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LA RECETA DE LA FELICIDAD LAS SIETE CLAVES DE LA FELICIDAD Y LA ILUMINACIÓN DEEPAK CHOPRA







PRIMERA CLAVE


TOMA CONCIENCIA DE TU CUERPO


Tu cuerpo y el universo constituyen un mismo campo de energía, información y conciencia. El cuerpo es tu conexión con la computadora cósmica, que organiza simultáneamente una infinidad de sucesos. Al escuchar tu cuerpo y responderle de manera consciente accedes al campo de las posibilidades infinitas, un lugar donde de manera natural se experimentan paz, armonía y alegría.
No más que un templo en el universo [ … ] y es el cuerpo humano.
THOMAS CARLYLE


Tu guía más confiable hacia la felicidad es tu cuerpo. El cuerpo está diseñado para sustentar el alma, y al trabajar juntos generan un estado conocido como felicidad. Si estás indeciso sobre hacer o no algo, pregunta lo siguiente a tu cuerpo: “¿Qué sientes al respecto?” Si responde con una señal de perturbación física o emocional, reconsidera. Si envía una señal de bienestar y entusiasmo, actúa.

Mente y cuerpo conforman un mismo campo, y la separación que normalmente hacemos de ambos es artificial. Toda experiencia tiene un componente físico. Si tenemos hambre, la mente y el estómago tienen hambre a la vez. Si vivimos una experiencia espiritual inusitada, nuestras células cardiacas y hepáticas la comparten. Es imposible tener pensamientos, sensaciones o sentimientos sin una respuesta del cuerpo.

La primera clave de la felicidad nos dice que al tomar conciencia del cuerpo nos conectamos con el campo subyacente de las posibilidades infinitas. ¿Por qué nos parece que mente, cuerpo y espíritu están separados, cuando no es así? Por nuestra falta de conciencia.

La conciencia tiene enorme poder. Se sintoniza con cada una de nuestras células. Regula las innumerables interacciones del cuerpo. La conciencia es el agente invisible y silencioso que comunica al cuerpo lo que la mente piensa, y al mismo tiempo envía la respuesta del cuerpo para que la mente se sienta apoyada y comprendida. Por ejemplo, al tener la experiencia de ser amado, tu mente comprenderá que eres amado, tus células se nutrirán de ese amor, y tu alma se alegrará de que hayas alcanzado la fuente del amor. Todas las cosas buenas empapan la totalidad de tu ser. Cuando mente, cuerpo y espíritu están en armonía, la consecuencia natural es la felicidad.

Por otro lado, la ausencia de armonía se manifiesta en malestar, dolor, depresión, ansiedad y enfermedad en general. La infelicidad es una reacción: indica discordancia en alguna parte del campo, ya sea la mente, el cuerpo o el espíritu. La conciencia se ha desconectado. Es sólo con esta mirada holística que podemos vincular la salud, la totalidad y lo sagrado, pues los tres comparten la misma raíz etimológica (en inglés) así como el mismo estado de armonía o discordancia. Hay un refrán que dice: “Los conflictos están en los tejidos”, y se refiere a que problemas psicológicos como ira, depresión, neurosis, hostilidad y ansiedad generalizada no son exclusivamente emocionales sino que tienen una contraparte cerebral, y mediante el sistema nervioso central, el cerebro comunica a cada célula y tejido del cuerpo que hay un conflicto. La totalidad del campo se estremece ante la más leve punzada de dolor o placer. En otras palabras, el campo es consciente.

Cuando intencionalmente prestamos atención a lo que dice nuestro cuerpo, esta conciencia aumenta de manera drástica. Conciencia no es lo mismo que pensamiento. Una madre es consciente de lo que siente su hijo sin necesidad de pensar “X está molestándolo” o “Z salió mal”. La conciencia es intuitiva. Todo lo que debemos hacer es prestar atención para que la conciencia nos dé acceso a cada rincón del campo infinito. Es como conectarnos a la computadora cósmica, pues cuando el campo organiza la parte más pequeña de la creación, organiza también la totalidad. También ocurre lo contrario. Cuando dejamos de prestar atención, se presentan trastornos en muchos niveles y de manera simultánea. Las vías de información entre la mente y el cuerpo dejan de funcionar adecuadamente. El flujo de energía y nutrimentos necesarios para las células disminuye. Cuando no prestamos atención al cuerpo lo ponemos en un predicamento similar al de un niño desatendido: ¿Cómo podríamos esperar un desarrollo normal en un pequeño cuyos padres no le prestan atención, ignoran sus reclamos y les da igual si es feliz o desdichado? Podemos plantear la misma pregunta respecto al cuerpo, y la respuesta será la misma.

El cuerpo no detiene su desarrollo hacia los 20 años de edad, etapa que arbitrariamente llamamos madurez. Los cambios continúan, incluso a nivel genético. El cambio nunca es neutral: conduce al crecimiento, al desarrollo y a la evolución, o bien en dirección contraria, hacia la decadencia, el deterioro y el desorden. La diferencia radica en cómo prestamos atención, pues ésta es nuestra conexión con el campo de las posibilidades infinitas.

El campo posee ciertas características o atributos que dan sustento a la mente, al cuerpo y al espíritu. Existen tres que contribuyen de manera especial a la felicidad.

La primera es la inteligencia. Cuando escuchamos a nuestro cuerpo vislumbramos la mente del universo. Esto supone muchas actividades simultáneas. El cuerpo humano puede pensar, tocar el piano, secretar hormonas, regular la temperatura dérmica, matar gérmenes, desechar toxinas y gestar un bebé, todo al mismo tiempo. Es un alarde milagroso de inteligencia. Esta inteligencia también nos permite tomar tomar decisiones en favor de nuestra realización. La realización es un concepto misterioso para muchas personas, pero podemos descomponerlo en sus partes más simples. La realización es el resultado de pensamientos correctos, sentimientos correctos y acciones correctas. Cada uno de éstos se encuentra vinculado al cuerpo. No podemos concebir límites artificiales entre la célula hepática que toma una decisión correcta y la mente que toma una decisión correcta. La inteligencia abarca ambas. Si comete un error en el ámbito químico o genético, la célula muere o se vuelve maligna. La mente distingue el bien y el mal en un nivel distinto: el de la ética y la moral. Las emociones tienen un nivel propio y distinguen los sentimientos que nutren y aquellos que son tóxicos, las relaciones amorosas así como las dañinas. Cuando tenemos conciencia del cuerpo y de lo que nos dice, la calidad de la inteligencia se magnifica. Su alcance es infinito. Al tiempo que lleva a cabo incontables procesos físicos, el cuerpo humano sigue el movimiento de estrellas y planetas, pues los ritmos biológicos no son sino la sinfonía del universo entero. Por eso lo llamamos universo: “un verso”, “una canción”.

El segundo atributo del campo es la creatividad. Hace que el flujo de la vida sea siempre fresco y nuevo, combate la inercia, disipa el hábito. Casi siempre, el cuerpo parece estancado en la rutina: las respiraciones se suceden siempre iguales; cada latido del corazón es igual al anterior. Para procesar los alimentos y el aire, el cuerpo debe repetir incesantemente y con gran exactitud los mismos procesos químicos. No hay lugar para la improvisación. Sin embargo, tiene también una milagrosa flexibilidad que le permite adaptarse a situaciones inéditas.

Cuando decidimos hacer algo nuevo —tener un bebé, correr un maratón o escalar una montaña—, miles de millones de células se adaptan a esa intención. Esta flexibilidad no es mecánica; no es como cuando pisas el acelerador y tu auto avanza más rápido. El cuerpo se adapta de manera creativa. Esto puede observarse en la creatividad con que pensamos y hablamos. No hace falta que dos pensamientos sean idénticos; dos oraciones no necesitan tener exactamente las mismas palabras. El cerebro despliega una pauta de actividad neurológica para ajustarse a cualquier pensamiento u oración, incluso si dicho pensamiento u oración no había aparecido nunca en la historia del universo.

La antigua tradición védica de la India equiparaba la creatividad con Ananda, dicha. Comúnmente entendemos esta palabra como alegría intensa, pero las células tienen una forma particular de dicha que se manifiesta como vitalidad, flujo y dinamismo infinitos. Somos dichosos cuando estamos más vivos. En ese estado nos parece que todo es posible. El cuerpo deja de ser una carga y nos sentimos ligeros como el aire. No hay nada viejo ni corrompido. Nuestro potencial creativo se pone en marcha. La creatividad depende de la capacidad de la vida de renovarse constantemente, y dicha capacidad se cimienta en la dicha. No necesitamos forzarnos a ser dichosos —sería en vano— sino a ser conscientes. La dicha es innata en la conciencia, la cual es vivaz, efervescente y alegre por naturaleza. La ausencia de estas cualidades puede corregirse simplemente accediendo a un nivel más profundo de conciencia.

El tercer atributo del campo es el poder. Aunque las células operan en el nivel microscópico, tienen el poder para sobrevivir, desarrollarse y evolucionar en entornos que erosionan cordilleras enteras y secan vastos y milenarios océanos. Poder no significa agresión. El mayor poder es el que no se ve ni se siente, el que organiza un billón de células para formar un organismo que funciona sin traba; el que defiende al cuerpo de cualquier virus y germen que pudiera dañarlo, e identifica la aparición del cáncer. También sería artificial establecer fronteras alrededor de esta característica del campo. Mente, cuerpo y espíritu manifiestan el poder de maneras peculiares. La mente lo hace como atención e intención, convirtiendo los pensamientos intangibles en logros manifiestos. El cuerpo manifiesta el poder mediante la fuerza física y la resistencia, pero también al organizar incontables procesos en un todo coherente. El espíritu manifiesta el poder al convertir el potencial puro en realidad.

Según la antigua tradición de la India, el poder espiritual llamado Shakti es el más elemental. Si posees el Shakti puedes volver visible lo invisible. Todo lo que imaginas se convierte en realidad. No existen obstáculos entre tu deseo y su realización. Shakti no es un concepto místico. Es un rasgo innato de la conciencia sin el cual las moléculas invisibles de oxígeno vagarían de manera casual por la atmósfera. Si añadimos la conciencia, esas mismas moléculas llevarán vida a cada una de las células del cuerpo. En un plano más profundo, Shakti nos permite co-crear el universo. Los seres humanos no somos observadores pasivos del cosmos. El universo entero está manifestándose en ti en este preciso instante. Se conoce a través de ti cuando la conciencia se vuelve sobre sí misma. Así como un transformador reduce el tremendo voltaje que corre por los cables de alta tensión, nuestro cuerpo reduce la energía del universo a la escala humana. El poder es el mismo. La carga eléctrica infinitesimal emitida por una sola neurona es idéntica a la tormenta electromagnética de una galaxia entera. Este poder fluye a través de la conciencia, por lo que cada vez que tomas conciencia de algo, interno o externo, aumentas tu poder en el universo. Quiero que comprendas que este sencillo acto —tomar conciencia de tu cuerpo — libera inteligencia, creatividad y poder. Tener conciencia no es trivial y tampoco es opcional. Cuando dejas de prestar atención por estar distraído o sentirte deprimido, inquieto, desdichado o ansioso, se interrumpe el flujo de inteligencia, creatividad y poder.

La decadencia y la enfermedad “normales” de la vejez son en realidad el resultado anormal de la disminución de la conciencia, que todas las células resienten y padecen. Una manera básica para tomar conciencia es asentarte en tu cuerpo. Esto no tiene mayor misterio: sólo sintonízate con lo que siente. Por ejemplo, imagina que vas manejando y un auto se te cierra. Tu reacción normal es sentirte perturbado o molesto; cuando te sientes así pierdes el vínculo calmo y relajado que te conecta con el campo. Entonces intenta lo siguiente: en vez de sentirte perturbado por la irrupción, simplemente vuélcate a tu interior y percibe las sensaciones de tu cuerpo. Respira hondo: es una manera fácil de retomar la conciencia del cuerpo. Mantén tu atención en esas sensaciones molestas hasta que desaparezcan. Lo que acabas de hacer es romper la cadena estímulo-respuesta con un vacío, un intervalo sin reacción. Esto evita que la reacción se siga alimentando de sí misma. También recuerda al cuerpo su estado normal de autorregulación armoniosa y coordinada. Y te asienta.

La autorregulación armoniosa es el estado fundamental del cuerpo. El estrés nos arrastra a un estado distinto de respuestas biológicas intensificadas, que desatan un torrente de hormonas, incrementan la frecuencia cardiaca, hipersensibilizan los sentidos y acarrean muchas otras reacciones secundarias. Pero todas éstas son temporales; son sólo medidas de emergencia. Si permitimos que la reacción del estrés se convierta en hábito, perturbamos la armonía del campo.

El estado fundamental de conciencia relajada intenta coexistir con el estado agitado de la respuesta al estrés, pero no pueden mezclarse; no están hechas para existir al mismo tiempo. Cuando nos sentimos distraídos, abrumados, estresados o eclipsados, tendemos a escapar. La negación es una forma de escape. Distraernos mediante el trabajo excesivo es un escape. Alterar la mente con drogas y alcohol es un escape. Lo que tienen en común es la falta de conciencia. Nos insensibilizamos o distraemos creyendo erróneamente que la conciencia solamente intensificaría el dolor. Todo lo contrario. La conciencia sana porque es verdaderamente plena, y la sanación es básicamente el regreso a la plenitud.

La ciencia apenas empieza a comprender el fenómeno de la sanación. Nuestro cuerpo evolucionó durante millones de años para regular simultáneamente miles de procesos microscópicos. La enfermedad se presenta cuando el cuerpo olvida cómo autorregularse; la sanación se presenta cuando el cuerpo recuerda cómo autorregularse. Por ejemplo, podemos estar expuestos a la bacteria del neumococo, pero la exposición no basta para provocar una infección. Si el cuerpo sabe generar el anticuerpo adecuado no contraeremos neumonía, y esa capacidad se reduce en última instancia a la conciencia. El sistema inmune reconoce un invasor, lo identifica, y solicita la intervención adecuada. Todas estas acciones son conscientes. La sanación sólo puede entenderse si la mente es tan consciente como el cuerpo. En la ciencia médica hemos aislado el sistema nervioso, el sistema endocrino, el sistema cardiovascular, pero pasamos por alto el sistema de la sanación. Es invisible, comprende todas las partes del cuerpo, y responde al susurro inmaterial de pensamiento y sentimiento. Y sin embargo no hay nada más inteligente, creativo y poderoso que el sistema de la sanación, justo el que seguimos ignorando. La sanación debe ser tan continua como la respiración, no un proceso aislado para rechazar una enfermedad: debe significar comunicación constante con el campo. Ya analizamos el paso más importante: tomar conciencia de las sensaciones del cuerpo. Otra cosa que puedes hacer es empezar a tomar conciencia del campo que unifica todo de manera invisible. ¿Cómo? Normalmente pensamos en cosas, personas y acontecimientos, toda clase de estímulos externos; ahora, intenta observar el espacio entre las cosas. Si estás mirando a una persona, dirige tu atención al espacio que te separa de ella. El campo está donde pensamos que no hay nada: en el espacio entre pensamientos, entre objetos, entre una respiración y otra, entre movimientos. Se trata del mismo espacio, pero lo que llamamos “nada” es falta de conciencia. Si eres consciente, el espació está lleno, es rico, dinámico. Es el campo del potencial puro, la región ignota de donde surgirá el instante siguiente y todo lo que éste conlleve. El espacio siempre está en calma, por lo que al dirigirle tu atención calmas la mente. Al mismo tiempo, tu cuerpo puede empezar a desechar la frustración, la tensión y los residuos acumulados del estrés pasado. En este estado de profunda relajación, la sanación está más activa.

El cuerpo necesita desechar la energía atascada en emociones, recuerdos y experiencias traumáticas del pasado. Lo deseable sería no identificarnos con estas influencias negativas, no aferrarnos a ellas ni transmitirles más energía, pero todos lo hacemos. Cargamos al cuerpo con exigencias excesivas, consciente e inconscientemente, y con ello le impedimos relajarse. Si no estás seguro de que tu cuerpo está operando bajo el peso de estas exigencias, puedes comprobarlo fácilmente. Sólo relájate, quédate tranquilo y dile a tu cuerpo que puede hacer todo lo que quiera. Pueden presentarse cualquiera de las siguientes manifestaciones: suspiros profundos, somnolencia, surgimiento de recuerdos, sensaciones físicas inesperadas (por lo general malestar o rigidez), emotividad espontánea, probablemente lágrimas, y sensación de alivio. Todas son señales del cuerpo, de que necesita espacio para sanar y renovarse. Si actualmente tu cuerpo está en un estado de autosanación sin resistencia, el experimento producirá el efecto contrario. Si permaneces tranquilo y le dices a tu cuerpo que haga lo que quiera, se presentará alguna de las siguientes manifestaciones: una sensación de profunda quietud y paz; leve efervescencia; ligereza; alegría desbordante, si bien sutil, y admiración ante lo desconocido que se asoma a través de la máscara de la existencia material. En otras palabras, cuando tu cuerpo se encuentra en su estado natural, experimentas felicidad. Cuando eres feliz en este nivel de normalidad, recuerdas quién eres en realidad. Tu conciencia alcanza la realización porque en cada célula hay un estado de conocimiento, alegría y la certeza de la inmortalidad. En la India lo llamamos Sat Chit Ananda, o conciencia de la dicha eterna. En este estado del ser, el cuerpo se sana mediante el conocimiento de sí mismo. ¿Qué es lo que conoce? Que los mayores atributos de lo divino —omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia— son en realidad los factores básicos de la vida.





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