En una dirección común de la Realidad del Ser de Gurdjieff por Jeanne Salzman




III

EN UNA DIRECCIÓN COMÚN

¿Estoy convencido de la inutilidad de todo lo que creo saber?

La verdad no puede ser penada.

No saber, deshacerme de todo, es la más elevada forma de pensar.

La sensación es un instrumento de conocimiento, un instrumento de contacto conmigo mismo.
Necesito sentir la presencia de lo espiritual en mí, que el espíritu penetre la materia y la transforme. Necesito este acto mismo, ser espiritualizado.

La relación es un contacto, un contacto directo sobre el mismo nivel, con la misma intensidad.

El sentimiento es el instrumento esencial del conocimiento.



UN PENSAMIENTO LIBRE



~ 25. EL FUNCIONAMIENTO DE LA MENTE

¿Qué significa estar presente, estar aquí, ahora? Lo pienso. Tengo la sensación de esto. Lo siento. Los tres centros están presentes con la misma fuerza, con una intensidad que viene del mismo grado de actividad. Lo siento como una energía que circula más libremente entre ellos y que no es retenida más en uno que en otro. Esa energía es voluntariamente alimentada por esas tres partes hacia una misma dirección. Hay una dirección común que conlleva la posibilidad de una acción consciente en la cual el impulso viene de los tres centros al mismo tiempo. Quiero conocer con todas las partes de mí mismo.

Para estar presente a mí mismo, debo comprender cómo trabaja mi mente, comprender que la función del pensamiento es situar y explicar, pero no vivir la experiencia. Ese pensamiento esta hecho de saber, de conocimientos acumulados que se presentan bajo la forma de imágenes y asociaciones. Captura la experiencia para hacerla entrar en las categorías de lo conocido. Si se callara podría ver algo nuevo. Pero en cuanto interviene, transforma inmediatamente esa experiencia en algo antiguo, en algo que ya fue objeto de una experiencia. La imagen despierta en mí una reacción inmediata. Y entonces siempre se repite la misma cosa. Nunca algo nuevo.

¿Puedo decir hoy que se lo que yo soy? ¿Me permite la actitud de mi mente abordar realmente esa pregunta? Es más importante de lo que pienso. ¿Estoy convencido de mi ignorancia y de la inutilidad de todo lo que creo saber? Incluso si lo digo, no lo siento realmente. Me gusta mi saber. Siempre quiero aportar una respuesta o llegar a una conclusión. Estoy condicionado por eso. Todo lo que conozco, lo que se, condiciona mi mente y limita mi percepción. Todo lo que conozco, lo que se, es una masa de memorias, de recuerdos, que me empuja a acumular, a repetir experiencias de la misma índole.

Necesito ver que mi mente siempre es movilizada por las exigencias del yo ordinario, por sus asociaciones, por sus reacciones. Eso la corrompe. Un pensamiento movilizado por las asociaciones no es libre, no está libre en su movimiento. Los trayectos que atraviesa están llenos de obstáculos, de barreras, bajo formas de imágenes, ideas fijas o experiencias. Inmovilizan o cambian el curso del pensamiento, otorgándole la impresión de una continuidad. Pero la continuidad no está en el material que ocupa el pensamiento. Esta en la energía misma. El hecho de creer en ese material mantiene esa energía presa en el círculo de los pensamientos. Pierde toda movilidad y agudeza. Se vuelve cada vez más débil y el pensamiento se vuelve pequeño y obtuso. Percibimos esto a través de las tensiones constantes de la cabeza, de la cara y del cuello.

Mi pensamiento está sometido al yo ordinario. Esto es lo que impide que la mente este tranquila. Sin embargo, su apaciguamiento no vendrá de que yo me retire de mi mente, sino de que la comprenda. No vendrá de una lucha contra ese hecho. Ella no me llevara a la liberación. Solo viéndolo me puedo liberar de ese condicionamiento. No es ignorándolo o negándolo que alcanzare a liberarme. Solo creare un nuevo condicionamiento. Asimismo, necesito ver que la mente es el centro de mi yo ordinario, del ego. Ese yo busca la seguridad. Tiene miedo y se identifica para encontrar esa seguridad; es una batalla perpetua. Toda mi conciencia habitual consiste en juzgar, condenar, aceptar o rechazar. Eso no es realmente la conciencia. En ese estado, sin la tranquilidad de la mente, nada real me podrá ser revelado.

~ 26. NO SABER

Verme como soy exige una percepción de lo que es real, una percepción directa en un estado libre de todo condicionamiento. Creo que busco. Sin embargo, no veo que la misma búsqueda es paralizada por lo que la motiva. Busco una manera de no estar impedido por el condicionamiento de mi pensamiento, de mi memoria, de lo que creo conocer. Busco cómo sobrepasarla. Trato, hago esfuerzos para trabajar, para estar presente, pero en esto soy tomado: estoy tomado a todo lo largo de mi esfuerzo de atención. EI primer pensamiento que me impide es «yo trabajo». Pero no veo quien trabaja. No veo que lo mental es un obstáculo. Pongo una palabra o una idea sobre lo que busco; proyecto una imagen y parto de un sentimiento de apariencia para ir hacia esa imagen. Creo que es necesario saber lo que busco y de esa manera la representación se vuelve más importante que la búsqueda.

Mi relación con la mente debe cambiar. Debo ver su condicionamiento y perder toda ilusión acerca de su capacidad de percibir directamente lo que esta detrás de su funcionamiento. La verdad no puede ser pensada. No puede ser buscada por el pensamiento solo o por el deseo de adquirir o de llegar a ser. La verdad no llega a ser, sino que es. Necesito ver que mi mente es retenida por la terquedad de una idea o el apego a una forma. En el mismo momento en que lo veo, ella se libera de esa idea o de esa forma, y entonces una percepción real puede darse. Tener una percepción directa querría decir descubrir algo enteramente nuevo, desconocido, algo que mi mente no aporta jamás.

¿Por qué mi mente ordinaria nunca descubre nada nuevo? Soy prisionero de todas las impresiones depositadas en mí. Estoy condicionado por lo almacenado en mi memoria, el resultado grabado en mí de todas las influencias que me han tocado. Es todo lo que tengo para responder en la vida. Poco a poco, acepto inconscientemente ese estado de condicionamiento, y la energía de mi mente se encuentra deteriorada por él, Mi mente es impactada en su vitalidad y su fuerza. Su funcionamiento se reduce a acumular más y más información. Puedo disciplinar mi mente, pulir mi saber. Hasta puede llegar a ser brillante. Pero me quedo en la esfera de lo conocido. ¿Cómo podría cesar esa manera de pensar y ceder su lugar a algo nuevo?

Necesito ser suficientemente libre para deshacerme de todo y cuestionar sin esperar una respuesta. Comprendo que no saber, deshacerme de todo, es la más elevada forma de pensar, y que, si viniera una respuesta, ella seria falsa. Hay que quedarse sin responder y aprender a ver, ver sin juzgar, sin pensamientos, sin palabras. Ver es un acto extraordinario que exige una atención desconocida. Es el factor que libera, que aporta un espíritu nuevo, un pensar nuevo. La atención es la energía esencial del hombre. Y esa energía solo puede aparecer cuando uno constantemente se ocupa de ver, de escuchar, de preguntarse, nunca de saber. Debemos dar una atención total a la pregunta que nos ocupa. La atención no será total si buscamos una respuesta. La atención total es el proceso de meditación.

A través de la vigilancia y la meditación, la naturaleza del pensamiento se me puede revelar, así como la forma en que el actúa, Si reconozco «yo no sé» con todo mi ser, ya no cuento con la memoria para encontrar una respuesta. En ese momento, y solo en ese momento, llego a ser libre de mi condicionamiento, de la prisión de mi memoria, y puede haber allí la percepción directa de lo que la supera.

~ 27. UN NUEVO PENSAR

Nuestros pensamientos y emociones constituyen un mundo subjetivo, un mundo en el cual estamos sumergidos y que nos somete. Aceptamos cobardemente que las corrientes de baja calidad nos dominen. Y así seguirá siendo mientras no sintamos nostalgia por una corriente diferente.

Tomo mis pensamientos como si fueran yo mismo, de la misma manera que tomo mi cuerpo como si fuera yo mismo. Estoy siempre listo a ser presa de mis pensamientos, porque jamás me separo de ellos. Todavía no me he dado cuenta del obstáculo tan enorme que ellos constituyen para la conciencia que busco. Debo comprender que yo no soy mis pensamientos y que no tengo por qué aceptar cualquier pensamiento que aparezca y esperar algo de él.

Debo llegar a ver que el pensamiento de «yo» no soy yo. Todo lo que conozco a través de mis sentidos tiene un nombre. Estoy abrumado de nombres que han llegado a ser más importantes que las cosas mismas. Me nombro a mí mismo «yo» y, al nombrarme, creo que me conozco. Ese pensamiento me mantiene en la ignorancia. Si aprendo a separarme de los nombres, de los pensamientos, poco a poco llegare a conocer la naturaleza de la mente ordinaria y a levantar la vela que ella ha puesto sobre el yo. Así veré mejor la esclavitud del pensar y la posibilidad de ser liberado de ese tirano.

Al mismo tiempo, mi mente no debe rechazar la palabra, porque rechazarla genera miedo, no enfrentar un hecho genera miedo. Mi mente necesita mirarse a sí misma y no estar tomada por las palabras. Esto exige una extraordinaria precisión del pensar, una atención que no se desvié. Cuando las palabras han desaparecido, ¿Qué es lo que queda? Se llega a la puerta de la percepción. La mente comprende que ella está sola. Entonces se aproxima al sentido, a la importancia de la palabra. Vera si la palabra crea el sentimiento. La mente vera el hecho, la realidad de la palabra, y así será libre de toda influencia.

Necesito ver que mi pensamiento casi nunca está dirigido a conocerme a mí mismo tal como soy en este instante... y de nuevo en este instante. Es difícil para el pensamiento permanecer sobre eso que es, porque se funda siempre sobre la memoria y visualiza constantemente la posibilidad de llegar a ser. ¿Cómo resistir al deseo de llegar a ser para querer simplemente lo que es? Es difícil mantener el pensamiento delante de lo desconocido, porque eso significa abandonar la creencia en todo lo que él sabe, y hasta la huella del momento precedente.

Para permanecer delante de lo desconocido, mi mente debe quedarse profundamente silenciosa. Es un silencio que no se obtiene por supresión ni por sacrificio. No busco hacer silencio. Ese silencio viene cuando el pensamiento ve que por sí mismo no puede entrar en contacto con aquello que no puede medir, aquello que es más alto que él. Entonces la mente ya no busca más, ya no trata de llegar a ser.
Necesito ver que nunca hay ninguna inmovilidad, y que todo ese pensamiento de lo conocido me impide tener la experiencia de la realidad. Es en ese momento que la inmovilidad y el silencio cobran sentido para mí. Hay la posibilidad de un pensar tranquilo. No busco ya lo conocido, la seguridad, el llegar a ser. Me siento más libre, más abierto. Instante tras instante, el pensar se vuelve más libre y hay una comprensión de la verdad en cada momento. Es la única manera de conocerlo. Un pensar verdadero no tiene conclusión. Comienza siempre de nuevo.

~ 28. MÁS ALLÁ DE NUESTRA CONCIENCIA HABITUAL

Buscamos algo que está más allá del mundo de nuestra conciencia habitual, de nuestros pensamientos y de nuestras emociones habituales. Pensamos en la verdad, en la realidad, como si fuera un punto fijo en alguna parte y nos tocara encontrar la manera de acercársele. Pero la verdad, la realidad, no es fija. Es viviente. No puede ser medida por nada que conozcamos. Solo se puede acceder a ella a través de un pensamiento enteramente libre; libre de todo, de toda expectativa, de todo miedo, un pensamiento sin movimiento, completamente silencioso; un pensamiento que solo se reconoce así mismo. Y un pensamiento que solo se reconoce a si mismo vive en el momento presente. En ese momento no tiene nada que perder, nada que esperar. Es. Es “la conciencia de ser”, no de ser así o de la otra manera; solamente de ser.

Allí, uno descubre la fuente del pensar. Uno ve que la división entre el observador y lo observado esta en el origen del pensar. El observador se basa en la memoria, en lo que sabe, lo que conoce de la experiencia pasada. Desde allí, mira, piensa y actúa. Sin embargo, la separación entre el observador y lo observado consolida el ego y no alcanza a tocar la realidad. Cuando el observador es el observado -el que piensa es la experiencia- ya no hay pensamiento, hay paz. Hay un estado de tranquilidad en el cual una impresión puede ser recibida como nueva, como en el caso de un niño pequeño. Los ojos reciben claramente la imagen de afuera, pero no hay proceso mental. Para experimentar ese estado donde estoy enteramente, sin observador, tengo que pasar por el otro estado y darme cuenta de que no es suficiente. Mientras tenga un pensamiento que sigue lo que hago, lo que experimento y que percibe de una manera u otra, estoy quedándome en el ámbito de mi conciencia limitada, y estoy bajo la influencia de mi yo ordinario. Lo que es importante es ver en mi esa división entre lo que mira y lo que es visto, ver el pensamiento que crea esa división y, al verlo, liberarme de la autoridad del pensamiento. Entro en otra realidad.

¿Quién soy yo? La pregunta se me escapa porque estoy dividido. Esta delante de mí, pero fuera de mí. Mientras ella este separada y yo no esté completamente unido con ella, permanecerá mas allá de mi comprensión. Y veo la imposibilidad de comprender, una imposibilidad que me hace sufrir. Cuando ese sufrimiento es real, no hay más separación y el pensamiento cae. No hay sino el silencio.

El momento de presencia, en el instante mismo, es corto. Apenas he entrado en mí mismo, cuando ya no hay división entre lo que mira y lo que es visto; la impresión me hace pensar y pensando me separo de nuevo. Ya no vivo en el presente. Si lo veo, la fuerza de esa impresión de estar perdido me hace recordarme de mi mismo. Ese movimiento de regreso y de salida es un movimiento normal que necesito aceptar. El sentimiento de vivir, de existir, depende de él. Mis pensamientos nunca se interrumpen. Un pensamiento paso, otro esta allí, otro sigue. Estoy apegado a todos ellos. Pero si por un instante se hace un espacio en el pensamiento, no hay ya nada a que apegarse. Soy libre. En ese silencio la mente puede ser consciente de cada movimiento del pensamiento. Esa percepción no es una reacción, y la energía que libera no es mecánica, no es producida por el pensamiento. Es la energía que los buscadores espirituales han tratado de encontrar a lo largo de los siglos.


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