Una Experiencia de Presencia - de LA ESENCIA DEL SER de GURDJIEFF por JEANNE SALZMAN







UNA EXPERIENCIA DE PRESENCIA



~ 17. LA CONCIENCIA DE «ESTAR AQUÍ»


Hay en mi algo muy real que soy yo. Pero siempre estoy cerrado a ello, pidiendo a todo lo externo a mí que me lo pruebe. Siempre estoy en la superficie de mí mismo, siempre vuelto hacia lo exterior para tomar algo o para defenderme. Puede ser que haya otra disposición en la que nada tengo que tomar, he de recibir. Recibir una impresión que nada de exterior me puede dar; la impresión de ser algo, de tener un sentido por mí mismo. El movimiento de conocer es un movimiento de abandono. Hay que abrir las manos.


En los momentos de mayor atención, tengo la conciencia de «estar allí»: una mirada, una luz, la conciencia que conoce. La conciencia esta allí. No puedo ponerlo en duda. Y, sin embargo, no le doy confianza, no la siento como «Yo mismo», «Yo», mi naturaleza esencial. Creo que puedo buscar la conciencia, ver la conciencia, conocerla. La tomo como objeto de observación. Pero yo no puedo ver la conciencia. Es la conciencia la que ve y la que conoce. Me doy cuenta de esto si la siento como detrás de mi cuerpo o como una visión desde arriba. No hay un observador; hay un conocimiento. Pero si la siento como en mi cuerpo, me parece que el yo es el cuerpo y que la conciencia es un atributo del cuerpo.


Comienzo a sentir lo que quiere decir ser verdadero. Es el momento en que mi pensamiento se conoce tal como es y mi sentimiento se conoce tal como es. Es el momento en que aparece en mi un pensamiento de otra clase, inmóvil, sin palabras, capaz de contenerlas, y donde el sentimiento de mi esencia y no de mi forma puede contener esa forma. Tengo un pensamiento nuevo y un sentimiento nuevo que pueden ver el hecho, «lo que es».


Solo hay realidad para mi hoy en día en mi esfuerzo por estar presente a mí mismo. Lo demás no es real porque todo es deformado por la pantalla de lo mental, que me impide estar en contacto con la naturaleza de las cosas. Primero me hace falta ir hacia mi propia naturaleza, estar despierto a la conciencia del Yo y solo estar atento a eso. La conciencia es siempre conciencia de sí mismo. Uno puede llamar el sí mismo como quiera: Dios, la sede de la conciencia. El punto es que el sí mismo es el centro, el corazón mismo de nuestro ser, sin el cual no hay nada.


Mi atención aprende a concentrarse hacia ese centro y aquedarse allí. Aprendo a comprender lo que es ese acto de Presencia, ese movimiento activo de Presencia, siempre amenazado por un movimiento pasivo en la dirección opuesta. Tengo el sentido de una realidad que no puedo poseer; soy yo, lo que soy en el fondo de mi ser. Pero siento que reconocerlo me pide algo. No sé qué. Esta realidad pertenece a un nivel de percepción que nunca he explorado. Mi avidez me separa de ello, impidiéndome comprender cual es mi sitio. Siempre estoy allí para tomar o recibir lo que se me debe, sin el respeto que es lo único que me permitirá una apertura sin condiciones.


Empiezo a darme cuenta de que a lo que busco acercarme no es solamente mío, no solo está en mí, sino que es inmenso y mucho más esencial. Ante eso, mis tensiones se relajan, una tras otra, hasta el momento en que experimento, como el don de una unidad, una Presencia recogida. Esta trae consigo una cuestión vital. Esta en tela de juicio a cada segundo, nunca cierta, nunca segura, siempre tan incognoscible que me exige todo de mí. Entonces existo con el sentido de una fuerza misteriosa que es mejor no nombrar y que me ha traído a esta unidad. ¿A que influencia me abro? … Quiero saber. Estoy aquí. No estoy encerrado, aprisionado en una parte de mi ser. Estoy consciente de ser un todo.


~ 18. LA CONCIENCIA DEL SER INTERIOR


Existo y no conozco mi manera de existir. Mi existencia misma es una pregunta. Y, quiéralo o no, estoy obligado a responder. Mi respuesta está en la manera en que existo en el momento mismo y en la clase de acción en la que estoy ocupado. En todos los grados de conciencia mi respuesta está estrictamente condicionada por mi estado de ser. EI desafío siempre es nuevo. La pregunta es nueva. Es la respuesta la que es vieja, la que se separa de la pregunta, del desafío. Porque en la respuesta el yo ordinario entra en juego.


¿Qué quiere decir «recordarme de mi»? No es recordarme de la persona que represento, ni recordarme de mi cuerpo, mi posición, mis obligaciones. Es tomar conciencia de mi ser interior. Quiero estar entero, unido, uno, lo que soy esencialmente. Cuando experimento esto, es como si el movimiento en el que iba cambiara. En todas partes de mí mismo, libremente y sin que haga nada para ello, se hace un movimiento hacia cierta Presencia. Para que ese movimiento siga su curso, necesito obedecerlo y estar completamente armonizado con él, Su fuerza depende enteramente de la tranquilidad de todos mis centros y de la libertad de mi atención. Necesito un equilibrio y sentir que esa Presencia se forma en mí.
Al buscar, comienzo a ver que necesito estar en contacto con todos mis centros a la vez. A veces en una parte, a veces en otra, el flujo de energía es demasiado fuerte o demasiado débil. Si estoy demasiado en mi cabeza, el movimiento no se hace; si estoy demasiado en mis emociones o demasiado en mi cuerpo, lo mismo. Hace falta que haya por todas partes una intensidad correspondiente. Lo que es importante es una atención consciente, de una clase que no conozco. Esto solo lo puedo sentir en una tranquilidad cada vez mayor. La Presencia que esta aquí actúa sobre mí, se hace cargo de mí. Pero hace falta que yo lo quiera. Es la presencia del «Yo» permanente.


Aprendo a purificar mi poder de visión, no aparto lo que es indeseable, no le doy la espalda a lo que me disgusta para apegarme a lo que me agrada. Aprendo a ver todo sin rechazar los detalles. Aprendo a ver claro. Y veo que todo tiene la misma importancia; acepto que el fracaso es saludable para mí. Recomienzo miles de veces. Todo depende de esa visión.


No trato ni de encontrar ni de hacer algo, pero siento el peso de la imaginación que tengo de mí mismo, de esa imagen que me siento obligado a mantener todo el tiempo y esa violenta batalla para preservar su continuidad. Y, detrás, siento el vacío; no sé quién soy. Pero no puedo conocer ese vacío porque el sitio está ocupado. Cuando veo esto, el deseo de conocer se levanta en mí: no de conocer algo especifico, si no de conocer lo que está ahí, lo que soy en ese instante. El sitio esta tomado. Lo siento en las tensiones, en las ideas que atraviesan mi mente sin cesar, en la soleadas de emociones que responden a esas ideas. No busco resistir, ni alejarme, ni distraerme. Estoy con, es una parte de mí. La acepto. Y, viviéndolo, lo veo como es, como si viera más lejos, a través, volviéndome cada vez más libre. Veo mi falta de atención. Me doy cuenta de que mi ser depende de ese poder de visión y de que soy libre, libre de no tomar una parte' por el todo, de no estar aislado en una parte.

Necesito desarrollar una atención pura, suficientemente intensa para no ser desviada por una reacción subjetiva. Regreso incansablemente a la raíz de mi percepción. En ese movimiento, mi atención se purifica y, poco a poco, se eliminan los elementos extraños a la percepción directa. Solo permanece la impresión de la realidad. Ya que el pasaje de la percepción a la acción se hace más lento, una verdadera búsqueda es posible entonces. Las cosas se ven de una manera fresca y cada vez cómo si fuese la primera; así siempre parece que revelan algo esencial. Una atención pura permite una percepción directa, el registro puro del objeto en mí. Y esa es la clase de percepción que necesito para saber quién soy.


~ 19. UN ECO DE MI


Un esfuerzo justo para estar presente pide una fuerza que sea consciente de la dirección que quiere tomar y que tenga la voluntad de actuar. La atención que viene de todos los centros debe estar allí en una proporción justa y quedarse comprometida en tanto que Presencia consciente. Pero esa atención está constantemente amenazada por lo que la atrae hacia el exterior. Debemos tomar conciencia de esa atracción. Esta el deseo de moverse, de crear, de actuar. También está el deseo de ser movido, de ser atraído, de obedecer. Esas dos fuerzas están allí constantemente en nosotros. Su confrontación voluntaria, en un punto determinado, puede producir una concentración de energía que tiene su propia vida independiente. Es en la fricción entre esas dos fuerzas que se desarrolla la calidad que las reúne.


Detrás de todas las vicisitudes, detrás de todas mis preocupaciones, mis penas o alegrías, hay algo más grande que puedo sentir, algo que me da un sentido. Siento que existo en relación con esa grandeza. Ella está fuera de mí, pero también dentro de mí. Y es en mí que la conozco; esa vida, esa vibración tan fina, cuya grandeza siento porque siento su pureza. Experimento un eco de ella, un sentimiento de mí, en el contacto de mi pensamiento y de mi sensación. Esa relación me revela que soy un todo y que podre existir como un todo. Ese eco es lo que hoy puedo conocer de otra naturaleza en mí. Viene de otro mundo, a través de mis centros superiores. Experimento ese eco bajo la forma de una vibración fina con la cual busco armonizarme con todas las partes de mí mismo. Eso pide a mi atención una calidad que le permita colocarse y mantenerse allí para sostener su contacto. Necesito una energía de una clase muy especial, una energía de una actividad intensa que se mantenga viviente frente al pensamiento y la emoción. Esa energía no se deja abatir ni se deja influenciar por nada. Mi deseo de estar presente a mí mismo contiene esa actividad.


Mis pensamientos y mis emociones son animados por una energía diferente. Para comprender su naturaleza, necesito verlos y conocerlos como hechos. Provienen de otra fuente, de una influencia de inercia que me retiene en su tempo. Debo colocarme bajo una influencia más activa si quiero liberarme de esto. Es decir, que debo encontrar en mí una energía de atención suficientemente grande, suficientemente sensible, para mantener bajo su mirada esos movimientos de inercia. No hay que perderlos de vista. Debo vivir con ellos porque están allí y son una atracción constante. Si no los veo como son, les doy otro valor, tengo confianza en ellos y me entrego a ellos. Entonces, no solamente los privo de todo sentido, sino que me privo a mí mismo de todo sentido. Por tanto, para conocerme debo aceptar entrar en el campo de la búsqueda.


Solo trabajando para estar presente se desarrollará mi atención, Cuando ella es de mejor calidad, lucho por no dejar que se debilite, trato de que no sea tomada. Trato, pero no puedo; entonces lo intento de nuevo. Empiezo a comprender lo que esto me exige, aun cuando no lo pueda hacer. En esa lucha, donde regreso y enseguida me vuelvo a ir hacia la manifestación, veo que cuando mi atención esta completamente tomada, no queda nada para mí. Pero si no se va demasiado lejos, la puedo volver a llamar, como un imán. En ese movimiento de mi atención, aprendo algo de su naturaleza. Entonces debo ir hacia la manifestación y me perderé siempre si mi atención no va al mismo tiempo hacia la vida y hacia el interior. Pensamos que es una atención que se divide en dos partes iguales. Pero, de hecho, no son iguales, no son las mismas. Hay una gran diferencia que debo experimentar. Si no puedo centrar mi esfuerzo de una cierta manera, obligatoriamente me perderé, Debo ver que no lo puedo hacer porque no tengo la calidad de atención necesaria. He ahí mi esfuerzo, lo que debo ejercitar. Es lo único que cuenta.


~ 20. Dos CORRIENTES


Lo que somos en nuestra esencia, nuestras posibilidades más altas, no lo conocemos. Lo que somos en nuestra persona, el condicionamiento implacable que nos determina, tampoco lo conocemos. Estamos identificados con nuestra persona y no sabemos que relación debería existir entre nuestra persona y nuestra esencia. Y, sin embargo, El crecimiento comienza cuando aparece en nosotros la capacidad de conocer, de comprendernos a nosotros mismos.


Debo saber que tengo una doble naturaleza, que en mi hay dos fuerzas: la fuerza descendente de la manifestación y una fuerza ascendente que regresa a la fuente. Debo experimentarlas aquí, al mismo tiempo, para conocerme como un todo. Debe haber una razón por la cual estoy aquí, la necesidad de una relación entre las dos. Es el sentido de mi Presencia.


En cada evento de la vida -ya sea de la vida familiar, de la vida profesional o de la vida interior- se produce un doble movimiento de involución y de evolución. La acción está dirigida hacia una meta, hacia la manifestación, pero detrás hay algo que no tiene esa meta, que no se proyecta hacia afuera, pero que asciende de regreso a la fuente. Esas dos corrientes son indispensables una para la otra.


En teoría sabemos que las dos corrientes existen, pero no tenemos una verdadera conciencia de ello. La corriente ascendente no la conozco lo suficiente; no tengo en mi, aquí, en el momento deseado, los elementos que me permitirían sentir su vida, sentir mi vida. La otra corriente tampoco la conozco, ya que estoy ciegamente inmerso en ella. Sin embargo, sin la visión de ambas corrientes, el deseo de estar presente en un lugar dado, en un momento dado, no tiene sentido. La visión constante de esas dos corrientes permite ver el punto de aplicación de la atención y de la voluntad, la voluntad de no perderme.


Con mi atención hoy en día no puedo estar consciente de dos movimientos simultáneos en direcciones contrarias. Estoy tomado por uno e ignoro al otro, o me le opongo. Sin embargo, debo aceptar que las dos corrientes determinan mi vida y que tengo dos naturalezas en mí mismo. Debo aprender a ver mi naturaleza inferior y recordar, al mismo tiempo, mi naturaleza superior. La lucha está en el hecho de vivir ambas corrientes a la vez. Necesito tener una impresión consciente de esos dos aspectos de mí mismo, primero, independientemente y, luego, simultáneamente. Una naturaleza debe servir a la otra. Pero ¿Qué es servir? Debo encontrar mi puesto real y aceptarlo. Soy yo el llamado a estar aquí. Debo ver que, si no sirvo, solo sirvo a mi yo ordinario y voy hacia la destrucción de lo que soy verdaderamente. Entonces, entre esas dos corrientes no hay nada, no hay nadie.


Lo que es importante es que las dos corrientes se puedan establecer en mí, con una relación definida de la una hacia la otra y que esta sea mantenida. Hasta ahora, solo la corriente pasiva, sin ser confrontada, ha sido el amo de mi Presencia. La corriente activa tiene su raíz en la voluntad de ser: no en la voluntad en el sentido habitual, sino en el «querer ser». Ante todo, hay que separar ese querer, abrirle un espacio. Me callo, acepto estar pasivo, verdaderamente pasivo, para que una vibración activa pueda ser percibida por mi sentimiento. El esfuerzo que puedo hacer con mis medios ordinarios, el único que me incumbe, es un esfuerzo de una pasividad voluntaria, un esfuerzo consciente. La corriente activa viene de una fuente que también está en mí, pero que necesita revelárseme



💗




No hay comentarios:

Publicar un comentario