VIII HACIA UN NUEVO SER de La Realidad del Ser de Gurdjieff por Jeanne Salzman





VIII
HACIA UN NUEVO SER




EI Cuarto Camino es un camino de la comprensión
que requiere el despertar de otra inteligencia.

EI nivel de ser esta determinado por lo que entra
en la Presencia en un momento dado; es decir; por el número de centros que participa y la relación consciente entre ellos.

EI primer choque consciente, el despertar, el recuerdo de sí,
es llegar a un estado más recogido, un estado
que nos permita abrirnos a nuestro ser.

Hace falta morir así mismo para nacer de nuevo;
es decir, morir a un nivel de ser para resucitar otro.

Las olas, los movimientos y la energía son una misma cosa.
Y sin embargo la ola es el movimiento, no la energía misma.
Lo que es importante es comprender la energía misma,
la energía pura.


Mi deseo de ser es un deseo cósmico y mi ser necesita situarse
y encontrar su lugar en un mundo de fuerzas.
Hay una necesidad cósmica de ese ser nuevo que yo podría
llegar a ser.

EI Cuarto Camino ha existido siempre, aunque en un círculo
restringido.
Hoy en día puede renovar el vínculo que se está debilitando
entre dos niveles en el cosmos.



MI SER ES LO QUE YO SOY



~ 83. ¿PUEDE CAMBIAR EL SER?

La vida ordinaria está sometida a la ley del círculo de las influencias mecánicas. El camino del desarrollo del ser se opone a la vida de todos los días. Está basado en otros principios, sometido a otras leyes. Ese es el secreto de su poder y su sentido. Sin la ayuda de un camino, de una influencia de otro orden, no es posible ningún cambio de ser.

El Cuarto Camino es un camino de la comprensión. El centro magnético que lleva a un hombre al Cuarto Camino es diferente del centro magnético que lo lleva hacia un monasterio, una escuela de yoga o un ashram. Ese camino pide otro tipo de iniciativa. Exige una mente y un discernimiento amplios, es decir, la capacidad para distinguir en sí mismo lo que es mecánico de lo que es consciente. Requiere el despertar de otra inteligencia. Lo que puede ser alcanzado no depende de la obediencia sino de la comprensión. El conocimiento resultante es proporcional al estado del despertar, de la comprensión.

El Cuarto Camino comienza a partir de la idea de los diferentes niveles de ser. Pero ¿Qué es el ser? El nivel de ser está determinado por lo que entra en la Presencia en un momento dado; es decir, por el número de centros que participa y la relación consciente entre ellos. El nivel de ser determina todo en nuestra vida, incluyendo nuestra comprensión. Mi ser actual no está unido. Está disperso y por tanto sin conciencia. ¿Puede cambiar el ser? ¿Puede mi ser volverse diferente de lo que es hoy en día? Es aquí donde comienza la idea de la evolución, del trabajo. El primer cambio está en reconocer que mediante un cierto esfuerzo puedo experimentar un momento de Presencia más completo. Entonces me daré cuenta de que la mínima diferencia en el nivel de ser abre nuevas posibilidades de conocer y de actuar.


Mi ser es lo que yo soy. Si no me conozco tal como soy, no conozco mi ser tal como él es ahora. No creo que tenga la necesidad de pasar por este conocimiento. Pero a menos que adquiera toda la comprensión posible en el nivel donde estoy, no podré recibir más, no podré comprender más. Al mismo tiempo, debo reconocer que la comprensión solo cambia poco apoco. Un momento de nueva comprensión aporta un cierto conocimiento, pero o ese conocimiento es insuficiente para transformar mi ser. Me permite ver que en mi estado actual de ser soy incapaz de recibir más y solamente puedo tener en cuenta el paso siguiente, el más inmediato. Por ejemplo, si me doy cuenta de que estoy disperso y no unido, es ese el paso sobre el que tengo que trabajar. Solo cuando haya comprendido realmente ese paso, me será posible, en un estado de recogimiento, ver el siguiente paso hacia el sentimiento de toda mi Presencia.

El cambio de ser se hace a través de la transformación. En la analogía de Gurdjieff, la mezcla de polvos metálicos puede transformarse en un compuesto químico mediante un proceso de fusión. Para ello, se requiere una clase especial de fuego: el calor producido por la «fricción» que resulta de la lucha interior entre el «si» y el «no». La composición química que se obtiene corresponde al segundo cuerpo, a la formación de un yo entero e indivisible que es «individual» en el sentido de que puede resistir a las influencias exteriores y vivir su propia vida. Ese compuesto químico puede entonces, mediante un cierto trabajo, sufrir otro cambio.

El Cuarto Camino es para vivirlo, para experimentarlo, no simplemente para pensarlo y creerlo. Las ideas que nos aporta Gurdjieff contienen un conocimiento de un nivel superior que debemos vivir para poder comprender. Pero ese conocimiento está cifrado, encriptado, tiene un código. Eso significa que una persona que hable sobre el trabajo o trate de transmitir ese conocimiento puede no saber realmente lo que dice. A menos que seamos capaces de vivir las ideas y descifrar su código, ese conocimiento resultará siempre deformado. Sera utilizado para otros fines y provocara resultados contrarios a su sentido original.

La exigencia de vivir la enseñanza requiere un respeto por sus formas. Pero uno no debe temer cambiar algunas de esas formas cuando una comprensión más exacta nos lo indique. Ella nos pide también una cierta actitud hacia las enseñanzas tradicionales. No deberíamos permitir que una falsa complacencia cierre nuestras mentes a otras vías. En verdad, podemos encontrar numerosos puntos en común con ellas. Hoy por hoy no traten de hacer comparaciones; algún día tal vez será necesario, pero primero entremos en la experiencia del camino que nos ha sido transmitido. Los temas generales son una cosa, las etapas del camino a seguir son otra. No juzguen con su mente antes de que la intuición, que está en el corazón de la experiencia, les aporte un conocimiento. Aproximarse a una enseñanza diferente de la suya es salgo serio, sobre todo si uno se somete a ciertas disciplinas, y eso tendría el riesgo de provocar efectos contrarios a los que buscamos en nuestro trabajo. Recristalización en uno de ciertos elementos antes de haber sido preparado para ello es peligrosa, porque el resultado obtenido no proviene de una comprensión y no permite tener la libertad de ir más lejos.

~ 84. LA INTENSIDAD DEBE AUMENTAR

Todo en el universo evoluciona o involuciona en un incesante movimiento de energía. Según Gurdjieff, las leyes que subyacen a este proceso universal de trasformación eran conocidas por la ciencia antigua, que asignaba al hombre su lugar apropiado en el orden cósmico.

En nuestra vida nunca llegamos a realizar lo que verdaderamente tenemos la intención de hacer. Todos nuestros movimientos y nuestras acciones están sujetos a la Ley de Siete. Comienzan en una dirección, pero no pueden pasar el intervalo en la octava. Vamos hasta la nota «mi» y regresamos al «do». Para ir más lejos hace falta una fuerza adicional desde dentro y desde fuera. Actualmente, es la cabeza, el pensamiento, el que está tocado por el trabajo. Al cuerpo y al sentimiento le es indiferente y no reconocen ninguna exigencia mientras estén contentos. Viven en el momento mismo y su memoria es corta. Y, sin embargo, el deseo de ser, de trabajar, debe venir del sentimiento; y el poder de hacer, la «capacidad», del cuerpo. Cada una de estas partes separadas tiene una atención diferente, cuya fuerza y duración dependen del material que hayan recibido. La parte que ha recibido más material tiene mayor atención.

Creemos que podemos trabajar sin intensidad, pero esto no traerá cambio alguno. Hace falta aumentar la intensidad de las vibraciones de los centros inferiores para tener un contacto con los centros superiores. Los centros, que vibran con una velocidad diferente, deben alcanzarla misma velocidad. Se debe proceder, como en una octava, por niveles; aprender a sentir la distancia entre las energías y que ellas solo pueden aproximarse a través de una intensificación. Lo que es necesario, tanto en nosotros como a nuestro alrededor, es la creación de una energía más activa que resista a las influencias de su entorno y que pueda encontrar un lugar estable entre dos corrientes de diferente nivel.

Hasta sin un esfuerzo consciente, el cuerpo produce una energía, una materia, muy fina, el resultado final de la transformación del alimento que Gurdjieff llamaba «si 12». Ésta es la materia a partir de la cual trabaja el sexo y es ella la que, en la unión de las materias masculina y femenina, puede desarrollarse independientemente como un nuevo organismo. Pero puede también formar parte de una nueva octava dentro del cuerpo. Cuando todas sus células esta penetradas de esa materia, produce una cristalización, la formación de un segundo cuerpo. La vía del hombre ladino --el camino acelerado de eso que Gurdjieff llamaba «haida yoga» -- incluye el empleo de la energía «si 12» con el fin de producir el contacto entre los diferentes centros y la edificación de los cuerpos superiores. Gurdjieff nunca habla de manera explícita sobre este delicado trabajo, no dio ninguna indicación, pero hay una clave a ser encontrada. Por ejemplo, esa fricción en nosotros, ese conflicto que se requiere para producir la sustancia necesaria para nuestro «Yo», es idéntica a lo que sucede exteriormente entre la fuerza masculina y la fuerza femenina en acción. El poder de «si 12» es evidente en la experiencia de la unión sexual, que para la mayor parte de las personas es la única experiencia que permite la apertura a un estado de unidad sin esfuerzo consciente. El ritmo de todas las funciones está sometido a esa experiencia y hay un instante de felicidad cuando uno experimenta la ausencia del yo. Sin embargo, con demasiada frecuencia buscamos el olvido de si en esa pasión intensa, una identificación en la cual podemos perdernos por completo. Pero inmediatamente después, el «yo» reclama sus derechos y regresamos al círculo estrecho de nuestros pensamientos y emociones ordinarios. Sin una comprensión de las fuerzas en juego, la experiencia no sirve a ningún propósito en la búsqueda de la conciencia.

~ 85. LOS GRADOS DE LA OCTAVA

En la enseñanza de Gurdjieff el trabajo pasa por los grados de la octava, los grados de intensidad. Él mismo ha descrito el proceso.

Primero, hay una nota, una vibración, que viene de una octava más alta, y resuena como «do». Hay como una apertura a la idea de una fuente más alta, a una visión nueva de una calidad que no estaba allí justo antes. Luego, a través de una aproximación entre las energías, una intensidad más fuerte comienza a aparecer, una vibración dada por una octava superior. Tenemos entonces sentimientos, tenemos sensaciones, que pertenecen a las capas más profundas, y se pasa al nivel «re». Aparece una visión nueva, de un nivel más elevado, que aporta una nueva comprensión, una convicción. Tenemos una cierta luz, pero ella es todavía insuficiente. Tiene el poder de aclarar lo que la rodea y uno siente la necesidad de no proyectarse hacia fuera. La atención debe permanecer libre y lo que ve me parece más esencial que lo que es visto. Se alcanza una intensidad de percepción de la idea que no puede ser más intensa. Estamos en la nota «mi».

La cercanía de otro grado aparece, la sensación de otro nivel posible. Parece sin embargo inaccesible por los mismos medios sin la intervención de una ayuda nueva. Uno siente que, para franquear ese intervalo, el poder de vivificación de la idea debe aumentar. Esto ya no depende de la idea sola; ella necesita un soporte que Ie permita permanecer, una fuerza de la cual ella pueda alimentarse. Es un momento importante. El intelecto ya no es suficiente. Un segundo centro debe entrar en juego. El cuerpo entero debe voluntariamente ofrecer su participación. Debe permitir que esa fuerza se intensifique a través de él, se manifieste. Rechaza su automatismo porque siente la calidad de esa fuerza. Se somete a ella para recibir su acción. Se somete conscientemente y permite la manifestación consciente de esa fuerza de otro nivel. Esto es decisivo. La lucha ocurre entre dos octavas: la una debe asumir la autoridad, la otra aceptarla. Si la balanza se inclina hacia la sensación interior, se ha franqueado el intervalo, la octava se ha salvado. Es la nota «fa» la que resuena.

Esa nota necesita instalarse. La sensación debe ser definida. Debe existir en mi Presencia como una sensación completa, estable, con el cortejo de ideas y de sentimientos nuevos que la acompañan, para pasar al grado «sol». Enseguida se reproduce exactamente lo que tuvo lugar al principio con la idea original. Pero esta vez, en ese segundo intervalo, ya no hay una fuerza extraña, sino que esto se hace con una fuerza mía. El pensamiento y el cuerpo ya no son suficientes. Un sentimiento nuevo debe aparecer: el sentimiento de ser. Me siento sometido a una fuerza que me sobrepasa, una voluntad que me sobrepasa, y veo intensificarse el proceso de transformación interior en el fuego del deseo de ser. La concentración alcanza entonces su punto culminante. Y de la unión de esas tres fuerzas aparece la independencia de la sensación de si, la conciencia de sí en su vida propia; es decir, una nueva octava.

Las octavas están superpuestas y no deben mezclarse. El descenso es obligatorio si uno se mezcla con las vibraciones de las notas inferiores.

~ 86. EL PRIMERO Y EL SEGUNDO CHOQUES CONSCIENTES

En la octava que sube hacia la conciencia, el recuerdo de sí es el choque necesario para llenar el intervalo entre «mi» y «fa»: el primer choque consciente. Esto trae una fuerza que solo puede ser aportada por la voluntad. Uno debe hacerla crecer, grado por grado, etapa por etapa.

La corriente de energía en la que vivimos nos mantiene en un nivel donde la energía es tomada por las continuas reacciones. Esto ocurre porque nuestros centros no están relacionados. Sin relación no hay sino reacciones y la energía no es transformada. La energía solo se transforma en relación con una energía superior. La relación es indispensable, una relación consciente y contenida. Pero el estado, el nivel de energía de nuestro pensamiento y de nuestro cuerpo, no nos permite recibir la acción de esa energía superior. Es como si no existiera.

Es el yo ordinario el que no permite esa relación. EI material de mi pensamiento mantiene su autoridad e impide que cese el movimiento automático. El cuerpo no está suficientemente tocado. Un sufrimiento es necesario para provocar ese paro. Es necesario sufrir para que una tercera fuerza aparezca. Entonces la atención se vuelve voluntaria, para no ser tomada, para quedar libre. Siento en el instante mismo la necesidad de una libertad para ser; experimento una voluntad de libertad. El grado de esa voluntad de la atención produce la apertura del cuerpo a una energía más fina. Todo depende de esa apertura. Necesito sentir esa energía con la misma fuerza en mi mente y en mi cuerpo. Mi atención necesita durar y no disminuir.

Todos los centros están involucrados. Si uno de ellos llega a «fa», puede conducir a los demás a esa nota. Todos deben estar delante del intervalo para que la intensidad de vibración aumente. La relación entre los centros es el choque necesario para llenar el intervalo que nunca será franqueado sin esto. Al trabajar sobre la relación entre los centros, aparece una fuerza y uno siente entonces una vibración que abre la puerta a un nivel diferente.

Al avanzar más aun en la octava, la cuestión del segundo choque consciente solo puede aparecer cuando he estado consciente; es decir, conscientemente presente durante un tiempo suficientemente largo. En ese esfuerzo de Presencia, mi sentimiento se calienta y se transforma. Se purifica, y mis emociones se vuelven positivas. Pero mi presencia no permanece, mis emociones vuelven a caer y a ser las que son habitualmente. Eso que observa, lo que vigila, no tiene voluntad. El intervalo entre «si» y «do» es muy difícil de pasar.

Busco estar presente a eso que yo soy, pero no lo siento. Eso no me toca. Siento mi incapacidad de sentir: que no tengo el sentimiento ni la energía que me permitirían tomar conciencia de mí. En este conflicto aparece una emoción distinta de mis emociones habituales. Me pregunto sobre mí mismo. Me exijo estar allí para hacer que mis funciones me obedezcan. Se me pide una voluntad; se revela la necesidad de una voluntad. Siento que no tengo esa voluntad; pero la puedo llamar. Tengo que querer, ya que yo soy. Este segundo choque-un choque emocional- cambia todo el carácter de la persona. Cuando podemos recordarnos, estar abiertos a nosotros mismos por un tiempo suficientemente largo, somos puestos aprueba por la intervención de un yo subjetivo ante las manifestaciones de otras personas hacia nosotros. Tan pronto como la impresión recibida es incorporada por la mente, yo reacciono. Es con esa reacción que se manifiesta en mí el egoísmo. Me identifico con la forma proyectada por mi mente. Necesito ser confrontado, estremecido, por la visión de esa reacción egoísta de defensa de mi ego que tiene miedo de ser negado. Para liberarme, tengo que experimentar ese miedo, vivirlo completamente, con todo lo que el trae consigo. Con un segundo choque consciente es entonces posible que la conciencia se abra y que veamos la verdad Es una comprensión emocional de la verdad. En ese momento, mi emoción ya no es la misma; no hay en ella nada cerrado, ninguna negación. Yo no niego, yo no acepto, y con esa vigilancia que no escoge, aparece un nuevo sentimiento y una nueva comprensión que no nacen de los contrarios. Es un sentimiento que lo abarca todo, un sentimiento de unidad, un sentimiento de ser. Soy transformado, y en ese estado diferente, el sentimiento de ser permite que un orden nuevo aparezca.



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