un soltar ocurre por sí solo. Las tensiones caen y siento un movimiento de energía hacia la base de mi cuerpo, al mismo tiempo que un movimiento hacia arriba. La necesidad de ser riguroso en mi postura proviene exclusivamente de la necesidad imperiosa de no impedir en ningún punto que la unidad de la vida se haga en mí. Una relación entre todos mis centros permite una apertura a los centros superiores. Tomar esa posición justa no es fácil y no se consigue de una vez por todas. Ella me pide una inteligencia siempre presente. Sin una atención voluntaria, mi columna vertebral no mantendrá su posición, se doblará y todo el sentido de esa postura frente a la vida se desviará, se perderá. Necesito ver que, una vez terminado el momento del esfuerzo, la postura puede ser inmediatamente nefasta para la conciencia. Y este momento no dura más que un relámpago.

~ 24. EL ACERCAMIENTO

La atención es la fuerza consciente, la fuerza de la conciencia. Es una fuerza divina. La búsqueda es el contacto con una energía que viene de las partes superiores de nuestros centros. Algunas veces tenemos una intuición más o menos fuerte de esto. Esa intuición es la acción de los centros superiores sobre nosotros, de los cuales nos separa el apego a nuestras funciones. Cuando se experimenta dicha acción, esta afecta al cuerpo, que recibe entonces sensaciones más sutiles y más estimulantes. Afecta al pensamiento, que se vuelve capaz de mantener bajo su mirada el presente, lo inmediato. Afecta a la emoción, que experimenta un sentimiento nuevo.

Pero esa acción, que viene de los centros superiores, no debe ser esperada desde fuera, ni llevada a la fuerza por una función cualquiera de los centros inferiores. Para que mi cuerpo, mi pensamiento, mi psiquismo puedan sentir esa acción y ser influenciados por ella, hace falta un cierto estado de disponibilidad. Aquí está el obstáculo. Es necesario que la calidad de la energía de los centros inferiores corresponda a las vibraciones de los centros superiores. De otra forma la relación no se establece y los centros inferiores no sirven para expresar la acción de los centros superiores en el plano de la vida. No sirven como intermediarios, no son llamados a servir. En consecuencia, no tienen actividad consciente y no sienten la necesidad de purificación.

¿Por qué no se produce esa relación con los centros superiores? ¿Es tan difícil? Es porque los centros inferiores no tienen relación entre sí, no tienen una meta común, un interés común. No sienten la necesidad de un acercamiento. Y eso porque uno no ve, uno no padece la experiencia de su aislamiento y de lo que eso implica. Pero para que haya una transformación es necesaria una atención total; es decir, una atención que venga de todas mis partes. Mi pensamiento, mi sentimiento y mi sensación deben estar juntos.

En el principio, en el Absoluto, hay tres fuerzas y esas tres fuerzas se acercan unas a otras y forman un todo para conocerse. Permanecen unidas y nunca se separan. Es en el acercamiento de esas fuerzas que algo nuevo puede aparecer. Sin embargo, a partir del Absoluto hay una proyección que, sin unidad, crea movimientos mecánicos y divisiones.

En el hombre todo vive de una manera separada, aislada. Uno existe como una máquina. No obstante, uno tiene la posibilidad de existir unificado como una Presencia. Cuando un todo relativo puede ser sentido, es posible decir: «Yo, yo soy». Para mantener esa unidad hace falta un movimiento sostenido y es ese movimiento el que pierdo todo el tiempo.

Las leyes del universo están ahí y actúan sobre nosotros. La meta es que todas las fuerzas, que están dentro de nosotros mismos, se vuelvan hacia un centro y formen de nuevo un todo. Es el movimiento en el sentido ascendente que debemos aprender. Pero todo lo que esta abajo nos retiene. Todo debe ser purificado. En ese acercamiento la energía adquiere una calidad diferente. La meta de ese acercamiento es poder ser.


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Continúa con : En una realidad común










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