El optimismo implica mucho más que
buen humor. El verdadero optimismo precisa fortaleza y valor en grandes
cantidades. No es algo para los débiles o los temerosos. No es fácil mirar con
franqueza el estado ridículo, insensato, de la condición humana sin dejar de
ver la luz de posibilidades y soluciones.
Mucho más fácil es ser pesimista;
tanto es el apoyo que existe para mantener un estado constante de pensamiento
negativo. En esencia, los optimistas nadan corriente arriba, pero consideran
que vale la pena hacerlo pues lo que verdaderamente se opone al optimismo no es
tan sólo el pesimismo: es la desesperanza, la duda y la depresión. El optimismo
se rehúsa a aceptar la desesperanza y la duda. El optimismo nos guía de manera
natural y espontánea hacia la consecución de los objetivos superiores y el
mantenimiento de los valores superiores.
Cada nuevo día nos enfrenta a
polaridades mayores sobre la tierra. Muchas son las personas que buscan el
poder superior en sus vidas, y el mundo está vivo con la luz centellante de la
verdad pero al mismo tiempo la oscuridad es cada vez más oscura. La luz es
poderosa y los Ángeles nos acompañan durante todo el camino, nos alientan, nos
iluminan la mente con la luz del día. No es necesario aceptar estadísticas
funestas; los que logran algo a pesar de todas las dificultades no son
pesimistas, sino optimistas. Es posible que alguna vez los optimistas tengan
que transitar por un camino irregular, pero nadie tiene por qué aceptar las
críticas negativas ni las estadísticas funestas ofrecidas por los pesimistas.
La esperanza es el
ingrediente principal para llegar a ser optimista, es un sentimiento de
confianza y presunción de que todo saldrá bien. No existe nada que se llame
falsa esperanza. Si tenemos cierta esperanza y se nos cruzan los pesimistas que
nos dicen que no, pidámosles que se guarden para ellos los pensamientos
negativos. En los momentos más extremos de la vida sería conveniente tener una
ley que impidiera que a las personas positivas se les hicieran comentarios
negativos. Muchas veces un comentario puede ser peor que un puñetazo en pleno
rostro.
Todos tenemos el derecho de esperar
y crear un clima mental positivo, lo que a su vez genera resultados positivos;
y este derecho tendría que ser protegido. También tendríamos que estar
protegidos contra los médicos que disfrutan de jugar a Dios diciéndoles a los
pacientes enfermos cuánto tiempo tienen que vivir.
Alguien que quiera debatir podrá
decir que la esperanza significa no vivir el momento, por lo que algo de malo
tiene que haber respecto de la esperanza. Vivir el momento verdaderamente a
cada instante es algo que sucede en nuestro interior; básicamente significa
permanecer despiertos y alertas. El hecho de permanecer despiertos y alertas no
tiene por qué generar dolor, y es por eso que existe la esperanza. Realmente me
sorprendería encontrar a una persona feliz y positiva que en su interior no
valorará la esencia de la esperanza.
Si practicáramos ofrecer esperanzas
a cada persona que conociéramos, y si a su vez ellas nos la ofrecieran, la
esperanza reinaría y el día del juicio final nunca llegaría. Dado que esta
utopía no es la realidad, tenemos que crearla en la imaginación, y podemos
hacerlo invocando la fe. La esperanza y la fe existen juntas sinérgicamente.
La esperanza y la fe son dones de
Dios, o de nuestro poder superior. Para que la fe trabaje en nuestra vida como
un acelerador angélico, debemos reconocer el hecho de que no existe en forma
pura, a menos que en el corazón nos formemos la profunda convicción de que Dios
es una presencia real en nuestra vida, la luz que nos guía por el camino. Para
tener una verdadera fe debemos reconocer un poder superior en la vida, en el
corazón, en el alma y en la mente. La práctica de la fe fortalece las
relaciones personales con este poder superior. Entonces, ¿Dónde encontramos a
Dios? Exactamente aquí y ahora; la tierra que pisamos es tierra sagrada.
Cuando la realidad que vivimos es
“fe en Dios, en Dios confiamos”, el temor no existe. Si realmente tenemos
confianza y fe en Dios no hay motivos para temer a nadie ni a nada en esta
vida. El temor es un poder fuerte, pero la fe es mucho más fuerte. Un viejo
dicho reza así: “El temor golpeó a la puerta. La fe respondió. No había
nadie”.
Otro esquema negativo que no puede
operar en presencia de la fe es la preocupación excesiva. La preocupación es un
tormento; genera dudas y ansiedades para autosustentarse, lo que a su vez aleja
al preocupado del optimismo, la esperanza y la fe.
La fe está compuesta por Ángeles.
Cuando declaramos la fe, se forma un paso de Ángeles que desde nuestro ser pasa
por las puertas del cielo y llega a Dios. La fe es una convicción interior que
nos lleva más allá de la creencia, hasta un estado de unicidad con la confianza
afectuosa. La fe es energía positiva focalizada sobre un deseo o una creencia
que queremos que se realice; es energía muy poderosa en estado bruto. Se torna
más brillante por medio de la acción correcta, y pierde su esplendor con la inercia.
Cuando declaramos nuestra fe, para
que siga funcionando debemos convertirla en nosotros mismos; es decir, tenemos
que ser uno con la fe para no pensar en ella sino dejar que nos guíe. Las
acciones y prácticas que realicemos generarán los resultados deseados cuando
lleguemos a unirnos con la fe. Los Ángeles siempre están con nosotros para
proteger el pensamiento positivo y la fe. Entonces, si perdemos parte de
nuestra fe, podemos pedirle más a los Ángeles y a Dios.
A veces puede suceder que el hecho
de tener fe en una situación en particular no tenga sentido para nosotros. En
otras palabras, podemos tratar de excusar a los Ángeles imaginando que ellos no
pueden ayudarnos en determinada situación. De esta manera, generamos dudas y
cancelamos la fe. Los Ángeles son muy listos cuando un ser humano necesita
ayuda. Puede suceder que los Ángeles aparezcan con forma humana para proteger a
personas que ni siquiera los ven, pero sí los ven otros seres humanos que
puedan tener malas intenciones para con ellas.
Tengamos fe, puesto que los Ángeles
pueden distraer o cambiar la percepción de otros que tengan intenciones de
perjudicarnos. Entonces, incluso aunque con la imaginación no logremos
encontrar la forma para recibir la ayuda de los Ángeles, no los limitemos;
dejemos que ellos hagan lo suyo y tengamos fe: estamos protegidos. Y siempre
recordaremos solicitar ayuda, no importa cuál sea el estado de nuestra fe.
Quizás resulte difícil (aunque no
imposible) que una persona demasiado cómoda (no inclinada a colocarse en
situaciones peligrosas) practique la verdadera fe. Aquellos que están “en
problemas” desarrollan una fe muy profunda puesto que les resulta necesaria
para sobrevivir. La ironía de esto es que los cómodos necesitan más de la fe ya
que son más susceptibles a la depresión y al aburrimiento, y pueden llegar a
sentir un vacío espiritual hasta que por fin tienen fe en sí mismos y salen a
practicar su espiritualidad especial como un don para el mundo.
La fe y la esperanza no son
sustancias tangibles; no son lo mismo para todos. Los aceleradores angélicos
tales como la fe y la esperanza asumen distintas formas en cada persona, porque
cada uno de nosotros es una faceta única de la luz de Dios. Ser fiel significa
ser consciente, honesto y preciso. Vemos la verdad, por más incómoda que
resulte, y tenemos fe en nosotros mismos para crear un resultado positivo y
encontrar soluciones creativas; a su vez, esto nos da esperanza y nos convierte
en verdaderos optimistas.
Los Ángeles son manifestaciones de
las esencias y fuerzas energéticas de Dios, capaces de transmitir a los seres
humanos aceleradores tales como la fe y la esperanza. Son dones que aceleran el
crecimiento espiritual y nos traen paz al corazón. Cuando estamos felices y
tenemos paz mental, somos uno con Dios y los Ángeles.
💗