EL RECUERDO DE SÍ de LA REALIDAD DEL SER de Jeanne Salzman



EL RECUERDO DE SÍ


~ 5. DONDE ESTA NUESTRA ATENCIÓN

Quiero estar consciente de mí. Tal como estoy en este momento, ¿puedo conocerme, tener conciencia de mí? No puedo. Estoy demasiado disperso. No siento nada. Pero veo que estoy dormido y veo los síntomas de ese sueño. Me he olvidado de mí, he olvidado el sentido de mi existencia. Y en ese momento, recibo un choque: siento que me despierto, que quiero despertarme. Apenas experimento el choque, me siento tomado de nuevo, retenido por los elementos de mi sueño: las asociaciones que dan vueltas, las emociones que me toman, las sensaciones pasivas. Siento que vuelvo a caer en el olvido.

Uno no se da cuenta de cuan pasivo es, siempre arrastrado por los acontecimientos, las personas y las cosas. Empezamos un trabajo con mucho interés, conscientes de nuestra meta. Pero al cabo de cierto tiempo, el impulso se debilita, vencido por la inercia. La comprensión disminuye y uno siente la necesidad de algo nuevo que restaure el entusiasmo, la vida. De esa manera, nuestro trabajo interior avanza por etapas y depende siempre de fuerzas nuevas. Esto está determinado por una ley. Hay que desechar La idea de que el avance se realiza en forma continua y en línea recta. Hay etapas en las que la intensidad disminuye y, si uno no quiere recaer es necesaria la aparición de una fuerza más activa.

El hombre pasivo en nosotros, el único que conocemos, es el que recibe toda nuestra confianza. Pero, mientras permanezcamos pasivos, nada nuevo ocurrirá, Hay que volverse activo en relación con nuestra inercia, en relación con el trabajo pasivo de nuestras funciones. Si queremos cambiar, tenemos que buscar en nosotros al hombre nuevo, el que está escondido; es decir, el del recuerdo, el que tiene una fuerza que solo puede ser dirigida por su voluntad y a quien hay que hacer crecer gradualmente, paso a paso. Uno debe ver que es posible un estado más intenso, más activo.

Debo reconocer que en mi estado habitual mi atención no está dividida. Cuando me abro a lo exterior, estoy naturalmente interesado. Mi atención va hacia allá. No puedo impedírmelo. Si mi fuerza de atención está completamente tomada, estoy perdido en la vida, identificado. Toda mi capacidad de estar presente se pierde. Me pierdo, pierdo mi propio rastro, el sentimiento de mí mismo, mi existencia pierde su sentido. Entonces, el primer cambio requerido es una separación en la que mi atención se divide.

Nuestro esfuerzo debe ser siempre claro: estar presente, que es el comienzo del recuerdo de sí. Cuando la atención se divide, estoy presente en dos direcciones, tan presente como pueda. Mi atención se dirige en dos direcciones opuestas y yo estoy en el medio. Es el acto del recuerdo de sí. Quiero mantener una parte de mi atención sobre la conciencia de pertenecer a un nivel superior y, bajo esa influencia, trato de abrirme al mundo exterior. Debo hacer un esfuerzo para permanecer relacionado, un esfuerzo de atención. Trato de conocer realmente lo que soy. Lucho por seguir estando presente, a la vez con un sentimiento de mí que se vuelve hacia una calidad mejor y con un sentimiento ordinario ligado a mi persona. Quiero ver y no olvidar mi pertenencia a esos dos niveles.

Debemos ver donde esta nuestra atención, ¿Dónde está nuestra atención cuando nos recordamos de nosotros? ¿Dónde está nuestra atención en la vida? EI orden solo puede nacer cuando entramos en contacto directo con el desorden. No estamos en el desorden; somos el estado de desorden. Si miro lo que soy realmente, veo el desorden. Y donde hay un contacto directo, hay una acción inmediata. Comienzo a darme cuenta de que mi Presencia esta donde está mi atención.

~ 6. LA PRIMERA INICIACION

Detrás de todas mis manifestaciones existe el deseo de conocerme, de darme cuenta de que existo y como existo. Pero, cuando se producen mis contactos con el mundo, simultáneamente se forma una imagen de mí. Estoy apegado a esa imagen, porque la confundo conmigo y busco afirmarla y protegerla. Soy esclavo de esa imagen. Y como estoy tan apegado a ella y tomado por sus reacciones, no tengo ya atención disponible para saber que soy algo diferente.

Tal como soy, no reconozco nada más allá de mí, ni afuera ni en mí mismo... En teoría tal vez, pero no en la realidad. De manera que no tengo una referencia con la cual medirme y vivo únicamente de acuerdo con «me gusta» o «no me gusta». Solo me aprecio a mí y vivo pasivamente según lo que me agrada. Esa apreciación de mi yo me ciega. Es el mayor obstáculo para una vida nueva. La primera exigencia para un trabajo en dirección a la conciencia de sí es cambiar esa apreciación, lo cual solo puede suceder si veo en mí mismo algo que antes no había visto. Y para ver tengo que aprender a ver. Esa es la primera iniciación al conocimiento de sí.

Trato de verme tal como soy en el estado de identificación; trato de experimentarme como soy cuando estoy identificado. Necesito conocer la enorme dimensión de la fuerza que esta detrás de la identificación y de su movimiento irresistible. Esa fuerza que nos sostiene en la vida no quiere el recuerdo de sí. Ella nos arrastra hacia la manifestación y rechaza el movimiento hacia el interior.

Verme en la identificación es ver que estoy en la vida. Pero cada vez que recuerdo mis posibilidades más altas, me pierdo y rechazo lo que soy en la vida. Ese rechazo me impide conocerla. Tengo que ser astuto para atraparme sin cambiar nada, sin cambiar mi deseo de manifestarme. Necesito verme como una máquina arrastrada por todos los procesos que aparecen: los pensamientos, los deseos, los movimientos. Necesito conocerme como máquina, estar presente cuando funciono como máquina. ¿Quién soy yo en la vida? Tengo que experimentarlo y tener una impresión de ella más consciente.

Para hacer frente a la fuerza de la identificación, tiene que haber algo presente, algo que presencie, una atención estable, libre, que aspire a otro nivel. Quiero estar presente a lo que pasa, permanecer consciente de mí y no perderme. Mi esfuerzo proviene de algo que no forma parte de mis medios ordinarios. Necesito de cierta voluntad y de un deseo que mi persona ordinaria no conoce. Mi yo ordinario debe ceder supuesto. A fuerza de mantener mi atención y no olvidarme de mirar, tal vez un día poder ver. Si veo una vez, podre ver una segunda vez, y si esto se repite, ya no seré capaz de no ver.

Para observar, tengo que luchar. Mi naturaleza ordinaria rechaza la observación de mí mismo. Necesito preparar, organiza mi lucha contra el obstáculo, retirarme un poco de mi identificación -hablar, imaginar, expresar emociones negativas- para poder observar. Una lucha consciente exige una elección y una aceptación. No es mi estado el que debe dictar esa elección. Debo escoger la lucha por estar presente y aceptar que el sufrimiento aparecerá, No hay lucha sin sufrimiento. La lucha es inaceptable para mi naturaleza inferior. Eso la perturba. Por eso es tan importante recordar lo que uno quiere: el sentido de nuestro trabajo y de nuestra Presencia. Si me niego a satisfacer un hábito, por ejemplo, de comer o de sentarme de una cierta manera, no estoy luchando para cambiar ese hábito, Y cuando trato de no expresar las emociones negativas, no estoy luchando en contra de las emociones mismas, o para destruir su expresión. Es una lucha contra nuestra identificación, de forma que la energía, que de otra manera se desperdiciaría, sirva al trabajo. No luchamos contra algo. Luchamos por algo.

~ 7. ¿PODEMOS VOLVERNOS CONSCIENTES?

El trabajo para estar presente está en la dirección de la conciencia, una percepción especial, independiente de la actividad de lo mental. Es una percepción de sí mismo: quien es uno, dónde está, que conoce. Hasta una percepción de lo que uno no conoce. En el momento de conciencia, solo hay la impresión inmediata de una percepción directa. Esto difiere mucho de lo que solemos llamar la conciencia, en la que hay una especie de reflejo que acompaña fielmente lo que experimento y lo representa en mi mente. Cuando esa conciencia refleja el hecho de que pienso o siento algo, se trata de una segunda acción que sigue como una sombra a la primera. Sin esa sombra, estoy inconsciente del pensamiento o del sentimiento original que permanece ignorado. Si me siento enojado, fuera de mí, solo lo veo cuando el reflejo, como un testigo, me lo susurra. Este susurro sigue tan de cerca el pensamiento o el sentimiento que lo ha precedido, que creo que ellos son una sola y misma cosa. Pero no es así en realidad.

¿Podemos volvernos conscientes? Es una cuestión de las energías y de su relación. Una energía esta siempre controlada por otra más activa, más fina, que me anima más, como un imán. La energía con la que vivimos-nuestros pensamientos, emociones y sensaciones es una energía pasiva, inerte, volcada hacia el exterior, suficiente para satisfacer nuestra vida de animales. Pero nunca queda suficiente energía interiormente para un acto interior de percepción, de conciencia. Sin embargo, nos queda un cierto poder de atención, al menos en la superficie: el poder de apuntar en una dirección determinada y de mantenerse allí. Aunque sea frágil, ese germen de la atención es el emerger de la conciencia de su campo subterráneo, Debemos aprender a concentrarnos, a desarrollar una capacidad indispensable para preparar el terreno. Es lo primero que uno hace por sí mismo, sin depender de nadie.

El ejercicio de estar presente a sí mismo es el recuerdo de sí. Las funciones, en vez de estar dirigidas hacia lo exterior, están vueltas hacia lo interior, para una toma de conciencia. Necesito darme cuenta de que no puedo comprender nada si no me puedo recordar. Recordarme de mis más altas posibilidades significa recordarme de a que estoy abierto cuando me recojo, solo, para realizar el sitting o «trabajo sentado». Recordarme significa también estar presente a mi situación, al lugar donde estoy, a las condiciones en las que estoy, a la forma en que soy tomado por la vida, cuan libre soy o no. No hay entonces lugar para el sueño. Tal vez no lograre un estado satisfactorio, tal vez seré derrotado en la lucha. No importa. Lo que importa es el momento en que me esfuerzo por estar presente. No siempre podemos reencontrar un estado mejor que traiga algo nuevo. Nos sentimos incapaces y llegamos a la conclusión de que no hay nada en nosotros sobre lo cual podamos apoyarnos. Pero eso no es verdad. Hay algo. Cuando estamos en un estado mejor, podemos ver que hay en nosotros todos los elementos necesarios para lograrlo. Los elementos de ese estado ya están allí. Esto significa que las posibilidades siempre están aquí, en nosotros.

No obstante, lo que falta es saber lo que quiero. Es eso lo que mina mi voluntad de trabajar. Sin saber lo que quiero, no intentare ningún esfuerzo; dormiré, Sin el interés para transformar algo, para volverme hacia mis más altas posibilidades, no tendré nada seguro sobre lo cual apoyarme para trabajar. Debo regresar una y otra vez a la pregunta: ¿qué es lo que yo quiero? Esa pregunta debe convertirse para mí en asunto de vida o muerte. Pero ese deseo de otra calidad no tiene fuerza alguna si proviene de mi yo ordinario. Mi deseo debe estar relacionado con algo completamente diferente, algo libre de querer obtener resultados. No debo olvidar para que quiero obtener un resultado. Esto debe ser para mi realmente asunto de vida o muerte: querer vivir de una cierta manera.

~ 8. EL QUE VIGILA

No vemos nuestro estado de sueño. En ese estado pensamos en el trabajo; pensamos «Yo quisiera estar presente». Pero el esfuerzo de estar presente es algo muy diferente. Es un esfuerzo en la dirección de la conciencia. Uno debe llegar a saber si es consciente o no de sí mismo en un determinado momento y debe reconocer todos los niveles de esa conciencia. Su presencia o ausencia puede así ser probada por un acto interior de observación.

Estoy frente a algo que no conozco. Estoy frente a un misterio, el misterio de mi Presencia. Debo sentir que no puedo pretender conocer ese misterio con mis medios ordinarios. Si comprendo, al menos mentalmente, lo que significaría estar presente, con todos los elementos de mi Presencia, y no solo con mi cabeza, mi sensación o mis emociones, tal vez no estaría aun verdaderamente presente, pero estaría en busca de una dirección común.

¿Quién está presente? ¿Presente a quién? ¿Quién ve a quién? Ahí está todo el problema.

Para observarse hace falta una atención diferente de la atención ordinaria. Emprender la lucha del que vigila. Buscar que haya en mí un vigilante estable. Alguien que vigile. Solo el que vigila esta activo. El resto de mi mismo esta pasivo. El que vigila debe recibir una impresión de mi estado interior, tratando de tener, al mismo tiempo, un sentido del todo. Debemos aprender a ver que el verdadero Yo no está allí, y que el personaje toma el poder y hasta pretende ser el único que existe. Uno tiene poder sobre el otro. Es necesario invertir los roles. El peligro está en que no nos damos cuenta de que los roles vuelen a cambiarse. Creo que necesito poner atención; pero, en realidad, lo que necesito es conocer mi falta de atención.

La observación de si enseña como concentrarse mejor y fortalece la atención. Me hace ver que no me recuerdo de mí mismo, que no veo mi estado de sueño. Estoy fragmentado; mi atención esta dispersa y no tiene ninguna fuerza disponible para ver. Cuando despierto, hago un esfuerzo para liberar una atención suficiente, capaz de oponerse a esa dispersión y verla. Es un estado más voluntario. Ahora hay alguien que vigila y ese vigilante es un estado diferente de conciencia. Sin embargo, debo recordar siempre que no sé lo que soy y que todo el problema es quien está presente. La observación de mí mismo por parte del pensamiento habitual, con la separación entre el observador y lo que es observado, no hace más que reforzar la ilusión del yo.

Comenzamos a ver dos aspectos, dos naturalezas en nosotros mismos: una naturaleza superior, relacionada con un mundo, y una naturaleza inferior, relacionada con otro mundo. ¿Qué es lo que somos? No somos ni lo uno ni lo otro. Ni Dios ni animal. Participamos de una naturaleza divina y de una naturaleza animal. El hombre es doble. No se ha unificado. Es solo una promesa de hombre hasta que pueda vivir con sus dos naturalezas presentes en sí mismo, sin retirarse a una u otra. Si se retira a su parte más elevada, se aleja de sus manifestaciones y no puede ya evaluarlas. Ya no conoce su animal. Si se desliza hacia la otra naturaleza, olvida todo lo que no es animal y no le queda nada para resistirlo: él es ese animal, no un hombre. El animal siempre rechaza al ángel. El ángel le da la espalda al animal. El hombre es el que siempre vigila, aquel que se recuerda a sí mismo en las dos direcciones y tiene sus dos naturalezas siempre enfrentadas.


💗










No hay comentarios:

Publicar un comentario